Capítulo 1. Primer contacto
La alarma del despertador estaba sonando. Una mano salió entre las sábanas para apagarlo adecuadamente. Lentamente esa figura iba levántandose y estirando su cuerpo. Luego posó los pies en busca de sus pantuflas y caminó en dirección hacia el baño para lavarse la cara, y quitarse las legañas pegadas a sus párpados. Abrió el grifo, se echó una cantidad de agua entre sus manos y se iba lavando el rostro. Al levantar su rostro se quedó reflejado, dejando ver a la protagonista de esta historia.
Princess Laura estaba lista porque hoy era viernes. Eso significa que este fin de semana podrá descansar todo lo que quisiera. Volvió a estirar su cuerpo, mientras soltó un leve bostezo. Sus pies se movieron en dirección hacia la cocina para desayunar algo fuerte. Consistía en un vaso de leche caliente con cacao incluido y unas galletas de avena y chocolate. Ese desayuno le daba toda la energía suficiente para soportar el día.
No perdía el tiempo en revisar el teléfono porque tenía una hora para prepararse y tomar el primer autobús para ir directamente al trabajo. Ella tiene carnet de conducir, pero no tenía suficiente dinero para comprarse uno. Está ahorrando todo lo posible. Después de desayunar, volvió al baño para lavarse los dientes y peinarse, aunque sabe que tendrá que volver a coger el cepillo porque sus cabellos son un poco rebeldes. Lisos, pero rebeldes.
En la silla estaba la ropa que se iba a poner hoy. Unos pantalones negros de vestir, una camisa verde de tiras anchas y una americana negra. Luego se puso unas sandalias con plataforma. No es alto porque ella tiene un problema de escoliosis y su espalda no la soportaría mucho. Prosiguió a maquillarse. No demasiado porque no era una experta y tampoco quería ir al trabajo como una payasa. Un poco de rímel, pintalabios rosas no chillón y delineador de ojos. Otra vez se cepilla el cabello.
¡Listo para salir!
Tomó el bolso también preparado, junto con el móvil y las llaves de casa, y salío de la casa. Tenía la ventaja de que solamente tenía que caminar diez minutos para coger el autobús junto con el resto de personas para ir al centro de la ciudad. Laura trabajaba como secretaria para una de las compañías más importantes de Grand Line. Tuvo la gran suerte que la escogieran debido a que era una persona organizada y que cumplía las expectativas de la empresa.
El autobús llegó, parándose enfrente de la parada. La chica dejó que subieran las personas mayores no queriendo que la educación se perdiera. No tenía prisa porque iba bien de tiempo. Le gustaba llegar quince minutos al trabajo, en caso de que sucediera un accidente. Se sentó en los asientos de en medio y sacó de su bolso los auriculares para escuchar música durante el camino.
De ocho a dos de la tarde de lunes a viernes. Ese es el horario de su trabajo. De vez en cuando miraba la hora de su móvil para ver cuánto tiempo le quedaba para entrar. Laura prefería estar calmada y no perder los nervios. No conseguiría nada estando en ese modo. Solo causarían problemas. Otro bostezo soltó. No debería sentirse cansada porque durmió ocho horas justas.
Unos cuantos minutos pasaron y el autobús se paró enfrente de la parada. ¡Ajá! Ahí tenía que bajarse Laura. Tres escalones tenía que bajar y sus ojos pardos se quedaron enfrente en el gran edificio de diez plantas. Una empresa importante que crea dulces para todo tipo de gente y tiene un montón de fábricas alrededor del mundo. La presidenta se llama Charlotte Linlin, también conocida como Big Mom.
Sí, era la empresa Charlotte's Sweet.
Gente entraba y salía del edificio. Ella subió los diez escalones con cierta seguridad y despacio no queriendo tropezar porque Laura, a veces, suele ser un poco torpe. Luego entró por las puertas y un olor a dulce inundó sus sentidos. Este edificio no está dedicado a la fabricación de dulces, pero Big Mom ordenó que se hicieran unos inciensos de diferentes sabores. Su favorito era el chocolate.
La chica de cabellos castaños caminó en dirección hacia el ascensor y pulsó el botón, donde las puertas se abrieron. Quinto piso. Dos personas más se subieron con ella. Laura se quedó atrás. No se fiaba de ningún hombre por todas las cosas que pudieran hacerle a una mujer indefensa. Bueno, y viceversa también. Cuando llegó a su destino, dio un suspiro de alivio.
