Cuento de Hada Sin Alas.




La víctima número veinte, fue Nejire Hadou. Una chica fresca y charlatana, portadora de unos grandes ojos azulados y un pelo extremadamente largo del mismo color.

Un 20 de Agosto, su espléndida realidad fue distorsionada.

🌙

Nejire siempre estuvo en la cima.

Era una persona ejemplar en todo sentido: tenía notas brillantes, amigos fabulosos y una apariencia codiciable.

Poseía una destacada gracia en cada uno de sus finos actos; tanto el danzar de sus frágiles manos al intentar recoger alguna irrelevancia, como la suavidad inefable con la que musitaba ordinarias declamaciones.

La muchacha era una dama en todo esplendor, comportándose como tal, desde la primera hora del día hasta caer rendida ante los brazos de Morfeo. Hadou amaba consumir té de jazmines en teteras pulcras, levantando sutilmente el meñique ante el mínimo tacto con la taza; esos ínfimos detalles eran los que la convertían en una refinada mujer.

Ella era aquello que la comunidad denominaba perfecta.

No obstante, pese a toda la perfección que pudiese crear con ese maquillaje hipócrita, había un insignificante desliz que arruinaba todo aquel estereotipo que se le otorgó... Nejire Hadou estaba enamorada de su mejor amiga.

Quizás era minúsculo, un simple y ridículo crush. Tal vez, era la adolescencia y las hormonas que lograban estúpidamente involuntarios sonrojos e incesante cosquilleo en lo más profundo de sus entrañas.

Nejire realmente quería culpar a la pubertad por estropear torpemente su inmejorable vida, llevándola a un extremo aislado donde sentía que nadie podría entenderla.

Pero no podía, porque por más que quisiese eliminar todo rastro de afecto romántico que pudo haber sentido en su corazón, no lo conseguiría.

Ella estaba enamorada de Yuuyu Haya y no había nada que pudiese hacer al respecto.

🌙

La vislumbró entre la multitud, era la única joven con complexión diminuta y flácida que intentaba batallar por conseguir un asiento libre en la Iglesia de la luz, en Osaka. Suspiró, cuestionándose si era estrictamente necesario aparecer ese día en el templo; a decir verdad, no quería toparse con Yuuyu, ansiaba postergar aquel estúpido sentimiento que había crecido en su interior.

Sin embargo, todo acto de huida se vio averiado, al escuchar la meliflua voz de Haya resonar en sus oídos.

— ¡Nejire!

El destino estaba en su contra, poniéndola en aprietos una vez más.

— ¡Hola, Yuu! ¿Qué haces aquí?— saludó Hadou, contemplando la emoción recorrer insolentemente sus atareadas venas—No sabía que estarías aquí, podríamos haber venido juntas, ¿sabes?

Su mente le jugaba malas pasadas, exhibiendo divertida, las etéreas chispas que resaltaban en las pupilas de su amiga; no quería pensar que la idea de ir juntas, había sido la verdadera causante de esto.

No ambicionaba con ilusionar a su impertinente corazón con bobas esperanzas. Era tonto pensar que una chica pura como Yuuyu Haya le podrían gustar las mujeres y mucho más, ella—su mejor amiga—.

— Oh, ¡lo siento! No creí que fuese importante— rascó sus aterciopeladas mejillas que no carecían de un encantador sonrojo.—. No quería molestarte, luego de lo que ocurrió con ese chico.

Y allí estaba otra vez, el fugaz recuerdo de Tamaki Amajiki transitaba por su cerebro sin remordimiento; aún rememora los días en los que lloró como si no hubiese mañana, odiando la vida, detestando —además— su repugnante curiosidad que había permitido que un detalle tan importante (que el joven era un paciente del hospital y estaba muriendo) se le escapase de las manos.

Luego de ese 10 de Agosto, ella abandonó todo rastro de impertinencia en su persona, fusionándose aun más con el prototipo de perfección. Actuando como la señorita que merece ser.

— Ah, no debió importarte...— su voz comenzó a apagarse lentamente, la vivencia de la culpabilidad retornó en su alma, dispuesta a no irse hasta dejar heridas que jamás serían olvidadas.

