7. El mordisco de la noche
«¡Joder, joder, joder!», pensó Nina, cuyos ojos estaban muy abiertos; el corazón le aleteaba con la fuerza de una campana aporreada por el martillo de un dios.
Su primer amago fue de correr, para luego detenerse, demasiado aturdida para continuar. El proceso se repitió una y otra vez hasta que se vio fuera del vestuario, lejos del abrigo de la marquesina sobre la puerta.
Se volvió una estatua bajo una tormenta horrible que reflejaba el caos en su interior. Las uñas heladas de la lluvia parecían empeñadas en adentrarse bajo su piel, atravesando la ropa y escurriéndose a lugares inoportunos. Desde allí podía oír los gritos de los chicos, torturados bajo los cánticos dictatoriales del entrenador espartano.
Solo tenía que avanzar para llegar hasta James. O llamarlo a gritos. A esa distancia ni siquiera los truenos ahogarían su voz. Llegó a dar un par de pasos antes de detenerse otra vez en medio de la oscuridad, abrazándose a si misma mientras la lluvia le aclaraba la mente. Alzó el rostro con los ojos cerrados, recibiendo esa furia.
Deseó que fuera solo una hora más temprano, que el cielo fuera del límpido y brillante azul que se había extendido en todas las direcciones. La calidez del sol sobre su rostro siempre la ayudaba a calmarse. Ese día no podría darse el lujo de esperar.
De lo más pragmática, dio la vuelta para adentrarse nuevamente en el vestuario, apreciando esta vez el envolvente rastro de sudor que siempre impregnaba el lugar.
Si iba junto a James él olería a Sterling en ella, también la sangre y que estaba malherida: el instinto le llevaría a atacar. Incluso si lograba contenerse, la ira sumada a su naturaleza alpha cubriría el lugar bajo el manto de la sed de sangre que él no sabría contener. Y eso afectaría a todos, no solo a los demonios lobo; despertando instintos demasiado primarios de supervivencia como para ser ignorados. Tras el revuelo causado por los esclavos de la luna no convenía llamar más la atención humana. Con un poco de suerte, Sterling permanecería lejos de donde James pudiera olerlo. Era casi un milagro que la runa no lo alertara de lo que ocurrió.
«Un milagro no. Es culpa tuya», se recordó con amargura.
Nina sacó su teléfono de la mochila empapada y peleó un momento con él, intentando escribir un mensaje. Como no lo logró —la pantalla estaba más astillada justo en la zona del teclado y ni siquiera giraba—-, terminó decantándose por la forma tradicional: una libreta y un boli. Dobló el papelito de forma meticulosa tras terminar de escribir y lo encajó entre las rejillas de la taquilla de James. Después volvió a luchar con el teléfono hasta conseguir llamar a Darren.
Abandonó al fin el vestuario, dirigiéndose al aparcamiento con pasos de tortuga. A cada pocos metros sentía la necesidad de detenerse y escudriñar los alrededores con aquel nuevo sentido, que parecía reacio a irse pese a que su poder parecía encogerse otra vez, escondiéndose. Sterling no estaba —jamás olvidaría el sabor de esas sombras—, pero notaba a los demás. Pequeñas motas en el cielo nocturno. Algunas brillantes, otras borrosas, camuflándose en la oscuridad, aunque en aquel momento no se molestó en reflexionar sobre ello.
Se limitó a llegar a las escaleras que daban al aparcamiento, buscar un lugar guarecido de la lluvia y sentarse abrazada a su cuerpo, tan entumecido por la fría noche de diciembre y el agua que apenas notaba el aguijoneo de las contusiones. En aquel momento no notaba siquiera los truenos.
Se llevó las manos al vientre. Saber si estaba vacío o no era todo en lo que podía concentrarse.
—Imposible —se repitió una y otra vez.
Tendría que tener demasiada mala suerte cuando todas aquellas razas inmortales tenían algo en común: la escasa fertilidad; los dhemaryon incluso más que los otros. Y aun así tenía varios síntomas. Algunos de ellos demasiado tempranos... Tempranos para un embarazo humano. Su pareja era un demonio lobo.
Estaba encogida y con la cabeza escondida entre las rodillas, tratando de contener las arcadas, cuando Darren llegó unos minutos después.
—Taxi para pecas —anunció tan pronto como ella abrió la puerta. Su sonrisa desapareció al olerla—. ¿Qué ha pasado?
—Llévame a tu casa, por favor.
En lugar de obedecerla, Darren apagó el motor y se giró hacia ella. Antes de que pudiera apartarse, se inclinó para hundir la nariz en su pelo, trasladándose luego a otros lugares.
—Hay miedo en tu piel, así como adrenalina, humo... Sangre. Un toque de sexo... aunque la esencia no se mezcla con la tuya. ¿Por qué huelo a Sterling en ti, Nina? ¿Estás herida?
Como también había aprovechado para olerlo a él y calmarse bajo el influjo del familiar aroma, la respuesta tardó en llegar.
