Recuerdo de una Muñeca Rota.

0.5

Recuerdo de una Muñeca Rota

Contenido +16: Abuso sexual. (No hay contenido explícito, pero por las dudas.)

Los recuerdos se llevan en la sangre, incluso después de la muerte; ni el paraíso más fortuito, es capaz de salvarte de la ruina.

🌙

Dicen que la infancia del niño es la etapa más pura y agraciada de la vida. Es la primera fase para construir la identidad y moral del niño, alimentándolo de exquisitos recuerdos; nutriendo sus neuronas de imaginación, haciéndole creer que todo es posible en este irreal mundo.

Sin embargo, este no fue mi caso. No tuve la infancia de mis sueños, pero tampoco logré obtener una infancia promedio. 

Mis angustias iban más allá de a qué juego jugar, qué atuendo vestir y a dónde ir con amigos. No debía preocuparme por esas cosas. Lo único que debía hacer era consumir mis sonoros gritos, sellar mis débiles labios con cinta taciturna y no oponer ninguna resistencia.

La pureza de la niñez fue manchada por las manos de un montón de hombres mayores. 

Sin embargo, había uno en particular que jamás olvidaría: un niño con lágrimas en sus tiernos ojos rogándole a su padre que no me tocase. Estaba asustado, no dejaba de mirar como mis frágiles piernas temblaban con desdén.

Estaba siendo consumida por el miedo al dolor, que había olvidado una de las reglas más importantes que Mamá me había dado:

— Sweetie, no llores. A los hombres no les excita eso, y sabes que no me pagarán si no lo disfrutan.

La había desobedecido, en su momento no comprendía qué significaba exactamente excitar y tampoco sabía por qué aquel hombre quería que me encontrase desnuda frente a sus narices.

Pero, no quería hacerlo. Estaba cansada por la escuela, y mis muslos estaban adoloridos por la anterior sesión. 

No deseaba esa noche ser tocada por ningún sujeto, sólo quería dormir. 

Pero, el señor de cabello verdoso tenía otros planes para mí, tumbándose, tirándome hacia atrás, aplastándome en el proceso. 

Retiró sin una pizca de suavidad mi impecable ropa escolar, arrojándola en dirección al pequeño llorón. 

Mis dorados ojos se oscurecían en el procedimiento, no quería ver, no me apetecía sentir sus sucias manos recorriendo todo mi delicado cuerpo.

Oh, anhelaba tanto la salvación que comencé a romper todas las órdenes que se me fueron impuestas.

Ínfimas lágrimas descendían, humedeciendo mi angelical rostro. Cerré los ojos con una penetrable fuerza, deseaba que el inmundo hombre no las hubiese visto; esa escalofriante noche, no pretendía recibir secos golpes de parte de mi madre. Ella se ponía como una completa maniática si no tomaba la recompensa de mi trabajo.

Un estruendoso dolor me invadió en mi zona baja, no me podía acostumbrar a la repugnante sensación de ser herida en un lugar tan sensible. No logré aguantarlo y abrí mis ojos, aturdida; éstos se dirigían hacia el enano de iris verde, suplicando alguna especie de ayuda de su parte. 

Pero, él era un simple niño no podría —ni pudo—salvarme, no podría ser un héroe para mí.

No me gustaba la sensación de ser manoseada, aquel desagradable sujeto palpaba sus sudorosas manos sobre mi desnutrido abdomen y yo, no comprendía exactamente que buscaba en él; agradecía que continuara tocando esa parte, no ambicionaba con que subiese o bajase sus palmas por todo mi torso.

Trataba de pensar en los dulces que mi mamá me obsequiaría, después de esto. En los caramelos ácidos que endulzaban mi ser y aquellos amargos chocolates que me encantaban.

Sin embargo, no podía por alguna razón, esta noche era diferente... Quizás fueron aquellas profundas pupilas verdosas que no se despegaban de mi mirada repleta de agudo dolor o el ser contemplada de una manera vulnerable hacia un niño de mi misma edad. Cualquiera fuera la razón, no lo disfrutaba en absoluto.

Grité, no quise mirar qué había hecho el corpulento humano para introducir un temible dolor por todo mi cuerpo; mis desnudas piernas buscaban rápidamente consuelo, pretendía cerrarlas, disculparme con mamá, luego, y recibir la condena que ella me hubiese preparado. Pero quería que ese ardor se extinguiese por completo, que no quedase una pizca de él.

No obstante, él tenía otros planes, le quitó importancia a mis gritos y continuó con su labor...Pasando a la siguiente fase que, hasta ahora, ninguno de los clientes de mi progenitora se atrevió a cruzar.

❝ Duele como el mismísimo infierno, quiero que mi diminuto cuerpo se evapore, desaparezca y sólo queden microscópicas cenizas adornando el lugar. Porque no soporto este calvario más, necesito descansar, respirar aire puro y dejar de escuchar los vocablos extraños que está soltando el infame sujeto. ❞

— ¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdame! 

Vociferé, raspando en el proceso cada una de mis cuerdas vocales. El chiquillo me observó asustado, sabiendo que mis alaridos eran dirigidos hacia él. 

Él no era un héroe, pero al menos, podía no ser un villano para mí.

Negó aterrorizado, él temblaba incluso más que yo. En esos momentos, no conocía el peso que estaba colocando encima de sus flácidos hombros y lo trascendental que sería su acción en el futuro.

Su respiración se agitó considerablemente, y sin querer, cayó desmayado. Matando todo rastro de salvación, ya no había una luz al final del espectral túnel en el que me encontraba.

— No te preocupes, cariño. 

Susurró de una forma empalagosa, cerca de mi oído, provocando un repulsivo estremecimiento en toda mi columna vertebral. Era mi fin.

— Voy a hacerte sentir segura en todo.

Y me rompí.

Ahora que estoy muerta, comienzo a darme cuenta que no sólo me rompí yo, sino que también, aquella fantasmal noche de luna llena, se rompió el tierno niño de alborotado cabello verdoso y espléndidas pecas.





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