CAPITULO II: Inicio del viaje.

Tercera lunación del Año 304 de la era de Lys. Alguna parte del sur de Northsevia.

Keysa

Yo estaba muy emocionada por ese viaje, era una oportunidad única para mí, pues Ariana casi nunca me permitía salir. El mundo era peligroso para los que eran como yo: inútiles, y Ariana con su personalidad no paraba de recordármelo.

Lo otro que me emocionaba era Aren.

Cuando lo vi por primera vez pensé que se trataba de alguien muy importante. Era joven y apuesto, su piel tenía un color como el del trigo tostado, más oscura que la mía, pero más clara que la de Ariana; su cabello oscuro, largo hasta los hombros lo usaba recogido en una media cola, los ojos verde claro brillaban presos de cualquier emoción.

Nosotras no solíamos tener compañía excepto la de mi dorongeim y las criaturas que a veces rescataba Ariana, así que la presencia de él me entusiasmó bastante. Tenía un porte elegante, vestía ropas finas de cuero y era amable y gentil, pero por alguna razón que desconocía, Ariana parecía no estar muy feliz con su presencia.

Ella no era alguien fácil de sobrellevar, a menudo caía en un mutismo desagradable al cual ya me había habituado, pero supongo que sería difícil para alguien extraño a nuestro entorno adaptarse a sus silencios.

Como fuera, no me importaba qué sucedió para por fin salir del confinamiento en el que nos hallábamos, donde permanecíamos recluidas desde que salimos huyendo, cuál criminales, del palacio del Amanecer en Doromir.

Al día siguiente de la llegada de Aren, yo saltaba de un sitio a otro buscando todo lo que debía llevar para nuestra travesía. Por fin usaría otra vez las preciosas capas de lana fina o las exquisitas túnicas de seda de araña que me quedaron de nuestra estancia en la corte de Doromir. Las mismas que soñé tantas veces volver a lucir fuera del desierto de hielo donde estábamos exiliadas ¡Y se las luciría a Aren!

Cuando las doblaba cuidadosamente para meterlas en las alforjas, sentí la pesada mirada de Ariana sobre mí. Ella y Aren me miraban atentamente.

—¿Llevarás eso? No iremos de fiesta, Keysa —me dijo ella con sus ojos grises, despectivos. Para mayor vergüenza, Aren tenía una sonrisita burlona en los labios—. Debes llevar ropa abrigada y resistente, no sabemos cuándo podremos regresar. Las botas de piel de oso estarían bien y algunas capas, las menos frágiles.

Yo me sonrojé horriblemente y saqué con mucho pesar mis hermosas túnicas de seda de araña. En su lugar coloqué las más rústicas y feas, pero cuando Ariana se dio vuelta, dejé dentro de la alforja de viaje algunas túnicas y además guardé varias peinetas enjoyadas, una en particular de plata y lapislázuli que era de ella y a mí me encantaba.

Después de empacar todo lo necesario (Ariana me hizo dejar dos de mis cuatro alforjas de ropa) y almacenar agua en cantimploras de calabaza, ya estábamos listas para partir. El joven lars se nos acercó y de lo más gentil se ofreció a colaborar.

—Por favor, permítanme ayudarlas.

Ariana lo miró con una sonrisa torcida, le entregó sus bolsas de viaje y le contestó:

—¡Qué amable, lars! Parece que lo que dicen sobre la mezquindad de los augsverianos no es cierta.

Él la miró con los ojos entrecerrados. Era evidente que no le hizo gracia lo que Ariana había dicho. No pude culparlo, sus comentarios más que graciosos, la mayoría de las veces eran de mal gusto. Sin embargo, Aren, como todo un caballero, no dijo nada al respecto. Tomó las grandes bolsas, después de hacerlo nos miró perplejo. Les dio vuelta a las alforjas para examinarlas al detalle.

—¡Tienen símbolos en lísico antiguo bordados! ¡Nunca antes había visto algo así! ¿Este hechizo es lo que las hace tan ligeras?

