𝐃𝐚𝐲 𝐈𝐕: ℋ𝑜𝓁𝓎𝒹𝒶𝓎𝓈

Sospecho que Wattpad avisa un día tarde cuando publico y que tampoco me guarda los guiones largos...

Si hace aproximadamente tres meses le hubieses preguntado a Miya Atsumu cómo sería su año, este hubiese contestado que sus propósitos eran patear traseros en los Juegos Olímpicos y seguir acumulando deudas en Onigiri Miya.

Si le preguntases ahora, te patearía el trasero a ti.

Después de todo, ese año pintaba ser una completa y absoluta mierda.

Quizás debieron hacer caso a su horóscopo cuando este decía 'mejor espera antes de avanzar'; ahora, con la nueva sucursal de Onigiri Miya cerrada temporalmente y los juegos olímpicos suspendidos, llegaron a la conclusión de que si iban a tomarse unas vacaciones de varios meses hubiesen preferido pasarlas en Hyogo con su familia y no en medio de Tokio en donde solo conocían a un puñado de personas.

Pero al menos se tenían el uno al otro. Bueno, a un piso de distancia uno encima del otro, pero igual servía.

Y por azares del destino, también tenían al mismísimo Hinata Shouyo allí con ellos.

Pero volvamos a la tierna época en donde Atsumu todavía creía ilusamente en que la cuarentena no duraría más de dos semanas. Unas dos semanas en donde podría aprovechar a dormir hasta tarde y terminar series en Netflix para luego regresar renovado al entrenamiento justo a tiempo para patear traseros extranjeros.

Después de todo, nadie esperaba nada de lo que estaba por llegar. O en realidad, quién.

Fue durante uno de esos días en donde brilló en su pantalla un mensaje de Hinata preguntando si conocía algún lugar rentable para pasar el corto periodo de aislamiento antes de regresar a Miyagi cuando consiguiese transporte. Solo unos pocos días, supuso Atsumu.

Y ni siquiera dudó cuando envió su ubicación exacta como respuesta.

Tener a Shouyo en su apartamento durante al menos una semana era un sueño de adolescente que podía o no haber imaginado hace aproximadamente unos ocho o nueve años en plena edad del pavo. 

Ahora era un hombre adulto, responsable, hecho y derecho. Por lo tanto, lo más razonable era dar una mano al chico por el cual venía babeando desde la preparatoria sin esperar nada a cambio  —además de hacer un baile feliz cuando este aceptó e indicó que estaba en camino—.

Véase ese desarrollo de personaje.

Sin embargo, la convivencia con otra persona puede sacar lo mejor y lo peor de uno mismo, no es algo para tomar a la ligera.

Pero eso es algo que el aislamiento se encargaría de decidir por ellos.

Tener a Shouyo en casa era como estar en una videollamada con algún amigo que no ves hace tiempo y con el cual recurren siempre a los mismos temas de conversación al no tener nada más de qué hablar.

"Oh, extraño jugar."

"¿Has visto los nuevos contagios de hoy?"

"¿Qué tal el clima afuera?"

"¿Qué tal tu familia?"

La única diferencia es que en este caso no puedes poner fin a la conversación solo cerrando la ventana.

Ambos coincidieron en que los primeros días de encierro fueron una verdadera pesadilla. Diversos factores como estar todo el día en un apartamento en el que no te sientes cómodo y en el que tampoco tienes toda la privacidad que pudieses necesitar —teniendo en cuenta que la mayor parte de los apartamentos en Tokio son a penas más grandes que una caja de zapatillas—, contribuyeron a que la sana convivencia se fuese por el caño.

Las primeras señales fueron las rutinas discordantes.

Quizás los dos primeros días Shouyo pudo seguir el ritmo lento de Atsumu, pero la realidad era que vacaciones o no, él seguía teniendo una rutina que consistía en levantarse bien temprano a desayunar y luego seguir con una sesión de yoga.

Luego del tercer día de dormir en el sofá y despertarse al amanecer sin alarma alguna para mirar el techo durante horas sin poder conciliar el sueño nuevamente, sintió que necesitaba unos estiramientos urgentes. Supuso que si no hacía demasiado ruido no habría problemas si solo hacía unos pocos estiramientos básicos con música al mínimo.

Lo que no sabía era que Atsumu tenía el sueño extremadamente ligero.

A pesar de que todos en el equipo sospechaban que la playlist de Hinata tenía alguna que otra canción en portugués, el tema nunca había generado la intriga suficiente como para curiosear al respecto. Ahora, a las 6:40 am, Atsumu podía decir que lo que sea que el bloqueador central escuchase no era muy de su agrado y mucho menos cuando todavía podía sentir los ojos ardiendo por el cansancio además de una puntada que perforaba su cerebro justo por entre medio de sus cejas.

