Corazón De Metal.
La víctima número veintidós fue, Tetsutetsu Tetsutetsu. Un joven de cabellera grisácea, dientes afilados y una personalidad bastante entusiasta.
Un 22 de Agosto, su corazón fue destruido.
🌙
Fue bastante ingenuo. Mas bien, no entendía el significado de sus acciones. Su pensar fue demasiado infantil.
El hecho de casarse era algo serio, significaba el sellar un amor para toda la vida. Él no comprendió eso, solamente se basó en un capricho.
Su Sí fue forzado. No fue una respuesta directa del corazón.
El anillo en su dedo mayor le quedaba demasiado grande, era una responsabilidad que él no estaba preparado para asumir.
Estar cegado por aquel odio hacia sí mismo, era lo peor de todo.
La inocencia de su ser no entendía el odio tan destructivo que, él cultivaba en su interior.
Porque, lo peor que te puede pasar es ser homofóbico y enamorarse de un hombre. Era una especie de deshonra hacia sí mismo y aquellas personas que tanto lo habían apoyado.
En el preciso momento en que, besó a Kendou, sellando su precioso amor, recapacitó sobre sus acciones. Tetsutetsu había olvidado por completo, el flechazo que tenía la persona que amaba hacia la individua que estaba a su lado.
Había olvidado que Monoma estaba enamorado de Itsuka.
Y era inevitable para él, sentirse la peor basura en ese momento. No sólo por utilizar a su antojo el corazón de la mujer, sino que traicionó a su mejor amigo.
Se traicionó a sí mismo.
Había cometido un error fatal. Que abarcaba su libertad, su amor, su todo.
Recordó los once años, aquel día en que, se dio cuenta del amor que sentía hacia el rubio. El cómo al contárselo a sus padres, éstos comenzaron a golpearlo sin misericordia.
Enseñándole que, aquellas personas homosexuales sólo eran un error en el mundo. Unas personas enfermas que, cruzaron el lado incorrecto de la avenida.
Ese día que, lo educaron como una verdadera deshonra para su familia.
Simplemente por el hecho de: gustarle alguien de su mismo género.
Recibió tantos golpes sólo por enamorarse de Monoma.
Por adorar su cabellera rubia, sus ojos tan peculiares, su actitud llena de arrogancia y burla. También aquel otro lado de la moneda, donde habitaba un Neito frágil, amoroso y amable.
Amaba ambos lados de él.
Aquel 11 de Agosto, su cabeza no podía evitar revivir todos los momentos juntos. Recordando cada facción de él, cada perfección en su persona.
Su mente le recriminaba una y otra vez, su error. El abandonar sus sentimientos, sólo por el hecho de ser discriminado por su propia familia.
Y él, era una de esas basuras. Cultivó un rencor hacia sí mismo, se obligó a tomar una decisión no aprobada por su corazón.
Se casó con una persona que no amaba.
Se casó con la persona que su mejor amigo y enamorado, amaba.
No podía existir algo como el perdón. No merecía algo así.
Por esta razón, el destino le jugó en contra. Porque él no supo cómo reaccionar al ver a Monoma en la calle, tocando una canción con unos ojos hinchados, que le dolían de sólo mirarlo.
Sus miradas se cruzaron. La de Neito, llena de vacío y dolor, mientras que la de Tetsutetsu, era una mirada bastante sombría, con una sonrisa forzada. Ninguno sabía qué decir, ni cómo terminar aquel silencio que se había formado al terminar la canción.
—Hey, Monoma—trató de entablar una conversación el de cabello grisáceo. Siendo completamente ignorado por el rubio.—. ¿Cómo has estado?
Quería que la tierra lo tragase allí mismo, era muy obvio que Monoma no estaba para nada bien. Y el preguntar algo así, era bastante idiota de su parte.
—Bien.—soltó, de una manera fría e indiferente. Que clavó un puñal en el corazón de Tetsutetsu al oír el desgano en la voz del rubio.
No lograba encontrar al Monoma divertido y burlesco que tanto añoraba. Ahora el cuerpo de aquel chico se encontraba muerto.
Se sentía muerto por dentro. Y eso, partía el corazón del chico.
