Capítulo 2. La fiesta de Mr. Joker
Sus ojos se iban abriendo lentamente. Laura estaba despertando de aquel sueño. Ella poco a poco se iba levantando y sentándose en la cama con la mano en su cabeza. Le estaba doliendo. Su vista empezó a aclararse y se dio cuenta que no estaba su casa. Era una habitación grande con una cama tamaño XL y decorada con cortinas para crear un ambiente más íntimo. Las luces ambientaban el lugar, un gran sofá y unos cuantos sillones se presentaban. También estaba incluido un armario. Pero sus ojos se abrieron al ver un jacuzzi en medio de la sala y, enfrente, una puerta que daba acceso a un baño.
—¿Qué demonios...? —susurró, cuestionándose donde estaba metida.
Entonces recordó que le llegó una carta extraña mencionando sobre una fiesta de gran importancia. Luego se subió a un coche y la durmieron con una especie de toxina. Y ahora estaba aquí presente en una habitación lujosa. Al menos estaba vestida. De pronto, la puerta principal de aquel cuarto se abrió dejando pasar a tres mujeres que portaban una máscara veneciana típica para las fiestas y llevaban lencería sexy.
Para Laura era difícil saber quiénes estaban detrás, pero sus ojos se fijaron que cada una portaba en sus manos un traje, alguna que otra decoración, incluyendo una máscara que representaba a una mariposa. Las chicas se acercaron a la cama.
—Señorita Princess —habló la mujer del centro—, por favor, debe levantarse para prepararla adecuadamente.
—¿Adecuadamente? —preguntó con cierta duda—. ¿Esto no es suficiente?
—Sentimos decirle que debería usar esta ropa. —Una de ellas me mostró un sujetador negro sexy junto con unas braguitas que combinaban. Luego la otra unas medias que me llegaban hasta los muslos y una rebeca fina, casi transparente—. Son las normas de la compañía.
—... ¡No voy a usar eso! —exclamó—. Mi cuerpo no es bonito —se apenó—. ¡Y, aparte de eso, no me lo pondré!
—Debe hacerlo. Acaba de aceptar venir aquí. Si no lo hace, recibirá un castigo. Y no se preocupe, este tipo de lencería le sentará bien.
Ella no podía creerlo. Se metió en la boca del lobo. Lo peor de todo era que no le gustaba esa amenaza. El castigo podría ser la muerte. Entonces Laura tomó la dura decisión de levantarse y dejar que las chicas la desvitieran. Se sentía extraña que unas desconocidas le estuvieran quitando la prenda. Estaba completamente desnuda, pero duró poco tiempo. Una de ellas tomó sus manos para que se sentara enfrente del maquillador para retocar un poco su maquillaje, pero sin que perdiera su naturalidad.
Luego la líder de ese pequeño grupo le iba colocando una especie de collar con un pequeño distorsionador en el centro. Prosiguió en colocarle la máscara y lo enganchó en esas dos correas en el propio collar y lo cerró con llave. Hizo pequeños tirones para comprobar que no será fácil de quitársela. Esto era una manera de ocultar su identidad.
—Miss Butterfly.
—¿Cómo?
—Su nombre clave. Miss Buttefly. No debe revelar su verdadera identidad —dijo—. Por favor, síganos, Mr. Joker nos está esperando.
Mr. Joker. ¿Quién será? No dudó en seguirlas. Cuando abrieron las puertas, se fijó que había muchas mujeres jóvenes en su estado actual. Una de ellas la empujó con suavidad para que caminara. Todas estaban calladas, sumisas y estaban vestidas igual, como si fueran a prostituirse. No podía creerlo. Ella estaba trabajando para una empresa importante y, ahora, fue capturada por una banda desconocida.
Todas llegaron a una especie de sala. Los ojos pardos de Laura se fijaron en un hombre alto sentado en un trono y acompañado por dos mujeres. No se le veía el rostro porque también portaba una máscara y tenía el dibujo de aquella calavera sonriente. ¿Ese será Mr. Joker?
—Bienvenidas a mi guarida, jóvenes bellas —saludó—. Mi nombre es Mr. Joker. Habéis sido invitados para esta gran fiesta.
Ninguna dijo nada por miedo, aunque algunas querían saber de qué iba todo esto.
—Veréis, todos los años recurrimos a nuevas chicas por la demanda de nuestros clientes. Hombres ricos que necesitan la compañía de una dama —iba explicando—. Siento si las hemos dormido, pero no queríamos ningún tipo de percance. Y también lo hacemos para que ninguna sepa la identidad de la otra.
