Sencilla Sonata.
La sexta victima, fue Kyouka Jirou. Una joven de cabello azabache, amante de la música, de carácter, agradable.
El 6 de Agosto, participó en una sonata de amores no correspondidos.
🌙
Su cara representaba una total confusión. Sin darse cuenta, lloraba y a la vez sonreía. Los recuerdos de aquel día la atacaron, y no supo defenderse.
Había aceptado con total naturalidad, asistir al casamiento de la azabache. Consciente de qué, en el momento en qué, diera un paso adentro de la sala, su destino estaría sellado.
Sus sentimientos serían reprimidos.
No cabía de su asombro, la vio pasar con aquel vestido de novia. El color blanco de la pureza, combinaba perfectamente con la belleza de la mujer.
Sus párpados cerrados, la cara sonrojada de ella y los nervios en su mirar. Pero, la seguridad que transmitían sus pasos.
Momo estaba segura. Estaba completamente segura que, Todoroki era el hombre perfecto para ella.
Y eso, era algo que Jirou debía aceptar.
Una sonrisa de satisfacción salió —inevitablemente— de su rostro, en el momento en qué, Shouto no apareció junto a la chica.
Estaba triste por la mujer, la ilusión de ella. La confianza que tenía hacia el hombre. Pero, se sentía feliz, feliz de qué, su amor no se había concretado.
Trató de evitar todo contacto con Shouto, quién se había encerrado en su habitación. No sintió pena, ni lamento por él.
Kyouka sabía qué, él no la amaba.
Y era tan egoísta, cómo para no dejarla ir. No la rechazó adecuadamente, y ahora era Yaoyorozu la que sufría.
Envidiaba al bicolor, tenía la completa atención de Momo. Mientras qué, a ella ni siquiera la recordaba.
En su memoria, revivió el momento en qué, la conoció.
La empresa del padre de Kyouka quebró, cuando solo era una niña.
Vivían de los alimentos que, tiraban en la calle.
Kyouka no pudo asistir al colegio. No tenía siquiera, alimento para la mesa. Debía salir y recolectar.
Ese pequeño pedazo de pizza, que nadie quería comer por tener una simple quemadura. De eso, sobrevivió.
Sabía leer a la perfección, su querida madre le había enseñado. También, le enseño a tener un buen vocabulario, a no repetir groserías que solían escribir en las paredes.
Gracias a esos graffitis que habían en la calle, Kyouka adoptó un singular gusto musical. Obsesionándose con la idea de algún día ser una artista.
A los siete años, su madre le había mandado a hacer amigos en el vecindario. Para qué, socialice con más personas, y no sólo con ella y su padre.
Ese día, conoció a una hermosa niña. Ésta tenía el cabello sujetado en una coleta, un reluciente atuendo y unos brillantes zapatos. Su rostro reflejaba miedo y confusión.
Aquella muchacha había dejado anonada a Jirou. Quién, con algo de nervios se acercó a ella.
— ¡Hola! ¿Te encuentras bien?— preguntó. Siempre con una sonrisa en su rostro, le tendió la mano.—, soy Kyouka.
La niña inspeccionó con la mirada a Jirou, un tanto desconfiada, correspondió el saludo. Más, no habló.
— ¿Eres muda?— inquirió. La de coleta bajó la mirada.
— Mis padres dijeron que no debo hablar con extraños— negó. Jirou la miró extrañada, ¿qué tenía de malo eso?
— No soy un extraño, soy Kyouka— sonrió, algo divertida.
Aún con desinterés, contestó. ¿Si sus padres no se enteraban, todo estaba bien, no?
— Soy Momo.
Los ojos de la obsesionada por la música brillaron. Era un bonito nombre para una nena.
Se quedaron en un incómodo silencio. No se atrevieron a hablar, hasta que Jirou interrumpió esto.
— ¿Te gusta la música?
Con sólo esa pregunta, se pusieron a conversar como viejas amigas que se reencontraban.