—Lo hueles porque me tocó. Se puso extraño hace un rato, agresivo, aunque pude defenderme. —Se sacó los guantes para mostrarle las manos rociadas en dorado. Darren las agarró para mirar de cerca con ojos atentos; los rasgos de su rostro se delinearon en dorado por la luz que emitían—. Bueno, eso creo. Me duele el cuerpo tanto por sus empujones como por esta cosa, pero no tengo nada roto. Solo me siento muy cansada por la luz.
—Bueno, eso explica que te hayas quitado de encima a un hombre lobo de metro ochenta siendo un palillo de dientes. —Su voz no tenía el habitual tono indino. Nina se encogió, el estrecho espacio parecía empequeñecerse ante la tensión que emanaba el cuerpo masculino. Darren se revolvió un momento, inclinándose hacia los asientos traseros hasta que alcanzó una de sus camisas; regresó a su posición inicial y se la tendió, para después subir la calefacción—. Tenemos todo el camino a casa. Empieza a hablar.
Nina se quitó la chaqueta y luego el suéter mojado, echándole miradas recelosas; sin embargo, aquel día Darren no parecía tener intenciones de tomarle el pelo; se limitó a sacar el coche del aparcamiento. Mientras avanzaban bajo la lluvia, le describió su enfrentamiento, aunque prefirió guardar silencio sobre lo demás.
—¿Crees que debería contárselo a James? —preguntó al final, jugueteando con la cremallera de la chaqueta que había vuelto a ponerse.
—Aunque no se lo digas, él lo sabrá. En realidad, la runa... —Suspiró, sacudiendo la cabeza—. Sterling te ha atacado y pudo hacer mucho daño. Además, dices que él te besó. Es cierto que algunas parejas enlazadas invitan a un tercero a su lecho, pero antes tienen que estar todos de acuerdo. Lo que él hizo está mal en varios niveles. Solo yo puedo molestar a James besándote. —Su sonrisa no le llegó a los ojos—. Será castigado por esto.
—Ahora mismo él me importa un pimiento.
—¿Hay algo que importe más que ser acosada y lanzada contra una estantería por un hombre lobo cuyo deber es protegerte? Podría haberte matado. Y estoy seguro de que te ha dado un susto de muerte.
«Estar embarazada de uno», pensó ella.
—Ya casi morí unas cuantas veces.
Darren guardó silencio tras murmurar algo por lo bajo. No se dio cuenta de que se acercaban a su destino hasta que las luces de la ciudad dieron paso al manto negro del bosque que flanqueaba aquella carretera secundaria.
—Tengo una sorpresa para ti —dijo él cuando llegaron a la mansión.
—¿Karen me enseñará el vestido? —Se distrajo con alegría por un momento. El baile de invierno era dentro de unos días.
—No tan bueno, pero casi. Debería estar por llegar, tiene que encargarse de un asuntillo en el camino. —Darren extendió una mano para acariciarle la mejilla—. Te subirá ese ánimo.
Nina apretó los labios. En aquel momento lo único que podría subirle el ánimo era ver una solitaria rayita en una prueba de embarazo. Como no podía decirle eso, se quedó un momento observando la numerosa cantidad de coches amontonados en la entrada de la casa.
—¿Es uno de esos días?
—Sí. Después de lo que ha estado pasando estas semanas en nuestra región, sumado a lo que llevaba pasando en el resto del país, mis padres decidieron reunir a los alguaciles y cazadores. Ponte esos guantes. Tu olor ya les ha llamado siempre la atención; se harán bastante preguntas por lo que te pasó hoy como para que pregunten la razón por la que resplandeces.
Nina miró con aprensión, recordando el ataque de la esclava de la luna que había resultado ser la pareja del cocinero. No había vuelto a vérselas con un esclavo, pero James la mantuvo al tanto de la situación, informándole cada vez que uno de ellos se acercaba demasiado a Saint Clair. Lo de Corinne se había considerado una casualidad, sin embargo, los repetidos intentos de llegar a la ciudad cuando la potente presencia de los Alphas debería ser suficiente para ahuyentarlos empezaba a levantar cierta inquietud en la manada.
Era lógico que se reunieran. Cada parte del territorio estaba dividido y comandado por alguaciles que se encargaban de proteger los intereses de la manada, en una imitación de los clanes demoníacos de su mundo natal. Así como en Azzhack, los alguaciles debían reportarse a la pareja beta, que transmitiría la información relevante a los Alphas. La única diferencia marcada era que en el mundo santuario la división de clanes había perdido importancia y con ello sus bobas peleas.
—¿Tan mal está la cosa? Estos días no se ha acercado ninguno ¿cierto?
—No. Y las cosas se empiezan a calmar, esto es más como para hallar el culpable. Papá quiere darle la oportunidad al causante de venir y enfrentar las consecuencias. Si se ven obligados a cazarle la cosa acabará mal. Además, tienen la esperanza de que esté aquí. De todas formas, no te preocupes con esas cosas. Lo resolveremos.
—No es como si pudiera hacer algo aunque quisiera. —Nina se caló bien los guantes y después salió, esperando que ninguna otra parte de ella brillara. Después de lo ocurrido con Sterling no estaba muy segura de querer estar rodeada por un montón de lobos desconocidos.
