Capitulo I: La casa Sorenssen (II/II)
Un gran vacío se alojó en mi pecho al pensar en cómo habrían sido nuestras vidas si mi padre continuara con vida.
Murió cuando yo tenía cinco años y él cuarenta y cinco. Mi padre falleció en un accidente de caza en una de las cimas aledañas a la cascada Rykfors, cerca del palacio Adamantino.
Casi no lo recuerdo, al menos sus rasgos son borrosos en mi mente. Lo que sí está presente en mi memoria, son sus calurosos abrazos y las tardes en la biblioteca mientras me leía alguna leyenda. Esas ocasiones no eran muy frecuentes, pero los recuerdos que tengo de esos momentos los atesoro como la más valiosa de mis posesiones.
Era un hombre amoroso a diferencia de mi madre. Es curioso, pero no puedo recordarnos a los tres juntos, ni siquiera puedo rememorar como eran ellos dos entre sí, supongo que era muy pequeña en esa época como para hacerlo.
Sin embargo, la historia del amor del rey por la reina es cautivadora, es casi una obligación para los augsverianos conocerla, todos en el reino saben cómo se enamoraron los reyes Sorenssen. A menudo he fantaseado con que alguien sienta un amor así por mí.
Mi padre tenía cuarenta años cuando conoció a mi madre. Él estaba casado con la anterior reina, Weshalia Hagebak con quien no era feliz. Quizás, dicho así, no suene muy romántico, pero mi padre sufrió por no poder estar con mi madre.
Mi padre se casó a la edad de diecisiete años con lara Weshalia Hagebak dos años mayor que él. Ella pertenecía a la distinguida familia Hagebak, una de las más antiguas, creo que estuvo presente desde la fundación del reino, cuando nuestros antepasados se liberaron de los alferis.
Fue una unión que benefició grandemente al reino y a ambas familias.
Mi padre era el heredero al trono y ascendió temprano a este, pues su padre, Sorben Sorenssen enfermó joven de fiebre escarlata y esto lo imposibilitó de cumplir sus deberes reales hasta que murió finalmente, tres años después.
En esas circunstancias, algunos sorceres miembros del concejo abogaron por una regencia compartida hasta que el rey fuera mayor y pudiera gobernar solo. El apoyo de la influyente familia Hageback fue decisivo para que Sorien Sorensen se sentara en el trono a la edad de quince años. El compromiso y posterior matrimonio con lara Weshalia dio al nuevo joven rey el apoyo que necesitaba en la asamblea y el concejo para poder gobernar Augsvert.
Dicen que los festejos honrando a la diosa Olhoinna para que bendijera la unión duraron varias noches. Todos derramaron sobre ellos sus mejores deseos para que la pareja reinara, feliz, por muchos veranos.
Así que, hace cincuenta años, la esperanza y la abundancia colmaban el reino. Acababa de ascender al trono un prometedor rey, entusiasta y talentoso. Casi de inmediato se casó con una hermosa sorcerina de una distinguida y poderosa familia, uniendo así dos casas de abolengo, forjando una de las uniones que se vislumbraban sería duradera, y llevaría a Augsvert a ser el reino más poderoso de todo el continente. Al menos eso es lo que dicen los libros de historia. Por supuesto, la parte en donde el matrimonio fue por conveniencia no la mencionan, yo lo sé porque es lo que siempre ha dicho dama Briseida, quien fue mi nodriza hasta hace poco.
Dama Briseida me contó que después de varios veranos, con sus abundantes cosechas, y de que la reina era devota de la diosa Olhoinna, madre de todo y de todos, esta no la bendecía con un hijo. Ahí empezaron los problemas.
La reina tenía fe. Pasaba varias lunas orando en el templo de la diosa en la colina inefable. Realizaba los ritos que, las sacerdotisas decían, le eran agradable a la madre de todo y de todos. Pero ni, aun así, la diosa derramaba sobre ella la anhelada bendición, el heredero no llegaba.
La reina bebió pócimas complicadas en su preparación, realizadas con exóticos ingredientes traídos de otras regiones. Se sometió a hechizos en lísico antiguo, incluso a los más dolorosos y nada. De un verano al otro pasaba el tiempo y el matrimonio real no daba a luz un heredero.
Mi padre no tenía hermanos y sin herederos la corona, que por tanto tiempo ostentó su familia, pasaría a la familia Hagebak y se terminaría así el reinado de la casa Sorenssen .
Dama Briseida contaba que mi padre no quería repudiar a la reina Weshalia como le había sugerido el concejo de sorceres, tampoco aceptaba la opción de tener una concubina que le diera el esperado heredero, no quería un bastardo como su sucesor.
Pasó el tiempo y mi padre evitaba tratar el tema de la sucesión con el concejo de sorceres, tal vez debido a que ya se había resignado a que su linaje muriera. Pero a pesar de todo esto, de su renuencia a tomar otra esposa, él y la reina se alejaron cada vez más.
La reina, obsesionada con tener un hijo, pasaba mucho tiempo recluida en el templo de la diosa orándole día y noche, como consecuencia mi padre siempre estaba solo. Dama Briseida a veces me decía que sentía lástima de ver la tristeza en sus ojos, supongo que, a pesar de ser un matrimonio por conveniencia, él terminó queriendo a su esposa y su lejanía le dolía.
Pero todo cambió el día de la ceremonia de iniciación de la hija mayor de la familia Nass, una importante casa de sorceres que se remontaba hasta los tiempos de la fundación. Y aquí empieza la romántica historia de mi nacimiento. Habría deseado poder escucharla alguna vez de labios de mi madre.
