2. Avance imparable
—No te emociones tanto —le dijo Nina al cachorro de lobo que sostenía en sus brazos. Scooby, con su pelaje negro y los ojos de plata que parecían sacados de un Aryon, no la ayudaba a dejar de pensar en su mejor amigo. No era de extrañar, dado que era un Espectro, un lobo guardián que James había creado para que estuviera protegida cuando no estaban juntos—. Eres mi mascota. Tienes que estar de mi parte.
Se ganó un lametón en la barbilla por eso, y solo se libró de un nuevo ataque porque su atención regresó a la ventana desde la que ambos esperaban ver el coche de James aparecer en la esquina. Mientras su mascota era puro entusiasmo, ella era un manojo de ira, miedo y anhelo. Sus dedos, finos y delicados, fueron otra vez a la marca que la estaba volviendo loca. Incluso oculta bajo una gruesa bufanda podía notar su palpitar. Se preguntaba si eso eran los latidos de su corazón, si así era como se sentiría tener a James grabado en el alma, aunque fuera un poquito. Necesitaba que él se la quitara cuanto antes.
—¿Café? —Nina dejó a Scooby sobre el alfeizar de la ventana y después se giró hacia el delicioso aroma que desprendía la taza que su hermano le ofrecía. La aceptó encantada—. ¿Quieres que te lleve a clase?
Vincent se apoyó contra la pared, concentrando toda la atención en su hermana pequeña tras echar un breve vistazo al exterior húmedo. Había intentado hablar con ella durante el fin de semana, y que lo evitara escondiéndose bajo las sábanas solo aumentó su preocupación.
—Necesito hablar con James —murmuró Nina.
Se mordió el labio inferior al ver que las sombras y luces volvían a surgir frente a sus ojos, rodeándolo primero como motitas que parecían ser producto de un molesto rayo de sol —inexistente en aquel día nuboso y anieblado—, un efecto que luego se alargaba y afianzaba a su alrededor en una extraña aureola de un claroscuro tan perfecto que no sintió náuseas y de formas tan extrañas que durante un momento pareció que le enmarcaban alas deformes.
Nina empezaba a entender dos cosas: que cuando las sombras eran superiores a la luz se sentía enferma, pero no al revés. Y que solo aquellas como las de Vince, más proporcionadas, le hacían sentir bien. Con todo, parpadeó una y otra vez hasta que la ilusión desapareció.
—¿Sobre lo que pasó en la fiesta de Donny Lakers? ¿Por eso estás enfadada? —preguntó Vincent con cuidado.
Nina sintió que sus mejillas ardían. No podía decirle la razón de su enfado.
—Supongo que era inevitable que te enteraras.
—¿De qué tú y James estáis juntos? Todos hablan de ello, llevamos años esperando la confirmación.
—¡No estamos juntos! —espetó Nina con una fiereza que le hizo arquear ambas cejas—. Y lo sabes muy bien.
—Creí que era lo que deseabas.
—No, no si es de esta forma —murmuró y después se llevó la taza a los labios, esperando que el café le aclarara la mente y que Vince olvidara el tema, pero cada vez que le echaba una miradita de reojo él seguía contemplándola; el mismo tono de verde que en ella se volvía dulce, en él adquiría un matiz calculador que a menudo la obligaba a rehuirle: parecía capaz de sondearle el alma. Y su hermano la conocía demasiado bien como para ponerle las cosas incluso más fáciles.
De no ser porque él era un año y medio mayor, y que su pelo era una intrínseca mezcla de dorado y rojo, inclinándose al amarillo en lugar del rojo profundo y vibrante que ella había heredado de su madre, podrían haber pasado por mellizos y no simples hermanos. Vince solía definirse a sí mismo como pelirrojo y Nina pensaba a menudo que a él le gustaba verse como otra cabeza rojiza porque eso lo diferenciaba de su padre, aunque nunca lo dijo en voz alta, sobre todo porque le parecía una estupidez: ambos podían ser igual de altos y tener un rostro de líneas limpias e intimidantes, pero Vincent era una de las personas más amables que conocía.
—¿Y de qué otra forma podría ser?
Nina le dio una mirada misteriosa y durante un momento pareció que él la entendía sin necesidad de palabras; el sonido de un claxon quebró el momento antes de que cualquier idea se solidificara. Nina tragó saliva al ver el coche de James, olvidando a Vince, quien de todas formas no entendería la situación porque no sabía nada sobre el mundo sobrenatural. Había llegado el momento.
Se aventuró bajo la lluvia tras despedirse de su hermano y de Scooby, decidida a mantener la calma. Tenían una rutina: siempre que entraba al coche lo primero que hacía era darle un beso en la mejilla a forma de saludo. Esa mañana, sin embargo, al entrar y verlo tan sonriente, Nina no pudo soportarlo: tiró la mochila en el asiento trasero y después se lanzó sobre él.
—¡Cerdo arrogante, grano de culo de dragón, chihuahua apestoso de alcantarilla! —gritó, remarcando cada palabra con potentes manotazos sobre el fuerte cuerpo masculino.