«Estás en casa. No seas ridícula», se repitió una y otra vez mientras se dirigía hacia allí corriendo para escapar de la lluvia, aunque la cautela se resistía a abandonarla.
Cuando entraron atrayendo miradas, su corazón volvió a acelerar con un nuevo miedo que empezaba a arraigarse en ella. Crecer entre los Aryon la había hecho ser, para bien o para mal, conocida en la manada. No era difícil señalar a la chiquilla pelirroja. Nina solo esperaba que estuvieran oliendo la humanidad en ella en lugar de especular la razón por la que olía a otro hombre lobo que no fuera James, u odiándola. ¿Cuántos de ellos pensarían como Sterling?
—Cada vez que te veo estás más alta. —Nina no lo esperaba tras la tarde que había tenido, pero se vio sonriendo al oír la voz femenina.
—¡Georgina! —exclamó, girándose para abrazar con fuerza a la beta.
No era de por allí. Su lealtad estaba con Basilio Aryon, uno de los dos Alphas Lunares; como en aquel momento él se encontraba junto a su esposa en Azzhack, eran sus betas quienes estaban al mando.
Nina no conocía a los abuelos Aryon, ni siquiera a Nael, el compañero beta de Georgina que servía a la abuela de James; Gina, sin embargo, era una vieja conocida. La mujer acostumbraba a viajar por todo el mundo mientras su compañero beta permanecía en el viejo castillo europeo que era el hogar de sus señores.
La mujer, una cabeza más baja que ella pese a los voluminosos rizos negros que le coronaban la cabeza, siempre le había gustado. Sus ojos oscuros siempre alegres, la piel tostada por el sol mediterráneo y las ropas juveniles que acostumbraba a usar, no evidenciaban de ninguna manera que llevaba miles de años caminando sobre la tierra... y escondía el peligro de los más ingenuos.
—Sea lo que sea, deberías tomarte un baño. —Georgina le dio un toquecito en la frente con un dedo; sus ojos contenían cierta seriedad—. Hay muchos cotillas de buena nariz aquí.
—Espero que no te estés refiriendo a nosotros, Gina.
—A vosotros, justamente.
Nina miró a uno de los hombres que se había unido a ellos con cierta sorpresa. Hacía años desde que viera a Rahel por última vez. Había nacido cazador, pero también illarghir. Las diminutas marcas plateadas en su rostro, pese a estar borrosas y sin brillo, así lo indicaban. Cuando lo conoció era un aprendiz en la mansión; lo había dejado para volver a la caza, puesto que un cazador puede ser un illarghir, pero un illarghir no un cazador (la única excepción a la regla eran los Aryon), y regresar le habría sido imposible de completar su aprendizaje.
—Cuanto tiempo, Nina.
Nina forzó una sonrisa mientras registraba los cambios en él. Su rostro era más duro, más severo allí donde había existido una sonrisa tímida; su postura era altiva. Debía haberse convertido en un gran cazador. Se lamió el labio inferior. Cierto porcentaje de cazadores estaban en contra del mestizaje, Sterling se lo había recordado aquel mismo día. Sacudió la cabeza, Rahel había cuidado de ella tanto como los hermanos mayores de James.
—Hola, Rahel. —Se removió al ver que la olisqueaba, y hubo un destello en sus ojos que le puso los pelos de punta. Dio un paso atrás.
—Felicidades, de haberlo sabido habría traído un regalo —continuó Rahel. El otro hombre que lo acompañaba tan solo ladeó la cabeza. La miraba intrigado, con un asomo de molestia, y como Killian Rodgers era el padre de Sterling, lo último que deseaba era hablar con él—. ¿Quieres decirnos qué te ha pasado? Hueles a sangre y otras cosas interesantes.
—Un pequeño accidente.
—Bueno, Nina está muy cansada, así que me la llevo —se apresuró en decir Darren tras darle al otro hombre una mirada de advertencia.
—Está bien, voy a picotear cualquier cosa —dijo recelosa.
Se fue antes de que pudiera contestar. Saludó avergonzada a cada persona que se acercó a ella por llevar el olor de otro macho sobre la piel cuando tenía una runa, y casi se deshizo en alivio al ver que en la cocina solo estaba Marc, quien lucía lo bastante atareado al preparar comida para tanta gente que no se veía miserable por estar lejos de las celdas y de su compañera, que había sido convertida un par de semanas atrás. Según sabía, el doctor Harrison la visitaba a diario para acelerar el proceso. y sus brazos ya habían crecido hasta el codo.
—¿Quieres contármelo? —preguntó Marc—. Pareces un copo de nieve con un toque de rojo.
Sin que Nina se lo pidiera, fue hasta la nevera, sacó la tarta y le sirvió un trozo.
—No realmente. Y estoy de una pieza. Además, estás ocupado.
—Nada como preparar comida para un montón de lobos dominantes y hambrientos.
—Deberías conseguir un ayudante.
De vez en cuando el resto de sirvientes le echaba una mano, pero ese no era su trabajo.
