4. Presagio de sangre (parte II)


Nina se volteó hacia James con una mueca. Estaba parado justo detrás de ella, como si se hubiera apresurado para que caminaran juntos, obligando a sus amigos a seguirlo. Al ver la mirada fulminante que le daba, alzó la barbilla temblorosa.

—No tengo que dar explicaciones.

—Así que mi chica pretende ir al baile con otro tipo ¿y ni siquiera tengo derecho a una explicación? —preguntó él con voz muy suave. Saludó a Vincent con un ademán de cabeza y este le devolvió el saludo con una mirada tranquila, aunque afilada por el tono que usaba con la chica.

—Se lo prometí. Cuando acepté no estaba saliendo con nadie.

—Pues ahora sí que estás. —James sonrió con ojos oscuros—. Tranquila. Se lo digo yo. Ya es hora de que tengamos una conversación.

Nina suspiró, paladeando el dolor y sobre todo la furia que pulsaba en la runa. Dio un par de pasos hacia él con el rostro enrojecido, apartando a Dean para alzarse de puntillas y darle un beso en la mejilla. James tenía aquella mirada depredadora en el rostro; le resultaba más sencillo convertirse en su objetivo que temer lo que le haría a Paul. Los Dhem, de sexo masculino o femenino, son criaturas posesivas. Ahora llevaba una runa y había aceptado salir con él, a efectos prácticos cumplía con los requisitos de una pareja y debía hacerse a la idea. Si antes de eso él se molestaba al ver que le prestaba más atención a otra persona, en aquel momento si le daba motivos se dejaría llevar por el instinto. Atrapó su barbilla con una mano y ladeó su rostro para posar los labios sobre los de él.

Se sintió extraña. Sabía tranquilizarlo, pero hacía dos años desde la última vez en que lo calmó mediante caricias... y ahora tenía plenos derechos. El placer que sintió la sacudió de los pies a la cabeza, y terminó centrando la mirada en el suelo cuando él la miró curioso.

—Se lo diré yo, no te vuelvas loco.

—Vale, muy bien. —James se encogió de hombros cuando sus amigos empezaron a burlarse sobre lo fácil que era de complacer. Él no se molestó, le interesaba mucho más la chica avergonzada junto a él. Sin contenerse, la atrajo hacia sí y la abrazó con fuerza, ocultando el rostro en su cuello solo para mordisquear sobre la runa—. Así que no vas a fingir que todo sigue como antes ¿eh?

—¿No dijiste algo de gritarlo a los cuatro vientos?

—Cierto.

Nina no pudo enfadarse cuando él se incorporó para darle una mirada risueña, ya sin rastro de sombras. Su rostro era de lo más expresivo; con o sin runa, siempre resultaba fácil saber lo que pensaba; aquella sonrisa enorme y franca tenía el poder de robar su corazón.

Forcejeó cuando él le impidió escaquearse de aquella prisión de músculos fuertes. Golpearlo con el trasero tampoco fue una buena jugada.

—¿Me provocas, Nils? —le susurró al oído.

—¿Hay algo que haga que no te provoque? —preguntó exasperada. Su expresión cambió a algo acorde a su sonrojo cuando él la abrazó de forma más íntima.

—Tu existencia es suficiente para hacerlo, aunque admito que esa cosa ayuda. —Dio un tironcito a la falda que dejaba sus piernas al descubierto. Le dio un beso en la frente y después la soltó—. Voy a estar cuando hables con él.

—De eso nada. Vete con tu aura de ''yo macho alfa'' lejos de él. Y no es una discusión.

Horas después, Nina lamentó esa decisión. Había esperado hasta la hora de la comida para hablar con Paul, pero no previó una discusión donde el chico solo tenía palabras hirientes para ella. Mientras arrastraba los pies dentro de la cafetería, dirigiéndose a la mesa que solía ocupar junto a los demás, le dio vueltas a sus palabras, deprimida. Se esperaba el fin de su amistad por James incordiando, no por él.

—¿Estás bien? —le preguntó James cuando se sentó a su lado.

—No. Tenías razón sobre él. Aunque creo que tú eras el objetivo y yo un medio al que además meterle mano. Ya está. Olvidemos el tema —murmuró.