—Sí —contestó Ariana con expresión indiferente—, algo que inventé para que las bolsas al viajar no pesen y puedan contener gran cantidad de objetos.

Aren estaba atónito, lo cual me sorprendió a mí. No pensé que ese hechizo que usábamos casi a diario era tan novedoso, mucho menos que Ariana fuera su creadora.

—¡Impresionante! —exclamó él.

Cuando soltó al fin las bolsas de viaje después de examinarlas por dentro y por fuera, se concentró de nuevo en la planificación de nuestra travesía

—Bien. Debemos conseguir monturas. Supongo que serán veörmirs.

Aren dijo la palabra veörmirs con algo de decepción, al menos eso fue lo que me pareció y podía entender por qué. Los veörmirs no a todo el mundo les gustan, porque, a pesar de que son grandes animales, peludos y muy fuertes, tienen la peculiaridad de ser caprichosos. Si no les agradas son capaces de no aceptarte como montura, y si los incomodas de alguna forma durante el viaje, pueden hacerte caer. Me hundí de hombros, a mí sí me agradaban los veörmirs.

—Tendrá que ser en Doromir —dijo Ariana—, tan al norte no conseguiremos. Hasta que lleguemos allá tendremos que viajar a pie.

—Muy bien, será entonces. Pero antes de continuar, creo que es preciso determinar qué camino seguiremos para llegar a Skógarfors —dijo él extendiendo un mapa sobre una roca cuya superficie era algo plana.

—Muy bien, lars, ¿Qué propones? —Ariana se situó frente al mapa examinando los caminos. Yo me asomé por un costado de ella para dar una ojeada al complicado cartograma.

—Bueno, estamos aquí. —Y señaló un punto al sur de Northsevia—. El mejor camino es cruzando la frontera de Doromir y de allí seguir en línea recta hasta Skógarfors. Pero para eso deberemos cruzar el Dorm. El problema es que su ribera está llena de asaltantes. Fue allí donde atacaron mi comitiva...

—También podríamos tomar el camino de saliente, por Ulfverg —interrumpió Ariana, señalando el camino opuesto en el mapa—, así evitaríamos el Dorm.

—La que propones no es una buena ruta, Ariana. Primero nos tomaría más tiempo desviarnos al este; por otro lado, el de Ulfverg es un camino montañoso y difícil, plagado de lobos, osos y demás bestias. Ir por allí es casi un suicidio. No, el mejor camino es por la frontera de Doromir. Además, allí nos aprovisionaremos y conseguiremos montura.

Ariana resopló. Podía ver qué estaba contrariada y yo sabía por qué. Nosotras no podíamos volver a pisar Doromir.

—Pues para nosotras, Doromir es el suicidio. Hay traficantes allí. Cuando vean que viajamos con un hada nos atacarán como buitres.

De inmediato bajé los ojos. Si bien sabía que la principal razón para evitar Doromir no era esa, también sabía que lo que ella decía era cierto. En ese reino estaba el corazón del mercado negro que se dedicaba al comercio de criaturas mágicas, viajar conmigo era algo así como un estorbo.

—Pues no veo mayor problema, solo cruzaremos la frontera. Nos detendremos nada más en la primera ciudad de Doromir para abastecernos —dijo Aren mirando a Ariana—. La ocultaremos. Cambiaremos su apariencia y pasará desapercibida.

Ariana reflexionó con los ojos clavados en el mapa. Evaluaba nuestras posibilidades. Después de un rato movió la cabeza afirmativamente, pero no se veía muy feliz de aceptar la propuesta.

—De acuerdo. Será por Doromir, entonces. Pero debemos ser lo más discretos posibles. No podemos llamar la atención, eso sería igual a colocar una luminaria de Lys sobre nosotros y arriesgar a Keysa a ser cazada.