—Sí, sí que debería. —Sus ojos se iluminaron—. Corinne trabajaba en una cocina. Podría ayudarme.
—Seguro que sí. —Aunque Nina dudaba que fueran a dejarla salir pronto.
—Como repostera —añadió Marc con una sonrisita.
—Hablaré con Gary —prometió con voz seria, como si tuviera esa clase de poder. Marc se echó a reír por primera vez en días.
—Muy bien. Cómete eso y luego ve a darte una ducha caliente. Creo que la necesitas.
Los siguientes minutos pasaron en silencio, él cocinando y ella hurgando en la comida, sumida en sus pensamientos con un nudo tan grande en la garganta que ni siquiera el azúcar parecía ser capaz de deshacerlo; al menos dejó de sentirse tan cansada (¿tal vez el glaseado era la respuesta correcta a sus poderes?). Sin embargo, bastó que Marc saliera un momento de la cocina para que ella se escaqueara por la puerta que daba al jardín trasero.
Bajó las escaleras con rapidez, esquivando los lobos dormidos en ella, pasó más allá de la piscina y se adentró en el bosque, agradecida por el cese de la lluvia.
—Hola, Razhul —murmuró al ver un lobo gris y empapado unirse a ella al atravesar la linde. Cuando se restregó contra su piernas, le acarició tras la oreja. Era el padre de su mascota, y como el resto de los lobos que patrullaba por el bosque esos días, llevaba trozos de armadura flexible cubriéndole el cuerpo.
Empezó a sentir que podía respirar tan pronto como los árboles engulleron el ruido de la casa, y no se detuvo hasta que reinó el silencio. Nina se inclinó hacia adelante, apoyando ambas manos en las rodillas mientras tomaba grandes bocanadas de aire y se echaba a llorar con fuerza allí donde nadie podría verla, con el dolor en sus costillas haciéndola sentir terriblemente vulnerable. Sentía como si algo intentara aplastarla, asfixiarla, partirla en trocitos.
Se quitó los guantes, mirándose las venas de un dorado bastante más apagado. Hasta aquel momento había tratado el extraño poder como algo ajeno a ella, algo a lo que no debería acercarse, como si fuera un hermoso espejismo. Si pudiera controlarlo, si solo lo hubiera hecho antes...
Siquiera el bosque obraba su milagro. Bajo la vigilia del sol o la luna, siempre había sido un lugar seguro en el que respirar. Aquel día lucía amenazante, misterioso en todas sus formas insinuadas en la oscuridad. No se atrevía a ir más allá del diminuto claro que se encontraba a unas pocas yardas del límite entre el jardín y la primera línea de árboles.
El silencio pareció hacerse más profundo de pronto. El susurro del viento tormentoso y la opresión le erizaba la piel en una muda advertencia. Sin embargo, no fue del todo consciente hasta que Razhul empezó a gruñir con la cola recta en horizontal.
«No me jodas», pensó Nina, preguntándose si al final Eelil sí había decidido matarla por marcar a uno de sus niños de oro.
Algo se escondía en las sombras. Algo que había hecho al resto de seres del bosque encogerse. Supo que no era ninguno de los lobos comunes. Ellos no la acecharían, se acercarían a jugar. Un hombre lobo saludaría.
Se tragó los sollozos para mirar más allá del follaje húmedo. Había tenido intención de caminar a la casa del árbol y esconderse allí hasta que James llegara, pero no iba a dar ni un paso más.
Sabía que era grande, su respiración era un golpe jadeante y hosco que activaba la parte más salvaje de su cerebro. Con lentitud, Nina se giró, siguiendo el ruido de unas uñas afiladas rastrillando el suelo. Su aullido reverberó entre los árboles dificultando la tarea de descubrir de donde provenía, seguido rápidamente de un latigazo ante la vegetación siendo atravesada a toda velocidad, y de pronto estaba allí, acuclillado frente a ella, imponente bajo un oportuno rayo de luna que definía su deformidad.
Nina había visto a una esclava de la luna un mes atrás, pero Corinne no se parecía ni de cerca a la criatura frente a ella.
El torso arqueado estaba cubierto de pelo grueso, como si sufriera de hirsutismo agudo. Incluso en aquella postura se apreciaba un ángulo extraño y curvilíneo en los huesos ocultos bajo la piel humana semidesgarrada de sus piernas, cánido, hasta finalizar en patas fuertes y poderosas, aunque de uñas ni de cerca tan largas y afiladas como las de sus manos animales. Era en su rostro donde se acumulaba el mayor revoltijo de imperfecciones.
Su mandíbula era pronunciada hacia el frente, puntiaguda en un esbozo de hocico; los labios estaban heridos por los dientes enormes que mantenían su boca abierta mientras una baba espumosa caía por sus comisuras. Ambos ojos brillaban en carmesí, emitiendo un humo espectral y casi diabólico que le iluminaba de forma malvada la cabeza. Uno era lobuno, situado en la parte más achatada del cráneo, más inclinada al cambio, el otro era de formas humanas, rodeado por el pelo cobrizo que ascendía por su frente hasta alcanzar una desgreñada melena del mismo color.
