Capitulo VII: Culpa (I/III)
Cuarta lunación del Año 304 de la era de Lys. Reino de Doromir, algún lugar entre el fortín y Ulfrgeirgs
I
Soriana.
Había pasado poco menos de la mitad de mi vida huyendo, escondiéndome principalmente de mí misma, de pronto me encontraba con la posibilidad de no hacerlo más.
Cuando encontré a Aren en Northsevia y descubrí quien era me quise morir. Fue encontrarme con el pasado que tanto me empeñaba en eludir, aunque de ninguna manera pudiera olvidar. El pasado vivía en mi mente y estaba allí solo para recordarme lo que hice, lo que nunca me perdonaría.
Ver a Aren lo hacía tangible, no era solo un recuerdo doloroso o vergonzoso, era real. Él representaba el hecho de que por más que me esforzara, aunque me enterrara en una cueva en el frío desierto del norte, el pasado continuaba allí, siendo parte de mi presente y nunca podría deshacerme de él.
En ese momento, sin importar cuanto intenté evitarlo, él descubrió quién era yo. Desde que lo encontré en Northsevia había tenido miedo de su reacción cuando se enterara de mi verdadera identidad, pero los ojos de Aren no me recriminaban, en ellos solo había dolor y alegría. Él me miraba con cierto brillo de felicidad y eso era peor.
Pero Aren era así, continuaba siendo el mismo optimista, creyendo lo mejor de las personas, hasta de mí
Yo sabía que, aunque para él fuese grato el creer que recuperaba a su vieja amiga de la infancia, en algún momento se daría cuenta de que esa amiga murió hacía diez años y esta otra persona que ocupaba su cuerpo era un ser diferente, lleno de crímenes y culpas. ¿Qué pasaría entonces? ¿Cuándo él finalmente entendiera la dimensión de lo que yo había hecho, que no existía la redención para mí?
Porque sí, yo sabía que Aren tenía la vana esperanza de que los rumores fuesen una mentira. Él era así, veía cosas buenas en todo el mundo y tal vez esperaba, hubiese una explicación que disculpara mis terribles crímenes. Así como me dijo en esa posada, que haber matado a decenas de personas de la familia real de Doromir no era mi culpa, pues con eso solo intentaba proteger a quienes amaba. ¡En nombre del cetro de Lys! Yo maté a más de veinte personas a sangre fría por salvar solo a tres y una de esas tres era yo misma. Y lo más terrible, mientras mataba, disfrutaba
Estaba consciente de que la oscuridad estaba en mí, pero lo que más me aterraba era que él finalmente la viera.
Pasé mi vida adolescente con el miedo de no ser capaz de llenar las expectativas. Aren aparecía de nuevo en mi presente y también esperaba algo de mí. Yo sabía que eso que esperaba no era posible. Entonces se decepcionaría, como todos.
Desde que llegó derrumbó las barreras que construí alrededor de mi pasado. Estar envuelta en constantes remembranzas me desesperaba. Quería escapar de él y no era posible porque, en mi infinita estupidez, até nuestros destinos con el Gefa grio.
Aren removió con fuerza todo lo que había sepultado. Verlo me traía recuerdos. Su sonrisa, sus ojos verdes. Era sentir que regresaba a Augsvert, a un pasado mejor. ¡Hasta se puso a pescar como solíamos hacerlo en el palacio Adamantino cuando éramos estudiantes!
¿Cómo se suponía que podría enfrentarme al peso de tantas memorias? Solo el hidromiel podía anestesiar la pena. Soy tan débil que después de encontrarlo volví a beber. Habría deseado ahogarme en licor para escapar del pasado, del presente y de mi destino.
Me dolía el estómago y tenía náuseas, la ansiedad me estaba matando y yo, más que nunca, necesitaba un trago.
Habíamos parado en un claro dentro del bosque, a un lado del camino real. Por seguridad, a pesar del hechizo del camuflaje, debíamos evitar hacer magia con la que pudieran rastrearnos, así que montamos una pequeña tienda con mantas. Las alforjas se encontraban adentro y yo estaba segura de que en una de ellas guardaba, en una pequeña calabaza, una cuarta de hidromiel para casos de emergencia como ese.
Un trago aliviaría mi desesperación, la ansiedad que me consumía. Revolví todas las bolsas con manos temblorosas sin prestar atención de cuáles eran de las mías y cuáles no. De una de ellas salieron varios objetos personales: peines, pañuelos, espejos, botellitas con tónicos y esas cosas que a simple vista parecían de Aren, pues no eran mías ni de Keysa. A su lado había otra alforja que me quedaba por revisar, recordé que era esa la que ocultaba mi ambarino tesoro.
