Capítulo IV: Skógarari (II/III)
II
Aren
Sí, era el canto más hermoso que había oído en mi vida, pero su hermosura quedaba eclipsada al ver a Soriana caminar, en una especie de trance, hacia el origen de la melodía.
Miré la pluma, se alejaba en dirección contraria a dónde la hechicera caminaba. Maldije en mis adentros, íbamos a perder el rastro.
—Soriana —la sujeté de la muñeca en un intento porque se detuviera.
—¡Allá está, Aren! —La hechicera señaló con su dedo hacia la profunda oscuridad del bosque—, es Keysa, es mi niña hada.
—¡No es Keysa! ¡Tenemos que volver!
Pero ella era ajena a cuanto le decía o hacía para evitarle continuar, al punto de desenvainar y amenazarme con Assa aldregui.
La solté y, entonces, con una sonrisa y lágrimas en los ojos, ella corrió hacia la fuente del maravilloso canto. La seguí, no podía hacer otra cosa. Donde el bosque se hacía más espeso, porque muchos sauces crecían y juntaban las ramas como una verde cascada, vi la causa del encantamiento.
Brillaba iluminando la vegetación a su alrededor, de su boca salía el melódico canto, pero no era una vista halagüeña sino espeluznante. Aquello era una strix, una criatura que se alimentaba de savje, que solía tomar la forma de lo que más desea la posible víctima con tal de atraerla. No obstante, yo veía su verdadera esencia; Soriana no, ella estaba bajo su hechizo.
La strix abrió los brazos. Semejante a una amorosa madre que ha añorado durante mucho tiempo a un hijo, deseaba apresar en ellos a mi amiga.
—¡Keysa! ¡Estás aquí, estás sana!
Las extremidades huesudas de la strix se extendieron hacia ella; abrió las fauces, dispuesta a succionarle el savje. Me lancé hacia adelante para evitar que el monstruo la atrapara, pero antes de que pudiera llegar a ella, las ramas que colgaban de los árboles, se movieron hacia mí. Rápidamente, desenvainé a Reisa vel y comencé a cortar las lianas que trataban de enrollarse alrededor de mi cuerpo y que me impedían llegar a Soriana. Cada vez que cortaba una, un chillido adolorido salía de la rama rota. Igual a un ser consciente, los árboles se quejaban.
No hice caso al llanto de la vegetación bajo el hechizo de la strix, sino que, decidido, avancé, corté, desgarré. Lancé runas que ardieron al estrellarse contra las hojas y entonces los gritos recrudecieron.
El bosque no tenía la culpa y me daba algo de remordimiento lo que estaba haciéndole, pero no tenía tiempo de pensar otra solución. Soriana, ajena a todo, continuaba caminando, dispuesta a fundirse en el abrazo de la criatura. Ella estaba más próxima a mí, si utilizaba una runa de combate contra la strix, temía herirla por accidente, así que, desesperado, decidí usar la runa de Berkahn, pero no en el monstruo, sino en la hechicera.
El encantamiento impactó en su espalda y, de inmediato, la sorcerina se elevó varios palmos sobre el suelo. Con mi mano diestra, encendida, la dirigí hacia un lado, apartándola lejos de la Strix. Soriana gritó y también lo hizo la criatura al verse privada, tan de repente, de su presa.
Pero sin el temor de lastimar a mi reina, corrí para enfrentar a la enfurecida strix. El monstruo, no obstante, no se daba por vencido, iba hacia Soriana, que se había desmayado al caer al suelo. Le arrojé, una tras otra, la runa de Ahor. La criatura giró el rostro lleno de escamas y dientes hacia mí y soltó un alarido enfurecido. Se me abalanzó, como una flecha. Sus garras intentaban alcanzarme al igual que las ramas de los sauces. Yo recubrí a Reisa vel con la runa de errohl, de esa forma, podía dirigir mi espada a distancia contra las ramas, mientras yo me encargaba de la strix.
Empecé a arrojarle runas explosivas; sin embargo, la criatura era veloz y las esquivaba. De un momento a otro la tuve tan cerca que las gotas de su saliva me cayeron en la cara, sentí el frío de los colmillos rozar mi piel. Me moví hacia atrás y la esquivé antes de que ella pudiera morderme.
