Capítulo 9. Cita con Katakuri
Laura estaba enfrente del armario preguntándose qué ponerse porque hoy era el gran día. La cita con Charlotte Katakuri. El hombre que ha estado suspirando desde que empezó en la empresa. Aún no se quitaba la idea de que él fuera un cliente habitual de esa secta. Esto es diferente. Entonces sus ojos se postraron en un vestido rojo de falda corta junto con unos tacones negros. Esa es la ventaja de tener la piel blanca que combina perfecto con cualquier color cálido.
Usó la plancha del pelo para tener el cabello definitivamente liso y luego se maquilló un poco. En este caso, en particular, no usará sus gafas de vista. Se miró por unos segundos al espejo asegurándose que todo estaba bien. Solo esperaba que Katakuri le diera un aviso. Y hablando del rey de Roma, un mensaje de WhatsApp recibe de él indicando que ya estaba enfrente de su casa. Bien, es hora de salir de la casa. Tomó una bocanada de aire antes de dar el paso definitivo.
Sus pies se movieron con cuidado por las escaleras no deseando tropezar. Cuando abrió la puerta, tragó en seco al observar el pedazo de coche de Katakuri. Él estaba afuera apoyado en el vehículo. Sus ojos granates se posaron en el vestido de Laura. Pensamientos oscuros surgieron de su cabeza.
—Está increíble, Princess —comentó.
—G-Gracias. Usted también.
Katakuri se separó del vehículo para abrir la puerta del copiloto. Laura le dio las gracias para luego acomodarse en el asiento. Los nervios florecieron al momento. Se iba colocando el cinturón de seguridad cuando vio a Katakuri sentarse y hacer lo mismo. Ahora la chica se estaba preguntando a donde iban. No es que le diera tanta información. Todo estaba siendo un secreto. Sus ojos castaños estaban fijos en la calle viendo a la gente pasear.
Los minutos pasaron hasta que Katakuri aparcó el coche. No es un lugar muy conocido para Laura porque alrededor encontraba un montón de hoteles. Su corazón estaba latiendo un poco de fuerza porque estaba pensando que… Tal vez… ¡No! Solo será una cena. No llegará a nada más, así que es mejor estar relajada.
No se dio cuenta que Katakuri le abrió la puerta del copiloto. Tuvo que disculparse por ser tan despistada. Katakuri no dijo nada, simplemente sabía que la chica estaba pensando en todas las posibilidades que ocurrieran. No la iba a obligar. Luego le ofreció el brazo para que la tomase y ella no se negó en ningún momento. Se adentraron a uno de los hoteles que incluía servicio de restauración para cualquier público.
El camarero recibió con gusto a Katakuri y a Laura dándoles la bienvenida. El muchacho los guio hasta una mesa que se encontraba en una sala privada. Es algo que pidió Katakuri porque hay muchas miradas curiosas y no deseaba que su compañera estuviera incómoda. Solo dos minutos tardaron. La sala es super bonita con una decoración rústica y llamativa. Y la mesa no es pequeña ni grande. Los dos se sentaron. Uno enfrente del otro.
Laura abrió con cierta temor la carta del menú. Casi le da un ataque por los precios de la comida. Todo estaba caro. No podía pagarlo.
—No te preocupes por los precios —dijo Katakuri dándose cuenta de su rostro—. Te he invitado y seré yo quien lo pague. Tú puedes pedir cualquier cosa.
—T-Tampoco no quiero sobrepasar —confesó.
—¿Quieren tomar algo? —cuestionó el camarero.
—¿Te apetece vino?
—... Nunca he probado.
—Puedo recomendar un vino rosado, señorita —aconsejó—. Son los mejores por su sabor suave y afrutado.
Laura asintió gustándole mucho la idea. El joven camarero se retiró para buscar el vino, mientras la pareja continuaba leyendo la carta. Laura no estaba segura que pedir porque la gran mayoría de platos incluía tomate, aceitunas, pulpo… No les gustaba muchísimo. Se iba a rendir. Sin embargo, sus ojos se postraron en la lasaña de carne. ¡Salvada por la campana! Es cierto que la salsa es de tomate, pero no le disgustaba. Odiaba cuando tenía que comerlo crudo u otra forma que no sea en salsa.