Ella caminó con pasos seguros por todo el pasillo, mientras saludaba a sus compañeros con una sonrisa dulce y amigable. Todos la respetaban por ser una gran trabajadora. Da igual que sea hombre o mujer; aunque era cierto que escuchaba murmuros de las féminas acerca de su cuerpo. Laura no se sentía orgullosa porque era considerada una curvy woman de proporciones normales. No vamos a compararla con Big Mom. Lo único que no le gustaba era su barriga.
Ya llegó a su destino. Su despachó se conformaba de un espacio grande, donde había un escritorio con un equipo de ordenador, un teléfono fijo, unos cuantos archivadores, una silla para ella y dos sillas enfrente. Luego hay un gran sillón para que ella u otra persona se sentara. A mano izquierda había otra puerta. Ahí se accedía al despacho de su jefe.
Laura se acercó al perchero para dejar su bolso que no pesaba mucho y bordeó el escritorio para sentarse y encender cómodamente el ordenador. Revisó un momento del diario de hoy para las reuniones de su jefe. Hoy solamente tenía dos. Uno a las diez y el siguiente a las doce. Su jefe era un hombre importante y admirado por toda la compañía por su gran logro.
Entonces, escuchó la puerta del exterior abrirse y ella se levantó con educación para recibir a su jefe. Cada vez que lo veía su corazón palpitaba con demasiada fuerza porque era atractivo para sus ojos. Su aura desprendía esa masculinidad que tanto le gustaba. Sus ojos granates eran capaces de derretir tu corazón. Y no hablemos de su voz.
—Buenos días, Princess. —Oh, ahí está.
—Buenos días, Katakuri-sama.
En efecto, Laura era la secretaria del tercer hijo mayor de Big Mom, llamado Charlotte Katakuri. Ese hombre era un misterio porque siempre portaba consigo una bufanda o una mascarilla para ocultar parcialmente su rostro. Eso lo hacía más atractivo. Una pena que alguien de cuarenta y ocho años y que midiera 220 cm no se fijase en ella. No es una modelo.
—Le tengo que informar que tiene dos reuniones. Una a las diez y otra a las doce. ¿Desea cancelarlas?
—No, son unas reuniones importantes para ampliar un poco nuestro negocio —dio un pequeño informe acordándose—. Y mamá estará presente.
—Seguro que lo hará bien, Katakuri-sama —dijo Laura aún manteniendo su sonrisa—. ¿Quiere que le traiga té?
—Té negro, por favor —comentó, sobándose un poco la sien—. No he dormido bien anoche y necesito algo fuerte para despertarme.
—¿Algo más?
—No, solamente eso. Gracias, Princess.
—De nada, Katakuri-sama. Enseguida la traigo el té, así aprovecharé de prepararme uno.
—¿Frutos rojos?
La cara de Laura se sonrojó por completo. Daba miedo conocer que ese hombre ya sabía sus gustos.
—S-Sí —tartamudeó.
—Siempre escoges un sabor dulce —rio por lo bajo—. Tendré que pedir a que traigan otro tipo de sabores.
—N-No es necesario, Katakuri-sama.
Desde que entró a la empresa y trabaja para él, notaba en Katakuri un comportamiento diferente con ella. Laura siempre pensó que le daba cierta pena por tener un cuerpo diferente. Bueno, no dejó que esos pensamientos la afectasen demasiado. El peli-granate entró en su despacho, mientras que ella salió un momento para ir directamente hacia la cocina que no estaba lejos.
Cada piso tenía su propia cocina y eso facilitaba las cosas para todos los empleados. Laura solamente caminó unos siete minutos para llegar a su destino. No había nadie en la máquina para hacer té. En la despensa de arriba sacó dos bolsas: una de té negro y otra de frutos rojos. La máquina tenía tres huecos, así que usó dos. Solo tenía que esperar unos minutos para que el té se diluyera en el agua.
—¿Preparando el té para mi hermano?
La voz chillona de cierta persona llamó la atención de Laura. Ella giró un poco su cuerpo para ver al décimo quinto de Big Mom. Siempre se caracterizaba por su cabello violeta, largo y liso que realizaba distintos tipos de peinados. Sus ojos rosas que uno no sabe si te miraba con amor, con placer o como un asesino. Su gran cicatriz decoraba por el lado derecho de su rostro y siempre esbozaba una gran sonrisa permitiéndose ver unas cuantas arrugas, debido a su edad porque tenía cuarenta y cinco años y medía 215 cm.