En la segunda lunación del año doscientos setenta y cuatro de la era de Lys, una noche de plenilunio, el rey Sorien acudió a la ceremonia donde la hija mayor de la poderosa familia Nass sería presentada como el nuevo miembro de la asamblea de sorceres. Era su cumpleaños número diecisiete.
Cuenta Dama Briseida que a mi padre no le gustaban las celebraciones, sin embargo, debía cumplir con su deber real y dar sus respetos y bienvenida a su gobierno al joven hechicero. No permanecería mucho tiempo, nada lo obligaba a quedarse en la fiesta, solo le daría la bienvenida y se iría.
A menudo me gusta imaginar como debió ser esa fiesta. La casa de la familia de mi madre es muy hermosa, casi tan lujosa como el palacio flotante, nuestra actual morada. El salón de la casa Nass, donde fue la celebración, todavía es un espléndido recinto a la usanza de los más lujosos salones del palacio real. El techo está adornado por miles de velas que flotan formando delirantes figuras y reflejaban las siluetas de las personas en el piso de mármol pulido. Imagino a los sirvientes, vestidos de manera elegante, ofreciendo, en copas de cristal sobre bandejas de plata, aperitivos y espléndido vino cosechado en los viñedos de los Nass.
Mi padre llegó solo, pues la reina se encontraba en uno de sus rituales en el templo de la diosa Olhoinna, retirada en las montañas de Heiorgarorg.
Lo imagino avanzando en medio de las reverencias de sus súbditos hasta el asiento preferencial que para él prepararía mi abuelo, jefe de la familia Nass. Allí se habrá sentado hasta que apareció la agasajada, mi madre.
Los ojos azules del rey de seguro se desviaron a la puerta por donde entraba la sorcerina iniciada. Imagino a mi madre vistiendo una delicada túnica blanca de tela de araña traída desde Vergsvert, que se movía fluida, tal como si los plateados rayos de la luna cubrieran espléndidamente su cuerpo grácil de piel tan clara. Seguro llevaba el cabello, blanco como el mío, recogido en una cola alta que se movía cada vez que la señorita daba un enérgico paso.
Porque, según dicen, lo que cautivó al rey más que su belleza, fue la fuerza de sus movimientos y la actitud resuelta que emanaba de ella. Mi madre rebosaba ímpetu y energía, aún lo hace.
Obvio que mi padre quedó impresionado con tanta belleza.
Dama Briseida me contó que después de conocerla ya no fue el mismo. Perdió el sueño pensando en su situación.
No quería hacerle daño a la reina Weshalia, pero mucho antes de que apareciera Seline Nass ya su corazón se había enfriado frente a la reina, sin embargo, no deseaba repudiarla y se había resignado a morir sin un heredero.
Cuando conoció a mi madre me gusta imaginar que mi padre sintió su alma florecer de nuevo. Aunque también pienso en todas las cosas que le comenzaron a preocupar desde entonces. No era solo ese amor que le quitaba el sueño, ni siquiera el hecho de no querer lastimar a la reina Weshalia, sino también su edad.
En ese entonces mi padre ya era un hombre mayor, contaba cuarenta veranos y ella un tierno brote floreciendo en la primavera. ¿Cómo podría acercársele sin ser rechazado? Porque si bien era el rey y podía hacer lo que quisiera, él no deseaba forzar los sentimientos. Ella tenía el derecho de elegir a quien mejor le pareciera.
De esa forma, el rey Sorien pasó muchas lunaciones pensándola, pero sin atreverse a acercarse a la joven Nass, hasta que se enteró de que otros sorceres la pretendían y habían empezado a galantearla. Ahí fue cuando se decidió.
Empezó a invitarla al palacio para dejarle mirar los antiguos pergaminos de la biblioteca, pues se enteró de que mi madre era asidua a leer y tenía una sed insaciable de conocimiento. Ella anhelaba perfeccionar tanto como le fuera posible su dominio de la magia de Lys, aún se esfuerza en ello, de hecho.
Dama Briseida me dijo que cada vez que la sorcerina se aparecía en el pabellón de la biblioteca, el rey, de manera casual, hacía acto de presencia y se quedaba largo rato con ella discutiendo los complicados y antiguos pergaminos. Así, él descubrió que la joven no solo era enérgica e impetuosa, sino que también poseía una inteligencia despierta, pudiendo discutir con él asuntos de política, economía o bien corregirle detalles en los planes de ingeniería que él le exponía para traer progreso a Augsvert. A medida que pasaba el tiempo, se compenetraban más.
Y lo inevitable pasó, casi un año después el rey repudió a la reina Weshalia.
Si bien esta lo aceptó con dignidad, nunca se recuperó. Desde que salió del palacio de lapislázuli y oro nunca más regresó a él. También abandonó la fe en una diosa que la dejó caer en la desgracia. La reina repudiada se retiró a una pequeña residencia en el monte Reisa, donde no le faltó durante su vida lujo o comodidad.
Meses después, Seline Nass, convertida en la reina Seline Sorenssen, traía al mundo una heredera, yo, la princesa Soriana Sorenssen.
***Espero que no hayan sentido muy pesado el capitulo por no tener diálogo. Ya conocemos los orígenes de nuestra princesa. Qué les pareció? y que opinan de esta Soriana adolescente?
Para la próxima semana intentaré traerles el mapa de Augsvert, acá abajo les dejo glosario. Si algo no entienden o les parece raro no duden en preguntar o decírmelo. Nos leemos la semana que viene.
Por cierto, estaré dedicando un capitulo a todos mis amados lectores (quisiera dedicarles también a ustedes, fantasmitas, pero... anímense a votar y comentar)
Lísico: Antiguo idioma de runas. Muchos hechizos (generalmente los mas complicados) están en lísico. Deriva de la diosa Lys.
Reisa: Construir
Rykfors: Se traduce como cascada de bruma
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