Ya tomó la decisión y Katakuri también. El camarero llegó con el vino e iba rellenando gracilmente las copas de ambos, después tomó la comanda para volver a retirarse.
—Te noto un poco tensa, Princess —murmuró, ya viendo que estaban prácticamente solos.
—Es normal. Estoy en una cita con usted.
—No me tutees fuera de la empresa.
—Sigue siendo mi jefe, Katakuri-san.
—Está bien. Lo puedo entender. —El hombre apoyó los brazos en la mesa con el cuerpo hacia adelante—. Pero sé que hay algo que te preocupa.
Bingo. Las mejillas de Laura se tornaron de color rosas.
—Lo que… sucederá después de una cita…
—No haremos algo que tú no quieras.
Eso alivió un poco a la joven. Si es cierto que deseaba que él la volviera a tocar y no era la única que pensaba igual. Katakuri debe respetar su decisión, aunque le fastidiara un poco. Sus ojos granates se fijaron que la chica tomó la copa y posó sus labios para probar un poco el vino. Un brillo tenue en su mirada apareció.
—¡Está muy bueno!
Cuando ella miró a Katakuri, su corazón latió con mucha fuerza porque él se bajó un poco la bufanda mostrando su boca para testear el vino. Dios, no pensaba que él se atreviera a tal cosa.
—Sí, está bastante buena —añadió. Granates y castaños se conectaron por un instante. Katakuri se percató del motivo. Ella solamente le vio así siendo Miss Butterfly—. Si te incomoda, puedo ponerme la bufanda.
—¡No! No me molesta —se calmó—. Solo que… me impacta que se atreva a…
—Hay confianza, ¿no? —No terminó la frase—. Lo único que me daba miedo era mostrarte mi verdadera apariencia.
—Me gusta… —murmuró.
Katakuri tuvo que desviar la mirada porque sus mejillas se tornaron rosas. Se veía adorable en ese estado. Laura no añadió ningún comentario porque no quería incomodar la situación. Katakuri carraspeó la garganta volviendo a mirar a la joven.
—¿Tienes algún tipo de hobby?
Ahí van las preguntas.
—Leer, escribir, escuchar música… Lo típico. Prefiero las cosas sencillas.
—No eres una chica compliacada, entonces —añadió. La conversación tuvo que parar porque el camarero apareció con los platos. A Katakuri le dio tiempo de ponerse la bufanda. La comida tenía buena pinta—. ¿Cuándo fue tu última cita?
—Ya no lo recuerdo y lo prefiero. He tenido experiencias horribles —dijo dando un pequeño bocado a la lasaña. ¡Dios! Una comida propia para los dioses.
—Espero que no lo sea en esta cita.
No lo está pareciendo. Muchas veces soñaba con tener una cena romántica con Katakuri. Su sueño se volvió real. La conversación poco a poco fluía y Laura se atrevía a ser un poco más abierta hacia su jefe. Esa personalidad que estaba mostrando, le gustaba demasiado al hombre mayor. Una chica risueña y que dice, de vez en cuando, tonterías. Este momento lo estaba alegrando demasiado.
Katakuri la estaba escuchando y, una parte de su cerebro, se estaba imaginando un montón de cosas con ella. No solo a nivel sexual, sino a nivel familiar. Tener una familia con Laura es una fantasía. ¿Cuántos hijos podría tener con ella? ¿Ella podrá soportar esa carga? Es joven con mucha energía de por medio.
—¿Qué esperas de un hombre?
La pregunta típica.
—La verdad.
Esa respuesta sorprendió y confundió un poco a Katakuri. Laura siguió hablando.
—¿Cuántas veces ha sido engañado? ¿Cuántas veces le prometieron cosas y no las cumplieron? Yo solo pido sinceridad. Si solo me quiere para tener un encuentro sexual, que me lo diga y no esté con juegos. Solo… quiero un hombre de verdad.
—¿No importa su físico y la edad? —volvió a preguntar.
