Besos De Ceniza.


La victima número once, fue Katsuki Bakugou. Un rubio ceniza, de preciosos ojos carmín. Él, simplemente, tenía un problema en expresar amor con palabras.

Un 11 de Agosto, dio su primer beso de ceniza.

🌙

Tapó su rostro, con la grande almohada que tenía su cama. Tratando de evitar sentir la soledad en su ser.

Evitando sentir la ausencia de Midoriya.

Vacío y con desgano, se dirigió a la cocina a desayunar. Su madre no estaba, su padre tampoco. Nadie más que él, estaba allí.

Simplemente, tomó un jugo y comió una tostada. No sentía deseos de comer.

Últimamente, no tenía deseos de hacer nada. Sólo quedarse recostado en su cama, con la calidez que le brindaba ella.

Aunque, no era la misma calidez que Izuku, le ofrecía.

Sonrío enternecido, él amaba a Midoriya Izuku. Cada parte del chico, desde su cabello alborotado, hasta la punta de sus pies.

Adoraba las pecas del joven, que lo transportaban a otra galaxia, cada vez que las acariciaba. Una galaxia, donde el rubio no sentía desamparado. Donde, él era feliz.

Estimaba al pecoso, su cuerpo tan perfecto y deseado. Su actitud decidida y tímida, a la vez.

Añoraba ver cuando el joven, se llenaba de coraje y valentía, enfrentando las adversidades y injusticias que le imponían. Pues, era esa simple repercusión de Midoriya, que lo había enamorado.

Todo fue diferente en el momento en que, vio con sus propios ojos, abandonar a una supuesta amiga que necesitaba ayuda. Recordaba con perfección, el rostro de la chica al borde del llanto.

Tuvieron varias discusiones, debido a eso, siempre interrumpidas por el celular del cabello alborotado.

Bakugou sintió una desilusión, jamás imaginó ver a Midoriya rechazando a una persona, que necesitaba amparo.

Desde ese 9 de Agosto, las cosas cambiaron. Las llamadas en la noche de Midoriya, disminuyeron constantemente. No había caricias, ni abrazos.

Parecían dos desconocidos, que se conocían muy bien. El amor se enfrió.

Katsuki decidió que, ese día, las cosas cambiarían. Volverían a ser Katsuki & Midoriya, el grupo imparable. La relación perfecta, con demasiadas imperfecciones.

Ese día, no fue al colegio. Al contrario, se dirigió con pesadez hacia la casa del pecoso. Lo esperaría, y le haría una sorpresa.

¿Era algo tierno de su parte, no? Después de todo, el rubio quería demostrar su amor.

No le sorprendió demasiado que, la puerta se encontrará abierta. Sin seguro, sin nada. Entró al establecimiento.

La casa de Midoriya, olía como a él. Un aroma a menta, perfumaba el ambiente.

Abrió sus ojos, asombrado. El olor a menta, se combinó con otro irritable perfume. Frunció ligeramente su ceño.

Inspeccionó la sala de estar, estaba extrañado de qué, las cosas estuvieran tan desordenadas. Por lo que sabía, Inko —futura suegra—, amaba la limpieza.

Un poco inseguro, se adentró al lugar. Iría a fijarse en la habitación de Midoriya. De seguro, él estaba ahí, dormido. Con su típico pijama de All Might; que lo hacía ver más tierno de lo que era.

Ilusionado, entreabrió la puerta. Solo para encontrarse a Izuku, junto a Todoroki. Millones de sentimientos, vinieron a él.

Enojo; por darse cuenta que, Todoroki había robado a su enamorado. Frustración; había llegado tarde. Y tristeza, más en su corazón, se hallaba un Katsuki roto. Desilusionado y destrozado.

Su cuerpo estaba paralizado, las ganas de correr se presentaron como buena opción para él. Más, la terquedad estaba en su mente. Su mirada vagó hacia la figura de Midoriya.

Deambuló por su rostro, tan sonriente por los mimos que le obsequiaba el bicolor. Después, pasó por sus pecas, que eran acariciadas por Shouto.

