xvii. observada.
"¿Alguien quiere un autógrafo y una foto en movimiento? Digo, así duraría más."
Necesitaba despejar su mente. Pasillo por el que caminaba, pares de ojos la observaban queriendo saber todo, saber la verdad. Algunos hasta la juzgaban, Nique ya se había encargado de contarle todas la teorías y rumores que circulaban por el castillo, en torno a los acontecimientos sucedidos en el desayuno del día anterior.
Algunos decían que Olive era adoptada, otros creían que su padre era un líder de una secta, que Altair era un príncipe de una nación y ella sentía envidia... realmente esperaba que el último rumor no llegara a oídos de su hermano, o su ego sobrepasaría el límite de las nubes, casi alcanzando el de James.
Podía lidiar con ello, no le importaba demasiado lo que pensara el resto de ella, había aprendido a vivir con personas juzgándola a cualquier momento, sin embargo, al desayuno hubo un importante anuncio emitido por la directora McGonagall que sí logró ponerle la piel de gallina.
—Debido a la lamentable y espontánea enfermedad que ha atacado al profesor Flitwick esta semana, hemos tenido que recurrir a la búsqueda de un nuevo maestro para la asignatura de encantamientos. —hizo una pausa para acallar los comentarios preocupados de los estudiantes—. Es por eso, que me gustaría darle la bienvenida a Mary Devaulx, la nueva profesora de la asignatura. Brindémosle un fuerte aplauso.
Aquellas palabras fueron suficiente para que la peliazul perdiera el apetito.
Hubo un par de estudiantes de la mesa de Slytherin que aplaudieron, al parecer guiados por el apellido y la conexión con el supuesto rey de las serpientes, pero más que eso no hubo. Sí dio inicio a una serie de cuchicheos en el gran comedor que giraban en torno al apellido, de seguro todos recordando la noticia sobre el arresto del padre de la familia.
—Por tu rostro puedo ver que no estabas enterada, lo lamento. —susurró Frank en su oído.
—Ha sido una encantadora sorpresa, te lo aseguro. —murmuró en respuesta con palabras puras de ironía.
Observó cómo su madre tomaba asiento junto al profesor Slughorn, quien intentaba sacarle conversa, sin embargo la mujer parecía no estar para nada interesada. La peliazul dirigió su mirada a la mesa de Slytherin y encontró a su hermano con sus ojos puestos en ella. Le mantuvo la mirada con seriedad, evitando parpadear, hasta que un tirón de su capa la atrajo de vuelta donde los leones.
—Necesito ir pronto a Hogsmeade por provisiones y unas cuantas ranas de chocolate. —dijo Fred hacia sus amigos—. ¿Me acompañan hoy?
—Yo te acompaño, necesito dosis de azúcar en mi habitación.
—No me digas que comprarás esas ranas de cereza... ¿si sabes que son malas, cierto? —la molestó Dominique—. Aunque, con tus dotes culinarios, podemos sacar alguna que otra conclusión.
El resto del desayuno consistió en las burlas del grupo de leones hacia la cocina de Olive, con las constantes carcajadas de Frank, los vanos intentos de defenderse de la peliazul y un par de apuestas entre James y Madeleine sobre qué sabor de rana de chocolate era la favorita en el gran comedor, incluyendo a algunos profesores.
El sonido de la campana les indicó que las lecciones empezarían pronto, por lo que tuvieron que marcharse y ponerse en camino a su primera clase del día. Saliendo del Gran Comedor, Dominique notó como una chica se escabullía de su grupo de águilas y se acercaba a ellos con un rostro que no denotaba nada bueno.
—Mh, problemas.
Sus mejores amigas la observaron con confusión, pero cuando la voz de Poppy Dumont llegó a sus oídos, comprendieron la situación.
—Vaya, vaya, ¿es qué eres tan tonta que hasta tu madre debe hacerte clases? —su chillona voz se dirigió completamente a Olive, quien rodó sus ojos.
Ya tenía suficiente con la situación de la mañana, no quería más.
—¿Por qué no te metes en tus asuntos? ¿Será que tu vida es tan aburrida que necesitas inmiscuir tu narizota en la del resto?
