Capítulo III: Confortar (I/II)

Quinta lunación del año 304 de la Era de Lys. Reino de Doromir, Svartgarorg, cerca de la frontera este.

I

Aren

Me encontré con Soriana en las afueras de la ciudad, en cuanto llegué me miró de una forma apreciativa que me puso nervioso.

—¿Qué sucede? —le pregunté sin saber de qué forma interpretar su mirada.

Ella achicó los ojos, ahora castaños, antes de responderme.

—Pienso que sería buena idea cambiar tu aspecto físico y esperar hasta mañana para salir de la ciudad.

Lo de cambiar mi fisonomía me parecía acertado, esperar dentro de la ciudad, no tanto. Ivanara cruzaría por allí en cualquier momento.

—Si nos quedamos seremos arrestados por la liga.

—Y si nos vamos, también —me contestó ella mientras le palmeaba el hocico a su caballo—. Seguramente la liga de Heirr habrá pedido al ejército ayuda para capturarte, estarán apostados en los caminos principales y tendremos que cruzar a través del bosque, lo cual nos retrasaría, eso, si tu amiga no nos caza antes.

—Y, entonces, ¿cómo quedarnos aquí va a evitar que nos capturen?

Sus labios se curvaron en una sonrisa enigmática. Soriana se quitó el guante derecho, el savje brilló en su palma en un rojo muy oscuro, casi negro. Se condensó en su mano y permaneció lo que tarda en consumirse al fuego una brizna de paja, luego, poco a poco, fue disminuyendo. Me sorprendí al ver lo que había creado, era una de mis flores Vesa.

Ella la llevó a sus labios y murmuró:

—Finna. Príncipe Kalevi, soy vuestra maestra. Estoy bien, he hallado a mi amigo, Aren. Vuestro ejército nos persigue. Por favor, dad la orden de que no nos apresen. Vesa Kalevi Dahl de Doromir.

Soltó la flor y esta se elevó un instante, giró en el aire y luego desapareció. No recordaba que ese hechizo hiciera eso y mucho menos que fuera tan potente como para recorrer la distancia hasta Noon, donde se encontraba Kalevi.

—¿Llegará hasta el palacio del Amanecer? —le pregunté cada vez más incrédulo.

—Lo modifiqué para hacerlo más duradero y resistente. Ahora vamos a cambiar tu aspecto.

Aparté mis ojos del sitio en el que desapareció la flor y los fijé en mi amiga.

—Sería buena idea cambiar mi cabello castaño por el rojo dormirés, ¿no crees?—dije—. Y mis ojos, en lugar de verdes, que sean azules.

Ella esbozó una sonrisa que no me gustó del todo mientras asentía.

De nuevo el savje se encendió en las manos morenas, libres de los guantes. Mientras susurraba el hechizo las deslizaba por mi rostro y cabello. Luego de lo que tarda en consumirse al fuego tres briznas de paja, el savje en sus manos se apagó. Soriana sonrió ampliamente mirándome

—¡Estás preciosa! —exclamó con una sonrisa radiante.

—¿Preciosa? —pregunté yo, asustado.

Llevé las manos a mi rostro; no tenía barba, en su lugar había piel lisa y suave en mis mejillas; mi mandíbula era estrecha y delgada; las cejas finas y mechones largos y rizados de cabello rojizo caían por mis hombros hasta casi la cintura.

—¡Ahhhhhh! —grité, horrorizado. Ella me había transformado en mujer.

—¿Qué te ocurre?

—¿Qué qué me ocurre? ¡Que me has transformado en una chica!

—Ajá —exclamó ella como si eso no fuera relevante—. Antes me disfracé de soldado. ¿Cuál es el problema? —Ella sonrió y tomó entre sus largos dedos, un mechón de mi pelo, ahora rojo—. Eres una chica hermosa. ¿Qué importa si pareces chica o chico? Sigues siendo Aren, ¿o no?

Resoplé derrotado ante ese razonamiento. Claro que seguía siendo Aren, pero con la cara de una chica.

—De acuerdo, soy una «hermosa chica» con ropas de vagabundo.

Soriana se acercó a una de las alforjas que colgaban de su caballo, rebuscó por un momento y luego sacó una larga capa de terciopelo azul oscuro. Era elegante y hermosa, con un broche de plata repujada para cerrarla. Me la echó sobre los hombros y cubrió casi por completo mi cuerpo con ella, solo las puntas de mis zapatos quedaban expuestas. La sorcerina se alejó unos pasos y me dirigió una mirada analítica.

