Capítulo 3✔️
Narrador Amira Gadaff
Mi cabeza duele un montón cuando despierto, y no solo eso, también el resto de mi cuerpo. Malditos desmayos, un día de estos terminarán matándome y no mi problema en mi corazón.
Sí, ese es mi gran secreto. Nací con insuficiencia cardíaca congestiva, es decir, mi corazón no bombea la suficiente sangre como debería. Ésta es una enfermedad crónica, la única cura, viable para mi caso, es un trasplante de corazón, lo cual es sumamente difícil y delicado.
Al acomodarme en mi cama, empiezo a hacerme un auto examen. Y me encuentro con una férula en la mano izquierda, un collarín muy molesto y muchas vías en mi brazo y mano derecha.
Mientras que me chequeo entran a la habitación mis padres, y mi cardiólogo de confianza, Dereck Brown. Él, además de ser mi médico de cabecera, es un amigo de la infancia de mis padres.
— Hija, qué alegría que ya estés despierta— dice mi madre, sosteniendo mi mano sana.
— Nena, que susto nos diste— comenta mi papá sonriendo.
— Que bueno que ya estás consciente, Amira— dice Dereck sonriendo igual.
— Mamá, papá, Dereck. Hola jejeje. Y bien doc, ¿qué fue ésta vez?— pregunto.
— Lo mismo de siempre. Tú corazón cada día empeora— comenta afligido.
— El trasplante de corazón es urgente, ¿no?— digo cabizbaja.
— Sí, ya no hay más tratamientos experimentales, no más excusas, no hay más tiempo. Amira, ésta vez fue una caída por las escaleras, la próxima puede ser en medio de la calle, cuando intentes cruzar, ¿entiendes la gravedad del asunto?— me explica Dereck con un dolor en sus ojos.
— Entiendo. Debo esperar que alguien muera para poder vivir— digo sarcástica.
— Hija — intenta reprenderme mi madre.
— Amira, hay alguien que quiere verte— dice Dereck, tratando de suavizar el ambiente— Lleva tiempo esperando para hablar contigo.
— ¿Quién es?— pregunto, algo en mí me decía que no era ninguno de mis amigos.
— ¿Lo hago pasar o no?— contrapregunta el doctor.
— Ah, lo que sea.
Dereck, sale a buscar al sujeto, y me percato de que mis padres están dándome esas miradas cargadas de tristeza y lástima que tanto odio.
— No me vean así. Saben que eso me pone peor— les digo.
— Lo intentaremos. Oh, mi pequeña— dice Anastasia.
Al abrirse la puerta, veo a la última persona que imaginé en mi habitación. Liam Crawford.
— Quizás deberíamos dejarlos a solas— dice cómplice mi padre.
— Recuerda no alterarte— me dice en voz baja mi madre.
En eso salen y me dejan a solas con el chico que me vuelve loca, y el pitido de la máquina me delata
— Déjame adivinar, tú fuiste quién me encontró— afirmo.
— Exactamente, pequeña acosadora— dice sonriendo.
Ay, pero que sonrisa más bella
Tarada, te acaba de decir acosadora, y pequeña
— ¿De qué hablas?— finjo demencia, suplicando que el pitido de la máquina no me siga delatando.
— ¿Crees qué no me daba cuenta de que siempre me seguías? ¿O de qué siempre te cruzabas conmigo? Vamos, pequeña, no soy tonto— dice riendo mientras yo me quedo en shock.
Lo sabía. La sutileza oficialmente no es lo suyo y la discreción no es lo mío
— Si tanto te molestaba, ¿por qué nunca me reclamaste?— digo intentado recuperar la dignidad que obviamente no tengo.
— ¿Y quién dijo que me molestaba o incomodaba?— dice sorprendiéndome.
— ¿Qué?— digo perpleja.
— Nunca está de más una admiradora. Aunque, ésta sea una loca— dice riendo.
Maldito
— Mira, si te quedaste a burlarte de mí y de mi distracción insana, listo. Ya lo hiciste. Ya te fuiste— digo segura e impaciente.
— Sólo una pregunta más— dice interesado.
— Aja, dispara. No tengo mucho tiempo— digo.
— No te vas a ir a ningún lado, así como estás.
— Imbécil.
— Eso ya lo sabes. Ahora dime, ¿qué te pasó? Porque nadie se desmaya así porque sí.
El pitido de la máquina avisa que mi corazón está descontrolado.
— No desayuné y mis defensas estaban bajas— digo lo primero que se me ocurre.
— Eso ni tú te la crees— me acusa.
— ¿Por qué estás tan seguro de que miento?— pregunto curiosa.
— Fácil. Tú expresión corporal y tú pulso te delata.
— Mentira— me intento defender.
— Mira, podemos hacer esto fácil, me dices que tienes y qué fue lo que te pasó y me largo. Ó, lo hacemos por las malas, e investigo por mis medios.
— ¿Qué? ¿Y por qué tanto interés en mí?— pregunto.
— En ti como tal, no. Pero va a ser muy extraño no tenerte como mi sombra a cada instante.
— Entonces, sólo lo haces para saciar tu curiosidad— digo cansada.
— Correcto. Es mejor que me lo digas tú. Porque sabes que puedo llegar a ser muy persistente cuando quiero— dice serio.
— Es un secreto. Nadie debe saberlo.
— ¿Estás embarazada? Eso no me la esperaba— dice sorprendido.
— NO. Es peor. Tengo un problema cardíaco, uno muy grave. Listo, ya lo dije. ¿Contento?
— No. No me sirve. Explícate.
— Eres insoportable. Mi corazón no bombea la sangre suficiente que necesita mi cuerpo. Es un defecto de nacimiento, que va aumentando en gravedad con el tiempo— digo recetando mi informe.
— Guao.
— ¿Entiendes por qué no quiero que nadie se entere? Ya bastante tengo con que me vean como "La loca" o "La acosadora", como para que también me digan "La enferma"— digo ya en un susurro.
Después de un par de minutos en silencio, él resuelve con romperlo.
— Bueno, como no es mi problema, ni me afecta, de aquí no saldrá nada— dice.
— Si eso es todo, te puedes retirar. Como ves, estoy mal y debo descansar.
Sin más se retira y me deja sola con mis pensamientos y sentimientos enredados. Una parte de mi se alegra porque mi secreto seguirá estando a salvo, o eso quiero pensar. Y la otra parte, está mal, porque admitió que no le importo.
————
Despierto sobresaltada por la pesadilla que tuve. Hoy después de dos días en el hospital, me dan de alta. Aunque debo permanecer en casa unos días más. Mi habitación está repleta de regalos por parte de mis padres y mis amigos, como siempre cada que pasa algún evento similar.
Nadie ha hecho ningún comentario sobre la estadía de Liam, cosa que agradecí bastante. Ahora mi miedo más grande es que él cumpla su palabra, de no decir nada. Me preocupa que los demás se enteren. Sólo mis profesores y el director del instituto, saben de mi condición.
Algo que nadie dice pero todos piensan, es que cuando conocen a alguien con una condición diferente, enseguida la rechazan sin siquiera saber el estado de la persona. Por mi condición, las actividades físicas deben ser limitadas. No puedo exaltarme mucho o muy seguido. No puedo beber, aunque esto no me interese mucho, aún. No puedo comer comida salada en exceso. No puedo trasnocharme. No puedo salir a la calle si tengo gripe.
En fin, mi vida se trata de una larga lista de NO PUEDO.
Todo sería más fácil, si tuviera un corazón que funcionara correctamente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top