Rechazo Indirecto.


La primera victima de Agosto, fue Uraraka Ochaco. La chica más dulce y positiva que podría existir.

A pesar de todos los problemas que tenía en su casa, debido al trabajo de sus padres.

 La falta de dinero hacía eco en las paredes.

Y ella, como buena hija quería ayudarlos. No quería que sufran.

Esta dulce niña recibió un flechazo.

Se encontraba en plena juventud, sería algo normal esto, ¿no? Pero, lo más lamentable de esta situación es qué, Uraraka se enamoró del alma tan noble que poseía aquel chico.

Corrompiendo poco a poco la suya, queriendo ser egoísta. Deseando a el chico de pecas, sólo para ella.

Y lo decidió.

Midoriya Izuku le pertenecería.

Ese 1 de Agosto, Ochaco decidió confesarse.

🌙

La castaña caminaba apresurada, con una hermosa sonrisa en su rostro. Al fin, su corazón y su mente se pusieron de acuerdo. Ese día, se confesaría a Izuku, su mejor amigo.

La chica amante de la astronomía, buscaba con desesperación al de pecas. Sus sentimientos estaban desbordando. Quería decírselo, ya.

Quería tener a Midoriya, ya.

Tocar esas pecas en su rostro, sin limite alguno. Acariciar ese suave cabello alborotado, sentir aquel olor a menta que el joven emanaba.

Eran sólo anhelos que Uraraka tenía.

Quería que las almas de ambos estén juntas para siempre.

Casarse en una iglesia, con millones de invitados. Envejecer a su lado, y morir antes que él. Sólo eso deseaba Ochaco.

Observar las estrellas en las noches, tomados de la mano. Visitar el mundo entero, junto a él. Conocer a los padres del chico, y ganarse su cariño, sin importar qué.

Su mente parecía un circo de emociones, estaba nerviosa, ansiosa y feliz. Y refrescando su memoria, un recuerdo en particular apareció.

El día en qué, conoció a Midoriya.

Recordaba qué, no conocía la ciudad. Se había escapado, había un grandioso centro de astronomía en el lugar y ella añoraba verlo.

Solo que había dos grandes problemas, no tenía ni idea de dónde estaba, ni donde quedaba el tal centro.

Estaba presa del miedo y no veía ningún policía que viniera a socorrerla. La gente tampoco parecía amble, por lo qué, llamar su atención era inútil.

Y sí, una niña de catorce años se encontraba perdida.

Sus padres debían estar, a punto de sufrir un infarto. Y ella también, considerando que tal vez jamás la encuentren.

Unas pequeñas lágrimas caían sin detenimiento de sus ojos. Quería a sus progenitores, pero en verdad, deseaba visitar aquel lugar que no encontró.

Una mano comenzó a acariciar el cabello de la niña, abrió sus ojos sorprendida y dirigió su vista hacia arriba.

Un chico menor que ella, le estaba mirando con unos ojos preocupados. Éste tenía unas preciosas pecas, el cabello ligeramente alborotado de color verde y unos ojos del mismo color.

— Estoy perdida— susurró.

— ¿En serio? ¿Dónde están tus padres?— preguntó, su voz eran como melodías para sus oídos.

— No lo sé. En casa. Yo quería ir al centro de astronomía— contó con más confianza —, y me perdí. ¿Tú sabes dónde queda?

— Por supuesto— tomó las manos de la fémina—, te guiaré.

Las manos del chico eran cálidas, su alma era cálida. Uraraka sentía qué, en cualquier momento se derretiría ahí mismo.

Recuerda que, ese día, admiró las estrellas junto a él. Que aquellas pecas eran como constelaciones.

Y quedó totalmente enganchada a él. Y a la Astronomía.

En el tiempo actual.

Siguió con su mandado, hasta que lo halló. Allí estaba Midoriya, junto a un chico rubio ceniza de ojos carmín.

Ambos se encontraban sonrojados y cerca él uno del otro. Sus manos temblaron, no se habían percatado de su presencia y, cada vez se acercaban más y más.

Quería gritar, llamar la atención. Que pararan aquel acto que estaban haciendo. Unas dolorosas puntadas se llevaron a cabo en su corazón. Poco a poco, rompiéndose.

'Basta' 

'Paren'

'Midoriya, para. Por favor'

Y como si el rubio fuera un matón, disparó con total decisión el corazón de la chica, besando al pecoso tan apasionadamente.

Ochako sintió su cuerpo caer. No estaba reaccionando, el aire le faltaba y se desmayaría.

Aquella escena quedaría grabada para siempre en su corazón.

Todos sus anhelos egoístas y dulces fueron desechados. Existía un 'felices para siempre', pero nadie le advirtió que no sería juntos.

Lentamente, tratando de pasar desapercibida desapareció de aquel escenario. Una vez estuvo lo suficientemente lejos, corrió. Lágrimas caían sin desgano, su puro corazón se corrompió y luego se destruyó.

No jugaron con él, por qué ella fue la que se ilusionó. La que se enamoró del alma del chico que jamás le pertenecería.

Ya tenía dueño, y no debía entrometerse.

Esa noche, lloró como nunca. Sus ojos dolían y su garganta ardía, pero no era suficiente. No podía reemplazar el dolor de su corazón.

Esa noche, admiró los cometas que habían en el cielo. Recordando a su antiguo amor, sabiendo qué —desde ahora— la Astronomía sería su mayor droga.

Ese 1 de Agosto, finalizó con una niña con el corazón roto. Recibió un rechazo sin haberse confesado adecuadamente, un hermoso rechazo indirecto.

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