xiii. pista.
"Perfecto, se viene la revolución zombie, estoy preparada."
Para la llegada de navidad, el banquete que se realizó había superado todas las expectativas de Olive. Le parecía increíble y admirable los buenos cocineros que eran los elfos, además de lo precioso que había quedado el gran comedor gracias a las decoraciones navideñas que algunos alumnos y profesores habían hecho.
Un mínimo de cinco árboles enormes llenos de adornos de colores, caramelos y pequeños Santa volando por sus ramas resguardaban el lugar que solía tener las cinco largas mesas. Del cielo encantado caían serpentinas doradas que se enrollaban con magia en una suave danza, música acorde a la época se oía por todo el lugar haciendo todo mucho más mágico y acogedor. Además, si uno observaba bien cada rincón del gran comedor, podría notar como pequeños muérdagos se asomaban sorprendiendo a los pocos estudiantes allí.
La cantidad de estudiantes era mínima, en comparación al resto del año. De hecho, era costumbre que cada día de vacaciones, a la hora del desayuno, almuerzo y cena, se utilizara solo una mesa larga que pudiera incluir a los profesores y alumnos que se quedaban en el castillo. Aquella noche del veinticuatro de diciembre, una preciosa mesa centraba el lugar con comida y decoraciones de todos los colores.
—¡Feliz víspera de navidad para todos!
La directora McGonagall le dio la bienvenida al sexteto de Gryffindor cuando ingresaron al gran comedor, indicándoles con la mirada que cogieran un gorro de navidad y tomaran asiento en su lugar correspondiente.
Era realmente bonito poder disfrutar la comida con gente de otras casas, casi no existían los prejuicios en esos momentos, lo que lo hacía mucho más ameno. Los profesores aprovechaban el tiempo para conversar con los alumnos, especialmente la directora McGonagall, quien se encargaba de recalcar las reglas y, de vez en cuando, contar alguna anécdota de los tiempos de antaño cuando enseñaba transformaciones.
—Me gustaba pasearme por los pasillos en mi forma animaga, para estar pendiente de los estudiantes. —relataba un día a la cena—. No le digan a nadie esto, pero me encantaba ver los rostros de sorpresa de los de primer año cuando estaban rompiendo alguna regla y, ¡sorpresa!, el gato que los observaba se convertía en una profesora.
—Minnie, eras malvada. —murmuró James con los ojos abiertos en exageración y las manos sobre su pecho.
—Señor Potter, eso es mínimo en comparación a la cantidad de cabellos que me ha hecho perder con todas las travesuras que hace.
—Pero las risas nunca faltan, ¿no?
—Profesora, déjeme decirle que usted ha sido la mejor directora que he conocido.
—Si Olive, quien ha estado en dos escuelas de magia, lo dice, yo le creo. —secundó Dominique dando un golpe en la mesa, provocando que un chico de segundo de Hufflepuff diera un respingo y se alejara un par de centímetros—. Ay, perdón.
—Gracias por tus palabras, Olive, solo he visto a Madame Maxime una vez y no interactúanos mucho, ambas estábamos ocupadas de mantener a los campeones de nuestras escuelas con vida.
—¡Fue cuando mi padre ganó el torneo y regresó...! Ah, sí, ese año. —James se calló de improviso al recordar bien lo que había sucedido cuando su padre salió del laberinto y relató lo sucedido en el cementerio.
La directora suspiró profundamente, como si recordar los años específicos en los que la generación de Harry Potter estudió le doliera.
—¡Este pastel de bayas está delicioso! —gritó Fred tratando de aligerar el ambiente, sirviendo un pedazo del pastel en cada plato, sin esperar respuesta.
—¿Cómo era la navidad en Beauxbatons, Live? —preguntó Frank a la peliazul. Su pregunta generó curiosidad entre sus compañeros, hasta en la directora, quienes observaron a la chica pacientes por la respuesta.
—Era tradición que se celebrara un baile, de hecho allá aman los bailes y usaban cualquier excusa para hacer uno. —dio un sorbo de la gaseosa de fruta antes de continuar—. Los primeros años los disfrutaba, pero luego era aburrido tener que elegir vestido, y ni piensen en reutilizar alguno, porque todos conocen tus vestidos, claro que si.
—Alguna vez me gustaría usar un traje, ¿por qué siempre debemos usar vestido? —murmuró Maddie casi para sí misma.
—Te verías preciosa en uno, estoy segura. —apuntó Olive.
