Capítulo 25

Al abrir los ojos y mirar a mi alrededor recordé todo lo que había pasado en la noche, mi sonrisa se hizo visible y me enderecé para buscar a Alexander, pero no estaba por aquí. Decidí levantarme y agarrar mi ropa para ponérmela y así salir de su habitación e ir al harén, pero al salir me encontré con Anabella.

-Oh, Zaria, es bueno encontrarte ahora -comenta haciéndome fruncir el ceño.

-¿Me buscabas? ¿Para qué?

-Para llevarte a tu nueva habitación. Ahora eres una mujer libre, ya no perteneces al harén.

Abrí los ojos de par en par pero ella no me deja asimilarlo todo cuando ya me estaba arrastrando por los pasillos. Aunque tampoco estaba tan lejos de la habitación de Alex. Al abrir las puertas me deja ver una hermosa habitación bien decorada y con un balcón más amplio que dejaba ver el patio de en frente del castillo.

-Puedes hacer lo que quieras, si me necesitas estaré encantada de ayudarte con lo que desees -dice Anabella sonriendo.

-Gracias Ana... -le devolví la sonrisa.

Ella asiente y se va dejándome en mi nueva habitación que empecé a curiosear y mirar a todos lados. Mi collar con el emblema estaba en mi nueva mesita de noche, lo agarré y observe un tiempo antes de dejarlo y volver a mirar a los alrededores.

Encontré el cuarto de baño y decidí que tenía que darme un baño y cambiarme.

Eso hice, preparé todo y disfruté de mi momento en el agua tibia y relajante. Aunque, al estar lista y fuera del baño, me atrajo algo en la ventana, me acerqué y noté que el sol estaba empezando a brillar mucho más. Las nubes se despejaban y sabía por eso de que el invierno estaba llegando a su fin.

Sonreí un poco pero vi entonces a Alex hablando con algunos hombres en el patio delantero del castillo, me apresuré en bajar. Salí del castillo hasta encontrarlo, me acerqué a él llamando su atención. Su sonrisa aparece al instante en que me ve, haciéndome sonreír igual.

-Hablamos después -le dice al guardia quien asiente y se aleja.

Alex termina de acercarse a mí pero yo bajé la mirad a su cuello. Abrí los ojos de par en par y agarré el cuello de su abrigo para cubrirlo.

-¡Tapa eso! -susurré mirando a todos lados.

-Ya todos lo han visto, y yo no le veo nada de malo -responde agarrando mis manos con delicadeza y acercándome hasta besar mis labios.

Volví a sorprenderme y mirar a todos lados pero su mano en mi espalda baja, acercándome hasta pegarme a su cuerpo me hizo suspirar. Me dejé llevar y le devolví el beso hasta dejarnos sin aliento.

Hasta ya me había olvidado sobre los chupones en su cuello que dejaba a la vista de todos.

-Oye, ven -Alex se separa pero no deja de tomarme de la mano-. Quiero mostrarte algo.

-Está bien -respondí en automático y sin aliento.

Él me sonríe y me guía hasta el establo. Sacan a Anthas ya preparado, mi sonrisa flaquea un poco.

-¿Cómo está Koa? -pregunté.

-Aún debe reposar pero está mejorando, no tienes de qué preocuparte -agarra mi mano y besa mis nudillos-. Lo están tratando muy bien.

Asentí más tranquila antes de que pusieran una butaca junto a Anthas, me subí en ella pero aún así Alex me ayudó a subir. Él se sube atrás de mí y rodea mi cuerpo por ambos lados para sujetar las riendas del caballo. Tenerlo tan cerca me erizaba la piel, su pecho rozando mi espalda me hacía sentir un leve ardor en aquella zona, uno que me hacía sonrojar.

-¿Cómoda? -pregunta susurrando en mi oreja.

-S..Sí... -tartamudeé sin darme cuenta- ¿A dónde quieres llevarme?

Sabía que no me lo iba a decir pero quería cambiar de tema y escapar de los nervios que Alex me provocaba.

-Lo sabrás cuando lleguemos.

Hace andar a Anthas y yo tuve que sujetarme mejor para no caer, aunque los brazos de Alex tampoco me lo permitirían. Salimos de los territorios del castillo llegando al pueblo, la gente nos daba el paso mientras saludaban y nosotros a ellos. No nos quedamos mucho tiempo, Alex toma un sendero que llegaba hasta un pequeño puente sobre un río.