Temblé de pavor al ver a Soriana, recuperada, que avanzaba, otra vez, hacia nosotros, buscando a la strix. Giré, necesitaba a Reisa Vel, pero ella se encontraba cubierta por una maraña de lianas. Dibujé la runa de Neir y la arrojé hacia mi espada, la cual cobró renovada fuerza y, rauda, salió del nido de hojas que la sepultaba. Cuando volteé buscando a la strix para lanzarle el ataque de mi arma, me aterró ver que la veloz criatura ya tenía a Soriana en los brazos. El monstruo abría la gran boca y empezaba a sorberle el savje.
Una explosión de luz cegadora se hizo presente encandilándome por un instante. No podía ver qué sucedía, pero escuché una voz femenina gritar:
—Ahora sorcere, dirige tu espada hacia la strix.
No veía, no sabía de quién era aquella voz, sin embargo, me impelía a acabar con la strix. Reisa vel no se equivocaría; a diferencia de mí, ella no necesitaba ver para dar con su objetivo. La runa de Errohl y el «Finna strix» fueron suficientes, un espeluznante chillido llenó la oscuridad nocturna.
Poco a poco mis ojos volvieron a adaptarse al resplandor dorado que me había cegado y ya no era tan intenso. A varios palmos de distancia se encontraba la strix, con Reisa vel atravesándola de adelante atrás. Soriana también yacía en el suelo y a su lado, de pie, la figura de la cual provenía aquel resplandor dorado: un hada.
Corrí hacia la hechicera y la sostuve en mis brazos. Estaba helada, las pestañas de sus párpados cerrados temblaban y de sus labios entreabiertos brotaba un leve quejido, pero estaba viva y eso era cuanto me importaba.
Levanté el rostro y miré al hada a nuestro lado. Era muy diferente de Keysa, que por vivir tanto tiempo entre humanos, ya no se asemejaba a un hada. Esta tenía largo cabello ondulado y rojizo que parecía flotar debido a la energía que emanaba de su cuerpo. Los ojos rasgados, pómulos altos y la nariz picuda le daban un aspecto fiero; sin embargo, ella permanecía allí nada más que mirándonos.
—Gracias por ayudarnos —le dije sinceramente agradecido—. Soy Aren y ella es Soriana
—Soy Nayla. —Su voz sonó como el tintineo de muchos cristales.
—¿Erais vos quien nos seguía desde que entramos al bosque? —Nayla asintió ante mi pregunta.
—Los escuché hablar antes, buscan a un hada, ¿no es así? Una llamada Keysa.
—¿La conocéis? —Abrí los ojos, sorprendido—. ¿Sabéis dónde está?
—¿Quién es? ¿Por qué la buscáis aquí?
—Las pistas que seguimos nos han traído a Skógarari.
—¿Para qué queréis al hada?
—No la queremos para nada malo. Es nuestra amiga y la han secuestrado.
Sus ojos rasgados y de un extraño color, se abrieron perplejos.
—¿Un hada es vuestra amiga? Las hadas y los sorceres no son amigos.
—Pero esta sí lo es —le respondí—. Creemos que puede estar aquí.
—No hay hadas en este bosque, la única soy yo.
—¿Cómo es posible que no haya hadas en una reserva mágica protegida? —Aquello no tenía ningún sentido.
—No hay. —La lacónica respuesta fue acompañada también del endurecimiento de sus facciones, extrañas, pero bellas.
—¿No hay porque se han ido?
—Esa hechicera —Ella evadió responderme y en su lugar señaló a Soriana en mis brazos— llamaba a Keysa. El embrujo de la strix la atraía porque le hizo creer que ella era Keysa. ¿Cómo es posible que lo que más anhele un sorcere sea hallar a un hada? ¿Para qué la queréis?
Me acordé de las hadas locas del paso de Geirgs y sentí miedo de que esta fuera igual y pudiera considerar que éramos traficantes. Comencé a pasarle mi savje a Soriana para reconfortarla, mientras le respondía al hada.
—Ya os lo he dicho, Keysa es nuestra amiga. Esta hechicera es su protectora. Cuando Keysa era muy joven fue raptada por traficantes, ella la rescató, pero han vuelto a secuestrarla y estamos buscándola.