—¡Ay! ¡Para ya antes de que te hagas daño! —le dijo James, atrapándole las muñecas para evitar que siguiera golpeándolo. Para ser una simple humana a veces le sorprendía la fuerza que esos brazos delgaduchos contenían. Su ira, sin embargo, sí era algo a lo que estaba acostumbrado. La chica tímida que los demás conocían no existía para él, y ella llevaba dos años en estado de cabreo continuo. Buscó con la mirada la marca que le había hecho días atrás, casi esperando verla brillar en rojo vivo—. ¡Nina!
—¡No! ¿Cómo has podido? —La chica sintió como las lágrimas de frustración se agolpaban en sus ojos. Afuera la lluvia arreció, como espoleada por su ira.
—No he hecho na... ¡eh! —Pese a que el mordisco que le dio en el brazo no dolió en absoluto, James la soltó.
—¿Nada? ¡Quítamela, quítamela ahora mismo! —espetó Nina. Se bajó la bufanda con brusquedad para exponer la runa y él la miró con cautela—. ¡Quítame esa maldita marca!
—No puedo, no podría aunque quisiera.
—Las marcas se pueden quitar.
—Si fuera de otro tal vez —dijo con un brillo peligroso en la mirada, como si la sola idea le molestara—. La mía no.
—¿Que no puedes? ¿Pretendes que me la quede? ¡Yo no te di permiso para marcarme! —Nina se soltó de un tirón y retrocedió hasta su asiento, mirándolo incrédula—. ¿Crees que no sé lo que conlleva?
Los Dhem de cualquier raza podían dejar marcas mediante una mordida. Una sagrada, la Annyel, la runa que solo aparecía en parejas designadas por los dioses: una promesa de eternidad entre dos amantes; y luego estaba la imitación barata que pretendía emular los efectos de la primera: la marca de posesión. Esa permitía que esos seres tan longevos pudieran unirse a alguien más mientras esperaban a sus compañeros de vida. La de posesión podía conectar a dos personas a un nivel más profundo, aunque no tanto como la Annyel, y permitía sentir a través de la marca los sentimientos del otro, entre algunas cosas más, pero no dejaba de ser falso. Imitaba una unión tan sagrada que solo podía concebirse bajo el mandato de los dioses.
Nina sabía bien que no era la compañera de James, aunque creyó serlo durante gran parte de su vida hasta que él le demostró lo contrario. Y pese al daño que le causó verle con otras personas, decidió quedarse, conformándose con ser su mejor amiga para poder estar cerca de él. Que la marcara sin su consentimiento no era algo que fuera a perdonarle. La sola idea de que encontrara a su compañera la aterró ¿Y si algo salía mal? ¿Tendría que vivir sintiendo en la propia piel como él la amaba, como construían una familia? La muerte era más bondadosa.
—Me la tienes que quitar —susurró, sin asomo de la fuerza que había desatado antes. ¿Era por ser un Aryon? Hasta donde Nina sabía, las marcas de posesión podían ser retiradas una vez el contrato era anulado, salvo en algunos casos excepcionales, pero lo cierto era que nunca había oído hablar de una marca de posesión hecha por alguien con sangre alpha. Ellos, después de todo, estaban obligados a enlazarse solo con sus compañeros de vida.
James alzó una mano en su dirección, sintiendo con claridad las turbulentas sensaciones que la envolvían a través de la runa, sin embargo, no se atrevió a tocarla. Sus dedos temblaron a solo unos centímetros de su rostro antes de flexionarse en un puño apretado. Bajó la mano y empezó a arañar la piel de cuero de su asiento mientras elegía cuidadosamente sus palabras.
—No planeaba marcarte de esa manera. Fue el momento. Estábamos los dos juntos y sentí el instinto de morder —le dijo. Hizo una mueca al ver que su rostro se transformaba. Podía medir el nivel de su enfado por lo mucho que arrugara la nariz y el brillo en sus ojos dejaba claro lo herida que se sentía.
—¿Ahora eso es lo que haces? ¿Vas mordiendo a todas las chicas con las que te acuestas? ¿Cómo un perrito que mea farolas?
—¡Soy un lobo, no un perrito! —espetó James ofendido—. ¿Por qué tienes que pensar lo peor de mí?
—Porque me has marcado sin mi consentimiento. ¡Se lo voy a decir a tu madre!
Al ver que iba a lanzarse otra vez a pegarlo, James se movió antes y la besó. La resistencia fue mínima: sus defensas se vinieron abajo al primer toque. Nunca se cansaría de eso, de la forma en que respondía a él, y terminaría volviéndose adicto al placer que emanaba desde la runa. James deslizó una mano con delicadeza, reconociendo el cuerpo que había poseído unos días atrás mientras sus dedos se movían en caricias gentiles, esperando a que se tranquilizara. No se detuvo hasta que ella buscó sus labios y por un momento solo los pequeños ruidos de pasión inundaron el coche, ascendiendo entre las volutas de calor que encendían sus cuerpos.
—¿Por qué estás tan molesta? Ahora podemos estar juntos. —Aunque sabía que ella no lo veía así. No cuando estaba segura de tener razones de peso para rechazarlo y estar enfadada con él.
