Capítulo II: Tengo que encontrarte (I/III)
Cuarta lunación del año 304 de la Era de Lys. El paso de Geirgs, reino de Doromir
I
Aren
Sentía que vivía una pesadilla.
El mundo giraba rápido y las cosas cambiaban de manera inesperada. Los cazadores de la liga de Heirr, a quienes creí nuestros salvadores, ataron a Soriana con el lazo del cautivo y se la entregaron a Gerald. Keysa continuaba flotando dentro de la barrera de energía, cuyo resplandor me permitía ver su rostro aterrado. Tenía que hacer algo, hallar la manera de liberarme y escapar para poder salvarlas.
La mayoría de los cazadores que Soriana aturdió con su hechizo se reponían. Uno de ellos, también un líder de la liga, se dirigió a la cazadora que antes enfrenté, a la que se llamaba Ivanara.
—Me haré cargo del hada —dijo—. Tú y los tuyos hacedlo con el morkenes.
—Es absurdo lo que proponéis, Bastián. —Ivanara frunció el ceño plantándose frente a su compañero—. Sois de la sede principal, ¿no es más lógico que sean vuestros hombres quienes lleven al prisionero hasta allá? Yo me encargaré de llevar al hada a Skógarari y luego regresaré a Doromir para preparar el juicio de la otra hechicera.
—No. —Bastián sonrió— Órdenes son órdenes y las mías vienen de arriba. Somos mi gente y yo quienes pondremos bajo resguardo al hada.
La cazadora resopló y negó, impaciente, no obstante aceptó la decisión. Me tomó de las ataduras en mi muñeca y me arrastró hacia la carroza revestida de ethel, pero antes de que pudiéramos subir, Bastián habló de nuevo:
—Oh, Ivanara, no habéis entendido del todo o quizá yo no me he explicado bien. Mis hombres y yo llevaremos al hada a Skógarari, en la carroza. Vosotros, los de Doromir deberéis ir por tierra.
—¿Qué? —La hechicera se enojó todavía más—. ¡Es de noche, Bastián! ¿Cómo que ir por tierra?
—¿Tenéis miedo de los fantasmas del paso de Geirgs, Ivanara? —Su compañero sonrió burlón.
—Ormorholm está lejos —le contestó ella con el ceño fruncido—, por tierra nos llevará casi una lunación. Necesito una carroza.
—Es una pena —le concedió Bastián, a pesar de sus palabras, la sonrisa cínica continuaba en sus labios—, sin embargo, las carrozas son requeridas para otra misión urgente. Ya sabéis, hay pocas y menos presupuesto.
El cazador no esperó la réplica de Ivanara, metió dentro del vehículo a Keysa, quien todavía se encontraba aprisionada en la barrera de energía. El rostro de la cazadora se tiñó de rojo.
—¡Imbéciles de la sede, no hacen más que discriminar! ¿Quién carajos se creen? —Entonces me empujó descargando en mí su enfado—. ¡Vamos, camina!
Parte del trayecto, Ivanara, quien supe, era la capitana de la sede del norte, no hizo otra cosa que rumiar insultos en voz baja contra sus compañeros de la sede central. En total, mi escolta la formaba la capitana y otros dos cazadores.
—¿Dime que al menos nos dieron dinero para alquilar veörmirs y dormir decentemente en una posada? —preguntó uno de los cazadores adelantándose hasta quedar al lado de su capitana.
Ivanara tomó la bolsa de cuero atada en su cintura, la abrió y contó las monedas en su interior, por su gesto deduje que no eran muchas.
Iremos a Osgarg —dijo—. Espero que tengan caballos y no solo veörmirs. Nos alcanza para alquilar dos y comprar comida, la esencial.
—¡Adiós dormir en una cama! —El cazador hizo aparecer una gran luminaria dorada y nos pusimos en marcha detrás de ella.
Continuamos andando al menos una sexta hasta que hallamos un claro donde pasar la noche. Uno de los cazadores sacó una cantimplora, bebió un gran trago y luego la rotó para que el resto bebiera, cuando llegó mi turno apenas si quedaba algo de agua.
Le devolví la cantimplora vacía a la capitana sentada a mi lado, ella me miró un instante y preguntó en un tono despectivo:
—Con que lars, ¿eh? ¿Cómo es posible que un lars de Augsvert termine siendo un morkenes? ¿Acaso no tenéis suficiente riqueza o poder? Los augsverianos siempre presumís de ser los más poderosos, inteligentes y ricos de Olhoinnalia y no dejan de ser, como todos, simples mortales ansiosos de poder.