Dumont enarcó sus cejas con diversión y cruzó sus brazos, en un intento de verse impotente.
—Te crees tan valiente, Devaulx, cuando todos saben lo poco que importas. ¿Tu hermano te ha felicitado por tu cumpleaños? Ya veo que no, era mucho más importante la noticia de tu padre, ¿no crees? —resopló con una sonrisa sarcástica en sus labios—. Dicen por ahí que tu has sido la chivata que se ha contactado con el ministerio y Theodore Nott... te han visto merodear con su hijo los sábados en la noche, quizás que cosas se traen entr-
Las palabras de la Ravenclaw se atragantaron en su garganta al ver como su amor platónico la observaba con molestia y confusión por su presencia.
—¡Jamie! Precioso, ¿cómo estás? ¿Has estado entrenando mucho? ¡Mira esos músculos!
—A pesar de que has sido la única que notó cuánto me he ejercitado, estás molestándome con tus palabras llenas de falsedad. ¿Por qué no te vas y molestas a tu gato? Vaya, aunque ni siquiera estoy seguro si a él le caes bien.
La águila, sorprendida por las palabras del chico, enarcó una ceja y lo observó con intriga. Era la primera vez que el muchacho ignoraba un cumplido de su parte y sabía más o menos quien podría ser la razón de ello.
—Tengo mejores cosas que hacer, permiso. —dijo recuperando la compostura. Pasó por un lado de Olive empujando su hombro mientras sonreía aparentando haber ganado el alternado de palabras.
—Esa chica está loca, no sé qué le dio conmigo.
—Mi teoría es que tiene envidia de tu cabello, aún no me explico lo indestructible que es. —murmuró Fred.
Sus amigos se rieron encontrando algo absurda su teoría, mientras retomaban su camino al segundo piso.
Por su parte, James se encontraba bastante molesto con las palabras de Poppy, ¿cuál era su necesidad de herir a Olive con sus palabras? Sabía con plenitud que su amiga era fuerte y no hacía caso a gente como Dumont, sin embargo la semana no había sido del todo buena para ella, así que entendía si las palabras le habían afectado un poco.
El vapor que desprenden las pociones dentro de los calderos ayudan a Olive a relajarse. Algunos escuchaban música, otros comían o leían libros para calmar sus pensamientos, mientras que la peliazul prefería internarse en las mazmorras, cortar ingredientes, pesarlos y revolverlos en su caldero para crear un brebaje que lograra funcionar bien y cumplir su cometido en la vida.
Era como cocinar, los sentía muy parecidos, pero podía notar las claras diferencias al momento de ver los resultados. Sus postres no sabían bien, mientras que sus pociones lograban su objetivo de inducir el sueño, por ejemplo.
—Luces cansada, ¿has dormido mal estos días? Ya sabes... después de lo que sucedió en tu cumpleaños.
Olive observó a Maddie haciendo una leve mueca con sus labios. La verdad es que había dormido bastante mal, el insomnio la atacaba cada noche y le impedía conciliar el sueño hasta unas horas antes de que sonara la alarma. Como era habitual, no quiso preocupar mucho a su amiga, así que modificó la situación a su favor.
—Solo estoy agotada con los deberes que nos han dado, no te preocupes. —le regaló una sonrisa de tranquilidad, antes de fijar nuevamente su vista en los polvos de acónito que había conseguido luego de machacar sus hojas.
Sí era verdad que, con las semanas aproximándose a la temporada de exámenes, los profesores se habían empeñado de dejarles un montón de deberes y ensayos con el fin de pulir sus habilidades y así estar más preparados para las evaluaciones finales. Junto con ello, debía admitir que a momentos le dolía el cuello, donde había aparecido la marca extraña, lo que usualmente ocurría en las noches impidiéndole dormir. Cuando ocurría, daba unas cuantas vueltas en su cama tratando de olvidarlo y conciliar nuevamente el sueño, pero fallaba dejando que su mente fuera víctima del ardor que sentía.
—Te entiendo. Bins especialmente con su infinidad de informes que nos ha dejado, ¿realmente cree que me interesa a mi saber cuantas esposas tuvo el rey de las hadas y cuantos hijos tuvo con cada una? no me va la infidelidad, no no.