Murmullos se escuchaban en toda la sala. Confusión se estaba creando. Mr. Joker solo reía.
—Vosotras habéis aceptado trabajar para mí —dijo. Todas se fijaron en él—. Sois mis empleadas para trabajar los viernes por la noche de diez a tres de la madrugada. Cada vez tenemos más hombres exigentes —iba continuand—-. No podéis marcharos porque estáis marcados. Ah, e informar que, mientras estabáis durmiendo, se les hizo unos estudios para colocarles un método anticonceptivo: el DIU.
Una de las chicas tomó el brazo de Laura y con una luz ultravioleta mostró el símbolo de Mr. Joker. Solamente significaba que eran propiedad de ese hombre. Pero lo que más le impactó fue que tuviera un método anticonceptivo dentro de su cuerpo. Eso solamente significaba que en cualquier momento, alguno de esos hombres, le pedirá sexo. No. Eso no había posibilidad alguna porque todas las chicas presentes eran más bonitas que ella.
—Regla número uno: no podéis dar vuestra verdadera identidad. Solo nombres claves. Los clientes pueden mostrar sus rostros, pero cuando estéis a solas —dijo—. Regla número dos: cumplir las peticiones de los clientes. Y regla número tres: ¡disfrutad!
Las compuertas traseras se abrieron para dar paso a una gran sala con una cantidad mayoritaria de hombres. El corazón de Laura se aceleró demasiado rápido. Muchas miradas depredadoras las estaban mirando.
—Os he traído más chicas para disfrutar —anunció—. Sin embargo, como es su primer día, no quisiera que la asustéis y pidáis lo que todo hombre quisiera. Solo disfrutad de su compañía.
Cada hombre portaba una máscara ocultando su verdadera identidad. Poco a poco el grupo de chicos se iban adentrando a la boca del lobo. Las mujeres expertas las guiaban y estarán con ellas hasta que se acostumbraron a la presencia de los hombres. Laura prefirió estar apartada porque este no es su mundo. Se fijó que las chicas tenían curvas definidas. Todo lo contrario a ella. Con los brazos ocultaba su cuerpo.
Miró a su izquierda viendo que una de ellas estaba en la barra preparando diferentes cócteles. Ahí podía esconderse perfectamente. No dudó en ir ahí. La chica de la máscara con flores la vio y le dedicó una sonrisa tierna.
—Bienvenida, Miss Butterfly —saludó—. Mi nombre es Miss All Sunday.
—Encantada. Quisiera saber si... podría estar aquí.
—¿No prefieres atender a los clientes? —preguntó con cierta curiosidad. Laura negó.
—No soy adecuada para esto por mi físico—-dijo, escondiendo su cuerpo con aquella rebeca fina—. No sé qué hago aquí. Tengo ya mi vida completa.
—Mr. Joker suele ser así —rio por lo bajo—. Le gusta estudiar muy a fondo a las chicas antes de seleccionarlas. Contigo habrá hecho lo mismo y te escogió —siguió hablando—. Como es tu primer día y estás un poco insegura, dejaré que puedas ayudarme en la barra.
—Gracias.
Parecía amable la mujer. Con la máscara era difícil saber cómo era su rostro, pero se destacaba en tener un cabello moreno largo y ojos azules. A Laura le ponía nerviosa su sonrisa cínica. Parecía que en cualquier momento te iba asesinar. Miss All Sunday se encargaba de preparar los cócteles con cierta rapidez, mientras que Laura se los entregaba a las chicas.
De vez en cuando echaba un vistazo al ambiente. Las más expertas no sentían pudor en sentarse encima de esos hombres poderosos o invitaban a las novatas a que hicieran lo mismo. Laura estaba sospechando que todos esos hombres deben ser mayores de sesenta años. Viejos verdes que se aprovechaban de este momento. Apretó los labios queriendo llorar en una esquina. Mientras estuviera en la barra, no habría ningún problema.
Los minutos pasaban. Laura estaba totalmente tranquila, sin embargo, cierta mirada le estaba incomodando. Un hombre le dedicaba cierta mirada casi depredadora. Su máscara lo representaba porque tenía el aspecto de un leopardo. Por su postura se insinúaba que pudiera ser un hombre joven. La oji-pardos se estaba poniendo nerviosa. Vio a Miss All Sunday acercarse a él para hablar. Solo pasaron treinta segundos para que ella caminara hacia la chica.