Pese a la palidez que apreciaba en las partes de piel humana en su cuerpo desnudo, tenía la nariz negra y pudo apreciar cambios veloces que la achataban antes de regresar a su forma habitual. El único otro toque de color era la sangre que empapaba su pelaje cayendo desde las laceraciones que se había hecho a si mismo, sumándose a la piel rota al estirarse.
No había tardado más que un par de segundos en mirarlo por completo, pero sabía lo que hacer. Retrocedió un paso, consciente de que Razhul no podría hacer nada pese a ser un lobo guardián: solo cazaban a esclavos en compañía de un dhemaryon. Aquel era un esclavo en su completa y retorcida forma.
Sin embargo, se quedó quieta cuando las orejas puntiagudas y peludas se movieron; erguido debía medir más de dos metros. Lo vio olisquear en su dirección y cuando empezó a avanzar, Razhul saltó hacia él y Nina echó a correr, esperando que el resplandor que había achicharrado a Sterling hiciera lo suyo contra la masa de pura ira homicida tras ella. Oyó un golpe, el inequívoco sonido de un pequeño cuerpo lobuno chocando contra un árbol. De pronto se dio cuenta de que el chico tenía razón. En la mansión tampoco estaba segura.
El zarpazo que le rozó el tobillo hizo que se cayera y pese al estallido de calor en esa zona, Nina se movió automáticamente, pateando, rasguñando la tierra cuando envolvió la garra en su tobillo lastimado para arrastrarla hacia lo más profundo del bosque, espoleado por la urgencia de huir de los muchos depredadores en la mansión.
Ambos escucharon el sonido atronador de varios cuerpos grandes atravesando las hojas y él estuvo a punto de morderla cuando una bestia negra embistió contra él, llevándolo lejos, demasiado como para que pudiera distinguir más que destellos, gruñidos y el sonido de huesos rotos.
Nina oteó con ansiedad el follaje después de echarle un vistazo a Razhul y comprobar que se movía, ignorando su herida o que más lobos, esta vez amigos, la rodearan. Reconocía aquel gruñido y no volvió a respirar hasta que un lobo negro emergió entre el follaje tras un poderoso chasquido final y la imposición del silencio.
La chica sonrió con alivio cuando se acercó a ella, agachándose para hundir el hocico en su pelo, puesto que medía sus buenos cinco metros en esa forma. Su magia era tan fuerte que la oscuridad se espesaba a su alrededor. Nina cerró los ojos ante las cosquillas de su pelo revolviéndose por la respiración lobuna, y cuando los volvió a abrir el lobo había desaparecido para dejar lugar a un chico alto y musculoso, de centelleantes ojos plateados.
—Hola, Nate. —Se mordió el labio inferior; en aquella rara situación se alegraba más que nunca de verle. Debía ser la sorpresa de Darren—. Bienvenido a casa.
—Mal momento para andar deambulando sola por el bosque en plena noche, princesita. —Nate le apartó un mechón de pelo de los ojos, con dedos cálidos y sucios de tierra, antes de mirarla por completo—. ¿Te ha mordido?
—No, pero me ha dado un buen zarpazo —admitió, sin querer mover ese pie. Sentía su sangre bañar la tierra—. No estaba deambulando, solo quería respirar aire fresco, él es quien estaba muy cerca de la casa... Hola, Pink.
Nina sonrió al dhemaryon que le había lamido la mejilla. Un lobo achocolatado de ese tamaño (poco más de dos metros) acompañando a Nate, solo podía ser el chico simpático que se llevaba mal con Darren. A los demás, sin embargo, no los reconocía.
—Estábamos regresando desde Quebec por el bosque y detectamos su olor al llegar a Vermont. —Nina asintió, la cordillera de los Apalaches era una ruta común para los hombres lobo—. No me podía creer que se estuviera dirigiendo aquí, menos cuando atravesó las barreras...
Nate dirigió la mirada hacia donde estaba la casa, desde la cual se sentía cierta agitación ahora que los demás se dirigían hacia allí, después regresó a la chica, pensativo.
—¿Qué pasa?
—No es nada. Primero voy a llevarte a un lugar seco y seguro. Creo que va a llover otra vez. Los demás se ocuparán del resto.
Nina no prestó atención. Recordó de pronto que los hombres lobo volvían a su forma humana desnudos cuando notó el roce de la piel al ser elevada.
—¡No! ¡Bájame, puedo ir sola! —Como él la ignoró, se tapó el rostro con ambas manos. Aunque toleraba la tendencia lobuna al nudismo, le avergonzaba demasiado. Y como el resto de los de su sangre, Nate estaba muy cómodo con su cuerpo—. ¡Al menos ponte algo de ropa!
—Nuestras cosas están con los otros que se adelantaron ayer en coche. La única ropa que puedo ponerme está en la casa y allí es hacia donde te llevo. A menos que quieras que invoque la armadura —respondió tenso.
Aunque se cruzaron con la multitud de hombres lobo atraídos por los aullidos, Nate no se detuvo, se limitó a indicar que Pink les explicaría todo y continuó hacia la casa; solo Darren dio media vuelta para caminar a su lado. La chica agradeció que por una vez se mantuviera en silencio.