La noche continuó entre charlas y comida. A Devaulx le encantó escuchar anécdotas de sus amigos en sus primeros años en Hogwarts, mientras que a ellos les fascinó oír chismes y secretos sobre Beauxbatons. La directora de vez en cuando hacía preguntas o daba su opinión respecto a un tema, se veía lo contenta que estaba con sus alumnos, quizás recordando tiempos y generaciones anteriores.
Fue una noche que Olive atesoraría siempre.
Sí se sorprendió un poco al ver los regalos alrededor de su cama. No estaba acostumbrada a ver tantos, de pequeña los primeros regalos que recibió fueron unos dulces sabor cereza que Altair le había dado, cuando aún mantenía un poco de humanidad en su ser.
Sus padres se mantenían a la raya regalándole un par de vestidos antiguos de su madre y, si estaban de buen humor, unos pocos galeones. Aunque cada año disminuía más la cantidad de monedas que recibía.
Aquel año, su mente rápidamente relacionó los regalos con sus amigos. Los subió a su cama para poder abrirlos más cómoda.
Madeleine y Dominique habían despertado no muy antes que Olive, y observaban la habitación con encanto. Al parecer, los elfos se habían encargado de decorar con motivos navideños toda la habitación dejándola preciosa.
—Oh, Olive te adoro demasiado.
Las palabras de la pelirroja sacaron a la peliazul de su ensoñación provocando que sonriera con diversión al ver a su amiga. Había decidido regalarle a todos sus amigos unas galletas de su sabor favorito respectivo, junto con algo más. En el caso de Dominique, había agregado un póster de su equipo favorito de Quidditch, en el que la capitana saludaba con una sonrisa y lanzaba una quaffle en la dirección del espectador.
—Están deliciosas, Livie. ¿Cómo supiste que me gustaban las galletas de limón?
—¿Será porque le echas limón a todo lo comestible? No sé cómo no te ha dado acidez con todo lo que tomas. —la peliazul hizo rodar sus ojos divertida mientras se burlaba de Madeleine.
—¡Abre mi regalo! —la Weasley le gritó con un puñado de galletas en la boca mientras apuntaba un paquete en específico.
Olive lo tomó entre sus manos y lo abrió, encontrándose con un libro de datos curiosos sobre el cabello de uno. Soltó una carcajada y la miró con intriga.
—Habías dicho que no sabes cómo te quedó el color azul en el cabello, quizás ahí encuentres algo interesante.
—Es increíble, muchas gracias, Nique, realmente espero me resuelva un par de dudas. —le lanzó un beso, totalmente agradecida.
Prosiguió a abrir el regalo de Madeleine, al verlo, rápidamente formó un puchero con sus labios como reflejo.
—¿Cómo? Merlín, están muy bonitas. —susurró mientras sacaba de entre el papel un par de fotografías en movimiento.
En la primera estaban las tres chicas riendo sentadas frente al lago negro y en la otra estaban junto a los muchachos, uno de los días que habían salido a Hogsmeade y se habían atiborrado de botellas de cerveza de mantequilla.
—Mientras le pagues a algún chico de tercero, excelente. ¿Te gustan? Tengo muchas más, pero estoy preparando un álbum para luego multiplicarlo y darle una copia a cada uno.
—Eso es muy dulce, Maddie, en serio muchas gracias, lo aprecio mucho.
La peliazul se levantó de la cama y abrazó a ambas totalmente agradecida con los presentes. Volvió a su cama para continuar abriendo los regalos, recibió algunos libros sobre pociones y medimagia de parte de Frank y Lorcan, mientras que de parte del otro par de chicos obtuvo algunos objetos de bromas. De Lily recibió un peluche de un puffskein color azul como su cabello, el cual le encantó. Albus y Scorpius se pusieron de acuerdo en obsequiarle dulces, los cuales de inmediato probó hambrienta. Zander, su compañero en las sesiones de estudio en la enfermería, le regaló un par de ranas de chocolate que realmente apreció, debía darle las gracias.
Casi al fondo de todos los presentes, había un paquete envuelto en un papel parecido a un pergamino. No se veía por ningún lado alguna nota que dijera el remitente, lo que la extrañó.
—¿Es de alguna de ustedes esto?
Ambas compañeras de habitación negaron, antes de volver a concentrarse en sus propios regalos.