Suspiré con anticipada satisfacción al tomar en mis manos el pequeño recipiente, lo destapé sintiendo el aroma llenar mis fosas nasales. No esperé más y lo llevé a los labios. El licor amargo y a la vez dulce se deslizó por mi garganta al mismo tiempo que el calor inundaba mis extremidades. De pronto el frío de mi pecho pareció disolverse.
Un ruido a mis espaldas me indicó que alguien entraba en la pequeña tienda.
—Soriana, traje lo que me pediste.
Era Keysa. Sin girarme empecé arreglar el desastre frente a mí. Metí las cosas a las alforjas, nerviosa porque ella no descubriera lo que en realidad hacía.
—¿Por qué está todo tan desordenado?
—Buscaba las tinturas y los polvos —le dije con mi voz sería. Quería que mi actitud distante la intimidara y no continuara preguntando.
—Pero si te dije que estaban aquí —dijo ella tomando una alforja—. ¡Es la única que no revisaste!
Maldije en mis adentros. Keysa se acercó a mí y me escudriñó con sus ojos dorados, luego los bajó hasta mis manos donde sostenía la calabaza. Supongo que el olor del alcohol llegó a ella porque sus ojos brillaron decepcionados, sus labios se curvaron ligeramente en una mueca de tristeza y tal como pasaba siempre, me sentí de la mierda.
Guardé la calabaza en una de las alforjas y la ayudé a recoger el resto de las cosas. Ella no dijo nada, nunca reclamaba, pero yo sabía cuánto daño le hacía y me odiaba por eso. ¿Hasta cuándo sería una maldita cobarde incapaz de enfrentar mis demonios?
Tomé las cosas personales de Aren y comencé a guardarlas también, un objeto envuelto en un pañuelo azul resbaló y reveló su contenido. Era una peineta. Tenía la forma de una libélula bellamente fabricada en plata. Diminutos arabescos labrados decoraban el cuerpo, junto con piedrecillas de lapislázuli y diamantes incrustados en sus alas.
Keysa se acercó y miró la joya en mis manos.
—Creí que la había dejado en Northsevia —dijo— ¿Tú la trajiste?
Yo negué y la cubrí de nuevo con el pañuelo de seda. Al mirarlo mejor, el pañuelo azul tenía los orillos bordados en azul más oscuro y en el centro dos letras: SS sobre una flor de Lys, también bordada.
Mi mente se ofuscó, la garganta se me apretó. Alguna vez ese fue mi pañuelo, tenía mis iniciales. Hacía mucho que no veía los colores y el emblema con la flor de Lys de la casa real Sorenssen de Augsvert. Tomé en la mano la joya, ambos objetos representantes de una vida muy lejana. Yo tenía la otra peineta, fue lo único que conservé de aquella vida. ¿Por qué Aren tendría esa y mi pañuelo?
—Debe ser otra parecida a la mía.
—No creo —dijo Keysa, terca—, mira hasta los arabescos de las alas son...
Carraspeé interrumpiéndola.
—¿Trajiste lo que te dije? —le pregunté con voz severa, quería distraerla, dejar atrás la sofocante sensación que me produjo el descubrimiento de esos objetos. Ella asintió— ¿Dónde está Aren?
—Asegurando el perímetro, me dijo. Supongo que vigila.
Keysa sacó los frascos con las tinturas, los polvos y varios morteros. Haríamos unas pastas que nos permitirían cambiar el color de nuestros cabellos, atenuar el brillo de su piel y aclarar la mía. Lo haríamos de manera manual, para evitar hacermagia que pudieran rastrear.
Ella tomó un mortero y yo el otro y empezamos a preparar las pastas.
—Así que eres una princesa —dijo de pronto Keysa con algo de reproche en su voz—. Nunca me lo dijiste.
—¿Escuchaste? —pregunté preocupada de lo que pudo haberse enterado.
—Vi cuando Aren te abrazaba —dijo ella con la vista dirigida a la mezcla que preparaba—. Te llamó alteza y... Soriana. Nunca me dijiste.
Contenían algo de reclamo las palabras de Keysa y podía entenderlo. Ella sabía que yo era una hechicera oscura, pero no la totalidad de lo que eso implicaba. No tenía el valor de decirle que en algún momento la abandonaría y tampoco de contarle sobre mi pasado
—No había necesidad —le contesté intentando por todos los medios mantener mi voz firme—. Pertenece al pasado y en realidad no soy una princesa. Augsvert ya tiene su princesa y su reina.
Keysa suspiró sin dejar de mezclar la pasta en el mortero.
—No te entiendo, Ariana. Podrías ser una reina o una princesa en Augsvert. No habrías tenido que pasar tanta necesidad, dormir en esas feas casuchas llenas de bichos, o en una lejana cueva perdida en el hielo, ni estar huyendo como lo hacemos ahora.