Las lágrimas descendieron naturalmente, inundándose en la sensación de haber sido ella la insana culpable de la prematura muerte del azabache. Las ondas de choque que alguna vez pudo controlar, arremetían en su contra, sometiendo su frágil mente en un enfermizo calvario, donde la desgracia habitaba en su cuerpo, atrayendo negativas vibras a su alrededor.

Yuuyu no cabía de su asombro, su mejor amiga estaba lagrimeando tortuosamente sin consuelo. Por lo que, le brindó todo el apoyo que contenía en un delicado abrazo. Ya que, eso hacen las amigas: apoyarse en los momentos penosos.

Si tan sólo la mente de Nejire no hubiese jugado con el escaso anhelo que atesoraba en su interior, ellas pudieron sobrevivir en su mayoría al sinuoso mes de los corazones rotos. Pero no, los sentimientos florecieron y de ellos, brotó una sublime adrenalina que la llevó a cometer el más erróneo acto de su vida.

Se dejó llevar por la ternura de la situación, que sólo realizó lo inevitable. La besó. Nejire "perfección" Hadou besó a una chica, su mejor amiga, aquella que la acompañó desde que tiene memoria, Yuuyu Haya.

Fue efímero y hermoso, al menos la sensación de rozar el paraíso se había instalado en lo más íntimo de su esencia; logrando saborear inculpable la cosa más linda del mundo.

El beso culminó, y con él, finalizó la amistad que sin esfuerzo había cultivado.

Desde pequeña, se vio obligada a resaltar debido a sus espontáneos cabellos de color turquesa, acompañados de esos cautivadores iris celestes. Sin embargo, nunca fue un verdadero problema para ella, la atención galante que recibía era un vicio del que jamás se cansaría.

No creía que llegaría realmente el día, en que las miradas concienzudas de la gente comenzaría a carcomer despacio su impertinente alma.

Un grito resonó entre la muchedumbre, cargado de odio y repulsión.

— ¡Es el diablo! Oh, por Dios, ¡está enferma!

— ¡Basuras!

— ¡Me dan asco, perras del infierno!

Miró sin disimulo a su amiga, que había dado comienzo a una lluvia de gotas sobre sus ojos; Yuuyu llevó sus escuálidas manos a sus finos labios, tratando de limpiar toda marca de Hadou en ellos.

Entonces se rompió, los latidos del corazón de Nejire desaparecieron, porque éste se había quebrado. Después de todo, ella no era perfecta, se había enamorado de su mejor amiga, sabiendo que ésta era heterosexual, que ambicionaba con un esplendoroso primer beso.

Lo arruinó. Atrajo la enfermiza desgracia y afectó a Haya, quien sólo quería una hermosa y duradera amistad. Le arrebató sus labios sin pensarlo y ahora debía atenerse a las consecuencias, perder a la persona que apreciaba por un simple capricho.

Los insultos no paraban y sintió la ansiedad golpear su puerta, el pánico la salpicó, percibía la asfixia en su cuerpo. Así que corrió con el corazón roto, a sabiendas de que, el infortunio repulsivo estaba en su ser.

Ella asesinó con su ignorancia a Tamaki.

Ella mató con imprudencia el deseo de Yuuyu.

Ella y sólo ella, fue la culpable de cada una de las calamidades abrasadoras.

No era perfecta, era sólo un horroroso monstruo vestido de mujerzuela. No era hermosa, era la fealdad en sí, la inmunda imperfección.

— Por culpa de mi imperfección, Tamaki murió.

Susurró una vez estuvo lo suficientemente lejos del gentío. Apoyando su peso en una polvorienta pared.

— Por culpa de mi maldita imperfección, destrocé la reputación de Yuu.

Mordió su labio con pesar, percibiendo las ardientes lágrimas caer por su sereno rostro.

—Por mi detestable culpa.

Vociferó destrozada al viento, ansiando que Tamaki desde los cielos, escuchase su arduo sufrimiento y la salvase del martirio.


El 20 de Agosto, Nejire Hadou mostró su imperfección a la sociedad, siendo crudamente rechazada.

Después de todo, la realidad era cruel, era un cuento de hadas sin alas. Y Nejire era una de ellas.

— Tamaki, ¿puedo ir contigo?

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