Perfecta Princesa.

La víctima número dieciocho, fue Mina Ashido. Una joven de cabellera rosada y piel fucsia, con unos increíbles y peculiares ojos.

Un 18 de Agosto, fue desterrada de su trono.

🌙

Mina se consideraba una princesa.

Para ella, al crecer en una mentalidad, donde el ser aceptado significaba ser perfecto. Significaba cumplir las expectativas de todos, y así, pertenecer a un lugar. Era la ideología que toda su familia abarcaba. Aunque, se negaba a seguir esto.

Su crecimiento fue extremadamente duro, el ser tratada como monstruo. Ser aislada y maltratada, por aquellos a quienes consideraban sus compañeros. Fue realmente horrible.

Toda su primaria, fue llena de golpes y maltratos. No entendía el significado de aquellas acciones que la golpeaban cada día, creía que era algo normal.

Pero, no era así. Y todo eso, la dejó lastimada.

Y eso le dolía, sus recuerdos en el pasado le ardían.

La dejó marcada, completamente indefensa. Esa sensación de temor a volver a sufrir lo mismo, hizo aceptar aquella mentalidad que todos a su alrededor poseían.

—Mamá, quiero ser una princesa.

Fue su primer pedido a la persona que le dio la vida. Quien, en esos momentos, observaba sorprendida lo que su pequeña pedía.

No se trataba de madurez, ni de infante. Era solo el mandato de una persona que sufrió al ser diferente al resto.

No le importaba ser igual, no le importaba no tener un pensamiento único. Ser igual a todos era algo verdaderamente estúpido.

Pero, aceptaría de todo para ser aceptada.

Se volvió una perfecta princesa, ocultando en su delicado cuerpo todas las heridas que pasó para cumplir su meta. 

Pero, a pesar de todo esto, la desconfianza seguía allí. El miedo no se iba, y el terror de volver a pasar todo aquello seguía intacto.

Cuando conoció a Tooru, se sintió verdaderamente feliz. Ella le brindaba confianza y seguridad sin pedir nada a cambio, y eso era realmente satisfactorio.

La hacía sentir querida, que no estaba sola. 

Le encantaba ese sentimiento reconfortante en su pecho cada vez que, la pasaban juntas.

Ella era tan real, que le parecía todo una ilusión, y que solo estaba soñando. 

Por primera vez, bajó su impenetrable escudo de hierro, y aceptó a Hagakure como su amiga. Le abrió su pobre y adolorido corazón.

Agradeció que, ella no era una mala persona. Al contrario, se sintió verdaderamente feliz, cuando Mina salió de su caparazón y se desenvolvió, siendo ella misma.

Sin máscaras, ni coronas.

La rosada era feliz, con todo su mundo así. Sin ser juzgada por su apariencia, o por su extraña actitud.

Hasta que, él llegó.

En el momento en qué, aquel chico pelirrojo apareció frente a sus ojos. Supo que, algo no era normal en él. 

No sabía sí, su brillante sonrisa, o su cabellera rojiza como la sangre.

Su corazón hizo un bombardeo, que activó todos sus sentidos, dejándola completamente enganchada con él.

Desde  que lo conoció, no paró de observarlo. En la parada del colectivo o en la calle, siempre su mirada se encontraba con la suya. Haciendo que, millones de mariposas aleteen en su estómago. 

Sus ojos carmín, tan deslumbrantes, le demostraba que no era una persona normal.  Mas, sin embargo, él era demasiado alegre.

Y eso, le inquietaba a la pequeña princesa.

¿Por qué el sonríe sí es diferente? 

Tenía tanta curiosidad hacia él, que poco a poco, comenzó a acercarse. Primero fueron saludos, luego pasaron a ser preguntas, hasta volverse amigos.

Le extrañaba la personalidad tan positiva del chico, que sólo la enamoraba más y más de él. 

Era normal sentir amor, por alguien tan opuesto a ti.

A pesar de todo, se negaba a declarar sus sentimientos. No sólo por perder la enorme amistad que estaban logrando, sino por la opinión que tendría la gente sobre esto.

Una princesa no puede estar con una bestia. No importa que tan amigable sea ésta.

Las personas no corresponderían una relación como ésta, y solo sería otra vez aislada y víctima de maltratos.

No era su culpa padecer allodoxafobia.

Aunque, jamás imaginó que los maltratos vendrían de ella misma.

El 5 de Agosto, inevitablemente el pelirrojo dejó de aparecer o simplemente pasear por las calles en las que ambos frecuentaban andar.

No volvieron a verse.