—Estás perfecta, Ariana —se rio con una sonora carcajada—. ¡Aren - Ariana! ¿Será por eso que escogí ese nombre? Tal vez en mi inconsciente me recordaba a ti.

La mirada intensa de Soriana se fijó en mí y me hizo sudar las manos. ¿Por qué hacía eso? No se daba cuenta del poder que tenía en mí.

—¿De verdad?

—Tendré que buscarme otro nombre, no podemos ser Ariana las dos. Ahora encontremos una posada. Después de pasar tantos días durmiendo en el bosque, debes querer descansar en una cama, así esperamos a que la flor llegue a Kalevi y él ordene a sus soldados que no nos persigan. Mañana partiremos al alba, seguiremos los caminos reales y llegaremos en poco tiempo a Skógarari, será mejor que ir a través del bosque, ¿no crees?

Yo asentí mientras subía al caballo.

Retornamos a la ciudad, los comerciantes del mercadillo que nos miraban no podían imaginarse que yo era el mismo vagabundo que casi una sexta antes deambuló por allí y más porque iba sin la capucha, para que no quedara dudas de que era una señorita.

En una de las calles perpendiculares al mercado, dimos con la única posada del pueblo, por fortuna era bastante decente.

—¡Bendiciones! —saludó Soriana, con una ligera inclinación de la cabeza, al posadero detrás de la barra.

—¡Bienvenidas, señoritas! —El hombre nos dirigió una mirada a ambas, pero me dio la impresión de que se detenía un poco más en mí. Internamente, rogué porque no se diera cuenta de que no era lo que aparentaba—. ¿Desean comer?

—Queremos habitaciones, buen hombre.

—Solo tengo disponible una. Mañana habrá una feria en la ciudad y varias personas han llegado a visitarnos. La cama es bastante amplia, podrían dormir las dos allí.

Comencé a toser cuando me atraganté con la saliva. Soriana me miró de reojo; sin embargo, no rechazó el ofrecimiento, lo aceptó y con naturalidad. Yo, en cambio, ya me sentía turbado por el hecho de compartir la misma cama con ella.

—Una habitación estará bien. ¿Podría prepararnos un baño y cena, por favor?

—Oh, por supuesto. Ya le digo al mozo que le llene la cubeta con agua caliente.

El posadero se acercó y tomó de mis manos las alforjas, cuando lo hizo rozó mis dedos. No pude evitar mirarlo, el hombre fijó en mí unos ojos acuosos y una sonrisa estúpida. Sentí deseos de estamparlo contra el piso. ¿Qué se imaginaba que era yo? Algo debió percibir Soriana, porque intervino.

—Vamos, Ariana. —Me tomó del bazo y me alejó del tipejo rumbo a la habitación.

Para mi sorpresa la pieza era bastante amplia. Había una mesa redonda de madera y dos sillas; un mueble reclinatorio; detrás de un biombo de tela con flores pintadas, se hallaba la tina de madera destinada para el aseo y, recostada de la pared del fondo, la cama, que de ninguna manera era, como dijo el posadero, amplia. Allí difícilmente cabríamos los dos.

Soriana no pareció darle importancia al angosto lecho, soltó las alforjas y sus bolsas de viaje en un rincón y se sentó en la orilla del colchón con la cabeza entre las manos.

—¡No puedo dejar de pensar en Keysa! Si algo malo le ha sucedido... —se lamentó luego de un gran suspiro.

—No será así —dije acercándome a ella para consolarla—. Verás que la hallaremos. Ahora será mejor que descanses. Bajaré para que puedas bañarte.

—¡Oh, no! ¡Pedí el baño para ti! Disculpa, pero luces agotado. Después de media lunación siendo prisionero, de huir por el bosque y enfrentar a un hechicero oscuro, creo que lo mereces. Yo bajaré a hablar con el posadero, quiero preguntarle cuál es el camino más corto para salir del reino. Regresaré para que cenemos juntos.

Soriana se alejó y en el momento en que salía, entraba el mozo trayendo baldes de agua para el baño.

Poco tiempo después ya me encontraba aseado y aunque continuaba teniendo rostro de mujer, me vestí con las únicas ropas que tenía, de hombre, desgarradas y sucias.

Hacía ya un rato que Soriana había bajado y todavía no regresaba, comenzaba a sentirme intranquilo. Cuando nos encontramos me contó que el hechicero oscuro se presentó frente a ella y mató a la escolta que el príncipe Kalevi le había asignado. ¿Y si ese enemigo aparecía de nuevo y la atacaba?