—Mr. Jaguar quiere conocerte, Miss Butterfly.
Mr. Jaguar. Ese era su nombre. Laura empezó a dudar un poco, pero recordó la segunda norma. Si no lo hacía, era probable que la asesinaran. Con ese miedo en el cuerpo tragó saliva y se aproximó hacia aquella figura dominante. No sabe cómo dirigirse hacia esa persona. Recuerda: siempre con educación.
—B-Buenas noches, Mr. Jaguar —tartamudeó. La suerte era que la pequeña máquina que estaba en su collar le permitía tener una voz un poco más dulce.
—Buenas noches. —La piel de Laura se erizó completamente. Dios, aunque estuviera distorsionada y cambiada, le pareció demasiado sexy.
—¿Necesita algo? ¿Un cóctel, quizá?
Él no dijo nada. Extendió un brazo con la mano abierta a modo de que ella se la tomara. Laura no dudó y aceptó. No quería meterse en líos. El hombre se levantó de su asiento y caminó, guiándola hasta la salida de la barra. Ahí se sintió indefensa porque tenía enfrente a un hombre alto, que medía aproximadamente 210 cm. Ella solamente mide 159 cm.
Mr. Jaguar hizo que la chica diese la vuelta a 360 grados para ver su figura completamente. No rápido. Lento para llamar su atención. Laura se sentía como una pequeña presa para los ojos de ese hombre. Ya enfrente, él no le soltó la mano en ningún momento. Su pulgar acariciaba con lentitud sus nudillos. Ella no podía distinguir más por su máscara porque cubría toda su cabeza. Lo único que veía eran sus ojos oscuros.
—Quisiera saber el nombre de mi acompañante —dijo.
—... Miss Butterfly.
—Le favorece —comenta—. No solo por su máscara, sino también por el tatuaje que vi en su omóplato derecho. —Mr. Jaguar se atrevió a tocar esa zona presionando sus dedos.
—Gracias, Mr. Jaguar.
Después de esa confesión, él tiró su mano con suavidad porque la llevaría a su zona. Laura empezó a sentir miradas hacia ella. Intentaba todo lo posible en esconder su figura con esa pequeña prenda. Se estaba muriendo de vergüenza. Llegaron a una zona con dos sillones grandes y una mesa en medio. No solamente estaban las chicas, sino también tres hombres más. Uno portaba una máscara de panda, el otro de jirafa y el último de lobo.
El corazón de Laura iba a mil porque no estaba segura que tenía que hacer. Mr. Jaguar se sentó e hizo que la chica se sentara en su muslo derecho. Eso provocó que se pusiera más nerviosa. Mira que se ha enfrentado a muchos hombres, pero ella se vuelve introvertida cuando le gusta alguien o con un hombre desconocido y un tanto misterioso. Ese hombre iba acariciando su espalda para que se calmara.
—Me imaginé que ibas a cazar a una nueva presa, pero no pensé que escogieras a una mujer de esa índole.
—Tú tienes tus gustos y yo tengo los míos, Mr. Wolf —añadió Mr. Jaguar. Si no fuera por la máscara, le estaría dedicando una mirada asesina.
—¿Mr. Joker cumplió tus expectativas? —preguntó el hombre jirafa.
—De momento, sí —susurró—. Se ve que es completamente sumisa —dijo. Con la otra mano tocaba sus muslos y Laura las cerró por inercia.
—Mr. Jaguar —la llamó una de las expertas—, le recordamos que es inexperta y no puede ir más allá.
—No he olvidado ese detalle —dijo—. No quiero incomodar a mi acompañante.
Laura no movía un dedo por miedo a que hiciera algo indebido. Estaba atrapada en ese lugar. Observaba como las chicas coqueteaban con esos tres hombres. La chica de cabellos castaños no tenía ese poder. Se le daba fatal. Prefería mostrar su personalidad alegre, positiva y con un toque de mala leche cuando la molestaban.
Luego sus ojos se posaron en las botellas que estaban posadas en la mesa. Tal vez debería mover ficha y demostrar que no era un mueble. La chica posó una mano en el pecho de Mr. Jaguar para llamar su atención.
—¿Quiere tomar algo, Mr. Jaguar? —preguntó con cierta timidez.
—Un brandy estaría bien.