El alma de Monoma estaba muerta.
Sin titubear, abrazó el cuerpo delgado del rubio. Sorprendiéndolo, tanto a él como a sí mismo.
Quería gritarlo, pedirle perdón. Deseaba que lo abofetee, que le haga pagar con cualquier cosa, menos aquella cara totalmente destruida.
Su rostro destrozado era peor que cualquier veneno o golpe que se le pudiese dar.
Su aprecio hacia él, llegaba a tal extremo que, era capaz de hacer cualquier cosa con tal de hacerlo feliz.
Y me atrevo a volver a decir que, Tetsutetsu era la ingenuidad en persona.
Neito forcejeó, era cierto que eran mejores amigos de la infancia, pero que ahora aquella persona que destrozó todos tus sueños con la persona que amas, te abrace. Era realmente odioso.
Es como si le quisiese decir que, tenía todo su apoyo y que estaría allí para él, que no lo dejaría nunca más solo.
Monoma sentía una rabia, quería golpearlo, deseaba destruirlo. Pero, él no podía hacerle algo así a una persona que accidentalmente cometió un error.
Tetsutetsu comenzó a llorar, a decir verdad él era una persona bastante sensible y el ver a su mejor amigo negar un abrazó de su parte, le dolía. Dolía como el infierno.
Observó cómo éste bajaba la cabeza, incapaz de mirar su cara. Tal vez, por el dolor y la decepción en su interior.
El de dientes afilados levantó el mentón del rubio, de la forma en la que sus ojos se conectasen y tuviesen aquella conexión que solían tener.
Y los cuerpos de ambos, sufrieron una pequeña electricidad. Provocada por el temblor del corazón de Tetsutetsu que, no podía evitar afligirse al contemplar las lágrimas bajar del rostro de Monoma.
Los ojos de Neito se encontraban repletos de sufrimiento y aflicción, mostrando a una persona totalmente desconsolada. Mientras que, los ojos de Tetsutetsu reflejaban el dolor y la culpabilidad, mostrando a una persona llena de angustia dentro de él.
Sus miradas se sincronizaron, formando una sola en aquel momento. Porque era cierto que el desamor era doloroso, y ellos lo sabían mejor que nadie.
Porque eran conscientes de que no eran correspondidos. Que eran rechazados por la persona que amaban.
Se abrazaron en busca de consuelo, de una manera desesperada trataron de inundarse de calor en aquella noche del 22 de Agosto. Contemplando la hermosa luna en el borde de aquel río, metiendo sus pies en el agua. Refrescando su mente y su corazón.
El hecho de estar juntos, sanaba poco a poco el dolor en el corazón de ambos.
Pero, a pesar de estar hecho de acero. La mirada del rubio seguía destrozándolo, lastimaba incluso peor que cualquier metal. Y Tetsutetsu se sentía en el límite.
En cualquier momento, su armadura de acero que cubría su frágil corazón se destrozaría. Y podría sentir la sensibilidad de su ser, romper aquellos tejidos con aquel amor no correspondido.
Tratando de salvarse a sí mismo y ponerle un alto a su dolor, se atrevió a hablar. Tomó valor para comunicarse con palabras y no con acciones.
—Soy capaz de hacer cualquier cosa, con tal de verte feliz.
Rompió el hermoso ambiente, el bello abrazo quedó en segundo plano. Dirigió su mirada al cielo, contemplando las dos caras de la luna esa noche.
—Te amo.
Susurró y saltó. Como un verdadero guerrero, con la poca tela de acero que su corazón poseía. Con la desnudez de su alma, hizo un salto de fe.
El río ahogó sus penas, y los únicos protagonistas fueron los gritos desesperados de Monoma.
Y él, sonrió. Aunque sea, su amor sería feliz.
Un 22 de Agosto, el río se llevó todo. Tanto el dolor, como la cicatrices del roto corazón del joven.
Porque él, a pesar de ser de acero, tenía sentimientos. Y ni el metal de su corazón podía evitar que, él sintiese dolor y culpabilidad.
A pesar de todo, él estaba orgulloso de haberse enamorado de un hombre, capaz de desenvolver aquel Corazón De Metal.
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