De pie frente al aula 505, a Chaeyoung se le revuelve el estómago de asco (porque jura que eso por nada del mundo es anticipo, no, jamás). Empuja la puerta, sin hacer demasiado ruido y entrando al salón de danza que aparentemente está vacío, asoma la cabeza por ambos lados, encontrando en un rincón del aula a Jisoo plácidamente dormida sobre su mochila.

Se acerca con hastío, mirando su reloj en la muñeca que marca ya dos minutos tarde de la hora acordada para el ensayo y se coloca en cuclillas frente a la durmiente bailarina.

―Jisoo unnie.― La llama, en voz media.―Unnie, vámonos.― Insiste, incluso la mueve por el brazo pero no responde.

Chaeyoung suspira y se sienta con los tobillos cruzados en el suelo, a esperar que la mayor despierte. Jisoo respira en calma, sus labios semi abiertos y pestañas acariciando sus mejillas. Piensa, que así no se ve tan exasperante e incluso le parece tierna: como una pequeña niña que duerme en espera de la llegada de Santa Claus.

Duerme, soñando con quién sabe qué cosa que la mantiene con una expresión tan calma, casi angelical y Chaeyoung aparta un mechón de cabello negro de su frente, apenas tocando a la bailarina. Jisoo suspira y sonríe, abriendo un ojito apenas lo suficiente para ver a su menor mirarla con ternura.

―Buh.― Susurra la pelinegra, sin poder evitar una gran sonrisa.

Chaeyoung aparta rápidamente la mano y la sujeta con la contraria, sus ojos bien abiertos.―¡Es tarde y tú durmiendo, Jisoo unnie, vámonos!

Con una dulce risa, se pone de pie tomando su mochila y colgando esta rápidamente a su espalda.―¡Espera, Chae!