Charlotte Cracker hizo acto de aparición.
—Siempre sabe que suele pedirme un té a estas horas —le comentó.
—Eso no lo niego. —Él buscó en las despensas un paquete de galletas de la propia marca de la familia—. Te trata como una camarera en vez de una secretaria.
—A veces una secretaria tiene esas funciones.
—Pero te mereces algo más —refutó—. Yo siempre lo he pensado.
Laura consideró a Cracker una persona también atractiva. Escuchó ciertos rumores que estaba celoso de su hermano por no tenerla como secretaria, pero él quería demasiado a su hermano mayor. Cracker se encargaba en el departamento de fabricación de galletas, mientras que Katakuri en el departamento de mochi, un dulce japonés.
—¿Frutos rojos? —Otro que ya conocía los gustos de la chica.
—Es mi preferida —se sinceró.
—Deberías probar el té negro chocolate.
—¿Eso existe? —preguntó, llamando su atención.
—Claro que sí —rio—. Si quieres, puedo pedir que traigan una caja para que lo pruebes.
—¿No será fuerte?
—Nah, es como el chocolate negro.
—... Me gustaría probarlo.
—¡Genial! Entonces, mandaré un pedido.
Con Cracker no tenía dificultades en hablar porque no era su jefe, sin embargo, era un empleado con un rango superior a ella y debe tratarlo con mucho respeto. Ya el té listo, tomó las dos tazas con mucho cuidado y fue directamente hacia su despacho. Abrió con cuidado la puerta para que no se le cayera el té de ambas tazas.
Dejó la suya en el escritorio y luego se aproximó al despacho de Katakuri tocando con suavidad. Escuchó decirle "adelante" y entró sin ningún problema. El despacho de Katakuri era grande. Un escritorio enorme apropiado para su tamaño, dos pantallas de ordenador y la sala estaba decorada con dos grandes sofás y unas cuantas macetas también. A veces, Laura se sentía pequeña en aquella habitación grande.
—Le traje el té que me pidió, Katakuri-sama —informó Laura acercándose un poco más hacia el escritorio.
—Gracias, puedes dejarlo en la mesa —dijo. Ella obedeció—. La semana que viene tengo un montón de reuniones y una visita a la fábrica de mochi —comunicó, apartando la vista en las pantallas y acomodándose en su silla para coger la taza.
—¿Quiere que le ayude en algo?
—Sí, necesito que cheques estos informes. —Su brazo se estiró, cogiendo un archivo con pocos papeles y se lo entregó—. Es para el jueves. Ese día tenemos reunión con los grandes empresarios de Grand Line para tener un acuerdo de... "paz".
Oh, cierto. Big Mom era considerada una mujer poderosa, pero había tres hombres que estaban en el mismo nivel. Sus empresas no estaban dedicadas a los dulces, pero a veces firmaban ciertos contratos con la empresa Charlotte's Sweet para el beneficio de todos. Ella todavía no los ha visto, pero pensarlo, le daba cierto escalofrío.
—Tengo toda la mañana para revisarlo sin ningún problema, Katakuri-sama.
—Cuento contigo, Princess.
Ella asintió levemente y se retiró, dejándolo a solas para que tomara su té con mucha tranquilidad.
La mañana ha sido demasiado tranquila y aburrida. Laura revisó con detalle esos informes por si había una falta ortográfica o la expresión de la frase estaba todo correcto. Tragó saliva cuando vio los nombres de esos a quienes consideraban emperadores, junto con Big Mom.
Edward Newgate, conocido por todo el mundo como Shirohige por su conocida y particular barba blanca, era un empresario muy rico. Su empresa se encargaba de la fabricación de medicina y de ayudas para los más necesitados. Un hombre compasivo y que su legado era tener una gran familia.
Kaidou de las Bestias, un hombre que amaba el sake y todo tipo de bebidas que se le ocurría. Él provenía de la raza de los Oni. No se sabe si había más aparte de él. Su empresa se dedica a la fábrica de destilería de todo tipo de bebidas alcohólicas, incluso de creación de armas. Un tipo muy peligroso.