Los otros dos cazadores rieron mientras levantaban el pequeño campamento. Yo la miré. Bajo la luz dorada de la luminaria, sus ojos marrones claros brillaban.
—No soy un morkenes, os lo he explicado, esto es una terrible confusión. Vuestro jefe, Gerald Van der Hart, es el verdadero criminal aquí. Trató de matarme una vez y se ha llevado a Soriana para vengarse de ella, la asesinará.
Ella me miró y frunció el ceño, era evidente de que no la convencía nada de lo que decía.
—¿Qué crees que somos los cazadores de la liga de Heirr, un grupo de asesinos, de mercenarios? Tu amiguita será juzgada al igual que tú. Si tenéis razón os dejarán libres, pero si no...—Ella pasó el índice por su cuello, en respuesta, sus compañeros rieron.
—No digo que todos seáis criminales, pero definitivamente Gerald lo es. ¿Acaso no sabéis que fue expulsado del palacio del Amanecer? El príncipe Kalevi no lo quiere cerca. —Ella pareció sorprendida de mis palabras—. Tratará de matarme de nuevo. Estamos solos en este bosque, vuestros compañeros prácticamente os abandonaron. Escuché vuestra discusión, os negaron las carrozas, os enviaron conmigo en una misión que no os correspondía, con solo dos hombres cuando el resto, más de diez, se fueron. Os puedo asegurar que nos atacaran esta noche.
Los dos cazadores se miraron entre sí y luego a su líder. Al parecer, ellos también consideraban posible lo que les decía.
—No digáis tonterías. ¿Por qué el dreki Van der Hart iba a querer mataros?
Era una larga historia. ¿Cómo podría ponerla en palabras creíbles?
—Si os digo que está involucrado en una conspiración para derrocar a Augsvert, ¿me creeríais? ¿O qué es posible que esté traficando criaturas mágicas?
—¿Eh, Finard? —dijo la hechicera—, este está muy loco, la magia de Morkes le fundió el coco.
Los tres rieron por el comentario sin prestar nada de atención a lo que había dicho. Estaba perdiendo el tiempo, no había manera de escapar, de que ellos me creyeran. Soriana y Keysa corrían grave peligro y yo no encontraba la forma de ayudarlas. Sentía tanta rabia e impotencia que el efecto agobiante del lazo del cautivo pasaba casi desapercibido. Sentí ganas de gritar, no podía ser que Gerald se saliera con la suya.
El tal Finard me tomó de las ataduras.
—Vamos, hora de dormir, antes de que nos dé hambre. Tal vez tengas razón y el dreki conspira con la sede para matarnos de hambre y cansancio, mira que no darnos ni un mugroso veörmirs, ni pan de corteza... —El hombre bajó la voz en lo que me llevaba a la tienda, luego susurró casi para sí mismo—. Creo que es por Ivanara, nunca le ha caído muy bien a los jefes. No debí dejar que me asignaran con ella.
Dentro de la tienda, que no era más que un gran domo, hecho con el Hjálmar Gylltir, estaba cálido. Los cazadores dispusieron cuatro lechos con mantas, el mío en el centro. Suspiré frustrado antes de sentarme.
—Permaneced aquí, lars. Iré a hablar con los otros sobre los turnos para hacer guardia.
Me quedé solo dentro del domo, así que aproveché de buscar algo que me sirviera para cortar los amarres del lazo del cautivo, aunque sabía que era bastante difícil. De pronto comencé a escuchar voces airadas afuera, seguido del inconfundible sonido del choque de los aceros.
Me levanté con dificultad, debido a las manos atadas a mi espalda, y salí del domo. Afuera, los cazadores de la liga luchaban contra varios espadachines que tenían los rostros ocultos por máscaras.
Todas las espadas resplandecían cubiertas de savje, deduje que los asaltantes eran sorceres iguales a nosotros. Me sorprendí con el ataque, si bien antes mencioné la posibilidad de que sucediera, lo hice como una manera de conseguir mi liberación, realmente, no creí que Gerald se atreviera a tanto.
Me acerqué como pude. En lo que la capitana me notó, gritó:
—¡Vuelve adentro!
Dos de los asaltantes me miraron y dejaron de enfrentar a los cazadores para ir tras de mí. Ivanara intentó evitarlo.