Cerró los ojos con fuerza y envolvió su cabeza con almohadas para tratar de aislar el sonido con la esperanza de volver a dormir. Desistió luego de una hora y decidió levantarse con una sonrisa que intentaba disfrazar su creciente irritación lo mejor que podía.

Esa secuencia se repitió durante al menos cuatro días hasta que una mañana, bajo una la amenaza de una inminente migraña, Atsumu abrió la puerta de su cuarto y arrojó en dirección a Shouyo unos auriculares antes de volver a cerrar pero con un portazo que en realidad no tenía la intensión de sonar tan fuerte.

A partir de entonces, la energía entre ambos se volvió... rara.

Shouyo lucía algo más apagado que de costumbre, no es como si Atsumu pudiese poner las manos al fuego pero definitivamente notó que le ocurría algo.

Las sesiones de yoga se detuvieron y por consiguiente también la música, la diferencia es que ahora Shouyo era quien lucía casi sin batería durante todo el día.

Descubrió la razón un par de días después cuando se levantó al baño en medio de la madrugada; Shouyo estaba a eso de las 4:30 am sentado en el balcón sin haber pegado un ojo en toda la noche.

Las siguientes señales fueron los cambios de humor.

Ya había pasado al rededor de una semana y media de aislamiento cuando descubrieron que posiblemente la convivencia se iba a extender por mucho más tiempo del previsto.

Y si antes Shouyo lucía como si tuviese la batería baja, ahora lucía completamente apagado. Ya no buscaba temas de conversación pero al menos seguía a Atsumu cuando este quería iniciar una. Tampoco sentía ganas de levantarse del sofá; había empezado a acurrucarse contra uno de los apoya brazos en silencio y solo miraba hacia la ventana gran parte del día.

Pero lo peor comenzó cuando al rededor de una semana después, por accidente, empujó un vaso de vidrio con el codo y este se hizo añicos en el suelo.

Atsumu no se molestó ni nada por el estilo, Shouyo lo supo a penas vio que había agachado a su lado y revisaba un diminuto corte causado por un trozo de vidrio, pero la secuencia del cristal estrellándose contra el suelo una y otra vez fue lo suficientemente fuerte como para que lo poco que quedaba de su estabilidad emocional escapara por la ventana.

Fue entonces que tuvo su primer ataque de ansiedad durante la cuarentena.

Hipidos y llanto incontrolable escaparon de su boca mientras se sentaba en el suelo y abrazaba sus rodillas para que estas ocultaran su rostro. Contó mucho más allá de treinta en su mente mientras trataba de ignorar el llamado preocupado de Atsumu a su lado preguntando si había ocurrido algo.

La diferencia con los ataques de ansiedad que tenía en Brasil cuando era más joven, notó una vez que estuvo más calmado, era lo reconfortante que se sentía tener a alguien acariciando su espalda y susurrando historias sin sentido acerca de cualquier cosa que ayudase a distraerlo.

—... y entonces lanzó la pelota en medio de la nada ¡Literalmente no había nadie allí! Incluso los otros equipos dejaron de jugar para mirarlo. Fue un papelón. —Atsumu deslizó sus dedos por entre las ondas anaranjadas del cabello de Hinata y de a poco fue acomodándolas para que luciesen más ordenadas—. ¿Y sabes qué fue lo que dijo luego?

Shouyo movió levemente la cabeza para que uno de sus ojos hinchados espiasen a Atsumu y susurró—. ¿... qué dijo?

—Dijo: "Perdón, la costumbre" ¿Puedes creerlo?

Hinata asintió con una leve sonrisa y levantó la cabeza para apoyarla contra la pared a sus espaldas en un intento de respirar mejor.

El rubio deslizó sus dedos por sus mejillas sucias y acarició el rostro del menor con suavidad. —Yo también debo pedirte perdón, Shouyo-kun. Debería haber sido mucho más tolerante, debería haber notado cómo te sentías... mierda, incluso debería de haberte preguntado si te sentías bien.

Hinata negó con la cabeza mientras se iniciaba la formación de otro puchero y algunas lágrimas rebeldes escapaban nuevamente por la cornisa de sus ojos—. Atsumu-san, no tienes la culpa de nada. Es solo que he sido una molestia para ti todos estos días y es un esfuerzo enorme de tu parte dejarme quedarme aquí y seguramente tenga que quedarme mucho tiempo pero no quiero hacerte más problemas y no he logrado conseguir pasajes de vuelta y si me hechas no sabré a dónde ir y extraño jugar, extraño a Natsu y...