Aren asintió con una sonrisa, mientras yo me admiraba de cómo Ariana era capaz de ocultar nuestra verdadera situación. Pero a pesar de todo, no pude evitar preguntarme cuánto más podría eludir contarle la verdad a Aren, y qué sucedería cuando él se enterara de por qué no queríamos llamar la atención en Doromir.

—No debes preocuparte —le contestó Aren con una cálida sonrisa. No haría nada que pudiera ponerlas en peligro, y de surgir dificultades puedes estar segura de que las protegeré.

No pude evitar mirarlo con admiración. Aren era alguien valiente, además de gentil y apuesto. Ariana, en cambio a mí, no parecía del todo convencida, aun así, asintió con un resoplido.

—El río nace en la cordillera, atraviesa la región de este a oeste y separa Doromir de Northsevia —continuó Aren señalando el mapa—. El sitio donde su caudal es más angosto es este, —Y señaló con un dedo elegante y fino un punto en el trayecto del río hacia el este—, por ahí sería lo más recomendable cruzar, sin embargo, por eso mismo, ese trayecto es el de mayor peligro en cuanto a forajidos se trata, ahí seguro estarán esperando a los viajeros para asaltarlos.

—Y entonces, ¿Qué haremos? —pregunté un poco angustiada. A mis pocos quince años tenía claro lo que más debía temer en esta vida era a forajidos y ladrones.

—Bueno, propongo que crucemos por el centro, pude ver que allí es caudaloso, pero a esta altura —Su dedo se posó en otro sitio en el pergamino, más al este— ya no hay rápidos, así que las corrientes son tranquilas y nos será fácil cruzar.

Ariana miró con sus ojos de hielo el gastado pergamino. El contraste que sus iris hacían con la máscara negra y con su piel acanelada siempre se me hacía intimidante.

—Estoy de acuerdo, lars —dijo ella recogiendo el mapa y entregándoselo a Aren—, haremos como dices. Conozco una cueva no muy lejos, pasaremos la noche allí y al amanecer continuaremos hasta el río.

Así que nos pusimos en marcha e iniciamos el viaje para atravesar la gélida región.

El paisaje de Northsevia siempre me pareció hermoso, con colinas rocosas cubiertas de blanca nieve y los débiles rayos solares cubriéndonos de luz casi plateada. De vez en cuando podía ver pequeños gosvert corretear, llevando rocas negras diminutas sobres sus cabecitas, y saltando entre los peñascos congelados para desaparecer, seguramente, en sus guaridas subterráneas.

Estuve tentada a explorar por donde se habían ido, pero Ariana me miró con sus ojos severos, como si adivinara lo que quería hacer y abandoné la idea. Su expresión me decía que aquello no era un viaje de entretenimiento y aunque estaba consciente de ello, no podía evitar sentir curiosidad de las cosas que me rodeaban. Después que abandonamos Doromir había tenido pocas oportunidades de estar en el exterior.

Cualquier nueva experiencia entrañaba un cúmulo de posibilidades y más para mí, que había pasado casi todo un año encerrada en una cueva. Salir de Northsevia era lo que más anhelaba. Mi corazón se emocionaba ante el futuro. En mi imaginación Aren era el enviado de los dioses para devolvernos al mundo. Yo estaba desesperada por vivir.

Pero luego de caminar alrededor de quince millas mi vida continuaba igual de aburrida que siempre. Ni Ariana, ni Aren hablaban, ambos permanecían ensimismados en la nada de lo que sea que pensaban. Comenzaba a vislumbrar que ese viaje no sería tan excitante como creí al principio.

Después de rezarle mucho a mi amada diosa Lys, dadora de magia, que no me matara de aburrimiento, al anochecer llegamos a las cercanías de la ribera del Dorm. La vegetación había cambiado, los arbustos eran más altos y frondosos e incluso algunos estaban cargados de bayas maduras y deliciosas que yo arrancaba feliz, para estrujarlas en mi boca y sentir su jugo refrescante. Lo único malo era que el clima continuaba siendo bastante frío.

—¡Allí está la cueva! —dijo Ariana, caminando hacia una abertura en la montaña.