—¿Huís de una lucha? ¡Venid y enfrentadme!
Pero por toda respuesta, uno de los dos sorceres con quienes ella peleaba, le lanzó la runa de Aohr, el poder de la explosión la arrojó hacia atrás. Los hechiceros aprovecharon para ir en mi persecución.
Teniendo los brazos atados era difícil correr por el bosque en medio de la noche. Aun así, intenté escapar lo más rápido que pude.
Mis perseguidores empezaron a arrojar runas, algunas me rozaban tan cerca que sentía su calor a mis costados, en cualquier momento me atraparían. Era injusto terminar así, sin poder hacer nada por las personas que amaba.
Cuando creí que ya no había salida, una gran esfera de energía impactó a mis perseguidores por la espalda, ambos se derrumbaron y vi a Ivanara detrás de ellos. La mujer acababa de salvarme.
—Desátame, por favor —le pedí cuando la tuve cerca.
Ella me ignoró.
En lugar de liberarme, sacó de una de las bolsas que llevaba atadas a su cinturón más lazo del cautivo. Amarró a los caídos, volvió a sujetarme de las muñecas y empezó a arrastrarme de vuelta hasta donde estaba nuestro pequeño campamento.
—¿Qué haces? —le pregunté angustiado, intentando frenarla—. ¡No podemos regresar!
—Calla, lars. Magnus y Olaf tendrán controlada la situación ya. Después pediremos refuerzos que se encarguen de vuestros amiguitos. —Ella señaló con la cabeza el par de hombres inconscientes
—¡No! Escucha, por favor, tenemos que huir.
Mientras más nos acercábamos a donde estaba el campamento, más desesperación sentía. Me daba cuenta de que algo no andaba bien, había demasiado silencio.
—¡Apresúrate! —Una voz venía de adelante—. ¡Tenemos que encontrarlo!
Ivanara se detuvo y yo tiré de mis muñecas en sentido contrario, sin embargo, la mujer no avanzaba. Me giré y con ojos suplicantes susurré:
—¡Por favor!
Cuando las ramas adelante se movieron, ella reaccionó y echó a correr por donde habíamos venido, alejándonos del campamento, siempre arrastrándome de la cuerda de mi amarre. Los hechiceros no tardaron en vernos. Los compañeros de Ivanara, claramente, no pudieron controlar ninguna situación.
—¡Desátame, maldita sea!
—¡No! —me gritó ella— ¿Creeis que soy tonta? Son vuestros secuaces que vienen a liberaros.
En ese momento una runa pasó muy cerca de mi cabeza. La terquedad de la capitana me exasperaba.
—¿En serio? ¿Mis secuaces quieren matarme?
Me frené cuando adelante de nosotros apareció el hechicero que Ivanara había aturdido antes, acompañado de otro, el que con toda certeza lo liberó de las ataduras que ella le había puesto.
—Nos llevaremos al lars —dijo uno de ellos avanzando hacia mí.
—¡Ivanara, por favor! —le supliqué de nuevo.
Ella no contestaba, sus ojos marrones se movían sobre cada uno de nuestros atacantes. El que la capitana aturdió antes desenvainó su espada.
La cazadora se acercó a mí, me tomó como rehén y colocó una daga en mi cuello.
—Alejaos o lo mataré.
Los hombres enmascarados se rieron y se miraron entre sí.
—Hazlo, nos harías un gran favor y así solo tendremos que matarte a ti
—Acerca las manos al cuello —me susurro ella mientras nuestros perseguidores se reían.
Hice lo que me pidió. En un rápido movimiento, Ivanara cortó el lazo del cautivo en mis muñecas y yo me puse en guardia. La capitana a mi lado hizo lo mismo y se giró para hacer frente a los que nos acechaban por detrás.
Las runas de Urhz y Ahor llovieron sobre nosotros, pero tanto la cazadora como yo las esquivamos, ella con su espada y yo creando una barrera a manera de escudo. La espada de uno de los enemigos que tenía por delante, voló hacia mí y empezó a arremeter manejada por su dueño a través de la runa de Errhol. Tenía que moverme muy rápido para evitar que la hoja afilada me cortara. Sin una espada para defenderme, dependía enteramente de mi magia. En una mano sostenía el escudo de energía mientras con la otra dibujaba la runa de erghion. La envié hacia adelante y esta se envolvió alrededor del cuerpo del segundo hechicero.