Caminé hasta la ventana entreabierta y me asomé, el sol comenzaba a descender. Pensé en otra posibilidad para que ella tardara tanto, una todavía más ominosa. Tomé el capote y me cubrí con él, tenía rostro de mujer pero no el cuerpo ni las vestimentas.

Me dispuse a bajar. Tenía miedo de que Soriana hubiera perdido el control y estuviera abajo emborrachándose.

Abrí el pomo de la puerta y me la encontré de frente. Ella ladeó un poco la cabeza y me observó, desconcertada.

—¿A dónde vas? —Se acercó un poco y me olfateó—. Hueles bien, el baño te sentó de maravilla, luces más hermosa.

Ella entró riendo mientras yo me sonrojaba. Realmente no sabía como sentirme frente a sus bromas. ¿Lo hacía de manera inocente o intencional? Mejor no pensar en eso o me volvería loco. Ella depositó una bolsa sobre la colcha de la cama.

—¿Qué es eso?

—Tu nuevo atuendo. —De la bolsa sacó un vestido oscuro que extendió en el lecho, yo me estremecí al verlo.

—¿Por qué no puedo ser Aren de nuevo? —le pregunté descorazonado—. Con cambiar el color de mis ojos y cabello bastará.

—Los cazadores de la liga de Heirr son expertos rastreadores, por hoy es mejor que continúes siendo chica. ¿Tienes hambre? He apartado una mesa abajo para que comamos.

Resignado, asentí. Tomé el vestido y me lo coloqué detrás del biombo. Me sentí estúpido con esas ropas, pero Soriana me miró con una gran sonrisa y ojos brillantes. A pesar de lo preocupada que yo sabía que ella estaba debido a la desaparición de Keysa, lucía calmada, sin rastros de su antiguo mal humor. Verla así me animó un poco.

—Bajamos, ¿hermanita? —le ofrecí mi brazo y una sonrisa, tratando también de bromear. Si ella estaba tranquila, no sería yo quien enturbiara el momento. Soriana se enganchó de él y bajamos juntos.

Abajo, la posada estaba a rebosar de clientes, hombres y algunas mujeres que comían, bebían y charlaban. Caminamos a una pequeña mesa desocupada.

—Mientras te bañabas he hablado con el posadero. —Comenzó a contarme Soriana—. Mañana darán inicio a una feria de artesanías, muchos comerciantes de ciudades aledañas ya han llegado, pero otros lo harán mañana. Eso quiere decir que habrá más flujo de personas por los caminos. Creo que podría ser ventajoso para nosotros, nos permitirá camuflarnos entre los transeúntes. Claro, los caminos cercanos también estarán custodiados. Espero que Kalevi reciba la flor y dé la orden a sus soldados de no perseguirnos.

Yo asentí a lo que decía. Un mozo se acercó a nuestra mesa y preguntó qué comeríamos. Miré a Soriana y dejé que ella pidiera: cordero y judías. Pensar en comida caliente hizo que la boca se me aguara.

—¿Desean cerveza o hidromiel? —preguntó el muchacho. Soriana bajó los ojos antes de contestar.

—Agua para mí —habló sin levantar el rostro, luego se dirigió a mí—: Tal vez tú desees hidromiel.

Que no pidiera ningún licor me sorprendió mucho. Me le quedé mirando, pero al notar el tenue rubor en sus mejillas aparté los ojos de ella.

—Agua también para mí.

Soriana levantó la cara y me observó de una forma que me calentó el corazón. Luego bajó otra vez la mirada.

—La mayoría de las veces en que bebo no puedo controlarme. —dijo mientras mantenía la mirada gacha y jugueteaba con los dedos cubiertos por los guantes—. Es como si las ansias me dominaran. Esta vez no quiero echarlo a perder, Aren. Tenemos que encontrar a Keysa y rescatarla.

Sonreí sintiéndome orgulloso de ella y le apreté las manos enguantadas.

—No estás sola, Soriana. Te ayudaré a encontrar a Keysa y a mantenerte sobria.

Ella asintió con rapidez. El mozo trajo los platos humeantes con la comida que se veía deliciosa. Tuve que obligarme a conservar mis modales y no abalanzarme sobre las judías. Poco tiempo después la comida había desaparecido del plato y Soriana y yo charlábamos de manera tranquila.

Hasta que la puerta de la posada se abrió y unas cinco personas entre hombres y mujeres entraron por ella. Me atraganté con el agua cuando una de ellas se bajó la capucha. Era Ivanara.

Hasta aquí el capítulo, bellezas. ¿Qué les pareció Aren/Ariana/? 

¿Qué creen que pase con Ivanara?

¿Y Aren y Soriana dormirán en la misma cama?


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