A Laura le costó un poco saber cuál botella era. Mr. Jaguar se dio cuenta de ello y tuvo que reír bajo por lo inocente que era su acompañante. Entonces le indicó cual era. Ella agradeció apenada tomando la botella y una copa limpia para empezar a llenarla. Luego vio una caja con pajitas. Ahí se dio cuenta que la máscara de los clientes tenía una pequeña abertura para poner un objeto circular y poder beber.
Ella se lo colocó y se lo ofreció a Mr. Jaguar. Él movió la cabeza esperando a que Laura se lo diera. Entendió ese comportamiento, así que, con cuidado, iba poniendo la pajita en ese pequeño hueco. El hombre empezó a beber con suma tranquilidad.
—¿Quieres un poco?
—No... No soy de bebidas con sabores fuertes, Mr. Jaguar.
—Es bueno saberlo —dijo. Él inclinó su cuerpo para tomar una fresa de un cuenco y la colocó sobre los labios de la chica—. Entonces, me conformo con ver morder esta fruta.
Las mejillas de Laura estaban ardiendo demasiado. Ella abrió un poco la boca, posando los labios en la punta de la fresa y dio una pequeña mordida. Para los ojos de Mr. Jaguar era demasiado sexy. Estaba tentado en besar sus labios pintados de rojo pasión. Su dedo índice pasó con suavidad su labio inferior.
—Eres sumamente linda, Miss Butterfly —comentó. Su rostro estaba cerca de la suya—. Quisiera saber si, es posible, que me dieras un beso.
—... Sí, Mr. Jaguar.
Las manos de Laura se colocaron en la máscara de ese hombre y posó sus labios en la "boca" de aquella careta. Un ronroneo se escuchó, causando que su vello corporal se erizara. Él era un gato grande con ganas de jugar con su presa. Entonces la colocó sobre su regazo, quedándose encima de él. Las manos de Mr. Jaguar se colocaron en el trasero de Laura sin sentir pudor en tocarlos. Ella se sonrojó por completo al notar cierto paquete.
—Una pena que no podamos jugar —dijo—. Estoy sumamente emocionado.
—Mr. Jaguar yo... yo no tengo un cuerpo como ellas... —confesó.
—¿Has oído hablar que hay hombres que le gusta a una mujer con proporciones un poco grandes? —preguntó—. Tú cumples esas expectativas. —Una de sus manos tocó su barriga para agarrar uno de sus michelines—. No puedo esperar tanto —confesó—. Seguramente tendrás unos gemidos de escándalo.
«¡Piensa que es Katakuri! ¡Piensa que es Katakuri!», pensaba una y otra vez la chica manteniendo los ojos cerrados con mucha vergüenza. Se sentía indefensa. Ojalá tenga la oportunidad de golpear a este hombre. De repente, escuchó una campana. Laura abrió los ojos no entendiendo muy bien qué significaba eso.
—Mr. Jaguar ya ha pasado una hora y media —comunicó una de las mujeres expertas—. Miss Butterfly tendrá que atender a otros clientes.
El hombre gruñó con suma molestia. Tuvo que apartar las manos para que Laura se levantara. Tenía que cumplir con las normas. La chica no le dio tiempo a querer una explicación porque una de las mujeres le tomó su muñeca. No era esa mesa, sino otra.
—Norma para los clientes —estaba a punto de explicar, mientras caminaba con ella—. Ellos tienen una hora y media para estar con una de nosotras. Suena la campana para hacer un cambio, pero hay una excepción. Si un hombre, antes de que suene la campana, le pide a una de nosotras ir a nuestro cuarto, ahí pueden estar todo el tiempo que quieran hasta las tres de la madrugada. Es decir, aquellas chicas que no consiguen un clientes antes de la una de la madrugada pueden marcharse. Eso les pasará a ustedes por ser novatas todavía, pero la semana que viene será diferente.
«Para mantener relaciones sexuales», pensó.
—Quisiera volver a la barra, por favor —pidió Laura.
—Lamento que sea imposible. Mr. Donuts y Mr. Biscuits quieren conocerla.
Vaya, con esos nombres claves ya le daba la sensación de que les gustaba esos aperitivos deliciosos. Espera, dijo dos nombres.
—Nosotras podemos estar con más de un hombre —le siguió explicando—. Ellos te vieron ir con Mr. Jaguar, así que sienten curiosidad en conocerte.