Detrás de mí podía escuchar el choque de los aceros y los jadeos de Ivanara, tal parecía que se enfrentaba con ambos sorceres al mismo tiempo.
Ya solo me enfrentaba a uno, quien continuaba atacando con su espada embebida de su savje. Yo continuaba repeliendo las embestidas con mi escudo. Los gritos afanados de Ivanara me obligaron a arremeter. Repelí una última vez la espada hacia un costado, dibujé la runa de Berkanh y se la lancé al hechicero. Este, de inmediato, flotó en el aire. Acto seguido lo envolví en lenguas de savje azul proveniente de la runa de erghion.
Con dos fuera de combate, me di vuelta, dispuesto a ayudar a Ivanara.
Hombro con hombro le hicimos frente a los dos sorceres que restaban. Luego de algunos instantes ambos estaban derrotados en el suelo, sujetos por la runa de erghion
Me acerqué a uno de ellos para interrogarlo:
—¿Quién os envía?
El hechicero dirigió a mí los ojos negros, la única parte que era visible de su rostro cubierto por la máscara, pero no me contestó. Cuando Ivanara iba a quitarle el pañuelo que le cubría el resto de la cara, el bosque cambió. Un aire gélido se deslizó a nuestro alrededor y la oscuridad se hizo más profunda. De la tierra surgió una densa bruma negra que nos envolvió. Alertado por la inminente llegada del hechicero oscuro o su draugr, dibujé la runa de ipsil y nos cubrí a Ivanara y a mí en el Hjálmar Gylltir.
Pero en lugar de que alguien o algo se hiciera presente, los cuatro hechiceros que antes enfrentamos desaparecieron envueltos en esa lóbrega bruma.
—¡¿Qué es esto?! —me preguntó Ivanara en un jadeo dentro del domo. Yo la miré no menos sorprendido de lo que lo hacía ella—.¿Por qué te persigue un hechicero oscuro?
—Ya te dije, tu jefe Van der Hart, está involucrado.
Ella negó y se quedó en silencio observándome, luego habló en actitud reflexiva:
—Quien lo hace es muy poderoso. Una sola vez he visto usar ese hechizo de desvanecimiento y fue con una sola persona, jamás con cuatro, hay que tener mucho poder para lograr algo así. No creo que el dreki Van der Hart sea capaz. Esos cuatro hechiceros eran esclavos bräel
No importaba lo que ella creyera, yo estaba convencido de la culpabilidad de Gerald. Allí, en medio del bosque, y aunque estábamos protegidos por el domo que yo creé, sentía el peligro latente. ¿Quiénes nos atacaron fueron enviados por el hechicero oscuro que nos espiaba con el haukr? O, tal vez, como yo suponía, el siniestro personaje titiritero y Van der Hart eran el mismo sorcere. Soriana me había dicho que Gerald no practicaba artes oscuras y la capitana también parecía partidaria de esa idea, pero yo no podía deshacerme tan fácil de la premisa.
— Tenemos que buscar un lugar seguro para pasar la noche —le dije.
Ella me miró con los ojos entrecerrados, seguía sin confiar en mí.
—¿Qué debería hacer contigo, lars? —Al parecer la capitana no quería considerar mi propuesta—. Todo esto me parece muy extraño. Tengo que informar a la sede en Ormrholm, pero antes debo ver qué sucedió con mis compañeros, así qué deshaz el hechizo.
—Bien —concedí, pero tenemos que estar alertas.
Nos pusimos en marcha rumbo al pequeño campamento que habíamos montado. Al llegar vimos los cuerpos de los compañeros de la capitana, tendidos en medio de charcos de sangre. Tanto ella como yo supimos que ya no podíamos hacer nada por ellos.
Ivanara murmuró algunas maldiciones, registró la pequeña tienda y tomó varias cosas, mi espada incluida. Dio una última mirada a los compañeros caídos y de nuevo nos pusimos en marcha. Antes de avanzar un gran trayecto la convencí de camuflar el rastro de nuestra magia. No quería más sorpresa en aquella noche fatídica.
Hola!!! ¿Cómo están? ¿Qué les ha parecido el capítulo? Ahora sabemos qué sucedió cuando atraparon a Aren. Pronto emparejaremos las líineas cronológicas de Aren y Soriana, y quien sabe, tal vez se encuentren. Dejo la única palabra nueva.
Bräel: encadenado. Pueden ser hechiceros o comunes quienes a través de un hechizo oscuro se vinculan a un morkenes y se vuelven sus esclavos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top