—¡Conoces bien Northsevia! Es un alivio que no nos perdiéramos.

—¡Claro que la conoce bien! —dije yo, cargando varias bayas en mi túnica y alegre de por fin llegar a la cueva—. ¡Ella es una experta! Siempre va de expedición buscando amuletos y esas cosas mágicas que usan ustedes, los sorceres.

—Has sido una buena guía —dijo Aren, con una pequeña reverencia, pero Ariana agradeció el halago con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos aburridos. Levantó su mano mostrando un brazalete rojo sangre que no le había visto nunca antes:

—¡Estoy para servirte, lars! —exclamó con tono mordaz y entró en la cueva.

No entendí por qué le hablaba así al pobre Aren, pero conociéndola, sabía que por más explicación que le buscara no la encontraría.

A diferencia de nuestro hogar, esta cueva era poco espaciosa, apenas suficiente para que los tres cupiéramos apiñados.

—¡Estoy agotada! —exclamé, dejándome caer en el suelo.

—¿Qué es eso? —me preguntó Aren, señalando mi hombro.

—¡Oh! ¿Este? Es un dorongeim —le respondí colocando a mi pequeña mascota en mi mano para que se comiera una baya. Era apenas de un palmo de altura y semejante a una seta con pequeñas ramificaciones como extremidades. Lo adoraba, era bastante tierno e inofensivo.

—Un... ¿Qué?

—Dorongeim. Son guardianes de bosques de pinos negros y hayas —le expliqué—. Viven en grupos, pero este —dije acariciándole su porción superior, que parecía un sombrerito rojo con lunares blancos— perdió a todo su grupo a manos de sorceres.

El dorongeim trepó por mi brazo y se acomodó en mi hombro, donde le encantaba acurrucarse.

—Dorongeim —repitió lento, como si quisiera memorizar el nombre—. Creo recordar que tienen poderes adivinatorios, ¿cierto?

Fruncí el ceño y aparté a la pequeña seta de él. En ese momento me pareció que Aren era igual a todos los sorceres, aquello me decepcionó. Ariana, que ya se había quitado las alforjas de encima y hacía aparecer una luminaria de Lys dorado rojiza para calentar e iluminar la cueva, se rio por lo bajo.

—¡Eso no es lo importante en ellos! —le dije, enfadada—. Es lo único que ven los hechiceros, cómo aprovecharse de las indefensas criaturas de los bosques. Los dorongeim son tremendamente cariñosos y fieles y sí, también son intuitivos, pero eso no es lo más relevante.

—Yo, yo no quise, no sabía...

—No, claro que no, lars —dijo Ariana sentándose a su lado—. Los augsverianos viven tan aislados, que no saben las condiciones de las gentes fuera de su barrera. Keysa es muy sensible con Monguito. Lo rescató de un hechicero que pensaba hervirlo para hacer una poción de draugr, ya sabes, para entrar en trance con los fantasmas y preguntar por el futuro o los muertos.

Aren pareció incómodo, miró a mi amiguito con sus cejas enarcadas.

—Eso es magia oscura, magia de Morkes. ¡Está prohibida!

—Que esté prohibida no quiere decir que no se practique, hay muchos sorceres sin escrúpulos seguidores de Morkes en Olhoinnalia, lars y la Liga de Heirr no es suficiente para controlarlos, se ahogan en burocracia antes de sentenciar la práctica de artes oscuras de los acusados.

—Es cierto, la Liga de Heirr a veces parece insuficiente, pero hacen su mejor esfuerzo. Tal vez si más hechiceros se dedicaran a ser cazadores sería diferente. —Aren me miró a los ojos con una expresión arrepentida—. ¡Lo siento!

Yo asentí aceptando sus disculpas. Me pareció que se veía sumamente lindo tan cabizbajo. Tomé a Monguito y lo puse de nuevo sobre mi hombro. En ese momento pensé que ese lars era un tanto ingenuo, de alguna forma creía que el mundo podía ser un buen lugar donde se cumplen las leyes y el bien triunfa sobre el mal. Yo, con los pocos años que tenía, ya sabía que las cosas no funcionaban de esa manera.

