Su amiga era un imán para Santiago.

Aunque solo la veía en una clase, era su compañera para el trabajo de grupo junto con otros dos muchachos. Pero cada vez que Diana la invitaba para que trabajaran en algún proyecto, Santiago terminaba apareciendo por alguna parte o pasaba algo con él. Eso fue lo que pasó. Diana la invitó un sábado a hacer un trabajo en la universidad. Aceptó, medio emocionada. Así su sábado no iba a ser tan aburrido.

Pero cuando llegó a la sala de computadores -donde se habían citado-, Santiago estaba allí. Haciendo un trabajo, y obviamente no se percató de ella, ¡pero él estaba ahí! Dio vueltas como una loca. ¿Qué iba a hacer ahora? Se puso algo triste de que él no la notara. Santiago se dio cuenta después, cuando empezó a mirarla desde lejos. Amelia se contuvo en su sitio, tratando de calmar el dolor en el pecho que le estaba surgiendo. Otra vez sus malditos pensamientos la estaban contaminando.

La tarde transcurrió, y Diana y ella adelantaron lo más que pudieron. A la salida de la universidad se despidieron, y Amelia se dirigió al paradero. Se quedó mirando hacia el horizonte, esperando a que el bus llegara. Cuando éste llegó y se dio la vuelta, vio que Santiago estaba ahí también.

Ambos se fueron en el mismo bus. No se sentó con él -aunque le hubiera gustado. Se quedó mirándolo desde el asiento de atrás, tentada a sentarse a su lado y contarle todo. Pero no podía hacer las cosas a lo estúpido. Tenía que hacerlo bien. Sin duda, iba a hablar con él definitivamente. 

La confrontación iba a pasar, si o sí.