Observó con suma atención, cómo sus cuerpos se acercaban. Y la distancia entre sus labios, se cerraban. Uniéndolos en un ósculo.

Contemplo el rostro sonrojado de su enamorado, sus ojos brillaban y su boca se curvaba. Las lenguas de ambos, jugaban un bals, donde ambos eran bailarines.

Y, al parecer, Katsuki era el público.

Su cuerpo se desvanecía, quería regresar a casa. Dormir, y despertar un día nuevo.

Se pellizcó la mejilla, con tanta intensidad, que dolorosos quejidos escapaban de su boca. No era un sueño.

Salió lo más rápido posible de allí, no quería seguir siendo espectador de ese trágico show. Su piel se erizaba, los latidos frecuentaban en su garganta.

Un ardor y un nudo, se acoplaron en sus pulmones. Dejándolo invalido, sin poder respirar, ni poder hablar.

El camino se le hacía largo. La temperatura del ambiente, había cambiado. Un frío congelaba sus delgados huesos, congelando su corazón también.

Recordó a Todoroki; él era una ventisca de hielo, incapaz de transmitir calor.

Pero, al estar con Izuku todo eso se disipó. La ternura en la yema de sus dedos, al tocar la cicatriz del bicolor, ofrecía la calidez que, alguna vez se le había sido obsequiada a Katsuki.

Midoriya ya no le pertenecía.

Al fin, llegó a su casa. Entró corriendo, sin molestarse en fijar. Sí alguien había entrado. Estaba tan sumido en sus pensamientos, que jamás se dio cuenta de una segunda presencia.

— Kacchan— lo llamó. El rubio abrió sus ojos y giró su rostro hacia la misteriosa voz.—, ¿qué haces?

— Deku.

Frente a él, estaba un pecoso sonriente. Con sus ojos tan brillantes, que lastimaban a su contrario.

Más, Midoriya no se percató de la opacidad en los ojos de Bakugou.

— ¿Qué estas haciendo aquí, Deku?— contestó, disimulando lo quebradiza que su voz estaba.

— Vine a visitarte.— confundido, el de ojos carmín lo miró.— No fuiste hoy.

— ¿Cómo lo sabes?— interrogó, intrigado.— Tu tampoco fuiste.

La remató.

Las pupilas de Izuku se dilataron, y el rostro aterrado de éste. Causaba risa. Katsuki sintió los nervios del pecoso en el aire.

La atmósfera se estaba poniendo pesada. Y el rubio no era el encargado de evaporarla, si no Midoriya.

— Tienes razón— murmuró.—, Shinsou me avisó.

Se podía deducir lo poco coherente que era eso, Shinsou y Midoriya no eran amigos. Pero, la seguridad y confianza en la que lo decía. Causo un escalofrío en su espina dorsal.

— Midoriya— llamó su atención.—, te amo.

El susodicho se sonrojó fuertemente, desviando la mirada del rubio. Tal vez, avergonzado, por la repentina declaración.

Sonrío. Sus hermosas pecas y su sonrojo, daban una verdadera obra de arte.

— También te amo, Bakugou.

Ambos se unieron en un precioso beso, cargado de sentimientos. Enojo, frustración, tristeza, amor, alegría.

Ese beso era una despedida.

Porque, Katsuki ya no deseaba sentir los labios de Midoriya, junto a los suyos.

Pues, los labios de Izuku eran calientes. Llenos de fuego en su interior, transmitiendo todo eso en aquella unión.

Le quemaba la sensación de sentirse agobiado, quemado. Desnudo, completamente de vidrio, cómo si cualquiera pudiese ver sus emociones fácilmente.

Todo eso sintió en aquel beso, cargado de cenizas. Cargado de los restos de fuego que provocó su amor en ellos.

Más, después de ese día, saldría de la vida de Izuku.

🌙

Ese 11 de Agosto, el joven entendió que, su amor nunca fue puro. Estaba cargado de sentimientos impuros por parte del pecoso. Y que, aquellos besos le dañaban el alma quebradiza que poseía.

Eran unos besos cargados de dolor, aquellos besos de ceniza.

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