Supuso que, como estaba junto a su cama, era para ella, por lo que decidió abrirlo, para ver si dentro venía algo que dijera más. Dentro se encontró una pequeña caja de madera, sin ningún cerrojo que impidiera abrirla, y un pedazo de pergamino lleno de símbolos extraños, con lo que parecían ser su significado. Se le hicieron sumamente familiares, estuvo uno segundos pensando que podrían ser hasta que logró darle conexión con el oscuro diario que había encontrado hace un tiempo en sus cosas.
Rebuscó en su mesita de noche el susodicho diario y, una vez en sus manos, se dirigió a una página específica en donde un texto lleno de los mismos símbolos que el pergamino la observaban.
—¡Chicas! Creo que puedo traducir un pasaje del diario, miren.
Le mostró el código a sus amigas antes de tomar un pedazo de papel en blanco junto a una pluma para empezar a traducir. Tardó un par de minutos en traducir un peldaño de las anotaciones, no era mucho, pero sí era un buen avance.
—Escuchen. —se aclaró la garganta antes de comenzar a leer los párrafos.
"En el antiguo Egipto, una mínima parte de la alta sociedad estaba conformada por hechiceros, quienes trabajan bajo las órdenes de los faraones.
Estos, deseosos de poder, habían mantenido a lo largo de todas las dinastías un único propósito y meta en su vida, el cual se alejaba completamente de sus limitaciones, lo que ponía en manos de todo a los hechiceros. Aquel misterioso deseo se trataba de la vida eterna, ansiaban la inmortalidad. Lamentablemente, la mayor parte de ellos no logró su acometido y fallecieron cediéndole el control al siguiente faraón.
Años y años de esfuerzo por parte de los magos, generaciones muertas, hasta que finalmente lograron hallar la fórmula necesaria..."
—¿Inmortalidad? Leí alguna vez sobre este tema y la religión egipcia, pero eran solo rumores; mitos. —murmuró Maddie rascándose el mentón—. Este texto afirma que es verdad, y además explícita que lograron obtenerla.
—No logro entender todo esto, ¿qué tiene que ver contigo, Olive?
—Esperen, acá hay otro texto que puedo traducir con el código, aunque solo son un par de frases. —logró agarrarle la técnica a la traducción y, como ahora eran muchas menos palabras, demoró menos tiempo en tener el texto traducido—. Dice algo de una profecía... la profecía de la controladora.
—¿No es así como...? No, no puede ser.
—¿Qué? ¿Qué es? —preguntó Dominique confundida.
—La dedicatoria que tenía el diario, iba dirigido a una controladora.
Devaulx dejó el diario sobre sus piernas y observó con algo de miedo a sus amigas. Tenía dos opciones, esto era una broma de mal gusto o de verdad alguien estaba dejándole pistas sobre una profecía que la envolvía a ella.
—Es... es imposible. No puede estar dirigido a mi todo esto, ¿pero como llegó a mi cama? Merlín, si la persona se hubiera equivocado al darme el diario, ¿por qué ahora me daría esto? —entrecerró sus ojos mientras pensaba en más posibilidades, pero nada le hacía sentido.
—¿Qué más dice el diario? —preguntó Nique sopesando la información.
—Creo que es una parte de la profecía, pero ¿a ustedes les hace sentido todo esto? Digo, ¿por qué yo?
—No mucho, la verdad, todo es muy extraño, creo que por el momento debemos recabar toda la información que podamos.
—Sí, tienes razón. Leeré.
"(...) En sus manos estará el destino mágico
El día de su decimosexto cumpleaños el poder nacerá y con él triunfará..."
—Suena a que se aproxima una guerra, no me gusta para nada esto. —susurró Dominique, su familia había sufrido demasiado en la batalla de Hogwarts, no quería más sufrimiento.
Olive dejó a un lado todos los papeles y el diario. Podía notar el tenso ambiente que se había formado en la habitación.
—Mejor olvidémonos de todo esto, debe ser una broma de mal gusto. ¿Por qué no mejor bajamos a desayunar? Debo agradecerle a los chicos por los presentes, ¿vamos?
La rubia y la pelirroja rápidamente asintieron y las tres bajaron a la sala común en sus pijamas, las preocupantes palabras que tradujeron las habían hecho tensar los nervios, pero harían lo posible para que aquello no les impidiera disfrutar la navidad, además de no decirle nada a sus amigos para no preocuparlos.
Que esto sea una preocupación para la Olive del futuro, pensó la peliazul antes de sonreírle a Fred y olvidar el tema.
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