—¡Shouyo, respira!

Atsumu tomó con cuidado el rostro de Shouyo y lo acercó al suyo propio hasta que ambas frentes y narices se tocaron—. Respira conmigo. Inhala y exhala, con calma.

Ambos tomaron una respiración profunda y luego soltaron de a poco el aire. Luego lo intentaron otra vez.

—No me molesta que estés aquí, Shouyo-kun —susurró—. Eres lo mejor que me ha pasado en estas vacaciones.

Hinata exhaló el aire lentamente y asintió con suavidad sin despegar su rostro del de Atsumu quien siguiendo esta acción, acarició sus narices primero con lentitud y luego lo hizo para hacerlo reír. 

Un perfecto beso esquimal.

Luego de iniciar con el pie izquierdo, ambos se propusieron intentar llevar una convivencia sana. 

Eso se traducía a dejar vergüenzas y aceptar que el otro también era parte de sus vidas por lo que hay espacios y cosas que debían de compartirse, tiempos y espacios que debían respetarse, y costumbres que debían re acostumbrarse.

Llegaron a un acuerdo en el que se levantarían más temprano que Atsumu pero más tarde que Shouyo, cocinarían un día cada uno, las actividades que hiciera uno también debía de intentar hacerlas con el otro y ante cualquier inconveniente, solo tenían que hablar.

Naturalmente no resultó fácil re adecuarse a una rutina que no iba con ninguno, mucho más cuando una vez que se cumplieron los dos meses de aislamiento, el encierro empezó a afectar su reloj biológico y en ocasiones se encontraban cenando a las 4 am o desayunando a las 10 pm.

Pero si el encierro los iba a descolocar, que los descolocase a ambos juntos.

Y así se hizo desde el momento en que ambos descubrieron que estaban bien con compartir una cama y que no eran molestia para el otro si decidían acurrucarse al dormir. Un acuerdo silencioso del cual no hablaban en voz alta pero no dejaban de repetir noche a noche.

Su salario como jugadores profesionales seguía llegando a pesar de estar en stand by y eso eventualmente les permitió darse unos pequeños gustos como pedir una consola de videojuegos por correo en la cual ambos pudiesen jugar o incluso unas colchonetas en las cuales realizar estiramientos.

La heladera comenzó a llenarse de comida que antes no hubieses visto allí, véase wasabi, chocolate o demás chucherías. El armario de Atsumu comenzó a quedar chico luego de que decidiesen desarmar el bolso de viaje de Shouyo y acomodasen la ropa allí hasta que la línea se hizo tan borrosa que la ropa comenzó a ser compartida.

Sus celulares comenzaron a llenarse de fotos de ambos, los honoríficos desaparecieron en algún lugar del camino y la búsqueda de contacto corporal entre ellos creció de forma exponencial.

No es como si alguno de ellos quisiese ponerle etiquetas a aquella especie de relación no amorosa que se desarrolló con el pasar del tiempo.

Durante esos días, casi ni se molestaron en ver noticias, muy apartados en esa especie de burbuja que habían creado en su hogar. Si iban a ser vacaciones, lo importante era disfrutar cada segundo.

Hasta que un día la realidad les golpeó la puerta.

O más bien, les hizo una llamada.

Shouyo estaba en la ducha cuando en el celular de Atsumu sonó una llamada. Sabía por el día que se trataba de Osamu; habían acordado comer juntos al menos tres veces por semana siempre y cuando este no estuviese muy ocupado con Onigiri Miya a domicilio.

Secándose el cabello y vistiendo solo una camiseta enorme de Atsumu sobre sus bóxer,  Shouyo salió del baño y se encontró con Atsumu sentado en el suelo teniendo un ataque de ansiedad tal y como él lo había tenido un par de veces a lo largo del aislamiento.

Luego solo lo supo.

Osamu había dado positivo.

Ambos admitían haber olvidado en algún punto del camino de qué se trataba todo esto. No eran vacaciones, era un jodido aislamiento.

Por un virus, un puto virus mortal que ahora también habitaba en el cuerpo de Osamu.

La mente de Atsumu maquinaba a mil por hora mientras pensaba en que estaba al tanto de que el único sustento económico de su hermano era el restaurante y que para seguir sobreviviendo debía romper el aislamiento aún con una maldita pandemia mundial fuera de su casa.

Y nunca se le pasó por la mente ayudarle en lo que necesitase. Se sintió una mierda completa ¿Qué clase de hermano era que permitía que su gemelo se expusiera al peligro de esa forma?