—Está bien. No te preocupes —le contesté con una sonrisa y luego cambiando el tema le pregunté—: El reino de dónde vienes, está muy lejos, ¿verdad?

Él asintió.

—Y, ¿cómo es? —Cuando escuchó mi pregunta, el rostro pareció iluminársele.

—¡Augsvert es el país más hermoso que existe! Hay un río, el Ulrich, tiene aguas puras y cristalinas, atraviesa al país de norte a sur. El Dorm no es tan hermoso. ¡Ojalá algún día puedas ver alguna de sus cascadas! —El tono soñador con el que Aren hablaba me hacía imaginar un paisaje idílico—. Los sorceres vivimos en la ciudadela, en el centro de esta se encuentra el palacio flotante donde habita la familia real, hecho de heidrsand y adornado con oro y lapislázuli. !Augsvert es lo más hermoso que existe! —Cuando terminó sus ojos brillaban nostálgicos. De verdad, me provocaba conocer esa tierra mágica que él describía tan hermosa y con tanta pasión.

Ariana también escuchaba las descripciones del lars. Cuando él terminó de hablar suspiró con una pequeña sonrisa triste adornando sus labios, colocó sus pieles a mi lado y se acostó casi de inmediato. Yo fui a las alforjas y saqué unas hogazas de pan de corteza y carne seca, le ofrecí a Ariana, pero las rechazó, le di un poco al lars y me senté a su lado, coloqué a Monguito sobre mis piernas para continuar la conversación, quería saber más de su vida.

—¿Qué es heidrsand? Nunca antes había escuchado eso.

—Es el material con el que están hechos los palacios allá. Solo se consiguen en las canteras de Gylltir, en la costa de Augsvert.

—¡Oh! —Me quedé pensando en lo que decía. En mi mente imaginaba un hermoso palacio hecho de un material resplandeciente—. ¿Y tú que eres allá?

—Yo soy uno de los comandantes del ejército de Augsvert y también miembro del Heimr. —Después de decir eso, Aren se me quedó mirando, supongo que debía tener una cara llena de desconcierto, porque él agregó —: Te lo explicaré sencillo para que entiendas. Cada familia de sorceres descendientes de los fundadores forman parte de la Asamblea, ellos crean leyes, reformas, administran los impuestos. El Heimr, a su vez está, conformado por diez sorceres escogidos dentro de la Asamblea y junto con la reina aprueban las leyes y dan la última palabra sobre qué hacer con los impuestos. También toman las decisiones más importantes en el reino. Yo soy uno de los concejales de mi familia.

—¡Oh, entonces eres alguien importante! —dije yo, impresionada. Ariana se revolvió entre sus pieles, por un momento temí que me mandaría a callar, pero no habló, solo cambió de posición—. Y, ¿estás casado? —Creo que me sonrojé después de lanzarle esa pregunta tan atrevida. No supe de dónde saqué la valentía de preguntarle algo como eso. Él enarcó sus cejas, pero respondió:

—No estoy casado. Pero si prometido con la hija de la reina Engla, con la princesa Englina.

—¡Serás un príncipe entonces y luego rey! —Él hizo un mohín que no supe interpretar muy bien, tal vez de desagrado.

No sé qué sentí en ese momento, tampoco sé qué esperaba escuchar. Aren era joven, pero no tanto como para estar soltero, era muy lógico que a su edad ya estuviera casado o comprometido. Creo que mi recién nacido amor adolescente padeció una muerte trágica en ese instante.

—¿Por qué quieres ir a Skógarfors?

Él me miró fijo un momento y después contestó.

—Ariana cree que allí podremos conseguir herramientas mágicas que nos ayuden a vencer a los alferis.

Arrugué el ceño, antes había escuchado hablar de los elfos alferis, pero no sabía mucho sobre ellos.

