Treinta y Nueve.

El de esvástica cruzó arma en mano la entrada de su propiedad, desplazándose a zancadas silenciosas como la de un depredador a punto de capturar a su presa, llegando a la sala de estar encontró a la albina acostada entre cojines... plácidamente dormida hecha ovillo abrazando su vientre.

Levantó la diestra apuntándole con seriedad y la ira plasmada en sus ojos, quitando el seguro del arma justo en el momento en que la más baja se removió un poco y aún en medio de su sueño acarició un poco su vientre inconscientemente.

Esta acción devolvió algo de razón al carmesí, recordándole a Blas y al nuevo hijo que se encontraba en el vientre de esa polaca, su pulso flaqueó durante durante largos minutos hasta que finalmente bajó la mano frotándose con fuerza el rostro, se sentía malditamente engañado.... pero no podía pensar en matarla, ya no podía. Así que salió de ahí, dejando la mansión nuevamente en el auto.

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Olesia vió el reloj de la pared con aburrimiento, ya hasta había cenado y el germano aún no venía a casa, se sentía sola y para tratar de hacer tiempo fue a darse un baño en la tina con agua tibia.

Lastimosamente los días comenzaron a pasar igual de ausentes, comenzando a preocuparla debido a que ni siquiera habían señales de que él estuviese llegando a dormir, llevándola de pensamientos por montón sobre miles de motivos por los que tampoco había llamado.

Eventualmente fue decayendo en ánimo, solo acostándose en el sofá a la espera de que llegara el de esvástica, pero las horas que se sentían eternas continuaban avanzando impasibles, esa la deprimió notándose en su expresión triste que preocupaba a su dama de compañía que por todos los medios y cosas trataba de hacerla siquiera salir a tomar un poco de sol al jardín. Acabó por pasar un nuevo mes completo, su vientre estaba aún más grande y eso acortaba el tiempo que le quedaba hasta alumbrar dentro de tres meses, pero eventualmente dejó de pensar en ese día con añoro y ahora solo miraba el calendario un par de veces a la semana para saber en qué día se encontraba.

Unos pasos acercándose y cierta energía conocida la hicieron abrir los ojos para sentarse en el sofá mirando en dirección al pasillo de la entrada principal. Su mirada de iluminó cuando vió a Reich entrar vistiendo un traje común en tono café, cuando quiso levantarse para abrazarlo este ni siquiera la miró solo pasando de largo a su oficina dejándola ahí en la sala como si no existiera. Parpadeó confundida pero optó por esperar hasta que él volviese a pasar, cosa que minutos después sucedió.

—Amo –Lo llamó acercándose al de portafolios que seguramente contenía documentos de algún tipo, por poco llegando a tocar su brazo izquierdo—.

—No me pongas las manos encima, sucia judía mentirosa. –Este movió su cuerpo para evitarla y le habló con desdén mirándola de la misma manera, antes de retomar su camino para no perder más tiempo—.

La de dojos azules tragó en seco al escuchar ese término, pero aún así se apresuró a dar algunos pasos para sostener su brazo desde la gabardina para detenerlo.

—Pero amo, yo no... –Comenzando a temblar trató de que su voz no flaqueara pero sus ojos ya se estaban llenando de lágrimas, regresando todo lo ocurrido con su familia a su mente y llenándola de miedo—.

—No te quiero escuchar, ¡Yo te di toda mi confianza y sólo estabas manipulándome como hace tu maldita raza! –Mostrando sus colmillos el mayor la hizo retroceder mirándola directamente a los ojos haciéndole notar su ira reprimida– Si no te he matado aún es porque llevas mi sangre en tu vientre.

La bicolor finalmente rompió a llorar sintiendo dolor en su corazón, el contrario se dió la vuelta y la dejó así como si no le importara en lo absoluto, minutos después al oír el llanto la húngara de acercó preocupada, encontrándola de rodillas hecha un mar de lágrimas.

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Desde ese día la polaca ya no se movió de la cama, Rózsi había decidido mejor cambiarla a su antigua habitación para evitar que siguiera estresándose al ver las cosas del azabache cerca.

La rubia de ropa costosa se acercó haciendo el menor ruido posible con sus tacones al entrar a la habitación, mirando con los labios fruncidos a la menos que se veía totalmente diferente a como la había estado recordando un par de meses atrás, al llegar a la propiedad esperando hablar con Reich para darle un nuevo informe al humano de bigote pequeño solo se encontró con que este no estaba y que la joven estaba "Custodiada".

Por lo que se decidió a entrar llevándose la sorpresa del estado en que se encontraba, se sentó en el borde de la cama y acarició su cabello con pena, si bien lo la conocía en lo absoluto como persona, podía sentir claramente el aura de desolación que emergía de ella.

—Mi señora.... Herr Reich dejó la mansión hace dos meses sin comunicarse, pero hace un tiempo volvió... y furioso dijo que.. que mi señorita era una judía.. –La de uniforme blanco murmuró bajo para la de franjas bicolor que la escuchó atentamente desde el inicio esperando saber– Pero ella sigue jurando que no lo es, sé que mi opinión no es siquiera importante, pero yo le creo..

Austria hizo una mueca mezclando angustia con duda, volviendo a mirar a la pálida albina que respiraba despacio, pero suspiró profundamente levantándose se la cama. Esa chica era muy joven para morir de esa manera, angustiada y con el corazón roto.

—Trataré de indagar, pero no prometo nada –Miró a la humana mientras acomodaba los pliegues de su vestido granate, ahora tendría que cancelar algunos compromisos para enviar a alguien a territorio polaco– No le des esperanzas aún, solo trata de que siga alimentándose bien.

Se retiró de la mansión mirando a través de la ventana de su auto, la situación era demasiado delicada pero el hecho de que el de esvástica no hubiese acabado con sus propias manos con Blau indicaba que prefirió distanciarse antes que dañarla, solo que no sabía si era por la existencia del bebé o porque realmente sentía algo por esa pobre chica.

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