Se frotó los ojos con el dorso de una mano, había empezado a ver las sombras mientras discutía con Paul y en lugar de desaparecer, el efecto solo se agravaba. Mareada, posó el rostro contra un espacio vacío entre las bandejas llenas de comida, agradeciendo la frialdad de la madera.

—¿Nils? ¿Qué pasa? —James se inclinó para retirar los mechones rojizos de su rostro, pero esta vez su toque no menguó el revoltijo de sombras que deformaba todo ante sus ojos—. ¿Es lo mismo que ayer?

—Deberías llevarla con el doctor Harrison. Puede que su cuerpo lo esté rechazando —dijo Avril desde el otro lado de la mesa.

James le dio una mirada fulminante.

—Cállate —espetó. Su voz atravesó el espacio entre ambos como un latigazo, con un remanente de autoridad que la hizo encogerse en su lugar y también al resto de lobos en la mesa por el instinto de someterse a la dominante sangre alpha de un Aryon.

Se concentró otra vez en su pareja, acercándole una de las latas de coca-cola que había comprado. Nina se la acabó en tragos largos y después fue a por la de James. Para entonces ya se sentía bastante mejor. Se inclinó contra el respaldo de la silla, sosteniendo la lata fría contra la mejilla mientras miraba alrededor.

La gente que se sentaba en aquellas mesas agrupadas, eran los populares. Se había codeado con ellos durante toda su vida por James, pero dentro de aquella élite había un círculo oculto mucho más cerrado: los miembros de la manada, de la que ella era miembro honorario.

Antes los cabecillas de ambos grupos eran los hermanos mayores de James, pero él tomó el relevo cuando se graduaron. A veces Nina se preguntaba cómo era posible que los demás no se dieran cuenta de la veta sobrenatural en aquel lugar, incluso si conocía la existencia del acuerdo hecho en los albores de los tiempos que mantenía a los humanos sin magia lejos del Submundo. Si los ojos de los demás, de colores demasiados vívidos, ya llamaban la atención, los plateados de James eran imposibles de ignorar.

Dio un respingo al toparse con la mirada de Sterling, tan intensa como en la piscina. Se acercó más a su novio.

—¿Por qué tendría que ver al doctor Harrison? —preguntó mirando a James para ignorarle.

—No tienes. Avril no sabe nada —replicó, frunciendo el ceño al echar un vistazo a la chica y encontrarse con su mirada desafiante. No le molestaba que lo retara, sino la posibilidad de que tuviera razón y que el cuerpo de Nina, humano y frágil, rechazara a los niños demonio en su interior o que fuera demasiado y la mataran.

—No la mires así.

Nina lo golpeó en una pierna al darse cuenta de que intentaba imponer su voluntad con lo que ella llamaba la ''mirada chihuahua''.

—Debería llevarte a casa —murmuró James. Frotó una mano contra el brazo de la chica, preocupado por la palidez enfermiza de su piel

—No, estoy bien. —Forzó una sonrisa—. Anda, quita esa cara. Me sentiré mejor cuando vaya más tarde a tomarme un batido, iré directa hacia Maggie's.

—Espera hasta después del entrenamiento, por favor. No me han informado sobre si el... asunto de esta mañana, se ha resuelto.

—Taaan acaramelados. —La voz femenina resonó justo cuando Nina asentía. La chica se volteó para a mirar a Monique, una de las animadoras y antiguo ligue de James. Había esperando represalias por su parte desde el día anterior—. ¿Deberíamos empezar ya a hacer apuestas? ¿Dos semanas?

Nina se encogió. Monique tenía una habilidad especial para escoger las palabras que la herirían, las que sacaban a flote sus temores. Aunque había aceptado salir con James, solo tenía que mirar alrededor para que su miedo a ser descartada reviviera, porque las demás estaban allí. Lo más cercano a una relación larga que él había tenido, era ella.

La miró de reojo. Durante la fiesta había visto a Monique besarlo, y había estado a punto de irse. Le molestaba la idea de que podría haber sido esa chica quien terminara en su cama.