A esas alturas, ni siquiera el roce de la nariz de Shouyo contra la suya lo hacía sentir menos angustiado.

Otro sonido llamó la atención de Shouyo, esta vez se trataba de su propio celular el cual brillaba con una videollamada entrante de Osamu.

Ni bien atender, la imagen de Miya Osamu completamente normal apareció en la pantalla—. Dile a ese llorón que estoy perfectamente bien, solo he perdido el gusto y el olfato además de que me duele un poco el cuerpo. Nada más.

—No soy un llorón, Samu... —Atsumu se limpió los mocos con la remera a pesar de la mueca de asco de su hermano al otro lado de la pantalla.

—Entonces quita esa horrible expresión de mi vista, Tsumu. Estas cosas pasan, solo debí tener más cuidado, es todo. No voy a morir por esto. —Osamu sonrió cuando vio que su hermano esbozaba una mejor cara—. Pero voy a necesitar que me alimenten durante estos días, no puedo salir de aquí hasta que los síntomas desaparezcan y cocinar mi propia comida y sentir que está asquerosa ahora que perdí el gusto me desmotiva.

—Eres un idiota. —comentó Atsumu tragándose los mocos.

—Creo que podríamos intentar atar un bento a una soga y bajarlo por el balcón... —consideró Shouyo.

—Es buena idea. —Ambos se encogieron de hombros.

Entonces procedieron a aventurarse al exterior y comprar bastante comida como para tres personas.

Una nueva actividad juntos nació; hacer bentos para Osamu como los que veían en Instagram.

Luego de varias pruebas y errores —véase tirar accidentalmente unos tres bentos por el balcón gracias a haberlos atado mal—, ambos incorporaron algo que habían ignorado desde que se aislaron; el protocolo.

Lavar todo, lavar sus manos, lavar las cosas que tocaron sus manos. Atsumu sentía que estaba desarrollando una Sakusa-visión y era verdaderamente aterrador.

Afortunadamente, las predicciones de Osamu eran correctas. Un día se levantó y pudo sentir el olor de sus sábanas perfumadas, el sabor de la comida de su hermano y supo que ya todo había pasado.

Recogió el bento terminado y salió de su apartamento por primera vez en veinte días para dirigirse a la puerta de su hermano, un piso más arriba.

Atsumu abrió la puerta confundido y a penas vió el rostro que en el último mes solo podía observar por videollamada, no dudó ni un segundo en saltarle al cuello y envolverlo en un abrazo aplastante.

Se sentía bien estar en casa.

El pasar del tiempo y el encierro enseñó muchas cosas, borró unas cuantas líneas y les dio el valor de arriesgarse a cruzar nuevos horizontes de la mano del otro.

Entonces, siguiendo esa línea de pensamiento, no fue muy difícil deducir que en el momento en que Atsumu se animó a robar un beso de Shouyo una noche en la que pasaban tiempo en el balcón, este no dudaría ni un segundo en agarrarse como garrapata a él y devolver el beso con todos los sentimientos acumulados durante meses; los buenos, los malos, todos.

Y mientras Atsumu tomaba a Shouyo de los muslos y lo cargaba en dirección a su cuarto (o el de ambos), pasando a arrojar accidentalmente un vaso al suelo pero ignorando que este se estrellase, supo que el día en que terminase el aislamiento él seguiría ahí.

Ahora ese ya no era solo su apartamento un piso encima que el de Osamu, ahora era su hogar y lo habían construido juntos. Todos los momentos positivos y negativos convergieron en esa culminación en la que supieron que sin importar los errores del otro, seguirían juntos a pesar de todo.

Si hace aproximadamente tres meses le hubieses preguntado a Miya Atsumu cómo sería su año, este hubiese contestado que sus propósitos eran patear traseros en los Juegos Olímpicos y seguir acumulando deudas en Onigiri Miya.

Si le preguntases ahora, te diría que en realidad no fue tan malo; los traseros internacionales seguirán ahí para cuando regresase a patearlos y Samu seguiría haciendo deliciosa comida la cual, por supuesto, no pagaría.

Después de todo, ese año pintaba ser una completa y absoluta mierda. Y para algunas personas lo fué, pero él se sintió afortunado de haber tenido a Osamu y Shouyo para contenerlo.

Véase ese desarrollo de personaje.

Hoy la luz se cortó en gran parte de la cuidad y de las ciudades aledañas, por suerte en la oficina volvió el tiempo suficiente como para escribir esto uwu

Tengo que correr a tomar el colectivo antes de la lluvia así que no tengo mucho más para decir aquí(?

Cuidense mucho que se viene la segunda ola ;;;

Nos vemos mañana <3

Besitos!

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