—¿Juntos? Tú y yo no estamos juntos. Me has puesto una marca de posesión sin hablarlo conmigo antes. ¿Esperas que por alguna cosa mágica me lance a tus brazos?
—Espero que lo hagas porque me quieres.
Nina lo miró con frialdad.
—Más te vale no encontrar a tu pareja antes de que yo esté muerta. Hazte a la idea de al menos ochenta años de celibato —espetó, decidiendo que no merecía la pena responder a lo anterior y resignándose a esperar hasta que pudiera consultar con alguien más si era posible que le quitara la marca. Con suerte, tal vez uno de los alphas pudiera.
—Tú eres mi pareja. No habrá nadie más.
—No lo soy —espetó—. Y no quiero que estés conmigo por esta cosa. Menos cuando lo has hecho sin preguntar.
James se volteó a mirarla queriendo decirle que estaba equivocada, que ella era su compañera, que solo había metido la pata cuando se vio obligado a mantener cierta distancia. Pero Nina no lo creería, incluso si sentía la verdad pulsando a través de la runa y lo peor de todo era que no podía quejarse. Terminó por cerrar la boca y sus ojos se apagaron; el color pálido y reluciente como dos lunas se desvaneció hasta alcanzar el mismo tono que la plata deslustrada. Sus manos se cerraron sobre el volante con tanta fuerza que los nudillos se le emblanquecieron y el material crujió en protesta. Su única opción era demostrárselo con actos; con un poco de suerte dejaría el estado de negación y lo perdonaría.
—Nina, mira hacia aquí. –Cuando lo hizo, él tiró de su sudadera hacia abajo, dejando ver la marca gemela de la que ella tenía en el cuello, en el mismo exacto lugar, de trazos imposibles de reproducir porque era la representación de ambos—. Si quieres hablar de consentimiento la verdad es que yo tampoco te lo di, pero de eso no te acuerdas ¿verdad?
Nina lo miró boquiabierta y James oyó como su corazón se detenía por un segundo antes de desbocarse. Sus pupilas se agrandaron tanto que el verde intenso de sus ojos se convirtió en una franja finísima mientras se obsesionaba con la runa. La chica se lamió el labio inferior. Había evitado tanto mirarlo tras despertar desnuda en sus brazos que no se había dado cuenta del dibujo; sin embargo, mientras lo observaba saboreó el eco del fuerte sabor de su sangre impregnándole la boca cuando el recuerdo de ese momento emergió: había posado una mano en su nuca para tirar de él hacia sí y clavar los dientes en su cuello, cortando la carne con una fuerza que no sabía que poseía, justo después de que él dejara de morderla. James tenía razón: había sido instintivo. Una necesidad proveniente de lo más profundo de su ser.
Aturdida, la chica se abrazó a si misma. James puso el coche en marcha en silencio.
—No me lo vas a poner fácil ¿verdad? —preguntó cuando llegaron al instituto.
—No voy a lanzarme a tus brazos, si eso es lo que quieres saber —espetó. Aunque ganas no le faltaban. Un verano atrás él habría tenido más éxito en eso y sin una marca de por medio.
—Entonces te enamoraré hasta que lo hagas. Quiero decir, más.
Nina palideció, para luego enrojecer.
—Púdrete —espetó, temblorosa de ira. Como si quisiera añadirle dureza a su voz, un trueno restalló en el cielo. Era muy cruel de su parte arrojarle lo evidente de sus sentimientos en cara—. Ni me hables.
—Vaya, parece que ambas amanecisteis hechas unas fieras —dijo, dándole un breve vistazo a las nubes—. Aunque solo puedo calmar a una.
Se inclinó para impedir que saliera cuando abrió la puerta y Nina tuvo que agradecer el aguacero que mantenía el oscuro aparcamiento vacío. Cuando él pegó los labios sobre su piel y arañó con los dientes, ella se respingó entera, odiando el murmullo de placer que se escapó de sus labios y el saber que él escucharía los latidos acelerados de su corazón, cuyo ritmo iba aumentando cuanto más se apretaba a ella.
—Aunque ahora no lo veas eso está exactamente donde debe estar —dijo, con su voz profunda retumbándole en los oídos como la más deliciosa caricia—. Y sin importar lo que pienses, no voy a echarme atrás. ¿Quieres tiempo? Bien, te daré tiempo, pero eres mi chica, no voy a desistir de ti nunca.
Ella pensó que iba a besarla, pero James se limitó a abrir la puerta y volver a su anterior posición, tratando de calmarse él mismo. Lo único que quería era tocarla. Antes también era así, y con la marca en su lugar todo había empeorado. La atracción desmedida, la falta de control, eran cosas que nunca desaparecían; les llevaría años acostumbrarse. Así que mientras regularizaba su respiración, dejó que Nina se adelantara, corriendo para escapar de él y de la lluvia.
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Sí, no me he resistido y adelanté la fecha. ¡No olvides votar y comentar si te gustó el capítulo! Seguro que tienes algo que decir sobre los cambios. ;)
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