Palabras Mudas.

La víctima número diecinueve fue, Shinsou Hitoshi. Un joven de cabellera morada, ojos del mismo color y de tez pálida.

Un 19 de Agosto, aceptó su condena.


🌙

Dirigió su hostil mirar, en dirección al sonriente chico de pecas. Observando su alegre mirada y su constante sonrisa.

Sus ojos brillaban, y parecía totalmente rejuvenecido.

Todo lo contrario a Shinsou.

Quien poseía unas notables ojeras bajo sus ojos, y éstos, se encontraban realmente opacos. Su propio rostro, estaba totalmente destruido.

Y todo esto, era culpa de Mei. 

Aquella chica que, el 9 de Agosto desapareció sin dejar rastro. Preocupando a su familia y aquellas personas que se autodenominaban como sus 'amigos'.

Desde lo ocurrido—aquel accidente del que nadie se enteró—, no lograba dormir tranquilo por las noches. En cada uno de sus sueños, el rostro y cuerpo desfigurado de la chica hacía aparición. Atormentándolo, reclamando que, era culpa suya.

Y todo eso, le hacía mal.

Las ganas de dormir se alejaban, y la necesidad de éstas, lo mataba. Durante diez días, logró sobrevivir de esta manera.

Pero, él también era un ser humano. 

Se encontraba desgastado, como si de un espectro ya muerto se tratase. Su cerebro solía demandarle muchas veces el descansar, sin embargo, se negaba a toda bienestar.

Sólo por la culpabilidad que tenía su ser.

Le irritaba la expresión de alegría que poseía Midoriya, aquel chico que presenció toda escena y se negó a ayudar a la que era su 'amiga'.

Lo odiaba, odiaba la comparación que su propia mente hacía de ambos. El rostro tan deslumbrante de Izuku y la cara tan sufrida de Hitoshi.

Era como sí, Hatsume jamás le hubiera importado ni siquiera un poco. Como si su amistad sólo hubiese sido una falsedad.

Los recuerdos de las veces que, solía contemplar a la chica, y esa sensación que ella emanaba de felicidad cada vez que ambos estaban juntos.

A pesar de, ser completamente ajeno a ellos. En ese mismo instante, todo aquello le estaba doliendo.

Esa destructora amistad que, ellos poseían se basaba solo en cariño disfrazado de indiferencia. Pero, solo uno era consciente de esto. Y seguía jugando con los sentimientos que no le pertenecía, destrozándolos con la brusquedad tan desconsiderada que Midoriya poseía.

Él jugó con Mei, la trató solo como una herramienta. Un objeto para satisfacer sus ratos de soledad, sin importarle en qué, afectaba a la joven.

Shinsou solo era un espectador. No era coherente de su parte, entrometerse donde no lo llamaban. 

Pero, la inocencia de la chica estrujaba su corazón, cada vez más. Y los deseos de protegerla de aquel monstruo que, solo buscaba divertirse con ella, eran cada vez más fuertes.

Sin embargo, la timidez pudo con la valentía que poco a poco, empezaba a despertar. Quedarse callado fue la opción más cómoda para él.

El no intervenir, sentenció el destino de la mujer. Y ahora él debía pagar por la poca consideración que le tuvo a ella.

Mientras él, lamentaba en silencio. Aquel otro espectador del incidente ocasionado el nueve de Agosto, reía. 

Contagiaba su felicidad a las personas a su lado.

Eso solo incrementaba el enojo que Shinsou estaba conteniendo en su interior.

Los recuerdos comenzaron a atacarle, otra vez. Sin embargo, esta vez, no logro inmutarse.

El rostro tan destruido que, Mei poseía. Los ojos llenos de desesperación que le pedían ayuda con tanta angustia.

Sus mejillas destrozadas, por tantos golpes recibidos. Las lágrimas que caían, la desolación en cada una de ellas.

Estaba asustada.

Y quería que, algún héroe la salve.

— ¿Por qué no me ayudas?— murmuró, tratando de comunicarse. 

Sin embargo, Shinsou no reflexionaba sobre nada. No entendía exactamente, el por qué ignoró aquel pedido de ayuda. Y la dejó allí, tirada, herida y llorando.

Estaba atemorizado. 

Tenía miedo de que, un simple espectador como él, pasase a ser un personaje principal. Que sólo tenía la obligación de socorrerla.

En el momento en que, observó al pecoso acercarse. Un alivio se apoderó de él, sabiendo que, Midoriya la salvaría.

Mas, eso no sucedió.

Se quedó atónito al ver la acción de éste. Abandonarla e ignorarla como si sólo fuese un saco de basura que estaba recibiendo su merecido.

Pero, eso era demasiada crueldad. Dejar a un amigo así, era demasiado repugnante.

Aunque, él no tenía derecho a juzgar. Shinsou no logró mover ni un solo dedo por Mei, y todo eso era demasiado fracasado de su parte.

Ni siquiera logró salvarla con una perfecta sonrisa, no pudo salvar la paz que tenía la chica. La inocencia que ella poseía, fue crudamente corrompida.

Y él no hizo nada para evitarlo.

Cuando Hatsume se levantó con demasiado pesar en su corazón, con demasiado dolor tanto en su interior como en su exterior. Dicha acción, le rompió el corazón.

La chica con toda la fortaleza del mundo, se fue. Y él, solo pudo observar y ser testigo de todo.

Era un verdadero inútil.

Todo se revivía una y otra vez, en su cabeza. La mirada de viveza de Midoriya, le repugnaba.

Y con palabras mudas, se acercó al pecoso. No era consciente de ninguna de sus acciones, el rencor se apoderó completamente de él.

Con sus ojos opacos, le recriminó con solo una mirada, la culpabilidad de sus acciones. Izuku entendió el mensaje a la perfección, sin embargo, su rostro jamás mostró una sola expresión de tristeza.

Shinsou se encontraba verdaderamente frustrado. No tenía el coraje para hablar, ni reclamar algo. Sus cuerdas vocales no cooperaban con su cabeza, y ningún sonido salía de él.

Con palabras mudas, poco a poco, comenzó a llorar. Por qué, él no era mejor que Midoriya. Sólo era otro inútil que, no protegió nada. Ni la inocencia de una preciosa mujer con mala reputación, ni el corazón tan roto que ahora ella poseía.

'Yo quería protegerla'.

Sus labios se movieron, aunque ningún sonido se escapó de su boca. Solo quería sentirse libre, quería volver a cultivar paz en él.

Pero, todas aquellas palabras mudas lo ahogaban. Y el escapar de ellas, no era una opción.

'Yo la amaba'.

El pecoso sorprendido, sonrió con un poco de satisfacción en su mirar. Era consciente de que, Hitoshi ya no tenía salvación.

Aquellas palabras mudas se encontraban ya tatuadas en su corazón y no había manera de borrarlas.

Su alma ya estaba perdida.

Un 19 de Agosto, el joven trató de curar sus heridas. Trató de armarse de valor y aceptar su castigo. Porque su pecado ya estaba hecho y no existía manera de volver a obtener paz en su interior.

Él ya estaba corrompido. 

Las Palabras Mudas se volvieron parte de él, y no había manera de evitarlas.

Ese era el castigo que merecía por ser simplemente espectador, y no principal.

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