Los ojos pardos de Laura se pusieron enfrente viendo una gran zona con varios hombres medianamente altos. Más altos que Mr. Jaguar. Ella tragó saliva cuando llegaron allí.
—Mr. Donuts. Mr. Biscuits. Esta es Miss Butterfly. Espero que puedan disfrutar de su compañía.
Uno de ellos portaba una máscara con aspecto de un león de dientes de sable y el otro de una pantera negra. El primero extendió el brazo con la mano abierta. Laura la tomó sin ningún problema y la hizo sentarse en medio de esos dos.
—Yo soy Mr. Biscuits —dijo el hombre pantera negra tomando su mano con gentileza y hacer el ademán de besar su dorso.
—Y yo Mr. Donuts.
—Miss Butterfly, encantada. —Si estaba nerviosa antes, ahora era el doble.
—Ya era hora que Mr. Joker hiciera caso a nuestra petición, ¿no crees, Mr. Donuts?
—No lo niego. —El nombrado empezó a acariciar con sutileza uno de los mechones de la chica—. Se me fueron los ojos cuando te vi con Mr. Jaguar.
—Él también me dijo que buscaba a una chica con un físico como yo —confesó.
—Con razón el malnacido no perdió el tiempo. —Mr. Biscuits se acomodó para estar más o menos a la altura de la chica—. Qué pequeña eres, pero me gustan las mujeres bajitas.
Hombre, eran demasiado altos. Ella se sentía como Pulgarcita. Aquí sospechaba que era un poco más mayores que el primero que atendió, pero no estaba completamente segura. Mr. Biscuits acariciaba los muslos de la chica con la yema de los dedos. Su piel era suave y aterciopelada.
Laura se centró en el perfume de ambos hombres. Se notaba que era uno caro. Olía demasiado bien por lo que cerró los ojos disfrutando de ese momento. No estaba bien lo que estaba haciendo. Se sentía una prostituta más. No. En una dama de compañía que luego puede ofrecer sexo a su cliente.
Sus ojos observaban el ambiente de nuevo. Veía a alguna que otra chica tomando la mano de un hombre para sacarlo de aquella gran sala. Si una compagina con uno, pues lo llevará directamente a su cuarto. Al menos hoy no podrá hacer eso, pero para la próxima no tendrá escapatoria. No, espera. ¿Qué hombre querrá acostarse con ella? Ellos hacían esos comentarios por cierta pena y, en el fondo, se estaban burlando.
Esa era la triste realidad.
De pronto, como estaba en sus pensamientos, se asustó un poco porque Mr. Donuts la sentó en una de sus piernas para tenerla más cerca. Él empezó a acariciar la zona de su columna vertebral traspasando esa tela fina. A Laura se le escapó un suspiro y apoyó la cabeza en su pecho dejando que él hiciera lo que quisiera.
—Yo también estoy aquí, Mr. Donuts —comentó el otro hombre acercándose.
—Aún te queda tiempo para que esté en tu regazo.
Dos hombres se estaban peleando por ella. Esto no era nada bueno. Aquí no se presentará ningún tipo de violencia. Los minutos pasaron y le tocó el turno de Mr. Biscuits. Este la trataba como una niña pequeña, mientras acariciaba su rostro con ganas de quitar su máscara y ver su identidad. Menos mal que estaba anclado.
Y la segunda campanada alertó a todos. El hombre chasqueó con cierta molestia. Estaba disfrutando de ese momento con ella. Laura se levantó por petición de la mujer experta y ella lo hizo. Miró hacia atrás para ver a los hombres que se quedaron con ganas de más. La llevó a su habitación que tenía el número 69. Joder, bonito número. Ya adentro, la hizo sentarse y con la llave pequeña iba desencadenando la máscara del collar y se los quitaba.
Sintió un gran alivio. Luego empezaron a quitarle el maquillaje y prosiguieron en quitar esa lencería. La mujer le pidió que volviera a ponerse la ropa y que tomara una pastilla con un vaso de agua. Supuso que era para que se durmiera. Ya vestida hizo lo que le pidió y los efectos no tardaron en aparecer.
Laura volvió a abrir los ojos viendo que estaba enfrente de su casa. De la puerta de su casa. Le estaba doliendo un poco el cuello. Entró con cierta prisa a su hogar porque quería buscar una linterna ultravioleta que solía tener, cuando era niña. No tardó mucho y lo encendió. No. No era un sueño. Tenía la marca de Mr. Joker.
Definitivamente, estaba atrapada.
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