—Estamos en una época en donde el físico importa —dijo con una pequeña sonrisa—. Si el tío no tiene un miembro viril, no se considera un hombre. O si una mujer no tiene un bonito pecho, pues no se le considera una. Una tontería, ¿verdad? Yo siempre pienso que la belleza de uno está en el interior. No quiero decir que el exterior no atrae.
—... Estoy de acuerdo contigo.
Ojalá Laura tuviera el valor de decirle a Katakuri que ella es Miss Butterfly. ¿Le creerá? No. Tal vez piense que es una aprovechada, que solo se apuntó para satisfacer sus deseos sexuales. Ese pensamiento es muy triste en todos los sentidos del mundo.
Siguieron hablando de otros temas. Katakuri estaba atento a la conversación que le portaba Laura. No es aburrida. Todo lo contrario. Además, se dio cuenta que ya terminaron con la cena y la joven no pidió postre porque estaba llena. No la iba a obligar. Ahora llegó el momento de la verdad. La cuestión que surgió en ambos desde que pisaron ese lugar.
—Princess…
—Agradezco que me haya invitado, Katakuri-san —interrumpió—. Pero… usted es mi jefe y no debería tener relaciones sexuales.
—Lo puedo entender perfectamente —dijo—, pero tú me interesas, Princess. Sea cual sea nuestro rol actualmente.
—No quiero crear un mal ambiente en el trabajo. No quisiera que… me mirase como una cualquiera.
Esas palabras hicieron que Katakuri pensase en lo ocurrido la noche pasada. Entendía cuál era la preocupación de Laura. Él suavemente estiró los brazos para rozar con los dedos los nudillos de la chica. Están fríos.
—Yo jamás pensaría tal cosa. Tú eres más que eso.
Laura no evitó morderse el labio. Esa incertidumbre la estaba matando. Quería explotar. Decir la verdad. Ella abrió la boca para contárselo.
—Sé tu secreto.
Laura miró fijamente al hombre. Tuvo que parpadear unas cuantas veces para comprender la información y se sonrojó abruptamente dándose cuenta.
—Dijiste que quieres a un hombre sincero y eso estoy haciendo. Hace semanas te noté extraña, como si no fueras la misma. Cuando te quitaste la chaqueta tu tatuaje se me hizo familiar a esa chica de la fiesta de Mr. Joker —iba hablando. Laura reaccionó, tocando su hombro derecho—. Al salir, no evité buscar alguna pista y… encontré la carta.
—Katakuri-san…
—¿Sabes cuántas noches pasé pensando que la chica que tanto me atrae está en ese mundo? Lo único que pensé es que te obligaron. Mr. Joker es una persona que busca a la chica adecuada para cualquier cliente. No pensé que él… hubiera recurrido a ti y que tú hayas aceptado.
—Debí haberme negado —confesó.
—Pero nos dio la oportunidad de dar el paso. —Katakuri agarró con firmeza las manos de la joven—. Ahí me di cuenta que te perdería si te vas con otro. Seguramente habrá visto la cara de Mr. Ptera y Mr. Gun.
—No se lo niego. No sabe la sensación de ver a esa persona fuera de ese lugar.
—Me lo imagino. Es lo que te está pasando conmigo. No quiero que esa barrera se interponga entre nosotros. Dame la oportunidad, Princess. Conozcámonos mejor. Yo soy ese hombre a quien buscas —iba hablando—. Esta noche no pasará nada más. No quiero que malinterpretes las cosas.
—... ¿Le gusta mi cuerpo?
—Esa pregunta es más que obvia. —Una sonrisa esbozó—. Y me alegra saber que no te asusta mi rostro.
No. ¿Por qué temer? Ella extendió su brazo todo lo que pudo para acariciar su rostro y él se dejó, soltando pequeños y suaves suspiros. Todavía se notaban las costuras. Katakuri cerró los ojos queriendo sentir más ese contacto.
—¿Te parece si te llevo a casa?
—Sí, y gracias.
Él asintió con suavidad. No iba a obligar a algo que no quiere. Todo hombre debe aceptar un no como respuesta. Katakuri pagó la cuenta y se marchó del lugar junto con la chica. Sinceramente, Laura se sintió más aliviada. Un peso se quitó. Las confesiones son buenas hasta cierto punto. Hoy dormirá bien, eso seguro.
