Capitulo X : El príncipe Alberic y el Cuervo (III/III)
III
Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys. Aaberg, reino de Augsvert.
Aren
Esa noche no pude dormir bien. En realidad, no lo había hecho desde que regresé a Augsvert a pesar de que mi cama era más cómoda que cualquiera en donde había dormido en las últimas seis lunaciones y las luminarias que flotaban cerca del techo alto calentaban de manera agradable la recámara. Los cristales de las ventanas se hallaban cerrados y las cortinas corridas de manera que no había corrientes de aire molestas que impidieran mi descanso y, sin embargo, yo no lograba hacerlo.
Di otra vuelta sobre el colchón hasta que, resignado a no poder dormir, me levanté. Me coloqué la túnica larga para abrigarme y abandoné mi habitación.
La casa se hallaba en penumbras, era de madrugada y mis padres dormían al igual que todos los sirvientes. Caminé hasta la cocina, encendí una luminaria y decidí prepararme una infusión. Una vez que tuve listo el té, lo serví en una taza de porcelana, me senté a la mesa y me dediqué a dejar vagar mi pensamiento, el cual recayó de inmediato en Soriana.
Esperaba que ella y Keysa se encontraran bien y que hubiesen podido averiguar algo que nos pusiera en la verdadera pista tras el hechicero oscuro. Evoqué todas las noches que habíamos pasado juntos en las últimas seis lunaciones y aquellas en las cuales ella y yo llegamos, incluso, a dormir en la misma cama.
Quizá era a ella a quien extrañaba, tal vez ya nunca más podría dormir bien sin ella a mi lado. Entre sorbos de té comencé a imaginar una vida junto a Soriana, no me importaba que fuera en Augsvert o fuera de él, siempre que ella estuviera, para mí sería suficiente.
—Tengo que decirle a Englina cuanto antes, debo romper el compromiso. Seguramente se pondrá furiosa al igual que su madre.
Días atrás la reina madre había mostrado una faceta, hasta entonces, desconocida para mí. Parecía sentir rabia y celos de su hermana, mientras que lara Moira era todo lo contrario. Descubrir que ella y la reina Seline se amaban había sido toda una sorpresa.
—Si ellas eran amantes y lara Moira siempre estaba con Seline, debe conocer todos sus secretos —me dije a mí mismo—. Estoy seguro de que sabe a quién le juró Seline el segundo gefa grio.
Me llevé la taza a los labios mientras reflexionaba. Moira no me decía todo lo que sabía, quizá para proteger a Seline. Tal vez ese segundo gefa grio implicaba algún secreto vergonzoso. Como fuere, debía interrogar de nuevo a la capitana y descubrir si ocultaba algo.
Por la mañana, al mirarme en el espejo de bronce para rasurarme, el reflejo me devolvió una mirada cansada y ojerosa. No obstante, me eché agua fría y terminé de arreglarme. Me despedí de mis padres y me fui rumbo al castillo para encontrarme con lara Moira.
De día, la Necrópolis perdía la fría majestuosidad que la envolvía en la noche. La luz del sol dotaba las blancas paredes de serenidad y hermosura; las estatuas que custodiaban la entrada no parecían que en cualquier momento cobrarían la vida de los invasores, sino guardianes silenciosos del paso del tiempo y el reposo eterno.
Lara Moira y yo nos detuvimos frente a las altas puertas de madera, cuyo color negro contrastaba de forma salvaje con la blancura del edificio.
—Gracias por acceder a acompañarme, comandante —le dije antes de franquear los hechizos de las puertas.
—Me interesa mucho saber quien tiene el alma de la reina Seline esclavizada, haría cualquier cosa por ayudaros a descubrirlo.
Asentí y juntos comenzamos a dibujar las runas que anularían los hechizos que bloqueaban la entrada. Un instante después, caminábamos bordeando las tumbas de antiguos reyes y héroes, hasta que llegamos al centro, donde se encontraba la estatua del rey Sorien y a su derecha la tumba de cristal donde reposaba la reina Seline.
Moira se acercó. Hizo una profunda reverencia y con las manos aferradas en los bordes dorados del sarcófago, observó el cuerpo de la reina en su interior. El rostro de la comandante se cubrió de tristeza, sus labios se movieron como si le susurrara algo a aquella que yacía adentro. Le di unos instantes de privacidad antes de acercarme.
