Capítulo 08

Luego de que la inquietud inicial por los aullidos menguara, los guardianes tomaron un especie de paño blanco y lo pasaron por los cuellos de los cautivos que se agitaron por el acto. Choi pudo notar que con algunos cautivos repetían tal acción, él era uno de ellos.

Otros guardianes retiraron los trozos de tela y los llevaron uno a uno a cada candidato.

Choi se revolvió en su atadura, pues su mente comprendió que aquello había sido una estrategia, algo para guardar su aroma, iban a ser cazados, no era como si no lo supiera ya, pero el ver a esos hombres inhalar el aroma en los trozos de tela, lo hizo aún más evidente, más real. Él sabía de ello, sus hermanos a diferencia de él disfrutaban la cacería. Beomgyu no se veía capaz de salir a lastimar criaturas indefensas sólo por deporte, en cambio amaba acompañarlos en acampadas, ahí si no podía negarse. Ahora hubiese deseado haber aprendido un poco más de ello, le sería útil en una situación como esta.

Choi no pudo evitar dirigir una mirada al hombre que recibió uno de los trozos de tela y la repulsión lo llenó. Im inhalaba de este mientras le miraba lleno de lujuria, no pudo soportar más en el momento en que Im sacó la lengua un tanto demasiado vulgar, apartó la mirada y fue a parar justo en la del otro hombre que sostenía en lo que le pareció una fuerte mano, el otro trozo de tela.

El Alfa parecía estar perdido mientras se llenaba con el dulce aroma del humano, le recorrió con la mirada de pies a cabeza y el rubio pareció estremecerse al notarlo.

Aun no entendía totalmente que lo había llevado hasta ahí, pero la idea de ese pequeño y perfecto ser siendo tocado y su vida ultimada por Im, le revolvía las entrañas.

—Bien, es tiempo. —Habló Taehyun contundente— honraremos la tradición, estas ofrendas —los candidatos se acercaron y arrojaron a sus pies los trozos de tela— serán atesorados y guardados, han venido aquí a dar prosperidad a la manada y bajó la luz sagrada de la luna, cada macho debe demostrar ser digno y reclamar su premio.

»La ley de la luna es sagrada, lo que esta noche bajo su luz se una, permanecerá así por la eternidad.

Nuevos aullidos resonaron, pero esta vez incluso los candidatos se unieron al coro de aullidos.

Taehyun arrojó una sustancia sobre los trozos de tela que yacían en un montón en el suelo y luego de esto con una cerilla lo encendió.

—Qué así sea —pronunció.

Luego de la última frase, cada guardián quitó con rapidez la mordaza y cortó las ataduras de las manos.

Esta fue su señal, Choi lo captó y fue corriendo tanto como sus piernas se lo permitían, adentrándose al bosque a la dirección que le habían señalado se encontraba su libertad.

Estaba aterrado y quería alejarse lo más posible de ahí, pero su parte racional le advertía que debía ser inteligente y cuidadoso o el ímpetu por huir le jugaría en contra. Se detuvo por un momento a mirar alrededor, se encontró sólo en medio del bosque, temía haberse desviado de su camino en el furor de la huida.

Decidió que orientarse era lo adecuado, recordaba el mapa y en su mente había trazado la ruta que él creía más conveniente, buscó un área despejada de árboles que le permitieran ver las estrellas y poderse guiar a través de ellas, lo encontró unos metros adelante y se puso a observar, buscó entre el firmamento hasta dar con la osa mayor, luego fue fácil dar con la osa menor y finalmente la estrella polar, esta sería su guía; observó la dirección hacia la cual debía seguir, necesitaba desviarse un poco al oeste para dar con el pequeño riachuelo que había vislumbrado en el mapa y así seguir río arriba a su destino.

Estaba por ponerse en marcha cuando una voz lo detuvo.

—Este no es momento para ver las estrellas rubio, debes moverte si no quieres que uno de esos lunáticos te atrape. —Habló un chico castaño con un deje desesperado, todo el tiempo mirando hacia atrás y los lados frenético.

—Lo sé, solo me detuve un momento a orientarme —respondió Choi.

—Bien, movámonos ya —urgió— ellos... este lugar me aterra a muerte.

Choi conocía demasiado bien el sentimiento, pero no iba sólo a precipitarse. Debía ser más inteligente.

—Espera —dijo Choi sujetando por el brazo al otro chico, quien lo miró extrañado— ellos van a cazarnos, tomaron nuestro olor...

—No tengo tiempo para tus estupideces, lo que importa es correr lo más rápido que podamos —lo interrumpió el chico ya exasperado mientras se quitaba la mano de Choi de encima.

—¡No!, tan solo escucha... —insistió Choi sujetándolo nuevamente.

—No, escucha tu rubiecito, quédate si quieres, yo me largo. —tiró del agarre de su brazo y sin más salió disparado con rumbo al norte.

Choi por otro lado esperaba que ese chico y los otros tuvieran suerte, pero no pensaba hacer lo mismo que el castaño y seguramente los otros ocho, tomar la ruta obvia era facilitarles el trabajo y Choi estaba seguro como el infierno que esos lunáticos contaban con ello.

Con rapidez cortó hojas de los arbustos cercanos, las machacó como pudo entre sus manos y comenzó a frotarlas con rapidez por su cuerpo, necesitaba ocultar su aroma para tratar de pasar desapercibido y ganar el mayor tiempo posible.

~Sus hermanos disfrutaban de la cacería y agradecía haber escuchado algunas de sus tontas discusiones sobre sus tácticas; claro que jamás pensó que él pudiera necesitar algo como eso, mucho menos jugar el papel de presa~.

Siguió con su idea y corrió al oeste en busca del dichoso riachuelo; Choi sabía que de encontrarlo entonces le serviría como prueba de que el mapa no estaba trucado, así que cuando al fin pudo escuchar el agua correr, un atisbo de esperanza floreció en su interior.

Guiado por su oído pudo llegar por fin a la orilla, guió sus pasos río abajo dando la impresión de que se dirigía al sur, podía parecer paranoia pero creía que ninguna precaución estaría de más. Apenas unos metros más ingreso a la pequeña corriente, no parecía profundo y eso lo animó, deshizo su andar río arriba por sobre la pequeña corriente de la orilla y apretó la marcha hacia el norte.

Sus cómodos vans estaban mojados y hacían más pesado el avance, pero Choi sabía que esa era la forma para disimular sus huellas, confiaba que el agua y las hojas que había untado en su cuerpo y ropas ayudaran a crear una ventaja significativa.

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