El camino cubierto de nieve y el agua congelada se veían bien, era lindo. Anthas cruzó el puente y Alex hizo que se saliera del camino y se metiera por un bosque.

-¿Hm? -murmuré confundida y mirando a los alrededores- ¿Qué planea, Alteza? -enarqué una ceja.

Él sonríe con diversión y un poco de emoción. Anthas sigue caminando, adentrándose más.

-Nada raro, lo prometo -responde-. Ten paciencia.

Resoplé haciendo que mi aliento se viera frente a mí, congelado. Volví la vista al frente justo cuando vi unas enredaderas que Alex las apartó de mí con un brazo mientras Anthas cruzaba. Mis ojos se abrieron de par en par y una sonrisa se instala en mi rostro.

-Wau... -murmuré con asombro-. Esto es hermoso, ¿qué hace en medio de la nada?

-Era el lugar favorito de mi madre... -recuerda sonriendo.

Miré a aquel gazebo que estaba rodeado por agua con vegetación cubierta de nieve; todo en blanco, tres puentes, uno en el frente, y otros dos en los costados. Los pilares, que rodeaban todo el gazebo y sostenían el techo a dos aguas, decorados de manera simple pero que combinaba con la estética y la hacia verse más hermosa. Como suelo estaban tres gradas aunque el agua alcanzaba el borde de la segunda. Tenía estatuas de lobos en diferentes posiciones, igualmente en blanco. Pero algunos detalles parecían hechos con oro...

-Ahora lo ves hermoso, pero cuando sea primavera... será como tenerla a ella de nuevo aquí -comenta Alex haciendo que volteara a verlo.

-¿Qué le ha pasado... a tu madre? Si no quieres decirlo no tienes porqué.

Él sonríe con algo de nostalgia y tristeza al recordarla, hace que Anthas de la vuelta y regresara.

-No me gustaría tener que contarte... porque involucra a Adrestia y no quiero ensuciar tus recuerdos de tu reino.

Lo miré en silencio, sabiendo exactamente el porqué suponía eso. Apoyé una de mis manos en la suya que sujetaba la rienda.

-Dime... quiero saber qué ha hecho mi reino.

Él parece dudar, mira nuestras manos cuando yo apreté levemente la suya. Suspira un poco pero asiente.

-Fue cuando tenía diez años... era el peor momento entre nuestros reinos, mamá intentó calmar las cosas y hacer un tratado de paz con Adrestia. No quería más muertes para ninguno de los dos bandos... pero no la dejaron ni hablar, aprovecharon que decidió ir sola para no mostrarse como una amenaza.

Sus manos aprietan las riendas a medida que los recuerdos aumentan en su cabeza, su mirada se oscurece y su quijada se tensa. Llevé mis manos hasta rodear su cintura y lo abracé de manera instintiva.

-Entiendo... -mencioné.

-No busco ponerte en contra de tu reino, tampoco hacer parecer a Viltarin como los únicos buenos, yo... -decidí interrumpirlo cuando Anthas frenó.

-Alex, está bien... Sé que me cuentas esto porque es la verdad, decido creerte aún así... Sé que Adrestia ha hecho cosas horribles que trataron de ocultarme, en especial mis padres -resoplé pensando en todo lo que ellos no me dijeron-. Pero me alegra que ahora sé toda la historia.

Alex se queda en silencio pero decide devolverme el abrazo, su corazón latía con tranquilidad al igual que su respiración también estaba calmada.

-¿Sabes porqué sé que no todos en Adrestia son tan malos? ¿El porqué no he iniciado ningún plan para ir en su contra por lo que le hicieron a mi madre? -levanté la mirada.

-¿Por qué?

Alex me sonríe y apoya su mano en mi mejilla con delicadeza, su mirada pasa de oscura a brillante. Se veía tan majestuoso...

-Porque tú me lo confirmaste. Conocerte fue mi recordatorio de que, a pesar de todo, Adrestia tiene personas tan amables y fascinantes.

Mis mejillas se sonrojan aún más que antes. Mis nervios atacaron mi cuerpo y me sentía tan avergonzada bajo su mirada que no pude evitar tratar de mirar a otro lado, pero Alex no me lo permite y sujetándome por la barbilla me hace volver a mirarlo y de inmediato une nuestros labios.

Se sentía tan bien y tan reconfortante el contacto de nuestros labios, el frío desapareció y fue reemplazado por el calor en ambos. Solo que tuvimos que detenernos al quedarnos sin aire, volver a acomodarnos y hacer andar a Anthas otra vez.

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