—He examinado muchas veces los remanentes del savje que permanecen en esta tumba —dijo ella cuando me aproximé—, no he encontrado nada.
—Tampoco yo —le dije.
—Entonces, ¿de qué forma averiguaremos quién robó la espada? —Los ojos oscuros me miraron bajo la sombra que arrojaban sobre el rostro moreno, el ceño fruncido de la comandante
En realidad, yo no quería volver a examinar la tumba, estaba seguro de que no encontraríamos nada allí. Yo deseaba interrogar a solas a la comandante y ¿qué mejor sitio que frente a la tumba de la reina muerta? Si ella la amaba como me había parecido, no mentiría.
—Lara Moira, creo que la persona con la que la reina Seline hizo el gefa grio podría estar implicada en el robo de su espada y en la esclavización de su alma. El gefa grio es un juramento que prevalece más allá de la muerte, une las almas de dos hechiceros. Si la reina se lo juró a alguien, ese alguien pudo aprovecharse de la alianza para convocarla luego de su muerte, para convertirla en draugr y, luego, la misma Seline pudo ser quien convocó su propia espada. Es la única explicación posible.
Lara Moira me observaba con una expresión rígida en el rostro, yo continué hablando:
—Ya interrogamos a todos los miembros de la Asamblea que juraron el gefa grio el día de la masacre hace trece años, ninguno de ellos ha estado en contacto con magia de Morkes. Solo nos queda averiguar la identidad del hechicero con el que la reina juró el segundo gefa grio. Si vos lo sabéis, os pido que lo digáis, puede ser quien esté detrás de todo esto.
Lara Moira apretó los dientes y giró hacia el ataúd, le dedicó una larga mirada a la reina dentro. En ese momento estaba más seguro que nunca, ella lo sabía.
—Lara Moira...
La capitana exhaló y fijó en mí una mirada oscura e intensa.
—Debéis jurar que no diréis una sola palabra de lo que os voy a contar, lars, la reputación de Seline está en juego, así como la legitimidad del trono.
Fruncí el ceño, confundido. ¿El trono? ¿Qué tenía que ver el trono de Augsvert en todo esto?
—De acuerdo, os juro que no diré nada.
Moira volvió a suspirar y dijo mirando el ataúd:
—Perdóname, Majestad, pero antes que todo estáis vos. Haré lo necesario por cuidaros aún en la muerte, como tu fiel guardiana.
Sus hombros se hundieron un poco y cuando me miró de nuevo, ella parecía muy cansada y triste.
—Fue unos días antes de que Seline muriera, hacía poco había ocurrido la Asamblea roja y muchos sorceres todavía se mostraban recelosos con ella. Tampoco terminaban de aceptar a la princesa Soriana como futura reina. Era un momento político difícil, no sabíamos si todavía quedaban traidores a la corona escondidos por ahí. Seline estaba decidida a retener atoda costa el trono para Soriana. Esto os lo cuento para que podáis entender por qué la reina hizo lo que hizo, para que no la juzguéis, lars.
Los ojos de lara Moira volvieron a deslizarse melancólicos sobre el sarcófago antes de continuar:
—Dama Dahlia pidió una audiencia con la reina Seline para que escuchara a su hijo Dormund. El muchacho estaba enamorado de una joven sorcerina miembro de la familia Narson. A pesar de que él le había salvado la vida a la princesa Soriana en uno de los atentados, los padres de la joven no le permitieron cortejarla. Dormund quería que la reina interviniera.
Yo asentí cada vez más intrigado por el relato. No alcanzaba a entender de qué forma Dormund y Erika estaban involucrados.
—Seline accedió, ella sentía mucha simpatía por Dama Dahlia. El día en que recibió al joven yo estaba con la reina. Dormund era un muchacho apuesto y elegante, muy sereno, tenía una mirada inteligente. Él expuso lo que deseaba. Tal como imaginamos, era cortejar a Erika, quien nos dijo, se hallaba en cinta; sin embargo, la familia de ella se oponía. Seline le explicó que intentaría disuadirlos, pero no podía obligarlos. Los Narsson eran muy orgullosos, su genealogía podía ser rastreada hasta los primeros sorceres fundadores de Augsvert. En el fondo, Seline y yo sabíamos que jamás consentirían que su preciosa hija se uniera con el hijo de una criada por muy hechicero prodigioso que fuera.