—¿Dos semanas de qué? —preguntó James con dulzura. Pasó un brazo por los hombros de Nina para atraerla más cerca, y posó la barbilla contra su cabeza, deseando poder aplacar la inquietud en la annyel.

La sonrisa de Monique flaqueó, pero la rabia en sus ojos azules era tan obvia como el tinte rojo que ocultaba el negro natural de su pelo.

—Bueno, todos saben que no puedes soportar a nadie más allá de unos días.

—Eso es porque ella es la única con quien siempre he querido estar —espetó sin dudarlo. No tenía por costumbre ser así de mezquino, sin embargo, no permitiría que alguien ofendiera a su compañera—. Todo lo demás era solo un pasatiempo.

Monique palideció y solo la carcajada de Chanel se escuchó en el grupo repentinamente silencioso.

—Vaya, eso me dolió hasta a mí —canturreó.

—Sí, sí. Míralos, tan melosos como para hacerse tatuajes iguales —añadió Avril con igual malicia.

Como Nina no se movió, demasiado impresionada, James tiró de la sudadera que llevaba la chica, con el hombre posesivo en él encantado de que todos vieran su marca en ella. Después, enseñó orgulloso la propia.

—Idiota —murmuró Nina, reaccionando cuando los demás empezaron a cuchichear. La satisfacción de James era evidente, y empezó a contagiarla. Se preguntó si no estaba mal de su parte sentir tanto placer por ver como él trazaba una línea que la separaba de las demás.

Por primera vez en mucho tiempo sintió que todo era como debía ser.


Cuando James la llevó a casa después de perder el tiempo en Maggie's al salir del instituto, Nina aun estaba encerrada en su burbuja tontorrona y era incapaz de disimularlo. James sacudía la cabeza sonriente cada vez que se topaba con su rostro sonrojado y el brillo de placer culpable en sus ojos, reafirmándose en que había hecho bien.

—¿No quieres entrar? Quédate a cenar... No sé, veamos una peli.

James sabía lo que quería sin que tuviera que decírselo. Tras la mordida, la necesidad de pasar tiempo juntos era más fuerte.

—Me gustaría unirme a mi madre y rastrear en el bosque. Aunque meterte mano suene más placentero y tentador, prefiero que estés en un lugar donde no haya una amenaza potencial. —Abrió los brazos al ver como lo miraba—. Ven aquí.

Cuando ella se sentó a horcajadas sobre sus piernas, James alzó una mano para apartar un mechón rebelde de su rostro y enrollar los dedos en él. Nina miró por la ventana, al cielo cada vez más apagado. Los días empezaban a acortarse y no quería imaginarlo corriendo el bosque en noche cerrada cuando había algo peligroso acechando en la oscuridad.

—Aunque podría llegar algo tarde ¿qué te parece si vengo a dormir contigo? Solo es un esclavo escurridizo.

—Lo que me preocupa no es el esclavo... —Clavó los ojos en él—. Al menos no del todo. Es solo que has estado algo serio y ausente durante el día. ¿Es por la pesadilla que tuviste por la mañana?

—Sí, ya sabes que Eelil se pone en contacto con nosotros para dar un aviso. Nate está cazando esclavos de la Luna y el mismo día en que Eelil me habla, aparece uno en el pueblo, burlando toda seguridad. —Suspiró, recordando la ira—. Hace días que no hablo con él.

Con una repentina oleada de esclavos en el país, su hermano y el resto de cazadores habían estado ocupados, era normal que Nate solo llamara para informar a los Alphas.

—¿Y por qué no lo llamas?

Cuando torció el gesto, tozudo, Nina puso los ojos en blanco.

—¿De verdad? —La chica estiró el brazo para recoger la mochila y sacar el teléfono móvil de ella. El número estaba en marcación rápida, y él respondió al segundo toque—. ¿Nate? Hola. Sí, todo está bien. Es James quien está preocupado por ti, pero su frágil masculinidad no le permite llamar.

James la miró irritado —y algo avergonzado— al notar el matiz burlón en su voz, y aceptó el teléfono a la fuerza. Nina no se entretenía charlando porque hablaba con Nate con frecuencia.

