Capitulo III: La fiesta del Sol (II/III)

Por ser Englina parte de la familia real, sobrina de la reina, la celebración de su iniciación se llevaría a cabo en el salón del fuego del palacio flotante.

Me alisté y como quería mi madre, usé la túnica azulada. Una delicada capa de tela casi transparente bordada con hilos de plata colgaba de mi hombro derecho, el izquierdo iba descubierto. El suave tejido del vestido se amoldaba a la perfección a mi cuerpo, plano, y era tan cómodo que por momentos se sentía como si no vistiera nada. Mi largo cabello blanco estaba sujeto en una cola alta con una gruesa horquilla de obsidiana y lapislázuli.

Entré en el salón del fuego al lado de mi madre que lucía incomparablemente bella y elegante. Vestida de blanco, ella parecía brillar. Llevaba el cabello suelto y entretejido con hilos de oro y cuentas de zafiros y diamantes. Su rostro, como le encantaba, estaba adornado por suaves líneas plateadas. Se curvaban en arabescos en sus pómulos y alrededor de los ojos y sobre su cabeza la extraordinaria corona que algún día yo portaría

La música de las arpas y las liras se detuvo cuando entramos al salón. Todas las cabezas se giraron hacia nosotras, los ojos nos seguían en silencio con miradas que denotaban respeto y admiración. Caminamos despacio, la vista al frente sin mirar a nadie hasta sentarnos en las sillas del trono, mi madre en medio, yo a su lado derecho.

Resoplé ya aburrida de estar allí. Englina me miraba fijamente con la boca un poco abierta. Estaba segura que sentía celos de mí y eso me alegró el momento.

Llevaba allí casi lo que tarda un cuarto de vela de Ormondú en consumirse. Ya habían hecho la presentación de la nueva lara, Englina Olsen y mi madre y yo la respectiva reverencia a la nueva integrante de la asamblea de sorceres del reino.

Luego de finalizada la ceremonia de presentación al concejo, yo continuaba aburriéndome sentada junto al trono. No se me permitía bailar debido a que todavía no cumplía la mayoría de edad, así que solo podía comer los suaves canapés que me ofrecían, escuchar la música de las flautas y las liras y dejar vagar mi pensamiento en medio del aburrimiento atroz. Mi madre, por el contrario, disfrutaba brillando en medio del salón cual luna en el firmamento. Iba de aquí para allá conversando con los lars y laras de la corte, siempre seguida por la capitana de la guardia real, lara Moira Abramsen, que para la ocasión no vestía la usual armadura sino su uniforme de gala, negro con orillos dorados y la capa azul ultramarino que la distinguían como miembro de la guardia real.

Me sentí un poco mal al ver a mis abuelos. La mirada de ellos se dirigía incesantemente a mi madre quien los ignoraba. Era tan cruel. Ella los despreciaba. Ese era otro de los asuntos de los que ella jamás hablaba, ¿qué había pasado entre ellos para que mi madre les negara la entrada a la corte. Mi abuelo Patrick acudía al palacio solo cuando había asamblea, pues como sorcere era miembro de ella, pero estaba segura que su opinión no era tenida en cuenta, no sabiendo el desprecio de mi madre por sus progenitores, tampoco tenían permitido hablarme y que hoy estuvieran en la fiesta se debía a que Englina también era su nieta. Tal vez mi tía Engla, por primera vez se impuso a la decisión de la reina y exigió que ellos asistieran. No lo sabía y realmente ya no quería seguir indagando en el porqué de las simpatías y antipatías de mi madre, no obtendría respuestas.

Nadie me miraba, toda la atención de los presentes iba dirigida a tener una oportunidad para hablar con la reina, así que aproveché el momento de escapar. Me levanté de la dorada silla y me escabullí por una de las entradas laterales del salón, no las que se abren al jardín sino las que daban a los corredores interiores del palacio.

Caminé rápidamente y me fui hasta las cocinas. Allí todo era alboroto, los sirvientes iban y venían cargados de bandejas con copas tanto vacías como llenas mientras otros llevaban canapés. Me mezclé entre ellos intentando no tropezarlos hasta que entré en la cocina. La dama Dahlia, jefa de la servidumbre, parecía al borde del colapso.

—¡Heis! —gritó —¿dónde os habéis metido?