No obstante, la noche estaba cayendo. Y la hora de qué, Kyouka volviera a su casa. Su madre estaría preocupada, y no quería una reprimenda.
— Debo irme, Momo— se despidió.
— ¡Espera! Yo— le tomó la mano. Que, por cierto, era muy cálida.—, estoy perdida.
Ambas se dirigieron a un policía. Primero, las ignoró, hasta que reconoció a una de las niñas. Era Momo Yaoyorozu, la hija del millonario. Anteriormente, habían presentado una denuncia por su pérdida.
Nadie la encontraba. Y el señor explotó, diciendo que se encargaría de demandar a la comisaría.
Con apuro, llamó a sus jefes. Tomó a la niña y se la llevó. No pudieron despedirse, no la dejaron.
Después de eso, corrieron a Kyouka del lugar. Sólo por sus harapos y su cabello descuidado. Demostraba la dura vida de la calle, eso les desagradó a los comisarios.
Y todos creyeron qué, ella había secuestrado a Momo.
Llegó a su casa, y de igual manera recibió una reprimida. Se fue, directamente a su improvisada cama.
Se recostó. Feliz, por qué, había hecho una amiga.
Kyouka jamás olvidó a Yaoyorozu. Ni cuando su madre murió, ni cuando su padre la abandonó.
Ni cuando, consiguió empleo en la casa de los Todoroki. Le pagaban muy bien, horario completo y tenía su propia habitación. Era, como de la familia.
Grata fue su sorpresa, al ver entrar a aquella amiga que había realizado en el pasado. Desde eso, comenzó a observarla.
Sus gestos, su rostro, su vestimenta, su postura. Todo.
Lamentablemente, todo de ella le había encantado.
Y se había enamorado de la novia del hijo de su jefe.
Cuando habló con ella, después de tanto tiempo, ni siquiera la reconoció. La desilusión estaba en su interior.
Una tenue melodía resonó en la casa. Seguido de un grito desgarrador, la preciosa melodía de Beethoven resonaba.
Las subidas y bajadas de Für Elise, que tomaban protagonismo.
Absorta en sus pensamientos, comenzó a bailar tal bailarina era. Expresando todo el dolor, en aquellos suaves pasos.
Las puntas de pie, eran perfectas. El piano con una furia, retumbó.
Dejando salir, todo ese dolor. Ese amor, que sentía Beethoven. Ese amor que sentía Kyouka.
Ese hecho tan importante para la amante de la música, sólo fue uno más, en la vida de Yaoyorozu.
No pensaba con claridad, cuando dejo de bailar suavemente. Y sus pies, dejaron de ser delicados. El piano había cambiado junto a ella.
Reflejando la tristeza de ese amor. Esos sentimientos callados en su interior, sellados en ese piano y ese baile.
Recordando mil y unas veces, que Momo la había olvidado.
Las teclas se hundían, y el pianista, subió el ritmo. Ignorando la partitura, poniendo de su parte.
Rememorando qué, Momo estaba enamorada de Todoroki.
Era como una perfecta sinfonía de dos amores no correspondidos.
La música paró. Con ellos, el baile también.
Abrió sus ojos, estaba cubierta de lágrimas y sudor. Su rostro sonrojado y su corta cabellera, alborotada.
Su garganta ardía como mil demonios, y su respiración, entrecortada.
Con aquel acto, dejó salir todo. Todo lo que calló.
Todo ese amor.
Al lado de ella, se encontraba Shouto. Quién se había unido a la obra, por qué, él también tenía un extraño apreció por la empleada. Y sí la pudo ayudar, aligeraría el enorme peso de culpabilidad que tenía bajo sus hombros.
Y dejar salir, los sentimientos que él también encerró.
Ambos eran una sonata de amores no correspondidos.
Ese 6 de Agosto, la joven entendió qué, el único amor que recibiría sería de la música. Que, siempre sería parte de ese amor no correspondido.
Ese 6 de Agosto, formó parte de una sencilla sonata.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top