Llamarada Celestina.
La décima víctima fue, Amajiki Tamaki. Un joven de cabellera negra, ojos del mismo y de personalidad tímida.
Un 10 de Agosto, proclamó el comienzo de una nueva vida.
🌙
Tamaki padecía cáncer.
Desde muy pequeño, siempre fue muy inestable en cuestión al cuerpo. Sus pulmones eran tan frágiles que, una simple falla podía acabar todo.
Debido a esto, pasó la mayor parte de su vida dentro de un hospital.
Aparte de ser una persona tímida, como consecuencia de su falta de relación con las personas, no podía hacer amigos. Su familia siempre lo llevó al limite, tanto en las operaciones como en las exigencias que ellos le daban.
Su vida era completamente dura.
Un simple día de Agosto, quiso desconectarse.
Escapar, sentir el puro aire inundar cada rincón de su cuerpo. Inhalar y exhalar, tanta delicia era como un sueño cumplido.
Su deseo por vivir, aunque sea una simple vez su vida, sin necesidad de conectarse aparatos o inyectarse más agujas sólo para saciar la angustia de sus padres.
Pero, nada de eso le hacía feliz. Él no podía obtener felicidad de ninguna manera encerrado en aquel frío y desalojado lugar.
Aquel anhelo fue mucho más grande que, su propia lógica sobre las decisiones que estaba tomando.
Y escapó.
Por la madrugada del 10 de Agosto, se escabulló por los guardias y salió libremente del lugar. Aun con bata, con aquella incómoda y desesperante ropa blanca.
Mas, la ignoró. La propia euforia que estaba sintiendo en esos momentos era inmensa. No solo por observar el verdadero aroma del afuera, sino por el precioso panorama que estaba teniendo.
Las calles perfectamente armadas, las casas multicolores que daban un bello aspecto de paz y amor. Todo era fabuloso.
Tan emocionado se encontraba que, inconscientemente ignoraba las miradas de desaprobación y desagrado que la gente le dirigía.
Digamos que, la imagen que el chico le estaba dando a las personas no era muy perfecta.
Su pelo estaba ligeramente alborotado, su cuerpo estaba sudado y cansado, seguramente por la distancia que tenía el hospital a la ciudad. Y cómo ignorar, sus carnosos labios resecos.
A pesar de estar impresionado por la vista de la gran ciudad, se encontraba perdido.
¿Qué exactamente iba a hacer allí? ¿Sólo mirar y volver otra vez a aquella inminente prisión? Eso, ni siquiera era considerado una opción, no quería volver a allí.
Quería disfrutar su libertad, un poco más.
Siguió avanzando, tratando de regular la poca calma que hace unos minutos poseía. De un momento a otro, múltiples escalofríos se colaban en su espalda, indicándole un mal presentimiento.
Pero, él no le veía nada malo a conocer una parte de aquel mundo que tanto desconocía. Sólo era una pequeña curiosidad que, quería saciar.
Su accionar no era grave, después de todo, sólo era un niño de preparatoria.
Solo daría un mísero vistazo a aquel cruel y despiadado pero a la vez, fascinante y hermoso mundo.
Tenía tanta curiosidad que era capaz de realizar de todo, con tal de poder sentirse vivo. Aunque solo fuese un solo día de Agosto, lo disfrutaría como nunca.
Vagando en sus intensos pensamientos, chocó con una mujerzuela de cabellera celestina y ojos inmensamente preciosos.
Su mirada tan oscura, con un pequeño brillo resaltando en cada una de sus pupilas, chocó con aquella mirada tan pura, combinada con el color cielo de las nubes.
Sonrió un poco tímido, incapaz de pronunciar palabras por su falta de comunicación con personas que no fuesen su familia. Se llevó una mano a la mejilla y otra a la mano de la chica, siendo consciente de qué, eso era algo bueno.
—Soy Tamaki Amajiki—murmuró bajo, pero la joven logró escucharlo de igual manera.-, un gusto.
—Oh, ya veo. ¡Soy Nejire Hado!— juntaron sus manos, en un ligero apretón.—, un gusto.
La mirada negra del chico, se ambientó con aquellos intensos ojos color cielo. Ambos sonrieron al sentir desprender una buena vibra del otro.
Sin embargo, las ganas de seguir explorando fueron más altas que, los deseos de continuar intercambiando miradas con Nejire. Por lo que, se alzó de valor y se atrevió a hacerle un pedido.
—Nejire, em bueno— tartamudeó un poco por la vergüenza que sentía en esos momentos.—, ya sabes, tu que conoces este lugar. ¿Me presentarías la ciudad?
La cara de la chica era todo un poema, realmente se había sorprendido por el extraño mandato del chico. Creía que era una broma, hasta que observó los ojos tan brillantes combinados a la perfección con aquel azabache de su iris.