Yo levanté el rostro y sonreí. Podía comprender a Keysa. Para mí, que siempre tuve todo en Augsvert: vestidos, joyas, comidas deliciosas, sirvientes, cualquier lujo imaginable, no tener nada no significaba tanto. Pero para Keysa, que comenzaba a vivir y tenía el corazón repleto de sueños y anhelos, la vida en un palacio debía parecer tentadora. Sabía que perder nuestra posición en Doromir la afectó, así como alejarse de su amigo, el príncipe Kalevi. También sabía que odiaba vivir apartada en una cueva en Northsevia, pero eso era todo cuanto yo podía darle.
—Si yo nunca hubiese salido de Augsvert, no nos habríamos conocido, Keysa.
Ella abrió muy grande sus ojos y luego agachó la mirada con culpa. Me sentí mal. Pude ver en su expresión lo que pensaba, en ningún momento quise sacarle en cara el hecho de haberla salvado de esos traficantes. No quería que Keysa se sintiera en deuda conmigo.
—Estoy mejor aquí, contigo —le dije con una sonrisa, intentando aliviar las cosas —, soy más libre, puedo beber cuando quiera y hacer las cosas que desee.
Keysa resopló y negó con la cabeza. Me recriminé mentalmente. ¿Qué me pasaba que no dejaba de decir tonterías?
—Escucha —le dije— ¿Qué te parece si cuando todo esto termine, vas a Augsvert?
Ella me miró con sus grandes ojos ilusionados. Lo que iba a proponerle era algo que venía pensando desde hacía tiempo.
—Si te gusta, podrías quedarte. Aren cuidaría de ti.
De pronto la alegría en el rostro de Keysa se apagó. ¿Ahora qué había dicho? ¿De qué forma erré de nuevo?
—¿Qué sucede?
—No quiero que siempre alguien tenga que cuidarme —dijo ella con voz temblorosa y luego, casi en un susurro, agregó—. No quiero ser una carga.
La miré sorprendida. Keysa malinterpretaba las cosas.
—No eres una carga. Es que...no quiero que estés sola. Aren es una buena persona...
— ¿Y tú? Estamos juntas, ¿no?
—No siempre será así —dije reflexionando en mi ineludible destino.
—¿Te irás? ¿Quieres deshacerte de mí?
—¡No, claro que no! —exclamé angustiada del giro que daba la conversación.
—Entonces, ¿quieres casarme con Aren?
El mortero resbaló de mis manos. Aquello realmente me sorprendió.
—¡¿Qué?! ¡No!
—Sí, porque Aren ya está comprometido.
Una repentina punzada de dolor se me alojó en el pecho. Claro que sabía que Aren estaba comprometido, con mi prima.
¿Por qué estábamos hablando de eso? Yo solo quería asegurar el futuro de Keysa cuando lo inevitable sucediera. Era una hechicera oscura y más temprano que tarde, si no sacrificaba alguna criatura mágica para reponer mi poder espiritual, moriría.
Un recuerdo cruzó mi mente: mi madre y yo discutiendo sobre lo que era mejor para mí. En aquella época yo era tan, terca no era la palabra, más bien una completa imbécil. Pude entenderla ahora que era yo quien trataba de buscar un mejor futuro para Keysa, al mismo tiempo que quería mantenerla segura.
Ser padres era toda una odisea. Cuan injusta fui con la mía, eso era algo que no podía perdonarme.
—Sí, sé que Aren está comprometido. Y no busco casarte con nadie «Aunque no sería una mala idea, el problema sería conseguir un consorte digno». Es que no soportaría que alguien quisiera hacerte daño.
—Y piensas que yo no puedo defenderme sola.
«Sí, exacto.» Pensé
—No, claro que no —Ya no sabía que más decir, cada vez que hablaba era peor—. Mira, mejor vamos a untarte esto. Aplacará el brillo de tu piel.
Por suerte Keysa no volvió a hablar. De cualquier manera, ya había obtenido la promesa de Aren de que la cuidaría y estaba segura la cumpliría. Cuando llegara el momento de separarnos y si ella no lo entendía, tenía la esperanza que le pasara como a mí con mi madre. Keysa comprendería con el tiempo el porqué de mis decisiones y que solo buscaba con ellas su bienestar.
***Hola amores, ¿Qué les ha parecido el capitulo? Ya conocemos el punto de vista de Soriana las cosas. Espero que no les parezca demasiado deprimente.
Me he preguntado si esta historia no decepcionará a los amantes de la alta fantasía. Siento que es mas un drama trágico que una historia con los típicos elementos que atraen a los lectores del género, pero como nos pasa a la mayoría, es la historia que deseo contarles, así que espero me sepan perdonar y continúen acompañándome.
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