Entraron por donde ella salió; la cocina seguía vacía y la tarta donde la había dejado, como si nada hubiera ocurrido, porque o Marc había vuelto con su compañera o estaba junto a los demás en el bosque.
—Huele a magia —murmuró Darren, intercambiando una mirada con su hermano que ella no supo descifrar.
Nate la dejó sobre la isla de la cocina para después agacharse. Le quitó el zapato y le rompió la parte baja lateral de su pantalón para examinar la herida.
—Avisa al doctor Harrison —le dijo a Darren—. Últimamente siempre terminas herida, Nina Leah Sparks.
La chica hizo una mueca, sin alejar los ojos del techo y sin dejarse engañar por ese tono suave. Como Karen, él también llamaba por el nombre completo cuando estaba enfadado.
—No es culpa mía. James lo niega, pero creo que Eelil intenta matarme. Me transformará en rana.
—Seguro que eso es blasfemia. Aunque serías una ranita muy mona. —Nate se inclinó para olisquearla mejor—. Hay algo raro en tu olor.
—James dice que es por la magia.
—Sterling la atacó, ese es el olor raro —explicó Darren.
Nina se removió cuando Nate alzó una de las mangas de la camisa que su gemelo le había prestado. Las marcas rojizas en su muñeca empezaban a azularse y temía mirarse las costillas.
—Un mes atrás te ataca una esclava de la luna, hoy te ataca un hombre lobo y luego un esclavo de la luna poco después—murmuró Nate—. ¿Intentas establecer un récord?
«Y no olvides el posible embarazo adolescente», quería decirle Nina. Podía superar el susto de ser atacada por dos lobos, pero no tenía idea de qué hacer con un bebé. Se estremeció.
—¿Has llamado a James? —le preguntó a su hermano. Darren negó con la cabeza, pero Nina habló antes de que llamara por teléfono.
—Viene hacia aquí —les dijo. Esa vez la runa sí que le había avisado. Se rascó el cuello, sin saber muy bien cómo iba a explicar que, además de no avisarle enseguida sobre Sterling, se había metido en el bosque para terminar en peligro por segunda vez.
—Bien. —Nate suspiró—. Creo que te cortó el tendón de Aquiles, aunque es pequeño. Garrick nos lo dirá mejor. Darren, lame la herida, yo aun tengo la sangre de este tipo en la boca.
Darren obedeció de inmediato mientras ella hacía un mohín y se removía incomoda por la humedad de su boca y el dolor.
—Vamos, no me miréis así —protestó al darse cuenta de cómo la miraban cuando Darren terminó—. Salí solo con un arañazo contra un esclavo de la luna transformado. Nina 1, Eelil 0.
Su intento de bromear con una vocecilla nerviosa fue recibido con profundos ceños fruncidos. Nina suspiró. ¿Qué más podía hacer? Había crecido junto a ellos, lobos guerreros, era imposible que no hubiera aprendido a defenderse. Contra otro ser humano podría, como mínimo, ganar tiempo para echar a correr. Un hombre lobo, hasta un esclavo de la luna transformado, era mucho más ágil y fuerte que ella.
Se miró las manos , despojadas de los guantes que había perdido en algún momento en el bosque, durante un buen rato. Aunque la luz dorada en sus venas apenas se apreciaba ya, sentía cierto calor en la punta de los dedos... conectado a otro muy parecido que empezaba a quemar en su pecho.
«En el pecho no —se corrigió—. Es otra cosa. Debe ser el centro de mi poder. Aunque se siente muy lejano».
Curiosa, intentó sacar más de aquello que empezaba a visualizar como una bola dorada dentro de su cuerpo antes de que dejara de sentirla otra vez. Al principio no ocurrió nada, y estuvo a punto de desistir cuando aquel poder presionó, feliz por ser liberado. Con los ojos muy abiertos, Nina se lo permitió. Surgió como el parpadeo intermitente de una lámpara defectuosa, sin afianzarse hasta que pudo mantener la misma cantidad de energía fluyendo.
—Dios mío —susurró, sintiendo la sonrisa crecer a la par que el resplandor aumentaba hasta envolverle las manos. Las ahuecó, como si tratara de comprimir el aire. Sus manos temblaron por las fuertes ondulaciones generadas y su pelo se movió como si fuera azotado por el mismo viento que corría con fuerza en el exterior. Casi se puso a ronronear.
Apretó los labios e intentó expandir la luz centímetro a centímetro, resistiéndose a dejarla ir pese a que su cuerpo vibraba por el esfuerzo. El poder se cortó de golpe cuando una sombra apareció en su mente, seguida del más agudo dolor de cabeza. Soltó un grito y se abrazó a sí misma, asimilando el choque térmico tras desaparecer el calor.
—¿Estás bien? —James, que había llegado justo cuando empezó su pequeño espectáculo, solo para quedarse anonado en el umbral de la puerta, se acercó en aquel momento con rapidez; le frotó los brazos y después le acunó el rostro con las manos. Nina lo miró confusa.
