Capítulo 9✔️

Narrador Amira Gadaff

El fin de semana pasó tan rápido, que ni tiempo de asimilar todo me dio. Enseguida que llegue a casa mandé un mensaje a todos informando que estaba sana y salva, luego apagué el teléfono y no lo volví a encender hasta hoy en la mañana.

Miles de mensajes de mis amigos e incontables llamadas de Jace. Honestamente no sé que haré con él, sé qué su comportamiento estaba empañado con alcohol, sin embargo, prefiero no tratarlo por ahora, aunque en el instituto le tenga que ver.

Al momento de vestirme, me coloco un leggings negro, con una camiseta de tirantes del mismo color, una camisa manga larga roja con cuadros negros y unos botines a juego. Cuando termino me dispongo a bajar a desayunar, ya mis padres se encuentran en el comedor, mi padre como de costumbre lee el periódico, mientras que mi madre termina de colocar el plato en su lugar.

— Buenos días, Amira— dice mi mamá al sentarse con nosotros.

— Hola hija mía, ¿cómo amaneciste?— dice mi papá apartando el periódico para iniciar el desayuno.

— Muy bien— le respondo a los dos— ¿Y ustedes qué tal durmieron?

— Al parecer estás muy feliz, ¿a qué se debe?— dice baba.

— Déjala cielo, la niña tendrá sus motivos— dice Um.

— La pregunta sería, ¿por qué no estar feliz? Tengo la oportunidad de otro día de vida, creo que eso es más que suficiente— explico mientras tomo un poco de café.

— Amira, no hables así— me reprende mi padre— Tú tendrás muchos días de vida, y ni hablar de los felices que serán.

— Si hija, todo saldrá bien, es cuestión de tiempo— dice mi madre.

— Exacto, tiempo. Algo que ni tengo. Si no aparece un donante pronto, moriré— digo cansada.

— Basta, nunca permitiré que eso pase— dice mi mamá llorando y luego se retira.

— Amira, entiendo tu impotencia e incredulidad, pero nosotros también la pasamos mal. ¿Crees qué es muy lindo ver a tu única hija despertar cada mañana y pensar que ese podría ser su último día?

— Papá, es que no entiendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no se encuentra un donante? ¿Por qué debe ser tan difícil?— digo a punto de llorar.

— Tranquila. Empecemos de nuevo. ¿Cómo amaneciste?— dice intentando sonreír.

— Por eso te amo, baba— digo siguiéndole la corriente — Amanecí bien, con muchas metas y unos cuantos planes— finalizo pícara.

— Hija, cuidado con lo que haces.

— Baba, no empieces. Recuerda que yo soy un angelito. Además ya es tarde.

Ambos terminamos el desayuno, y nos montamos en la camioneta rumbo al instituto. Pasan los minutos y siento como el nerviosismo se apodera de mí. Lo ocurrido esa noche con Liam, siento que cambió todo y a la vez nada.

Me pregunto si nuestro trato seguirá en pie al vernos en el instituto, o sí simplemente me ignorará como siempre lo ha hecho. También está mi amistad con los chicos, yo culpo de todo al alcohol, pero a pesar de eso, me percaté que desde un punto de vista u otro, mis amigos controlan gran parte de mi vida y estoy empeñada en cambiar eso.

Al llegar al instituto siento que todos me observan y me empiezo a poner más nerviosa al notar que ninguno de mis amigos está cerca para camuflarme con ellos. Las miradas continuaban, al igual que los murmullos, sigo avanzando por el pasillo en busca de mis cuadernos en mi locker, cuando alguien toca mi hombro de manera brusca.

— ¿Pero qué coño?— grito y más al darme cuenta de quién de trata.

— Acosadora, relájate— dice riendo— Caminas muy rápido para ser tan enana.

— ¿Enana?— digo molesta— Para tu información, mido un metro setenta.

— Quince centímetros menos que yo. Eso te hace una enana a mi lado.

— El tamaño no lo es todo— digo más que mosqueada.

— Eso lo dices porque aún no me has visto— comenta pícaro— ¿O sí?

— ¿Qué?— grito sin creer en lo que me ha preguntado— Óyeme bien, nunca he visto más allá de tu abdomen y tampoco me interesa, estoy enferma, pero no tanto— digo muy molesta.

— Ey calma fiera. Era una simple broma— dice tranquilo— Además, aquí entre nos, es más de quince centímetros.

— Eres insoportable. Entonces eras tú el que me seguía— comentó para cambiar de tema, al tiempo que guardo mis cosas en el bolso— Ahora entiendo el por qué de las miradas.

— Es que te vi sola y me sorprendió que tu secta te haya dejado libre— dice mientras caminamos.

— Primero, no es una secta, son mis amigos. Y segundo, aún sigo molesta por lo del viernes.

— Lo que sea. Bueno, la cosa es que te quería preguntar algo— dice medio cohibido.

— Pregunta— digo justo antes de entrar al gimnasio, pues esa era mi primera clase los lunes.

— ¿Qué tienes planeado hacer este miércoles?— pregunta deteniendo mi mano.

— No sé. ¿Estudiar?— digo extrañada.

— Ajá, mira todos los miércoles se hacen competencias de boxeo...

— Y quieres que te acompañe a admirar como ganas— le interrumpo de forma sarcástica.

— Exactamente. Y dime, ¿aceptas?

— Tendría que pedirle permiso a mis padres— digo tratando de empujar la puerta para abrirla, pero su mano me lo impide.

— A ver Amira, no te estoy pidiendo mucho. Sólo qué me acompañes, además tengo cosas que preguntarte— dice algo mosqueado.

— Liam, voy tarde a clases, luego hablamos.

— Eso también va a cambiar— dice resuelto.

— ¿Qué cosa?— pregunto antes de entrar.

— Tu responsabilidad. A mi lado, serás una chica rebelde.

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