Capítulo 12

Abrí los ojos y miré a mi alrededor, aún estaba en el jardín sobre la banca. ¿Cuándo me había quedado dormida? Miré mi cuerpo, estaba cubierto por una manta y bajo mi cabeza habían puesto una de las almohadas.

Me levanté de la banca y al mirar hasta arriba noté las estrellas en el cielo. Suspiré profundo al ver aquellas resplandecientes esferas de luz. Una estrella fugaz aparece por un instante.

-Pide un deseo -rápidamente miré hacia atrás cuando Alexander aparece a mi lado.

-¿Qué puedo pedir? -volví la mirada al frente-. Siempre lo he tenido todo... no sé que pedir.

-¿No pedirás salir de aquí? -me mira expectante.

Me quedé callada, sin saber que responder. Volví a mirar al cielo y vi otra estrella fugaz cruzando frente a nosotros. Cerré los ojos y suspiré.

"Deseo que Adrestia sea igual de hermosa que Viltarin. Que sean aliados algún día."

Para cuando abrí los ojos fue por sentir las manos de Alexander en mi cintura.

-¿En serio lo has pedido? Creí que ya te gustaba estar aquí -comenta pero tenía una sonrisa en sus labios.

-No. He pedido otra cosa... -respondí.

-¿Y qué fue?

-Si te lo digo no se cumplirá -sonreí y me di vuelta para verlo- ¿Tú has pedido algo?

-Hm... tal vez sí lo he hecho -responde.

Ambos miramos al cielo de nuevo pero al estar de frente a su balcón pude ver una figura allí. Celia estaba recostada contra los barandales, con el cabello revuelto y el vestido mal puesto.

No sé porqué, pero eso me hizo enfadar. Me aparté de Alexander quien baja la mirada hasta mí de nuevo.

-Tengo que irme, me he perdido la cena -dije como una excusa.

-Podemos cenar juntos, pediré que lleven comida a mi habitación.

-No, gracias... Entiendo que estés ocupado -él me mira confundido pero vuelve la vista hasta el balcón.

No esperé a que se diese cuenta solo me empecé a alejar, aunque vi la mirada de Celia... victoriosa y complacida. Hice una mueca y volví a entrar en el castillo. Alexander ni lo negó.

¿Y por qué me molesta? Agh.

Regresé al harén suspirando cansada, fui hasta mi habitación y me tiré en la cama, metí mi mano bajo la almohada y saqué mi collar. Observé el emblema familiar por mucho tiempo hasta que escuché las puertas abrirse y enseguida los murmullos empezaron.

-¿Celia aquí? ¿Por qué?

-¿No acaba de irse?

-Es la primera vez que la veo ir y venir en tan poco tiempo...

Fruncí el ceño volviendo a esconder mi collar y saliendo de mi habitación. Celia estaba echando humo y al verme pareció estar apunto de estallar.

-¡Tú...! ¡Maldita escoria adrestiana! -intentó venir hasta mí pero unas mujeres la detuvieron.

-¿Pero qué te pasa? -pregunté confundida.

-¡Desde que llegaste solo haz empeorado todo! ¡Todo es tu culpa! ¡Te odio!

Ella forcejea para llegar hasta mí pero las puertas vuelven a abrirse justo antes de que pudiera soltarse.

-¿Qué sucede aquí? -Anabella nos mira-. Esta no es forma de comportarse, Celia. ¿Qué sucedió con tus modales?

-Anabella... es que ella... Esta maldita adrestiana... -Anabella levanta la mano para que Celia se callara.

-No quiero escucharlo. En cambio, tengo órdenes del príncipe -se dirije hacia mí-. Empaca tus cosas, irás a la habitación de arriba.

-¡¿Qué?! ¡Pero esa es mi habitación! -Celia se enfada de nuevo y justo en ese momento entran mujeres con maletas-. Mis... Mis cosas...

-El príncipe ahora tiene una nueva favorita, y no eres tú, Celia -responde Anabella.

-¿Lícia? ¿La favorita? -todas murmuran sorprendidas.

Yo tampoco era la excepción. Estaba igual o incluso más sorprendida que ellas.

-Pero... yo jamás he hecho nada con él, ¿cómo podría volverme la favorita? -pregunté haciendo sorprender a todas aún más.

-Ser una favorita no significa solo ser buena en el sexo. También implica ser una buena compañía, alguien con quien el príncipe le guste estar -responde Anabella.

-¡Yo siempre fui su mejor compañía! -replica Celia.

-Si fuera así no estarían mudando tus cosas ahora -Anabella la mira molesta.

-No me lo creo... jamás escuché de una esclava que subiera a favorita sin haber hecho nada -comenta alguien y todas la apoyan.

Vi entonces cuando las mujeres que traían las cosas de Celia entraban a mi habitación, pero yo corrí rápidamente y antes de que pudieran tocar algo metí la mano bajo mi almohada y saqué mi collar suspirando aliviada. Volví a salir pero enseguida una mano toma mi collar.