Mina no quería parecer una desesperada, por lo que aceptó el hecho de que él, podría tener problemas personales como para no concurrir.

Intentó e intentó, pero el de ojos rubí no salía de su cabeza. Habitaba cada rincón de su cerebro, atacándola con memorias y momentos juntos.

El 16 de Agosto, impulsó a su amiga a seguir sus sentimientos. Le dio ánimos para qué, ella se confiese.

Nunca podría haberse imaginado lo sentenciado que, estaba su destino en el momento en qué, cumplió con el papel de mejor amiga.

Su reino comenzaba a desmoronarse.

Estaba completamente noqueada, su mente estaba en blanco. No creía que, una persona tan tierna como Ojiro podría rechazar a una dulzura como Tooru.

Todo el momento que estaba pasando Hagakure, era humillante. Los murmullos de las personas que observaban la escena, comenzaba a incomodarle.

Sus piernas temblaban, como una hoja lisa. El miedo se impregnaba en su cuerpo, y el ácido de su personalidad, ardía en sus heridas.

Aquellas que no cicatrizaban, invadieron su cerebro y la punta de su corazón.

No supo en qué momento, sus piernas tomaron total control de sus acciones. Corrió aterrada, como si su vida dependiera de ello.

Sus sentidos no funcionaban, no contaba lo destrozada que, podría estar su amiga con dicho rechazo.

La princesa huyó de su propio hogar.

Temía la reacción de las personas al saber que, Tooru —la chica rechazada— era su mejor amiga. Se sentía avergonzada de sí misma, de la importancia que le daba a las opiniones, en vez de su propia amistad.

Era una terrible mejor amiga. No merecía ningún puesto, ni consuelo.

Y ahora mismo, el 18 de Agosto, no se atrevía a salir de su casa. Observar el rostro destruido de Tooru, solo la rompería más de lo que estaba.

Un sonido proveniente de su celular, llamó su atención. Aun con lágrimas en su rostro, y sus ojos nublados; abrió la pantalla del aparato, que la cegó por unos minutos, estar tanto tiempo encerrada y en la oscuridad, hacía terriblemente mal.

Un número desconocido le había mandado un mensaje. Presa de la curiosidad, se atrevió a leerlo.

Kirishima desapareció, Mina.

Y se sintió desvanecer, lanzó con fuerza el celular impactando con fuerza en la pared. Seguido de un grito desgarrador, Ashido ya no entendía que dolía más.

Las heridas causadas por sus malas acciones el 16 de Agosto, o su falta de preocupación el 4 de Agosto. 

La princesa estaba siendo arrebatada injustamente de su trono. Su leal amiga y confidente, se encontraba molesta con ella. Y la persona a la que consideraba un príncipe vestido de bestia, se hallaba desaparecido, en la terrible humedad de Agosto.

Y no entendía el por qué de todo lo que estaba pasando.

—¿Fue por qué no fui lo suficientemente perfecta?— murmuró, con una voz chillona por tanto desgarrar sus cuerdas vocales.

Agarró sus mejillas con un leve tono de carmín, tal vez por las calientes gotas que caían de sus ojos. Vio sus ojeras, que le daban un estilo, bastante arruinado.

—¿Será por qué no fui lo suficientemente linda?—clavó sus uñas en dichos cachetes, que sangraban por la intensidad en la qué, ésta rasgaba su piel.

Subió su remera hasta la mitad de su cuerpo, dejando ver un desnutrido cuerpo que no se alimentaba hace días. Tocó su  piel, dando suaves caricias en su panza.

—¿No fui lo demasiado flaca como para agradarles?—cortó con extrema suavidad, cada disconformidad de su muslo. Sangrando como si fuese una verdadera obra de arte.

Cada parte de su cuerpo, ardía como lo ácido de su ser. La princesa en su exterior, estaba arruinada.

Su cuerpo estaba desgastado.

Al igual que su mente.

Y sin querer, la sangre siguió cayendo. Una preciosa lluvia carmín, se estaba realizando.

Pero, como Alicia en el País de las Maravillas, el tiempo se acabó demasiado rápido.

Al igual que su propia vida.

El 18 de Agosto, una princesa subió al cielo. Tan delicada y hermosa. Aquella ideología de perfección, solo fue una vil mentira.

Por qué aún siendo princesa, ella quedó totalmente sola.

Sólo fue una perfecta princesa. A los ojos de los espectadores, pero de nada sirvió, nadie acepta a alguien lleno de perfección.

Dicha perfección no existe. Si no está lleno de imperfección o dolor.

Y nadie quiere a una persona rota.


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