—Sí. Un poco cansada —añadió. Miró el centro de la encimera, en busca de la tarta que había estado picoteando antes, pero se distrajo al ver la madera chamuscada y humeante—. ¿Yo hice eso?
—Sí. —Los ojos plateados rezumaban preocupación mientras recorría su rostro, mezclada con la misma sorpresa que pintaba el rostro de sus hermanos. Todos ellos habían contemplado alucinados el proceso—. Brillas.
—¿Eh?
—Parece un... residuo de magia. Te ha recubierto toda la piel como si fuera una especie de aura —dijo tras pensarlo un momento—. Creo que guardas algo muy poderoso dentro, Nina.
—¿De verdad? —preguntó, encantada. Dejó de sonreír enseguida al recordar que quizá albergaba algo más en su interior—. Creo que estoy lista para ser un radiador.
—No me sustituyas aun. Ahora ¿por qué hueles a Sterling? ¿Por qué no fuiste junto a mi? ¿Y qué demonios hacías en el bosque? ¿Has olvidado que seguimos en estado de alerta? Si Nate no lo hubiera estado persiguiendo...
—Él estaba, así que bien.
—¡Maldita sea! ¡Deja de quitarle importancia! ¡Y deja de debilitar la runa! ¡Si fuera como debe ser habría notado enseguida que estabas en peligro!
James apretó los labios con fuerza. La annyel no rendía de forma adecuada porque ella se lo impedía. Mientras que él trasmitía todo el tiempo, que Nina se distanciara emocionalmente entorpecía la información en vía contraria. Era como una antena en mal estado, captando ruidos blancos de forma ocasional.
—Dijiste que ya no podían entrar en el bosque. ¿Cómo iba a saberlo?
—En teoría no podían —gruñó—. Nuestros illarghir trabajaron con los brujos para reforzar las barreras alrededor del territorio.
—Encontró un punto ciego —dijo Nate—. Pensé que iba a adentrarse en Burlington, pero giró de repente en esta dirección. Esperé que se detuviera en Greenstone y siguió adelante. Ni siquiera dio vueltas. Su rastro llevaba justo a uno de esos pequeños bucles anti-magia. Lo forzó hasta conseguir pasar, aunque debería haber sido imposible; el resto de la barrera debió atacarlo.
—A los demás les encantará oírlo —murmuró James. Parpadeó—. ¿No vas a vestirte?
Nina, que se había vuelto hacia Nate para escuchar, dejó de mirarlo enseguida y enrojeció con fuerza, para diversión de los hermanos.
—¿Ni un hola? Eres muy frío, Jamsie. Iré ahora que estás con ella. Darren.
Cuando Nate salió de la cocina acompañado de su callado gemelo, James se agachó para mirarle la herida del pie a su novia, desenvolviendo con cuidado el trapo ahora ensangrentado que ataron en su tobillo. Asintió para si mismo. El tendón y unos pocos arañazos eran preferibles a una garganta cercenada y la saliva estaba haciendo su trabajo coagulante. Lo volvió a atar.
—No deberías haber usado magia cuando estás sangrando. —Nina tardó en contestar porque acababa de meterse un trozo de tarta en la boca. Se lamió los dedos llenos de azúcar antes de mirarlo avergonzada.
—Lo siento. No pude evitarlo. Ha sido la primera vez en que pude controlarlo. No sabía que lucía así. Hasta ahora siempre se manifestó como estallidos.
—Es muy bonito. Eres como un solecito pelirrojo —dijo tras reflexionar un momento. Nadie había esperado que se revelara como algo más que una simple humana, sobre todo ella. ¿Cómo culparla por querer explorar esa nueva parte de si misma?—. ¿Te ha dolido mientras lo usabas?
—No, es increíble —dijo con entusiasmo—. Se sentía muy... correcto. Aunque al final no logré controlarlo, fue como si hubiera algo en mi mente. Una sombra. Parecía una mujer. —Suspiró—. Mis huesos lo notan ahora.
James alzó una ceja. Ya indagaría después.
—¿Me vas a decir por qué, más allá de a un esclavo de la luna, hueles a Sterling y sexo?
—No. Hay algo más importante de lo que debo hablarte. —Frunció el ceño, empezando a centrarse a la fuerza. Agradeció en silencio la tarta mágica de Marc.
—¿Algo más importante? —preguntó sorprendido. Soltó un gruñido al sentir la runa empaparse de miedo—. Ahora estoy curioso.
Supo qué sería al ver su repentina dificultad para hablar. La miró ansioso. Expectante y reluciente de temor.
—Tengo un retraso —dijo Nina en voz muy baja y concisa. James tragó saliva.
—Lo sé. Eres como un relojito y Furia Roja tendría que haber aparecido hace una semana para gritarme o exigirme chocolate. Has estado demasiado tranquila y feliz.
Nina lo miró con cara de pocos amigos.
—Ya te he dicho que dejes de controlar cuando me viene.
—Ni de coña. Es cuestión de supervivencia. —De todas formas no podía evitar enterarse con un olfato tan desarrollado. Le acarició el rostro ansioso. El corazón le latía con fuerza.