-¡Oye! -Celia lo mira con molestia.

-Solo eres una maldita adrestiana... No tienes ningún valor -dice ella.

-Celia, dame mi collar. Ahora -exigí acercándome a ella pero retrocede.

-¡No! ¡Tú solo llegaste y me quitaste todo!

-¡No me culpes por no ser suficiente! -ella me fulmina.

-¿Quieres tu estúpido collar? Pues ve por él, maldita perra -ella lo lanza por la ventana.

-¡No!

Me asomé para ver que había caído en el gran río que rodeaba la parte trasera del castillo. Se hundía cada vez más...

-¿Qué esperas? ¡Ve y búscalo!

Abrí los ojos de par en par cuando al darme vuelta ella me empuja por el hombro haciéndome caer por la ventana. Escuché los gritos de las mujeres y vi por un instante cuando se asomaron.

Estaba paralizada, ni siquiera había terminado de reaccionar cuando el agua me cubrió. El choque fue como si me hubiera golpeado contra el suelo, me había dolido. Vi las burbujas de aire escapar por mi boca y subir hasta la superficie, mientras yo bajaba aún más.

Mi espalda golpea con lo profundo, vi algo brillar a mi lado y noté mi collar junto a mi cabeza, un poco más lejos. Extendí la mano para alcanzarlo pero podía sentir como iba perdiendo la consciencia.

Más burbujas de aire escapan de mis labios cuando ya no pude resistir, mis ojos se cerraban y los oídos me dolían. Entonces sentí como una corriente más fuerte junto a mí, al instante, una mano sujeta mi cabeza, abrí los ojos tan poco que solo vi una silueta frente a mí. Pero pronto sentí la otra mano sujetarme por debajo de las rodillas y levantarme. Fue hasta la superficie y me sacó del agua. Su respiración estaba agitada mientras que a mí me costaba hacerlo.

El agua subió por mi garganta cuando el aire empezó a tomar su lugar.

Me llevó hasta la orilla y me dejó en la arena, acostada. Pronto el agua salió expulsada de mi cuerpo, me hice a un lado y empecé a toser adolorida. Abrí los ojos pero un brillo me ciega hasta poder verlo bien.

-Mi... collar... -comenté como pude.

-No necesitas tirarte por esto, hubiera mandado a que lo encuentren si me lo pedías -escuché la voz de Alexander.

Volteé a verlo, estaba frente a mí con el cabello y la ropa mojada, al igual que yo. Deja el collar en mi mano mientras que yo suspiraba.

-¿Crees que me tiré por gusto? Hm... Que idea tan tonta, no soy tan estúpida -respondí sonriendo leve.

Él suspira ya calmado y apoya su mano en mi cabeza, me sonríe tiernamente.

-Al menos estás bien...

Nos miramos por un corto tiempo antes de escuchar gritos y pasos corriendo.

-¡Alteza! ¡Oh Dios mío!

-Alteza, ¿está bien?

Alexander los ignora cuando se levanta pero conmigo en brazos. Lo miré sorprendida, sin embargo, estaba muy cansada como para pelearme porque me bajara.

-Llamen a la doctora y que vaya a mis aposentos -ordena pasando por entre todos los presentes.

-Sí... Alteza -responde Anabella al ser la única que reaccionó.

Miré mi collar en mi mano antes de abrazarlo contra mi pecho y suspirar aliviada. No me gustaría haberlo perdido... es lo único que me queda de mi hogar.

Entramos al castillo, más guardias y sirvientes se sorprenden al vernos pero cuando estábamos por alejarnos aparece el rey.

-Alex... ¿pero qué ha ocurrido? ¿Por qué estás todo empapado, hijo?

-Padre, llevaré a Lícia a que la atiendan. Luego te diré lo que ha pasado.

El rey nos mira a ambos antes de asentir suspirando. Alexander sigue su camino hasta llegar a su habitación. Sorpresivamente me deja sobre su cama, aunque esté mojando las mantas.

-¿No te molesta? -pregunté.

-Por supuesto que no, no te preocupes. Esto se seca -responde suavemente mientras coloca las mantas sobre mí.

Alexander se aleja para agarrar ropa seca e ir a cambiarse. Suspiré cerrando los ojos pero a los minutos sentí la mano de Alexander acariciar mi mejilla.

-Te he visto caer... ¿Cómo fue que pasó? -preguntó.

-Celia lo ha hecho... todas son testigo. Puedes preguntarle a Anabella lo que ha ocurrido.

-Lo haré, pero te creo...

-¿Ah sí? -asiente una vez.

Unos golpes en la puerta nos interrumpen. Él se levanta y deja entrar a la doctora, me deja con ella y se va, supongo que a hablar con Anabella.

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