»Seline le explicó todo eso al muchacho. Recuerdo que Dormund se dejó caer en uno de los sillones, abatido. La reina le dijo algunas palabras de consuelo, pero entonces, él sacó un pergamino bastante gastado y se lo entregó a ella. Seline lo tomó y en cuanto comenzó a leerlo palideció, creí que se desmayaría; sin embargo, se repuso de inmediato y encaró al joven: «¿cómo osáis chantajearme con esto?» le preguntó, enojada. Recuerdo bien su rostro enfurecido. «¿Qué es lo que pretendéis, Dormund?» volvió a preguntarle ella y me entregó la carta.
«Nada» contestó el chico. «No quiero nada, no quiero el trono, no voy a reclamarlo si vos me permitís irme de Augsvert con Erika. No deseo saber nada de vosotros, lo único que habéis hecho es despreciarme, sin embargo, no quiero nada vuestro. Os podéis quedar con la carta si me ayudáis a escapar.»
Lara Moira hizo una pausa y yo la miré cada vez más confundido, no comprendía nada.
—¿Qué decía esa carta? —le pregunté a la comandante—. ¿Qué poder tenía como para chantajear a la mismísima reina Seline?
—Dormund era hijo del rey Sorien y dama Dahlia, un hijo bastardo, pero un hijo al fin.
Me tambaleé sin poder creerlo. ¿Dormund hijo del rey Sorien? Entonces era el hermano de Soriana.
—¿Entendéis las implicaciones que eso tenía en aquel entonces, lars? El clima político era tenso, muchos no querían a Soriana de heredera y la mayoría no perdonaba la masacre que había perpetrado Seline. Si aparecía un hijo de Sorien, aunque fuera ilegítimo, los que adversaban a Seline lo tomarían como su bandera, buscarían que reclamara el trono, se desataría una guerra civil en Augsvert. Cuando leí la carta, de inmediato supe que Dormund debía morir, Seline también estaba consciente de eso. —Lara Moira rio con algo de sarcasmo—. Creo que el chico también lo sabía, como os dije, tenía una mirada inteligente y antes de que le rebanáramos el cuello en ese salón, él nos dijo que juraría gefa grio, que nunca reclamaría el trono de Augsvert y que una vez saliera del reino, jamás regresaría.
Lara Moira hizo un breve silencio y yo me di cuenta de que estaba temblando. Gracias a ese plan, Dormund y Erika murieron trágicamente. Tenía miedo de conocer el resto de la historia, de saber la verdad detrás de la muerte de mi amiga.
—¿Y vosotras qué hicisteis? —pregunté llenándome de valor
Lara Moira me miró con una sonrisa ladeada. Tenía la impresión de que ella era capaz de muchas cosas y no todas apegadas a lo correcto.
—¿Qué creéis que hicimos, lars? La princesa Soriana estaba convencida de que su madre mandó a asesinar a su amiga Erika y a Dormund. ¿Vos también lo creéis? Os seré sincera, le insistí a Seline para que lo hiciera, pero ella se negó. Sentía un afecto especial por dama Dahlia, una especie de sororidad con la mujer, no podríais entender sus motivos. En fin, Seline hizo el juramento con el chico, ella se comprometió a ayudarlos a salir de Augsvert y él a que no regresaría ni reclamaría el trono jamás. La situación se resolvía de la mejor manera posible.
Giré hacia un lado y vi la estatua del rey Sorien, me pregunté si el rey tenía conocimiento de que Dormund era su hijo. Llegué a la conclusión de que debía saberlo. En la época de mis estudios siempre creí que Dormund asistía al palacio Adamantino debido a sus extraordinarias cualidades como hechicero, pero ahora me daba cuenta de que no era así. El rey tenía que saberlo, tal vez fue esa la única concesión que le hizo a la madre del muchacho: educarlo como un sorcere. Y la reina Seline, ¿lo sabría desde antes de que él le entregara la carta?
—¿La reina Seline y el rey Sorien sabían de la existencia de Dormund?
Lara Moira rio.