¿Qué pasa, Jamsie?

James suspiró. Odiaba que lo llamaran así, sin embargo, el alivio que sintió al oír su voz acallaba cualquier protesta. Tardó un momento en responder, en parte por no saber qué decir y porque Nina, que se había apoyado contra él descansando la cabeza sobre su hombro, lo distraía con las tímidas caricias de sus manos. Se concentró en ellas para aplacar la ansiedad.

—He soñado con Eelil la misma noche en que un Esclavo de la Luna logró traspasar las defensas de nuestro territorio —respondió al fin—. Yo no... No me sentía dueño de mi mismo.

Y si algo caracterizaba a los esclavos de la luna, era la inevitable falta de control.

Nate tardó en contestar y cuando lo hizo, su voz expresaba la firmeza y serenidad que hacían de él un digno sucesor.

¿Crees que estoy en peligro?

—Lo que creo es que no puede ser una coincidencia. Dudo que resultes herido, sin embargo...

Los Esclavos de la Luna no son nada extraordinario, estaré bien. Eres tú quien está cambiando justo ahora. Si tanto te preocupa deberías hablar con los Illarghir. —Nate hizo una pausa—. Así que finalmente le has puesto las manos encima.

Yo... hmmm.

James tragó saliva, tanto por el roce frío de los dedos de Nina sobre sus abdominales, como por el tono helado de Nate. Sus hermanos la trataban como a una hermanita y él siempre llevaba las de perder en eso.

Nate suspiró.

No la cagues. Si la veo llorar otra vez por culpa tuya, te las verás conmigo. Y me uniré a Darren para molestar. Por ahora, felicidades.

—¿Felicidades? ¿No vas a reñirme por... eso? —Le echó un vistazo a Nina, llevando una mano de forma instintiva a su vientre aun plano. Su tono era de sorpresa—. La vieja cotilla te lo habrá contado. He esperado tu llamada desde ese día.

Frunció el ceño al pensar en su otro hermano mayor. Muchas veces, James pensaba que mitad de sus problemas se solucionarían cosiéndole la boca a Darren.

La vieja cotilla hizo su trabajo, sí. Y estoy seguro de que todos te han regañado. No me hace feliz, pero no es como si lo hubieras hecho a propósito y te harás responsable de ello. Tendrás que ser fuerte con lo que viene... por ambos.

—Lo sé. —Era más consciente que nadie de que Nina estaría aterrada.

Intercambiaron algunas palabras más, y para cuando finalizó la llamada, James se sentía mucho mejor.

—¿A que no fue tan malo? —preguntó Nina en voz baja.

—No. —James sonrió y después pellizcó una de sus mejillas—. Así que frágil masculinidad ¿eh? Mala pécora.

—No querías llamar —dijo con dificultad por su agarre.

—Deja que te demuestre mi frágil masculinidad.

Cuando se abalanzó sobre ella, de mucho mejor humor, Nina se rindió a él. Tiempo después y tras muchas tentativas, ambos se despidieron con una sonrisa y la promesa de verse más tarde.

Para cuando Nina alcanzó la puerta, aún jadeaba. Seguía aterrada, sin embargo, como cualquier otra chica enamorada, se sentía cada vez más dispuesta a mandar al diablo la cautela.

No iba a ganar nada dándole vueltas, era más fácil disfrutar de aquel regalo mientras podía y centrarse en los problemas inmediatos. Hasta hacía poco darse el lote con James en un coche, algo común para varios de sus amigos, no era más que un sueño. Y ahora lo tenía. Estaba decidida a dejarse llevar.

Antes de entrar, volvió a pasarse las manos por el pelo y después tiró de su falda —que había terminado atascada en su cintura por obra de James solo unos minutos antes— hacia abajo. En cuanto tocó el pomo se empezaron a oír arañazos desesperados y Nina sonrió, agachándose para recibir la efusiva bienvenida de su mascota tan pronto como abrió la puerta.

—Yo también te he echado de menos. Siento no haber venido a buscarte —dijo al entrar con él en brazos, cerrando un ojo al recibir sus lametazos entusiastas en la mandíbula—. Y tengo mucho que contarte.