—Como dijiste, soy muy regular. Antes no tenía que preocuparme, solo que ahora nosotros... —Se sonrojó furiosamente al recordar su momento de entrega.
—Nos acostamos —completó James, animándola con la mirada a seguir.
—Es una sospecha —puntualizó—, porque Sterling hizo algo extraño. Es decir, de estarlo él podría olerlo y...
Su voz se desvaneció. Parpadeó dos veces con lentitud, después clavó los ojos en los de él. James hizo una mueca y Nina empezó a hiperventilar.
—¡Por todos los dioses! ¡Por todos los dioses!
Estaba tan asustada que ni siquiera tenía fuerzas para enfadarse con él al ver que su sospecha era correcta. Si Sterling con su potente olfato lobuno podía detectar un embarazo, James también. Y por alguna razón había decidido no hablar.
—Dime que no. Dime que no estoy embarazada.
Se estremeció. «Embarazada». Decirlo lo hacía real.
—No puedo hacer eso. —Le acarició el rostro y luego bajó la mano hasta su vientre—. Llevas a nuestros cachorros ahí dentro.
Cuando se quedó en silencio, lívida y sin ninguna expresión en particular en el rostro mientras sus ojos permanecían muy abiertos, la miró con suspicacia.
—Vas a ponerte histérica ¿verdad? Recuerda respirar.
Entonces explotó. Lo empujó para bajarse del taburete, incapaz de estarse quieta mientras varias emociones corrían por su rostro y la voz empezaba a temblarle.
—¿Cómo quieres que respire? ¡Voy a tener un bebé! ¡Yo no sé nada de bebés! No sé lo que comen, o como hay que cuidarlos, o cada cuanto hay que sacarlos a pasear.
—Cariño, es un bebé, no un perro.
—Su padre es un chihuahua, no sé qué esperar.
—Ahora, eso fue grosero.
—¡Y Eelil ya ha intentado matarme dos veces y media!
James hizo una mueca. ¿Cómo pedirle que le creyera después de tres atentados a su vida? Él sabía que Eelil no tenía nada contra ella, pero de estar en su lugar también dudaría.
Le atrapó ambas manos cuando empezó a tirarse de los mechones rojizos y las lágrimas se agolparon en sus ojos. Ella mató las palabras en su boca con una sola mirada.
—No... No hables. Quiero irme a casa. Aunque antes vamos a pasar por una farmacia. Esta humana necesita hacer pis en un palito electrónico humano para estar segura de si acaba de arruinarse la vida ¿vale?
James apretó los labios al oírla hablar así. Observó en silencio como iba cojeando hasta la despensa para conseguir una botella de agua.
—Nils... el doctor Harrison tendrá que echarle un vistazo a ese pie. ¿Su palabra vale menos que uno de esos test? Vamos, estás sangrando.
Hizo una mueca al ver que se abrazaba a la botella de agua como si fuera un salvavidas. La runa era un torbellino de confusión.
—Quiero irme a casa.
—Deja que cure ese pie y seguro que James podrá llevarte a casa... Y sin causarte ningún estrés. —Con una sonrisa tentativa y tensa, Garrick entró por la puerta que daba al jardín—. No me gusta que nos encontremos así, Nina.
—¿Entonces es verdad?
Garrick miró a James antes de caminar hacia ella. Le tomó ambas manos y se las llevó a los labios, para después regalarle la sonrisa cálida que en cualquier otro momento la habría tranquilizado, fingiendo no notar en absoluto que su piel resplandecía en dorado como un farolillo.
—Sí. Llevas en tu vientre la siguiente camada Aryon. Es un honor y una alegría para la manada —le aseguró. Lo siguiente que se escuchó fueron los ruidosos latidos de un acelerado corazón humano—. Debes tomarte las cosas con calma ahora.
Ella retiró las manos, con un gesto muy serio en el rostro.
—Quiero irme.
Y James empezó a temer.
____
¡Hey! ¿Cómo estás? ¡Espero que te haya gustado el capítulo! Y, como siempre, que me digas qué te ha parecido.
Asumo que todos los que estaban deseando ver más de Nate en la anterior versión estarán contentos.
Dos cosas:
1. Voy a hacer el glosario, que parece que sí es necesario. Así que si me veis a mitad de la semana subir algo más, será eso y no la segunda parte del capítulo, esa la subiré el próximo domingo.
2. Voy a eliminar el primer capítulo actual. He reflexionado sobre ello y como mi deseo es ofreceros la mejor versión posible de la novela, he decidido que sobra. Así que voy a modificar un tanto el segundo capítulo, que pasará a ser el primero y arreglar cualquier detallito en los demás. NO es necesario volver a leérselo. Estoy avisando para que no os extrañéis si os notifica, y porque una vez haga eso también tendré que cambiar encabezados y números de capítulos. Así que este, por ejemplo, pasará de ser el 7 a ser el 6.
Eso es todo. ¡Espero que tengan una gran semana!
P.d: ¡tenemos grupo en facebook! Si quieres unirte solo tienes que poner ''Dhemaryon'' en el buscador de face y te saldrá.
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