De camino a casa ninguno de los dos ha dado conversación. Solo dejaban que el silencio sea testigo. A veces estar callados es necesario para que uno pensará con mucha tranquilidad. Laura cerró con suavidad los párpados, mientras soltaba un suspiro. Al volver a abrirlos se tomó la sorpresa de que ya estaban en su casa. Pasó muy rápido todo.
—Gracias por traerme… Katakuri.
El hombre se sorprendió que lo llamara de esa manera. Eso era una esperanza para algo más.
—Faltaría más.
—Bueno… Buenas noches.
Ella iba a bajarse del vehículo, pero Katakuri tomó su muñeca dando un pequeño tirón y besarla. Un beso suave sin ningún tipo de prisa. Se separaron para tomar aire y, ahora sí, Laura se separó con un sonrojo en sus mejillas. Cuando el vehículo se iba alejando un comentario llegó a su mente:
«Hoy dormiré bien esta noche».
🎭🎭🎭🎭
Una mujer caminaba en dirección hacia una oficina abandonada. Ella estaba convencida de que había algo. Esa chica entró en aquel lugar y se aventuró un poco más hacia el gran pasillo para encontrar la pared junto con un cuadro sucio. Su mano apartó un poco el marco para encontrar un botón y pulsarlo. Una puerta abierta se mostró dando acceso a unas escaleras hacia abajo.
Cuando proseguía en el paso ella podía escuchar ruidos de teclas. Alguien estaba trabajando. Una base secreta. Al pasar por una puerta se veía el símbolo del Gobierno Mundial. Las personas que trabajan ahí estaban en la labor de cumplir las órdenes. Algunos saludaban con respeto hacia la chica, mientras caminaba hacia una de las mesas donde le esperaban sus compañeros.
—Llegas tarde, Stussy.
—Me ha costado coger toda la información —comunicó la pelirrubia mostrando un pendrive—. Está todo aquí, Lucci.
Solo hizo un movimiento de mano para colocar el pendrive en la mesa inteligente mostrando todos los archivos ocultos.
—¿A quién tuviste que coquetear? —preguntó un chico de nariz larga y cuadrada.
—Eso no te lo puedo decir —rio. Sus ojos azules se postraron en la pantalla—. Vaya, vaya. Cuántos hombres poderosos —musitó, viendo una gran lista—. Justo lo que sospechábamos. Mr. Joker es Donquixote Doflamingo.
—A los jefes superiores no les gustará nada que un ex Tenryuubito como él esté con este tipo de negocios.
—El problema aquí Kaku son las mujeres —dijo, mostrando otra lista—. Por lo que tengo entendido, Doflamingo escucha las peticiones de los clientes y busca a la chica idónea. Ya sea empleada del propio cliente.
—Y el hombre no averiguará la verdad.
Lucci no dijo nada. Solo miraba con curiosidad la lista. Stussy ampliaba alguna que otra foto para ver si la empleada tiene relación con el cliente. Una especie de diagrama se formaba por el tipo de perfil que busca el hombre de una mujer.
—Oh, mira. Encontré un caso. Charlotte Katakuri y Charlotte Cracker dijeron un prototipo de chica, y es la secretaria del hijo predilecto de Big Mom.
—¿Cuál es su nombre? —cuestionó Kaku.
—Princess Laura.
«Ese nombre…», a Lucci le resultaba familiar. Claro que sí, es aquella chica que postró sus ojos porque tenía cierto interés. ¿Ella estaba metida en todo esto?
—¿Y adivinas cuál es su nombre clave? —cuestionó Stussy con una sonrisa picarona mirando a Lucci, mientras ampliaba más la foto—. Tú queridísima Miss Butterfly.
Sus ojos se abrieron con gran sorpresa al descubrir la verdad. Dos mujeres que le gustaban. Una misma persona. Definitivamente, Lucci debe cazarla antes que lo haga el resto. Una sonrisa socarrona surgió en sus labios y se separó de la mesa para caminar hacia la salida.
—¡Lucci! No hagas ninguna estupidez —le advirtió Kaku.
—¿Y dejar que mi presa se me escape? Nadie escapa de mis garras —sentenció, retirándose.
«Ahora definitivamente eres mía».
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