—Podrías empezar contando porqué ni siquiera te vi llegar a casa anoche. ¿Y dónde estabas?

Nina dio un respingo al oír la voz femenina y alzó una mirada cautelosa, deteniéndose justo donde estaba para tener todo el pasillo de entrada de distancia entre ambas.

—Es que no llegué. Se me hizo tarde y decidí quedarme a dormir. —En realidad, James había insistido, asegurando que si la perdía de vista un solo instante terminaría cambiando de opinión. Como estaba demasiado cansada y también necesitaba sentir durante un poco más la confirmación, se dejó convencer—. Y estaba en Maggie's.

—¿Decidiste? ¿Tú decidiste?

—Debí avisar y preguntar, lo sé. —Nina se lamió el labio inferior—. Lo siento, mamá. Solo dormí en casa de James.

—Ya sé que estabas en casa de James ¿dónde más ibas a estar? Pasas demasiado tiempo allí. ¿Qué esperas conseguir arrastrándote así detrás de él? Y solo para que lo sepas, estás castigada. Dos semanas. Nada de salir, como máximo ir a casa de James.

Nina solo la miró. No tenían mucho en común. Amelia Sparks era una mujer alta, también de pelo rojo y pálida, pero ahí acababan las similitudes. Enfundada en un vestido ejecutivo del mismo azul cerúleo e intenso que sus ojos, parecía una mujer dispuesta a comerse el mundo y a todos los idiotas que se interpusieran en su camino. Era muy delgada, como una modelo esquelética, algo que su imponente altura y los tacones de vértigo profundizaban; y había cierta rigidez en la postura recta de su cuerpo cada vez que Nina la miraba, que hacía a la chica preguntarse si se relajaba alguna vez, si la mujer sonriente que recordaba de su más tierna infancia no era fruto de su imaginación.

Su apariencia siempre pulcra estaba diseñada para transmitir confianza y serenidad: ser inalcanzable. No había un solo pelo fuera de lugar en su elaborado peinado y las joyas que la adornaban discretamente hablaban por si solas. Aquella era la mujer que se había hecho con el control del negocio familiar quince años atrás y lo había expandido por todo el estado, doblando el legado de sus abuelos.

—¿Y bien? ¿Hasta cuando piensas ser el chicle molesto en su zapato?

Nina apretó a Scooby contra sí, removiéndose inquieta. No estaba acostumbrada a ser castigada. Al igual que Karen, su madre era estricta, solo que como una tormenta de hielo dispuesta a congelar el alma; mientras que a Karen la obedecía por respeto, su madre le inspiraba cierto miedo. No sabía cómo comportarse a su alrededor.

Aun así, Nina la admiraba. Ansiaba tener esa misma llama gélida en los ojos.

—Estoy saliendo con James. Desde ayer —informó al ver que su madre empezaba a impacientarse; no quería que le duplicara el castigo o peor, se diera cuenta de que permitir que fuera a casa de James hacía que no fuera un castigo en absoluto.

Amelia parpadeó y por una vez vio cierta confusión en ella.

—¿De verdad? —Sus labios finos y pintados de carmín se fruncieron. Dio unos pasos hacia su hija—. ¿Estás segura de querer salir con él?

Esa vez fue Nina quien se sorprendió. Su madre no solía interesarse por sus asuntos, salvo si decidía que estaba teniendo un comportamiento inapropiado que avergonzaría a la familia.

—Es solo James, mamá. Lo conoces de toda la vida ¿recuerdas?

Y, al igual que Nina, él no daba motivos para que se enfadaran. Se trataban con cortesía y nada más.

—Recuerdo oírte llorar durante semanas —respondió Amelia, sorprendiéndola otra vez. La mujer jugueteó con su collar de perlas de tres vueltas antes de centrar la mirada azulina en ella—. Ese chico no te conviene.

—Pues papá parece creer que sí, o al menos lo rica que es su familia hace que piense en vestidos e iglesias.