—¡Claro! ¡Sorien siempre lo supo! Tenía varias amantes en el castillo, tal vez tenga otros hijos por allí que desconocemos. Seline también lo sabía. Ella le tenía mucho aprecio a dama Dahlia, estaba convencida de que la criada no se metía en la cama de Sorien por elección propia. Cuando supo de la existencia del niño y que este tenía magia, le insistió a Sorien para que le permitiera educarse en el palacio Adamantino, el rey accedió. La carta que Dormund tenía era una que Seline le escribió a Sorien pidiéndole que aceptara dejarlo ir al palacio Adamantino, porque era su hijo. ¿Imagina una carta con el sello de la reina que dice que el rey tiene otro hijo? ¿Cómo la obtuvo Dormund? Seguramente a través de su madre, que la robó, ella tiene acceso a todo el palacio flotante.
—Dormund era mayor que Soriana —dije y mi voz me sonó extraña, con una resonancia hueca en aquella sala poblada de tumbas—, él era el legítimo heredero del trono de Augsvert.
—¿El legítimo? —lara Moira rio—. Dormund era un bastardo, jamás tendría más derecho al trono que la princesa Soriana.
Ella hablaba con tal desprecio que tuve dudas.
—¿Vos los asesinasteis? ¿A Dormund y a Erika?
—No hizo falta, lars. A ellos los mató la familia Narsson, prefirieron no tener hija a que esta los deshonrara casándose con un sirviente.
Fruncí el ceño y caí en cuenta de que todos los Narsson habían sucumbido a la muerte de diferentes formas. Si Dormund viviera tendría poderosos motivos para haberlos asesinado y sí, como yo lo hice, hubiese pensado que la reina Seline estaba implicada en el complot de la muerte de Erika, también a ella la odiaría y querría vengarse, así como de todos los sorceres de Augsvert que lo habían despreciado.
Pero Dormund estaba muerto, ¿verdad?
—¿En qué estáis pensando, lars? —Lara Moira me miraba con atención.
—¿Os consta que Dormund y Erika están muertos? Si estuvieran vivos, ambos tendrían muchos motivos para odiar Augsvert.
Lara Moira cambió la expresión de burla por otra concentrada, de pronto, me miró sorprendida.
—No pude asistir al funeral de la chica Narsson. Inmediatamente después de su fallecimiento ocurrió la tragedia con Seline y Soriana, pero sé que la velaron y la enterraron, muchos sorceres asistieron. Así que supongo que hubo un cuerpo. Del chico no estoy segura, era el hijo de una sirvienta, así que no lo sé.
—Creo que tenemos que entrevistarnos con Dama Dahlia.
Sin perder tiempo, regresamos al palacio Flotante, encontramos a la mujer dando órdenes a las cocineras. No me pasó desapercibido el leve temblor de sus labios cuando le dijimos que deseábamos hablar con ella. Sin embargo, no se opuso y, solícita, nos acompañó hasta el despacho de lara Moira en el edificio de la guardia.
Jamás había estado en esa parte del castillo Flotante. El edificio de la guardia contaba con los barracones destinados a la guardia azul —que era la encargada de cuidar a la familia real—, arenas de entrenamiento, la armería y las caballerizas de los soldados. Las dependencias de Lara Moira se encontraban en la parte baja, detrás de la arena de entrenamiento, pero un poco alejadas de ella. Entramos a un salón bastante grande y adornado con muebles tanto elegantes como simples en su diseño: mesas de madera sólida y pulida, Estantes con libros, espadas en sus vainas y otras exhibiéndose en urnas de cristal en los entrepaños de anaqueles brillantes. De las paredes colgaban los estandartes de la casa Sorenssen, Nass, de la guardia azul y del reino de Augsvert.
La comandante nos invitó a tomar asiento mientras ella tomaba una jarra y copas de un armario, nos sirvió vino de pera. Cuando fue a ofrecerle la bebida a dama Dahlia esta se ruborizó, tal vez apenada de que la comandante le estuviera sirviendo a ella.
—Por favor, no os avergoncéis —le contestó Moira, entregándole la copa.
Dama Dahlia inclinó la cabeza al recibirla y yo decidí explicarle el motivo de haberle pedido que nos acompañara.
