Kim Taehyung tenía todo lo que alguien ambicioso podría desear. Belleza encandilantemente etérea. Un cuerpo esculpido por los mismísimos dioses, una piel acanelada, suave, tersa y encantadora, unos labios con los que era difícil no fantasear, al desear probarlos de mil formas, ojos expresivos e hipnotizantes, una voz que era capaz de convencer al mismo Dios de cometer un pecado, y un cabello tan sedoso y perfumado que sin dudas muchas mujeres envidiaban.

Además de su perfecta apariencia, también era todo un triunfador, su reciente carrera como modelo había crecido tan rápido como lo hizo Alicia en El País de las Maravillas al probar un bocado del aumenpastel, y ya no solo era el modelo más hermoso y aclamado de Corea del Sur, sino de gran parte del mundo. Tenía a los hombres más deseados y poderosos comiendo de la palma de su mano, dinero no le faltaba. Y ahora iba a casarse con un hombre maravilloso e increíble. Sin duda su suerte era la mejor.

Pero... ¿Era feliz?

No necesitó pensar demasiado para encontrar la respuesta, mientras observaba al chico que siempre había querido mirándole con ojos llenos de desprecio.