Si sus padres supieran que los Aryon eran una familia de demonios lobo, así como mitad de la población de aquella ciudad... No importaba lo distanciados que estuvieran, de puertas afuera eran una familia americana perfecta y unida: buenos ciudadanos, buenos patriotas y buenos cristianos, aunque Nina no recordaba la última vez en que cualquiera de ellos había ido a misa. Morirían al saberse ligados a lo que tildarían de monstruos.

—Lo dudo. Que sea rico no lo hace conveniente. Si no hubieras sido tan testaruda...

Nina sabía a qué se refería. Tras cumplir los diecisiete años y porque tenían todas las conexiones sociales, familiares y económicas necesarias, la habían obligado a participar de un evento molesto. Había tenido que trasladarse a Nueva York para presentarse en sociedad ante un montón de gente que no conocía y por la que no se interesaba. Su madre se había molestado al ver que en lugar de socializar había hecho de James su acompañante: él se encargó de ahuyentar a todos. Los Aryon llevaban demasiado tiempo en aquel mundo como para no haber acumulado una incalculable riqueza y un puñado de títulos humanos equiparables a su posición. No costó nada que él pudiera estar allí, y Karen se había asegurado de diseñar algo para que fueran el centro de la atención.

—No me interesaba.

—Pues deberías, Nina. Es tu primera relación. La primera siempre es la más bonita, la que marca. Y aun así, otros vendrán. No... No deberías limitarte a James de esa manera. Hay todo un mundo por descubrir. Un mundo que no puedes ver porque él no te deja. Abre las alas y vuela, lejos de él.

Nina ladeó la cabeza. ¿Intentaba hacerla sentir insegura? ¿Aconsejarla? ¿Amelia estaba preocupada? Se le hizo raro. Siempre era Karen quien le ayudaba con todo.

—No me vendría mal unos consejos —dijo tentativa. Su voz sonó ansiosa y sus ojos estaban muy abiertos. Avanzó un par de pasos sin poder contenerse—. Podríamos ir a Maggie's... O puedo traerte yo tu café de soja, no me importa. Solo tardaría unos quince minutos.

—No, estoy ocupada. Hazme caso y expande tus horizontes, niña. Y si vas a entrar a hurtadillas en casa temprano por la mañana, al menos no hagas ruido —se apresuró en decir Amelia, retrocediendo los pasos que ella había dado para dirigirse a su despacho. Miró a Nina tras abrir la puerta, como si quisiera decirle algo más, aunque terminó por sacudir la cabeza y adentrarse.

Nina suspiró mientras el eco del portazo se desvanecía en el pasillo. Scooby volvió a lamerle la mandíbula, gimoteando, y ella lo acarició distraída.

—Supongo que era demasiado bueno para ser verdad —murmuró, arrastrando los pies hacia las escaleras. Más que madre e hija, parecían desconocidas.

En una ocasión, James le había dicho que quizá no sabía cómo acercarse a ella. Nina lo había considerado, después de todo pasaba mucho más tiempo con Karen que con Amelia, aunque no había sido ella quien creó esa distancia. A veces tenía la sensación de que a su madre le daba miedo quererla.

—Ya, a mí también me molesta —le dijo a Scooby al oír como gruñía cuando se acercaron a su habitación después de que echara un vistazo a la de su hermano solo para encontrarla vacía—. Nunca sé qué decirle.

Su mente dejó de darle vueltas al comportamiento de su madre al abrir la puerta y encontrarse con que no podía avanzar.

—Scooby, maldita sea —murmuró, dejando al cachorro erizado en el suelo.

Su estantería, que quedaba justo al lado de la puerta, estaba inclinada, casi caída, y le impedía pasar. Se las arregló para entrar junto a Scooby, apretujándose por el hueco entre la puerta y el marco. Empujó el mueble con un brazo para volver a colocarlo en su lugar y un pesado ejemplar rebotó en su cabeza antes de caerse al suelo, uniéndose a los demás. Nina apenas esquivó la estantería cuando se descompuso del todo en un gran estruendo, evitando de milagro los tablones; Scooby aulló.

La chica se quedó muy quieta mientras el indicio de un chichón palpitaba en su cabeza. Su mascota no podía haber hecho eso. Ahora que la estantería no la ocultaba, pudo ver las marcas de garras grabadas en la pared, las mismas que habían destrozado uno de los soportes que mantenían la estantería unida a esta.