—Os agradezco profundamente que hayáis aceptado. Veréis, queremos hablaros de vuestro hijo.
Ella respingó y alternó en ambos una mirada confusa.
—¿De Dormund?
—Así es —le contesté—. Él fue mi compañero en el Palacio Adamantino, sé que una de mis mejores amigas lo amaba y nunca os he preguntado por la tumba de él. Ahora que he regresado a Augsvert me gustaría darle mis respetos. ¿Dónde yace enterrado?
La miré con atención. Ante mi pregunta, la dama Dahlia agachó la cabeza y se retorció las manos sobre el regazo, parecía genuinamente afectada.
—Nunca hallaron el cuerpo de mi hijo, los soldados me dijeron que tal vez había caído al río.
El corazón me dio un vuelco. Lara Moira y yo nos miramos, tal vez Dormund si estaba vivo.
De pronto, la comandante dio un paso al frente y muy rápido dibujo los símbolos que conformaban la runa de alahor, con un movimiento de su mano hizo que esta se desplazara y fuera a estrellarse sobre la mujer sentada frente a nosotros. Los ojos de ella se abrieron por la sorpresa y luego su mirada se vació por completo.
—¡¿Qué estáis haciendo, lara Moira?!—pregunté escandalizado de que ella usara esa runa con la mujer.
—No hay tiempo para vuestro interrogatorio delicado, lars. Además, la escuchasteis, lo más probable es que Dormund viva y yo tengo que estar absolutamente segura de que lo que ella contará será la verdad. Tenemos poco tiempo antes de que el hechizo pierda efecto.
Suspiré y dejé atrás mis reservas y mi honestidad, no era bien visto entre sorceres dominar la mente de los comunes a través de esa runa.
—¿Vuestro hijo vive, dama Dahlia? —preguntó la comandante sin rodeos.
—Espero que sí —contestó la mujer con voz inexpresiva—. Nunca encontraron su cuerpo.
—¿Pero no estáis segura?
—No.
—¿Era vuestro hijo un hechicero oscuro, dama Dahlia?—le pregunté yo y ella de nuevo negó—. ¿Fuisteis vos quien le entregó la carta a Dormund que revelaba que él era el hijo del rey Sorien?
—Sí.
—¿Sabéis quién robó la espada de la reina Seline?
—No.
Mire a lara Moira que parecía bastante decepcionada, el interrogatorio no había arrojado ninguna pista. Dormund podría estar vivo o muerto, lo cierto era que si estaba con vida no había contactado a su madre.
Esperamos que el efecto de la runa decayera. Dama Dahlia parpadeó un par de veces y yo retomé la conversación como si nada hubiese sucedido.
—Es una pena, me hubiese gustado presentarle mis respetos a la tumba de vuestro hijo. ¿Y cómo ha estado la reina Engla? —hice la pregunta para que nuestro interrogatorio no sonara demasiado sospechoso—. Los nervios suelen trastocarla bastante.
—Oh, la reina es muy buena, se recupera poco a poco.
—Bien, dama Dahlia, espero nos disculpéis por haberla interrumpido en vuestras actividades.
La mujer dejó la copa casi intacta sobre la mesa y se levantó, con un par de reverencias se despidió de nosotros. La puerta se cerró tras ella, entonces Moira dijo:
—Dormund está vivo, estoy segura.
—También yo lo creo —le respondí con sinceridad.
—¿Cómo lo encontramos? —preguntó Moira.
—No tendremos que hacerlo, él vendrá, atacará Augsvert junto a los alferis.
—¿Y vamos a esperarlo? ¿Nos quedaremos aquí tan tranquilos? El domo no resistirá y si se ha convertido en un morkenes tan poderoso no le costará vencernos.
Y era cierto. El hechicero oscuro preparaba una jugada con los alferis, para eso había secuestrado tantas hadas y otras criaturas mágicas, algo grande tramaba. Esperaba que Soriana hubiera podido averiguar cuál era ese plan y regresara pronto a Augsvert para poder prepararnos y hacerle frente, juntos.
*** Y ahora sabemos un poquito más de lo que sucedió hace trece años entre Dormund y Seline. Nos leemos el otro domingo, cada vez se acerca mas el final. Hagan sus apuestas: Soriana se queda con el trono ¿si o no?
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