—Son esos elfos de piel oscura y cabello plateado que no saben mucha magia, ¿no? ¿Por qué quieres vencerlos?

—Ellos siempre han tratado de invadir mi reino. Hace mucho tiempo, antes de que llegara la era de Lys, ellos vivían en Augsvert, no había humanos allí. Uno de sus príncipes, Alberic, un día salió de su reino, tomó prisioneros a los humanos de una aldea cercana y los llevó a Augsvert como esclavos. Los humanos eran maltratados de mil maneras, sus mujeres violadas, muchas quedaron embarazadas y dieron a luz a una nueva raza mezclada. Nosotros, los actuales augsverianos, somos descendientes de esa raza, por tanto, también tenemos sangre élfica.

»Los humanos prisioneros se cansaron y organizaron una rebelión. Mataron a la realeza alferi y piadosamente dejaron ir a los ancianos, a los niños y algunas mujeres no guerreras. Los alferis sobrevivientes se exiliaron al otro lado de la cordillera de Ausvenia, cerca de Augsvert. Pero son una raza belicosa, los humanos los evitan.

»El tiempo pasó, los humanos y la nueva raza descendiente de la mezcla con los alferis prosperaron tanto en Augsvert que, la diosa Lys, la dadora de magia, nos bendijo otorgándonos gran poder mágico. Pero los alferis sobrevivientes comenzaron a albergar rencor en su corazón y desde entonces tratan de regresar a Augsvert y cobrar venganza. Por culpa de su continuo asedio nos vimos obligados a idear un domo mágico alrededor del reino para evitar su incursión y así aislarnos. Ahora ese domo se está debilitando, por eso necesito conseguir una herramienta mágica que nos ayude a reforzarlo.

Yo quedé sorprendida por su relato. Así que todo era una guerra por las tierras de Augsvert. ¿Por qué no podían simplemente vivir en paz ambas razas en las mismas tierras? Eso sería mucho más sencillo que pelear, ¿no? Y si Augsvert era tan rico y fértil como decían, podría dar mucho de sí a todos.

Claro, no le dije nada de esto a Aren, no quería que pensara que era una tonta, en su lugar lo miré con mi mejor cara de sapiencia y asentí a todo lo que me contaba.

Ariana se levantó, supuse que estaba molesta porque no la dejábamos dormir. Tomó su pipa, sus hierbas y una de las cantimploras de calabaza con hidromiel. Aunque me sentí inquieta porque presentía lo que haría, el deseo de seguir conversando con Aren me ganó y no le presté mayor atención. Me quedé hablando un poco más con él de la vida que llevaba en su nación. Que fuese un noble importante próximo a convertirse en príncipe se me hacía tan fascinante. Hablamos hasta que el cansancio nos venció.

Antes de quedarme dormida me acordé de mi tierra y de mi gente. Había pasado tanto tiempo desde que salí de mi bosque, que de pronto me sentí nerviosa por regresar a otro bosque, aunque no sabía si ese era del que yo había salido.

Hablar con Aren de su pueblo me hizo pensar que tal vez podría encontrar a mi familia y a mis padres en ese viaje. Me dormí soñando que volaba rodeada de otros como yo, danzando en el aire.

***Bien, quisiera que me dijeran qué les pareció el capítulo, qué le va pareciendo la historia, ¿muy complicada de entender?

Acá abajo les dejo la única palabra del glosario y una pequeña curiosidad del continente de Olhoinnalia que no tiene que ver con la novela.

Ulfverg: La traducción sería "camino de lobos". Es una cordillera que  continúa hacia el sur  uniéndose a la cordillera de Ausvenia. Ambas atraviesan casi todo el continente.

 Mucho antes que comenzara la era de Lys, después de que Northsevia se congelara, de Ulfverg descendieron lobos cambia formas que invadieron los bosques de toda la región que mas tarde sería Doromir. El rey Dahaly fue quien acabó con los hombres lobos y fundó el  reino de Doromir.


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