La miré, la esbelta señora parecía estar a punto de llorar. Dama Dahlia era una mujer aún hermosa a pesar de su edad, de una elegancia que siempre me pareció sorprendente, sin problema podría pasar por una lara de la corte. Ella era buena conmigo, las veces que mi madre me enviaba a dormir sin cenar, ella colaba algún bocadillo en mi habitación en secreto. En algunas ocasiones incluso llegó a secar mis lágrimas producto de las frecuentes discusiones con la reina.

Me le acerqué y su aroma a pastelillos dulces con nueces me llegó a la nariz.

—Dama Dahlia, déjeme ayudarla, por favor.

Ella dio un respingo cuando escuchó mi voz.

—Alteza, ¿Qué hacéis aquí?

—Ya sabéis que me aburro —dije suspirando— Nadie notará que me he ido del salón. ¿Qué necesitáis? Decidme y os ayudaré.

Ella pareció dudar. Desvió la mirada y vio a los sirvientes a su alrededor, todos iban de un lugar a otro atareados con algo.

—No encuentro a Heis y necesito diez botellas de vino de ciruelo de la bodega. No debería pediros esto, pero si pudierais encontrar a ese muchacho os lo agradecería tanto.

Los ojos se me iluminaron. Era mi oportunidad de robar licor de la bodega y llevármelo a la fiesta en la aldea Rek dorm donde pensaba escapar para encontrarme con Aren y Erika.

—¡Haré algo mejor! —dije a la dama Dahlia—. ¡Iré por el vino!

La esbelta señora se alarmó.

—¡Oh, no! Si la reina se entera...

—No se enterará. Necesitáis ayuda y yo me aburro. Volveré en menos de lo que tarda una brizna de paja en consumirse al fuego.

Miré a mi alrededor. La mayoría de los canapés no eran la gran cosa, pero los de pescado envueltos en hojas de parra me fascinaban. Eran crujientes con un ligero toque agridulce que no había probado en ningún otro sitio más que en la cocina del palacio flotante.

—Pero, debo pediros algo a cambio, dama Dahlia. Quisiera una pequeña cestita con canapés de snigill de salmón y krabbis rebosados.

Puse mi más encantadora sonrisa, esa que me daba un aspecto de niña inocente y necesitada de afecto y aguardé hasta que ella, derrotada, accedió.

—Alteza, no os lo digáis a su Majestad, por favor.

—No lo haré si vos no le decís nada.

En realidad, sentía bastante afecto por ella. Dama Dahlia era muy diferente al callado Dormund, nuestro compañero del palacio Adamantino que nos ayudaba en Tek brandr, quien era su único hijo, su orgullo y adoración.

En general me llevaba bastante bien con los sirvientes, mucho mejor que con los miembros de la familia real.

Instantes después me escabullía dentro de mi habitación llevando oculto por un hechizo de disimulo varias botellas de vino de ciruelo y la cesta con los suculentos canapés de pescado.

Dejé todo sobre la mesa al lado de mi cama y rebusqué en el arcón de madera el vestido negro que me había confeccionada la dama del palacio Adamantino.

Me cambié de prisa, tomé la comida, la bebida y un antifaz de plata. Dibujé en el aire las runas del hechizo y al instante los objetos se tornaron invisibles. Podría practicarme un hechizo para cambiar el color de mi cabello, pero estos hechizos son difíciles de mantener, requieren mucha energía y no deseaba agotarme tan pronto, yo quería disfrutar bastante de la fiesta en la aldea, así que opté por teñir mi blanco pelo de negro con una tintura de carbón que había preparado en la mañana. Fui al tocador y apliqué la pasta tratando de no manchar mi ropa que, afortunadamente, era negra (Sí, debí pintar antes mi cabello, pero estaba tan nerviosa y apurada que no pensé en eso sino hasta ese momento).

Quité el exceso de tintura con un paño seco y salí hacia el corredor. 

***Hola, queridos. ¿Qué les ha parecido el capítulo? hay información que espero no pasen por alto pues será importante más adelante.  Publiqué la ultima parte para que no se pierda el ritmo, espero que los disfruten y luego me digan qué les pareció la fiesta del sol.

Otra cosa, recuerden que esta Soriana es una adolescente de quince años, tiene actitudes inmaduras, no comprende muchas cosas, y como gran parte de los adolescentes, es egocéntrica, les pido que por favor se sitúen en la edad del personaje y su contexto, pues sé que a lo mejor puede caer mal.

Besitos.

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