CAP 04
Jungkook subió a su Mercedes sin molestarse en abrirle la puerta de copiloto a Taehyung, no estaba de humor para formalidades, y mucho menos si cierta persona no las merecía.
El peligris subió a su auto con una mueca en el rostro que se dividía entre enfadado y burlón.
—Sabes Jungkookie, no pensé que algún día perderías tus buenos modales.
—Ya cállate y ponte el cinturón, por mucho que me valdría una mierda si te matas en un accidente, conmigo eso no puede ocurrir porque no pienso ir a prisión por alguien como tú —le espetó, su voz fría como el hielo y sus ojos fijos en la consola central del auto.
El motor rugió callando las réplicas de Taehyung, no es como que él les fuera a prestar atención de todos modos.
Viajaron en un silencio incómodo a través de las calles de Seúl hasta que se detuvieron en una estancia elegante, el lugar gritaba finura por todas partes, desde los maniquíes blancos vestidos con preciosas prendas hasta todas y cada una de las decoraciones que le daban vida al local.
Jungkook le echó una mirada rápida y superficial a Taehyung que aún no hacía ningún intento por bajarse del auto.
—¿A qué esperas? —inquirió con irritación el azabache—. ¿Acaso quieres que busque una alfombra roja para que tus pies de alteza no pisen el suelo mundano? —ironizó rodando los ojos.
—No, de hecho solo estaba esperando mi besito de despedida —Repentinamente se acercó al rostro de Jungkook tomándolo por sorpresa, sus labios estirados en forma de piquito.
Jeon por impulso se echó hacia atrás chocando su cabeza con la ventanilla de su Mercedes al tener tan poco espacio para escapar del modelo, su rostro serio y distante.
—Déjate de juegos y lárgate —ordenó cortante—. Aquí está mi número. Llámame cuando hayas terminado, no volverás con Yoongi solo —Le tendió una pequeña tarjeta que sacó de su bolsillo.
—¿Ahora resulta que te preocupas por mí? —se burló agarrando esta y rozando sus finos dedos con los de Jungkook.
El pelinegro se mordió la lengua para no decirle que siempre lo había hecho, pero que claramente alguien como él, que solo se fijaba en cuántos pesos llevaba en el bolsillo, no lo había notado antes.
Jungkook apartó sin delicadeza la mano de Taehyung y lo miró con una expresión sombría—. Fuera —masculló sin vacilar.
Taehyung se giró en su asiento y abrió la puerta del coche, cuando estuvo fuera, la cerró de un portazo y suspiró profundo. Era tan difícil.
[•••]
El calor de la ira aún recorría su cuerpo cuando sorbía con enojo su capuchino sin importarle el ardor que causaba en su lengua por culpa de la alta temperatura, en una cafetería cercana al lugar en donde había dejado a Taehyung.
No podía creer que aún, después de tantos años, ese maldito siguiera provocando en él cosas inexplicables. Era absurdo como el carajo. Demonios, habían pasado once años, ya no era un niño de dieciséis que se moría por los suspiros del bonito Taehyung, ahora tenía veintisiete años y se suponía que después de tanto tiempo una caca de perro debería importarle más que ese mocoso mimado. Pero no era así. Taehyung seguía logrando que su estabilidad se desmoronara, que su mente revocara los recuerdos que creía enterrados.
El sonido de su celular le distrajo, haciendo una mueca al ver quién era, lo ignoró hastiado. Pero el aparato siguió sonando perturbando su inexistente tranquilidad.
—¿Sí? —contestó de mala gana.
—¡Jungkook, por fin respondes! —exclamó la voz algo molesta de una joven.
—¿Qué quieres Jieun? —preguntó sin realmente importarle su respuesta.
—¿Que qué quiero? ¡Una explicación! ¡Te fuiste del país sin avisarme! —gritó alterada, su voz llena de irritación.
Ja, ¿y qué esperaba esa tonta? Realmente pensaba que por haber estado follando con ella unos pocos meses ya eran una pareja súper comprometida y debía darle detalles de su vida privada. Ridícula.
—¿Tenía que hacerlo? —se rió burlón—. Solo porque me hayas abierto las piernas un par de veces no significa que esté saliendo contigo, perra.
Sabía que estaba siendo un gilipollas total, pero no podía evitarlo, estaba enojado por escuchar su irritante voz preguntando cosas que no eran de su incumbencia. Aunque tal vez en el fondo, sabía que su enojo no era por la chica que le reprochaba con ira.
—Vete al demonio, malnacido —le gritó Jieun al otro lado de la línea más que loca en cólera, antes de colgar.
Jungkook escuchó el tono intermitente del aparato por unos largos segundos, una sonrisa amarga se plantó en su rostro. Lo peor era que en algún momento había llegado a pensar que Jieun y él podrían tener un futuro juntos. Pero ahora nada le importaba. Solo era una mancha más para la lista de sus fracasos amorosos, esa lista que posiblemente, nunca tendría un final.
Su celular volvió a sonar en su mano sobresaltándolo un poco. Esta vez era Taehyung. Cortó la llamada sin siquiera molestarse en contestar y bebió lo último que quedaba de su capuchino repentinamente frío. O tal vez era que había perdido la noción del tiempo envuelto en sus pensamientos.
Dejó algunos billetes sobre la superficie pulida de la mesa de madera y se puso de pie. Debía pasar por la pequeña mierdecilla y luego al fin terminaría su oficio mal pagado de niñera.
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