Sonrió con la elocuencia de Madeleine antes de continuar con el trabajo de aquella clase.
Prefirió revisar el texto de la clase antes de continuar propiamente tal con la poción, confiaba en su memoria, pero siempre era bueno ser precavido. Mejor prevenir que lamentar. La receta indicaba que se fueran añadiendo de a poco los polvos, mientras se revuelve el líquido contra las manecillas del reloj, por un minuto. Machacó las hojas de romero, para producir polvo de ello y así seguir las instrucciones.
Lo siguiente que el texto indicaba era pesar unos cuantos gramos de aguijones de billywig, hasta alcanzar medio kilo, para ir añadiéndolos de apoco al brebaje. De reojo, observó cómo el profesor Slughorn se paseaba por el salón con ambas manos en su barriga, algo a lo que Olive ya estaba acostumbrada. Para finalizar, añadió dos gotas de esencia de ajenjo, tornando el líquido a un color rojizo.
—Eres demasiado rápida, traspásame tu habilidad, por favor. —murmuró Fred frente a ella.
La peliazul observó de reojo su caldero e hizo un puchero al notar que ya no había vuelta atrás... la poción del pelirrojo estaba arruinada.
—Fred, tendrías que haber revuelto la poción al mismo tiempo que añadías los polvos de romero, ¿lo haz hecho?
—No, porque el libro dice claramente que debo hacerlo después de haber añadido el romero. —Weasley se encogió de hombros sin darle mucha importancia.
—Si te lo dice una integrante del club de las eminencias es por algo, Canuto. —susurró Madeleine
El rostro de Fred fue perdiendo el color a medida que sus ojos leían las instrucciones de la poción. Como mencionó su amiga, revólver el menjunje era una acción que se realizaba al mismo tiempo que se añadía el romero.
—Bueno, —empezó a decir con un rostro serio, hasta que sus labios comenzaron a formar una sonrisa traviesa—. no es nada de que preocuparse. Slughorn nunca espera mucho de mi, una nueva decepción ni significará nada.
Maddie se encogió de hombros.
—No oigo más que verdades.
Olive soltó una pequeña risa y se encogió de hombros, no replicó; ya estaban en sexto año y si Fred continuaba estudiando pociones sin desaprobar, no había excusa para reprocharle ahora.
Decidió concentrarse en finalizar su trabajo, aunque no culpaba a sus amigos, había empezado a notar que cada vez más perdía la concentración con cualquier cosa. Caminó entre las mesas del salón hasta llegar al armario de los ingredientes y los instrumentos de pociones. Escogió un pequeño frasco con tapón y lo llevó hasta su mesa de trabajo, sonriendo levemente al notar que era la primera en finalizar.
Apagó el fuego bajo su caldero y, con un cucharón grande, sacó una gran cantidad de poción sirviéndola en el frasco. Una vez sellado, lo puso en un bolsillo de su capa para mantenerlo allí mientras limpiaba su área, no quería que se rompiera.
Terminó de limpiar, fue a dejar el frasco con la muestra sobre la mesa de Slughorn y volvió a su puesto para ver si podía ayudar a sus amigos sin que el mayor del salón lo notara.
Las horas pasaron rápido. Al salir de su tercera clase en la mañana, la situación de la mañana no distó mucho. La gente susurraba a sus costados, algunos ni siquiera mantenían la voz baja, y la observaban con miradas de extrañeza, hasta miradas de asco logró notar entre la muchedumbre que se dirigía al gran comedor.
—Solo ignóralos, Live, sus vidas son tan insignificantes que no saben en que meterse.
Pensaba hacerlo, no tenía ningún problema en cerrar sus oídos a aquellos quienes proferían palabras malas hacia su persona, sin embargo la presencia de su hermano logró rebalsar el vaso y hacerla sentir inferior.
—¿Estás contenta? Todo esto es tu culpa, bastarda.
Antes de que alguno de sus amigos pudiera decir algo en defensa de ella, negó hacia ellos y cerró sus ojos dando un suspiro con sus labios. Sintió como su apetito desaparecía, por lo que cambió el rumbo de sus pies y se dirigió en silencio a la sala común en busca de algo de paz, dejando a Altair satisfecho con lo que provocó su comentario.
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