PRÓLOGO

Jungkook no había vuelto a ver a su mejor amigo Yoongi desde hacía cuatro años, aún se mantenían en contacto de vez en cuando, pero no le había visto desde entonces. Parte de eso se debía a su trabajo, desde que había comenzado con su carrera como fotógrafo profesional se había mudado de Seúl y había decidido probar suerte en París, a pesar de que era nuevo en la ciudad, eso no fue un impedimento para lograr su sueño, en los primeros meses le había costado adaptarse a la notable diferencia de ocho horas que existían entre París y Seúl, además, dominar el idioma oficial del país no había sido una tarea fácil, pero nada de eso era algo que no se pudiese resolver con el tiempo, intensas prácticas con su fiel camarada Google y, por qué no, también a causa de los malentendidos que causaba al tener una mala pronunciación, porque después de llevarse un puñetazo en el ojo, por pedir una simple fresa a una señora mayor que las cultivaba en su jardín, cerca del departamento en el que se estaba hospedando, sería imposible olvidar que "fesse" significa nalga y que la palabra correcta era "fraise". En fin, de los errores se aprendía, ¿no? Pero, de todas formas, se alegraba de haber recibido un puñetazo y no las nalgas arrugadas de la anciana.

Luego de algunos meses tensos, por fin había logrado adaptarse, o eso creía, aún se perdía por las calles de París de vez en cuando por andar distraído tomando fotos de los lugares más hermosos que observaba. Había logrado que sus trabajos fueran expuestos en galerías de arte muy reconocidas, con el tiempo, le invitaban a eventos importantes y hasta había sido contratado por personas de alta posición social, incluso presidentes, para que fuera el encargado de las fotos en sus compromisos, cumpleaños y demás. Sinceramente no se podía quejar de su vida, hacía lo que le apasionaba y era muy reconocido por ello a nivel mundial, especialmente a lo largo del continente euro-asiático.

Pero lo único que le faltaba era Yoongi, su mejor amigo, su hermano. Ambos se conocieron cuando cursaban la preparatoria. En aquel entonces, Jungkook no era más que un chico huérfano con un sueño casi imposible. A duras penas podía pagar sus estudios y sustentarse. Con suerte, conseguiría que le ofrecieran una beca en una Universidad de buen prestigio para lograr su propósito de estudiar fotografía, pero eso cada vez estaba más difícil, ya que al mantener dos trabajos de medio tiempo, uno como mesero en una pequeña cafetería, y el otro repartiendo pizzas —porque realmente era muy poco probable que le ofrecieran algo mejor que eso a un adolescente de diecisiete años como él— no le alcanzaba el tiempo ni siquiera para descansar, mucho menos para estudiar.

Pero definitivamente fue un ángel quien puso Yoongi en su camino, él era heredero de uno de los magnates más reconocidos en el mundo de la moda, pero en ese entonces Yoongi no estaba en su mejor momento, y Jungkook no dudó ni un segundo en tenderele su mano a pesar de que no tuviera mucho que ofrecer, y así como Jungkook había ayudado a Yoongi a salir del hoyo, Min le había ayudado a él a cumplir su sueño. Le había pagado —a pesar de las protestas del menor— la Universidad, había logrado que su carrera como fotógrafo floreciera moviendo sus contactos, patrocinando cada uno de sus pequeños pasos cuando al fin Jeon se había graduado con honores de la facultad. Incluso le había ayudado a buscar un buen lugar cuando decidió mudarse a París para lograr esas metas que se había planteado desde muy joven, en fin, le debía mucho a Yoongi, gracias a él era el profesional reconocible de hoy día.

Por eso, cuando su mejor amigo le había llamado para acordar una cena, y así reunirse después de tantos años, canceló sin siquiera pensarlo todos sus compromisos y viajó a Seúl.