—Puedo sentir su desesperación —dijo el hada mirando a Soriana y también la vuestra, pero en vos, además, hay devoción... ¿Amor?
Tragué y miré a Soriana, sus pestañas continuaban temblando, pero ya no se quejaba.
—¿Sabéis dónde puede estar Keysa?
—Es peligroso estar aquí.—Ella aseguraba que corría peligro, pero su rostro, inexpresivo, no reflejaba nada—. Me expongo al dejar sentir mi savje. No puedo ayudaros.
—Desencadenasteis vuestro poder para ayudarnos con la strix, es un poco tarde para arrepentiros, ¿no creéis?
—Sentí curiosidad de por qué un par de sorceres buscaban con tanta desesperación a un hada, pero ahora debo volver.
—Esperad, por favor. No os quitaré mucho tiempo —le supliqué antes de que se marchara sin darme ninguna pista—. Solo decidme si tenéis alguna idea de dónde puede estar Keysa, por favor.
Ella se hundió de hombros, indiferente a mi duda. Luego se agachó y colocó la mano a cierta distancia de la frente de Soriana.
—¡Ella es extraña! —dijo al cabo de un largo lapso de tiempo—. Hay una energía muy fuerte en su interior, una caótica. Al principio creí que era un morkenes, pero no es así, ella es algo más. Su savje es diferente. Siento mucha curiosidad.
—Diferente. ¿Diferente cómo? ¿No es una hechicera oscura?
Los ojos del hada se tornaron blancos mientras continuaba con la mano sobre la frente de Soriana.
—Sí, lo es; aunque también es otra cosa, algo antiguo y poderoso. —El hada se quedó en silencio por un rato. Vi como apretó la mandíbula, luego cerró los ojos y al abrirlos, estos habían vuelto a la normalidad—. Os ayudaré, sorcere.
Sentí una mezcla de alivio e inquietud cuando ella aceptó colaborar en nuestra empresa. Nayla era enigmática, lo que dijo sobre Soriana me confundía. Aunque me quedaba claro de que sabía mucho más de lo que decía, no revelaría todo cuanto guardaba hasta confiar en nosotros, lo cual sería difícil, considerando que las hadas solían tener recelo de los sorceres.
—Aquí no es seguro, a pesar de que no hay muchas, otra strix podría aparecer. Seguidme, sorcere.
Tomé a Soriana y la cargué en mis brazos. Continuaba desmayada, no obstante, sus labios volvían a ser rosados y su temperatura, normal.
Seguí los pasos del hada que nos llevaron fuera de los sauces, de regreso al bosque de abedules, silencioso como en un principio. Ni siquiera se escuchaban búhos o grillos, ni ningún otro sonido propio de un bosque durante la noche.
Caminamos un largo trayecto y en varias oportunidades me asaltó el pensamiento de que ella pudiera estar mintiendo, de que estuviera loca como las otras hadas y me tendiera una trampa. El temor empeoró cuando llegamos a nuestro destino, ese donde, según ella, estaríamos seguros.
—Es aquí —dijo señalando un pequeño lago frente a nosotros.
No había nada más. Ni una cueva, ni un gran árbol cuyo interior le sirviera de escondrijo. Nada, solo el lago. ¿Sería un hada del agua? Porque si eso era, ni Soriana ni yo podríamos sumergirnos allí y respirar bajo el agua.
Entonces, ella dirigió la mano delgada hacia un pequeño montículo de tierra y en él apareció una trampilla. Nayla se inclinó y la descorrió.
—No temáis, no os dañaré.
Miré del hada a la trampilla varias veces sin decidirme del todo. Al final tomé la decisión de arriesgarme. Ella pudo no ayudarnos con la strix, pudo atacarme antes y no lo hizo. Y había algo mucho más importante que mis temores, lo cual me hacía seguirla: estaba seguro, Nayla tenía conocimiento de qué estaba sucediendo en ese bosque.
Así que, con Soriana en brazos, atravesé la trampilla.
******Hello. ¿Cómo están? A ver, impresiones sobre Nayla, ¿que vibras les da?
¿Tienen alguna teoria de lo que sucede es Skógarari?
Me emociona adentrarme en esta parte de la historia, lo estaba ansiando desde hace mucho.
Como siempre, gracias por seguir aquí.
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