Con las campanillas de alarma resonando a toda velocidad, Nina miró con cautela a su alrededor, a lo que había sido una bonita estancia de colores blancos, lilas y muebles elegantes. Había más arañazos. Desde el marco de la puerta del baño al suelo junto a la cama, después de que algo desgarrara la mullida alfombra blanca. El relleno que revoloteaba indicaba que el colchón había corrido el mismo destino que lo demás. Con lentitud y el corazón bombeando con fuerza, Nina se acercó al revoltijo de formas extrañas sobre la cama, donde algo se asomaba, agradeciendo el milagro de que nadie entrara en su habitación, o que el martes fuera uno de los días de descanso de Rose, la empleada. Intuía lo que iba a encontrarse.

Sus ojos debían ser del mismo tono que el caramelo derretido, aunque en aquel momento estaban velados de rojo. Su piel, del suave color de las nueces, estaba desfigurada, como si después de destrozar la habitación hubiera intentado rasgarse a sí misma. Las uñas de una mano aun eran alargadas, animales, extrañas al combinarse con la delicada piel humana. De sus labios entreabiertos caían restos de espuma. Manando desde sus ojos, nariz y oídos, la sangre aún brillante había trazado en su piel diseños siniestros.

Nina tomó una gran bocanada de aire y al hacerlo sus conductos nasales se inundaron con el olor a óxido; la cabeza le dio vueltas. Por la humedad de la sangre y la ausencia del olor a podredumbre, supo que debía haber agonizado durante todo el día en su cama. Era eso o el aire que penetraba por la ventana que había olvidado abierta (y por donde debía haberse colado) atenuaba el olor. Nina la miró con fijeza, con los ojos picando por las ganas de echarse a llorar. Debía asegurarse. La inmortalidad era engañosa.

«Es de día —se repitió mientras se acercaba. Aquellos ojos y la quietud no dejaban lugar a la esperanza. Tenía que estar muerta. Esperaba que lo estuviera, por el bien de su propio pellejo. Extendió una mano hacia las sábanas—. Incluso si está viva lo peor ya ha pasado».

Se equivocó.

La mano humana se convirtió en un borrón para atraparle la muñeca y la animal, de garras afiladas, le habría desgarrado la garganta si no hubiera retrocedido por instinto. Nina gritó cuando aquellas uñas sucias de tierra se clavaron en su hombro y se afianzaron. Cayó hacia atrás por el impulso y la sangre empezó a deslizarse con rapidez. La esclava de la luna se elevó envuelta en un remolino de sombras, con aquellos ojos castaños volviéndose dorados. Nina retrocedió a rastras cuando avanzó tambaleándose hacia ella, no podía permitir que la mordiera.

—Scooby... —murmuró, notando por el rabillo del ojo como su lobo guardián se agrandaba, creciendo hasta convertirse en un lobo adulto gigante—. ¡Ataca!

Colisionaron en el aire y cayeron sobre la cama que terminó de romperse mientras peleaban.

—¡Nina!

—¡No la sueltes! —le espetó a Scooby después de oír el grito de su madre.

Se levantó con torpeza, llegando justo a tiempo para empujar la puerta cuando su madre intentó entrar. Gimió de dolor: había embestido con el hombro herido. Lagrimeando, se apresuró en echar el cerrojo.

—¿Qué estás haciendo? ¡Te dije que no hagas ruido! —Aporreó la puerta—. Abre eso.

—Estoy limpiando —dijo, esforzándose para que su voz fuera clara. Tras ella, la esclava soltó un potente alarido. Scooby acababa de arrancarle un brazo. Por desgracia, Nina ya conocía el sonido de la piel al desgarrarse y pudo hacer frente a la bilis en su garganta.

—¿Qué fue eso? ¿Quién está gritando? Espera... ¿eso fue un gruñido?

—Es una peli y Scooby, la quitaré ahora y él se calmará. No entres, está todo hecho un desastre. Lo arreglaré.

Se estremeció cuando la chica volvió a gritar.