Jungkook suspiró mientras miraba su reflejo en el gran espejo en la habitación de su antiguo departamento. Le echó un vistazo rápido a su elegante vestimenta, portaba una camisa blanca, perfectamente pulcra, que se adhería como una segunda piel a su trabajado torso, su pantalón negro ajustado, no hacía más que favorecer la vista de sus imponentes piernas, su cabello azabache estilizado y sus aros de plata colgando en sus orejas. Estaba más que listo para la cena.

Apenas tenía treinta minutos para reunirse con Yoongi en el restaurante que quedaba al centro de la cuidad, tomó su saco negro y salió por la puerta, en dirección a su Mercedes, si el tráfico no estorbaba estaría en el sitio acordado en menos de veinte minutos.

Cuando llegó al restaurante, el lugar estaba extrañamente vacío para su reputación y elegancia, solo habían unas pocas parejas dispersas alrededor, Jungkook fue conducido por un camarero a la mesa que Yoongi había reservado para ambos, estaba más apartada de las demás, en un ambiente cálido y tranquilo de luces bajas, desde su lugar podía ver unas vistas impresionantes de la ciudad. Su amigo aún no había llegado, pero lo curioso era que al parecer no vendría solo, sobre la mesa habían tres copas de vino y tres cartas del menú. Eso le hizo pensar que tal vez Min había conocido a alguien mientras estaba fuera del país, algo que no era de extrañar ya que Yoongi era todo un caballero y muy guapo además, seguro, era un buen partido incluso sin contar con que era asquerosamente millonario.

Solo transcurrieron cinco minutos cuando Yoongi apareció viéndose elegante y con una sonrisa en su rostro. Y como era claramente obvio venía acompañado. Un joven de cabellera gris, enormemente hermoso, sostenía su mano con firmeza, y aunque estaba muy diferente en comparación con la última vez que le había visto, Jungkook no pudo evitar liberar un suspiro de sorpresa al reconocerlo.

—Jungkook, hermano, ¿cómo has estado? —le saludó Yoongi con una radiante sonrisa cuando se detuvo frente a la mesa.

Inmediatamente el pelinegro se puso de pie y envolvió a su amigo en un fuerte abrazo.

—Bien, hombre, feliz de reencontrarme contigo después de tanto tiempo, veo que tampoco te ha ido mal, te vez genial —Hizo una pausa, su mirada desviándose hacia el acompañante de Yoongi—. Uhm... Traes un invitado.

Yoongi miró al chico junto a él con ternura y luego a Jungkook—. Oh, perdón por no presentártelo antes. Este es Kim Taehyung.

El recién nombrado observó al azabache. Por una pequeña fracción de segundo, solo si tal vez Jungkook hubiese prestado más atención, habría visto la sonrisa del peligris congelarse en su bello rostro. Pero no lo había hecho. Así que solo vio como Taehyung ensanchaba su sonrisa, y extendía la mano en su dirección.

Jungkook tomó su mano y le dio un pequeño apretón, su expresión repentinamente tornándose sombría, pero solo una mínima fracción—. Sí, sé quién es.

—¿Se conocen? —preguntó Min con confusión.

—Por supuesto, cómo un fotógrafo como yo no reconocería el rostro del modelo más hermoso del país —dijo, una sonrisa se dibujó en su cara, sin embargo, en sus ojos no había atisbo de diversión.

—Del mundo —le corrigió Taehyung con altivez. 

Los tres tomaron asiento y enseguida un camarero se les acercó para tomar su orden.

—Veo que alguien no tiene problemas con su ego —apostilló Jungkook, retomando la conversación luego de que el camarero se marchara.

—¿Por qué lo tendría? —la sonrisa en su rostro era inocente.

Yoongi carraspeó, no sabía si era impresión suya o el ambiente se estaba volviendo tenso y pesado.

—Jungkook, pedí que nos encontráramos aquí porque tengo una noticia importante que darte —Min le sonrió al peligris tomando su mano por encima de la mesa, sus dedos entrelazados en un fuerte apretón—. Quiero que seas el primero en saber sobre mi compromiso.

—¿Compromiso?

—Así es, Kim Taehyung y yo hemos decidido casarnos.

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