—Claro, Tamaki.— Sonrió enternecida. El rostro iluminado que formaba el azabache era verdaderamente precioso, como si él en verdad no conociese nada.
Y es que, Hado no se había percatado de la vestimenta que portaba el joven.
Siguieron su camino, pasaron por millones de lugares. Un salón de videojuegos, donde cabe destacar que Tamaki era verdaderamente malo; la plaza, donde ambos se recostaron a observar el bello paisaje que, el cielo portaba.
Pasearon por toda la gran ciudad, por el tren; donde la celestina casi pierde al pelinegro; también por la espectacular playa que, ésta ciudad contenía.
Se sentaron a disfrutar la arena, enterrando sus pies. Sintiendo lo calentita que ésta era, causando leves cosquillas en Amajiki. Contemplaron, también, el deslumbrante sol que amenazaba con ocultarse e internarlos en una serena noche.
Se encontraron caminando por todo el día, jugando, saltando e incluso comprando. Nejire no era una mala persona, y comprarle alimento y accesorios a su amigo, era algo realmente divertido.
Ambos la estaban pasando bomba.
Y demasiada felicidad, era preocupante.
De un momento a otro, la respiración del azabache comenzó a acelerarse. Quien había parado la larga caminata de vuelta a la casa de Nejire.
Trataba de inhalar todo el aire que podía a través de su boca, que fue abierta por la dificultad que se presentaba en sus pulmones.
Sus pulmones no estaban funcionando como normalmente debían hacerlo.
Tenues gotas de sangre empezaron a deslizarse por sus mejillas, provenientes de su nariz. Su boca ya no solucionaba los problemas respiratorios qué, en ese momento el chico estaba sufriendo.
La chica no podía reaccionar.
Aquella persona que, consideraba un amigo para toda la vida, se estaba desangrando frente a sus ojos y ella, no podía hacer nada. Su propio cuerpo y cerebro no concordaban, no lograba moverse no importará cuanto tratara.
Entonces, la prenda blanca que el chico llevaba puesta, significó algo para ella.
Él era un paciente.
Tamaki soltó un pequeño sonido ahogado por la falta de oxigeno en sus pulmones, estaba desesperado. Nunca fue algo bueno en aquellos temas sobre que hacer cuando pasaban estos casos, ya que, él nunca había desobedecido ni una sola orden.
Gracias a su pedido de ayuda, Nejire pudo reaccionar. Tomó los delgados y quebradizos brazos del joven y lo rodeó por su cuello, lo alzó y debido a la gran capacidad física de la celestina, lograron llegar rápidamente al hospital.
Con sumo cuidado, le entregó el ahora poco consciente cuerpo del pelinegro, a los doctores. La expresión de desesperación que el profesional mostró en su rostro, alertó a la joven.
En una camilla, lo colocaron. Con una grata delicadeza que, con un solo toque podía ser su peor final.
Los doctores comenzaron a conectarlo de una manera veloz, cada minuto contaba. Y la vida de un niño de tan solo 17 años estaba en sus manos.
Sin embargo, el chico volvió a ignorar toda orden. Con la poca fuerza que le quedaba, se levantó. Acumuló con sus ya desgastados pulmones y gritó como jamás lo había hecho.
—¡Nos vemos mañana, Nejire!
Los ojos de la chica no tardaron en aguarse, sólo se atrevió a asentir. Lo principal que debía hacer era tranquilizar a su amigo y estaba segura que, él iba a salvarse.
—¡Es una promesa!
Curiosamente, algo pasó esa noche. Su ya pobre alma, cansada de sufrimiento decidió un 10 de Agosto, proclamar el comienzo de una nueva vida.
Una vida donde él no estaría presente.
Porque, a pesar de querer aferrarse a su vida, él sabía que, no podría volver a salir de aquella jaula.
Él sólo era un cuervo con deseos de observar un puro cielo, navegar sobre las nubes y reír junto a amigos.
Y todo aquello, le fue concedido un 10 de Agosto.
Él ya no merecía vivir, sin importar cuanto su fuerza de voluntad pelease.
Su cuerpo ya estaba roto y desgastado.
Y sobrevivir con un cuerpo desgastado y encerrado en la sala de un hospital, significaba un calvario para un alma tan libre como él.
Por dicha razón, ese 10 de Agosto cerró sus párpados. Sabiendo que, estaría en las nubes gozando de la preciosa mirada que Nejire poseía.
Un 10 de Agosto, una Llamarada Celestina lo atacó. Y él, cayó tentado ante la idea de volver a observar los ojos de la joven. Aun sabiendo que, eso significaba no volver a sentir el aire puro sobre sus pesados pulmones.
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