—¡Pues deja de hacer ruido! Y baja ese volumen, los vecinos van a pensar que están matando a alguien en nuestra casa, suena demasiado real —espetó, golpeando otra vez la puerta—. Tengo... tengo que salir. Tardaré un rato y cuando vuelva quiero encontrar esto limpio.

Nina no la escuchó alejarse, pero sabía que se había ido, agradeciendo por una vez que a su madre le importara un pimiento lo que hacía o que algún instinto primitivo la hiciera querer alejarse de allí. Corrió hacia la cama donde el enorme lobo negro aprisionaba la mujer.

—Detente, por favor. No te transformes más —le suplicó, aunque no sabía si la entendía. No había rastro de razón en sus ojos; su rostro desgarrado y cubierto de rojo era feroz. Solo seguía gritando y como intentó alcanzarla, Scooby le arrancó el otro brazo para después lanzarlo por la habitación. El colchón se tiñó con más sangre.

Nina se alejó, confiando en que Scooby la contendría. Era un espectro, un lobo guardián lo bastante fuerte como para ayudar en la caza de aquellas criaturas. Y la chica estaba demasiado débil tras huir durante toda la noche de la manada como para transformarse más allá de la única garra animal que ahora descansaba en el suelo. En aquel momento solo era una humana con mucha fuerza y loca de remate.

Buscó uno de sus cinturones y volvió a la cama. Se las arregló para encajarlo entre sus dientes afilados cuando intentó morderla y luego cerrarlo.

Un segundo después echó a correr hacia el baño y vomitó todo lo que tenía en el estómago.

Le costó un buen rato reunir fuerzas para levantarse. Tiró de la cadena y fue a echarse agua en la boca y el rostro, mirándose al espejo mientras intentaba encontrar el valor para regresar allí. Contó hasta diez, aferrada al lavabo de mármol con tanta fuerza que la blancura de sus huesos se asomó bajo la piel tirante. A su alrededor las luces empezaron a parpadear al ritmo de su miedo y ella tembló ante el de los truenos; no se había dado cuenta de cuando empezó a llover. Entonces, volvió a la habitación.

—No dejes que se escape —le dijo a Scooby, moviéndose para buscar la mochila que había dejado caer cerca de la puerta.

El lobo gruñó, acallando los gritos ahogados de la mujer. No había nada de la mascota dócil y feliz en él, solo una criatura letal.

Tragando saliva y con el corazón latiendo a mil por hora, sacó su teléfono y marcó temblorosa el número de James, presionando con la otra mano la herida del hombro. Él respondió al primer toque.

—¿Nils? ¿Estás bien? Se desató una tormenta brutal y noto algo raro en la runa. Acabo de dar la vuelta. Scooby está alterado y no me deja ver a través de...

—¡Calla, James! Ven rápido, por favor. —Sus ojos no se despegaron de la mujer desnuda en la cama que forcejeaba—. Encontré a la esclava de la luna.

Parpadeó cuando las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos y su cuerpo tembló, junto con el cielo al ver las primeras sombras extenderse por la habitación-La esclava, trastornada por la cercanía de la noche, soltó un aullido violento apenas ahogado por el cinturón. Con la luna venía la fuerza de la transformación y si se transformaba del todo...

Cerró los ojos al oír los primeros estallidos de los huesos y después empezó a rezar. 

______________

Bueno chicos, esto es. La historia entra en hiatus hasta el 1 de diciembre, fecha para la cual pretendo tener la novela completamente terminada o a pocos capítulos del final, para poder subir cada semana como he estado haciendo este último mes.  

Estos capítulos eran de prueba, para ver cómo reaccionabais y para que vosotros tuvierais un mordisco de los cambios. ¿Qué os ha parecido? ¿Os va gustando? ¿Alguien echa de menos la antigua versión? Espero vuestras opiniones, me ayudaría muchísimo. 

¡Nos vemos! 

P.D: la historia será compartida en Inkspired a medida que vaya escribiendo. Si no quieres esperar hasta diciembre puedes buscar la historia en Inkspired y arriesgarte a mi ritmo de escritura. Basta poner ''Aullidos de resplandor'' en el buscador que saldrá solo mi historia. :)

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