Cuarenta y Ocho.
—Jarek cálmate, es una chiquilla –Reino de Polonia puso la mano sobre el hombro ajeno tratando de separarlo pero el de vestimenta bélica estaba en medio de un ataque psicótico como resultado de las torturas que pasó antes de morir—.
—¡TE REVOLCASTE CON ESE NAZI! –Siguió gritándole y removiéndola con fuerza, aterrorizándola pero no le importaba en lo absoluto—.
—Quítame las manos, ¡Que me sueltes! –La pequeña albina chilló dándole un golpe en el rostro con la mano derecha tratando de soltarse, cosa que consiguió así que intentó adoptar una pose defensiva—.
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Austria se aferraba a la bebé que tenía en brazos mientras lloraba en el hombro de su esposo que sostenía a la otra, incluso el italiano se estaba secando algunas lágrimas con el pañuelo de su traje, en la habitación el de esvástica entrelazaba sus dedos a los fríos de la menor.
—No puedes… no puedes dejarme, por favor no me dejes.. por favor –Vocalizaba con la voz rota, las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos irritados por el dolor que llegaba desde su pecho como si le hubiesen arrancado el corazón– No me dejes, te lo suplico, tú no..
El japonés aún como guerrero se sentía destruido por no haber podido evitar que la muerte se llevase a alguien más en su vida, el llanto desesperado del azabache casi se oía por casi toda la casa y de estar el personal les pondría los pelos de punta.
—...Terzo… –El tricolor entró acercándose despacio intentando colocar una mano en su hombro, si bien habían perdido a la polaca aún estaban sus pequeñas afuera—.
—¡CÁLLATE, NO VAN A LLEVÁRSELA COMO A BLAS! –Reich mostró sus colmillos de manera amenazante aún sin soltar la mano ajena, no podía procesar que ella estuviese a nada de perder totalmente sus colores y por lo tanto morir– Vamos, no puedes hacerme esto, te lo suplico…. te amo, no puedes dejarme..
Emitió un sollozo luego apoyando la frente en su pecho pues se había levantado cuando el europeo del sur se acercó, incluso Imperio estaba observando en silencio la reacción del alemán a quien por primera vez en sus vida veían de esa manera.
Ahora recordaba el dolor y la desesperación de ver a su madre morir poco a poco, repitiéndose con la mujer a la que a tropezones y errores había aprendido a amar, no podía permitir que ella se fuese con últimos recuerdo de estar odiándolo.
—Olesia te lo suplico de rodillas… por favor.. –Su voz perdió fuerza con cada palabra hasta que se desmoronó, dejándose derrotar por todo el dolor que sentía—.
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Los antiguos guardianes tenían expresiones de confusión y muecas sin saber qué decir al respecto, a veces cruzando miradas para ver si alguien sabía qué decir ante lo que escucharon.
—......¿Polacos y Germanos, mezclándose?.. –Mancomunidad con una expresión de extrañeza fue quien rompió el silencio, sentado junto a la jovencita de ropa sencilla– Tal vez no debí ayudar a los austriacos en el asedio de Viena…
—A mi no me interesa la historia, ni siquiera quería ser una representación, ¡Era una simple y tranquila panadería de Warclaw y ahora estoy metida en toda esta mierda sin saber dónde están mis bebés! –La albina frunció el ceño resoplando por la nariz, ni siquiera veía una salida cercana o algo similar para intentar irse de allí—.
—Lamento decirte que este es nuestra área de descanso eterno. Todos los presentes, incluyéndote, fallecimos de una u otra manera en su mayoría violentas –Gran Ducado la miró con resignación, había tenido hijos antes de volverse representación y fue muy duro verlos envejecer sin poder hacer nada contra el tiempo en los humanos—.
Los otros habían arrastrado a "Jacek" lo más lejos posible así que eran los únicos tres en el lugar y la de ojos azules se soltó a llorar despertada.
—Esto no puede estar pasándome, primero mis padres son llevados lejos, luego soy secuestrada por un fascista con quién pierdo un bebé y ahora que logré tener dos no pude ni siquiera verlas –Estaba hecha un mar de lágrimas, a un paso de estar inconsolable pero no quería pasársela llorando– Quiero volver… necesito conocer a mis hijas..
—Pues su color es un poco pálido… –La más alta le susurró a Mancomunidad señalando disimuladamente a la piel ajena, era como de un color rojo opaco a diferencia del de ellos—.
—¿Quieres decir que aún sigue atada a su cuerpo físico?.. –Este le susurró de vuelta poniéndose la mano izquierda en el mentón de manera pensativa– Podría ser una posibilidad, pero antes no había visto algo como eso.
—Porque ella no fue decapitada, apuñalada o siquiera le dispararon, su cuerpo está intacto –Nuevamente la señaló con el índice, ahora que ya sabían que la sangre entre sus piernas era por un parto se sentían menos incómodos que pensando lo peor—.
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Ya habían pasado a las bebés a la habitación blanca, alimentándolas con la leche que la bicolor se había extraído antes de todo el problema y que la húngara no alcanzó a desechar, las habían limpiado y vestido con los conjuntos que por suerte estaban listos en los cajones, el matrimonio Austro-Húngaro sostenía a las pequeñas y el italiano estaba sentado junto a Imperio y la dama de compañía a quien habían estado consolando también.
Reich estaba acostado en la cama junto a la albina sin importarle en lo absoluto manchar su ropa, se negó a soltarla debido a percibir un ligero rastro de energía en su pecho así que la acunó entre sus brazos y se quedó allí rezando para que despertara. No se veía pasando el resto de su vida sin verla a los ojos u oír su voz incluso si era mandándolo a la mierda, con lentitud acariciaba su cabello escondiéndose en su hombro aún con lágrimas abandonando sus ojos.
Aunque eventualmente sintió como la piel ajena dejaba poco a poco de estar fría, al levantar la mirada notó que lentamente iban notándose sus colores así que de inmediato se sentó en la cama tomándole el rostro en manos.
—¿Olesia?, por favor despierta, no me dejes, por favor –Respiró agitado apartándole el cabello para poder ver bien si hacía alguna expresión, cosa que sucedió casi diez minutos después– ¡IMPERIO!
El grito hizo dar un respingo a los de la habitación aledaña, el nombrado se levantó lo más rápido que pudo seguido de Hungría que le dejó a Rózsi la bebé que cargaba, ambos abrieron la puerta viendo que el de esvástica tenía el cuerpo de la polaca en brazos y aquél ya no estaba casi blanco como cuando salieron de allí en medio de la pena.
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