El último era el más joven, Akagami Shanks. Este tenía bondad al igual que Shirohige. Su empresa se dedicaba en la producción de comidas y de dinero. Sí, se comportaba como el héroe o ladrón Robin Hood.
Quien se enfrentara a ellos debe ser un verdadera idiota.
Laura dio un suspiro terminando con la revisión y dejó la carpeta hacia a un lado porque Katakuri estaba en una reunión. Entonces decidió mirar el periódico virtual por si había alguna novedad interesante. Solo hablan de pobreza y de nuevas construcciones. Ya deberían de dejar de construir porque causan destrucción y deforestación en la propia naturaleza.
Cuando Katakuri volvió, Laura entregó ese informe con todas las correcciones posibles y él le dio las gracias. Dios, si ella no fuera un poco introvertida con los hombres, intentaría todo lo posible en llamar su atención. Y no lo hace por inseguridad hacia su cuerpo.
Al fin eran las dos. Listo para volver a casa y descansar todo lo posible. La joven de veintitrés años se despidió de su jefe y de todo el mundo. La próxima semana será una semana larga con todo tipo de reuniones. Lo bueno de todo esto era que ella tenía el almuerzo preparado. Solo tiene que calentar y listo.
Laura tomó un autobús de vuelta a su casa, que pasaran unos minutos y bajarse en la parada. Hogar dulce hogar. Ya estaba deseando quitarse los zapatos. Cuando estaba enfrente de la puerta buscando las llaves, algo captó su atención. Una especie de carta se hallaba debajo de la puerta; se agachó para cogerlo y vi un sello de una calavera sonriente y una línea en medio.
Eso extrañó demasiado a la chica. Laura miró a los lados a ver si encontraba al responsable. No tuvo más opción que entrar con ella en las manos porque estaba dirigido hacia la chica. Ya dentro, se quitó los zapatos para estar más cómoda y abrió la carta para leer con detenimiento.
«Estimada Princess Laura:
Ha sido invitada para una sesión nocturna de suma importancia. Si desea asistir, solo debe presentarse a la entrada de su bloque a las 18:00 p.m. Nombre clave: "Miss Butterfly".
Firmado por "Mr. Joker"».
Esto tenía que ser una broma pesada, pensó la chica. No especificaba nada más. Solo unas indicaciones. Laura prefería ignorarlo porque no le gustaba ese tipo de cosas. ¿Y si fuera una trampa para que robaran su casa? Bueno, será mejor almorzar, quitarse la ropa y darse un buen baño.
No obstante, durante todo ese proceso, no paraba de pensar en la carta. Ella nunca escuchó el nombre de "Mr. Joker". Entonces tomó su portátil para obtener información acerca de esa persona, pero para su mala suerte solo salía el personaje icónico que era enemigo de Batman. Un suspiro de rendición salió. Luego pensó en la calavera. Gracias a las tecnologías podrá averiguar de dónde venía. Nada tampoco.
Esto la estaba desesperando. Una fiesta importante. ¿Por qué la invitaron? Muchas dudas surgían en su cabeza no sabiendo qué hacer exactamente.
—Está bien. Iré.
Esa es la decisión que tomó. Si era una fiesta, debería vestirse adecuadamente. En su armario buscó un pantalón de vestir holgado, una blusa azul con volantes y otros zapatos negros. Volvió a maquillarse de forma natural y se puso unos aretes no tan grandes que combinaban con sus dos piercings.
Llevaría consigo otra chaqueta americana para no pasar frío y un bolso pequeño. Solo llevaría lo necesario. Ya estaba lista, y ya iban a ser las 18:00 p.m. Iba bajando por los escalones con cierto miedo. Se quedó enfrente de la entrada de su portada. Se imaginó que la recogerían en un coche.
Sí, sus sospechas fueron ciertas. Se estaba acercando un coche negro y grande, tipo furgoneta. El conductor bajó la ventanilla y Laura vio que esa persona portaba una máscara negra, no permitiendo ver su rostro. Se puso más nerviosa y se humedece los labios para tener el suficiente valor.
—¿Nombre clave? —preguntó. Su voz estaba distorsionada por algún tipo de aparato.
—... Miss Butterfly.
La puerta derecha de la parte trasera del vehículo se abrió automáticamente. Laura iba entrando y vio a su lado que había mujeres aparte de ella. La puerta se cerró. Ya empezaba a asustarse.
—¿A dónde vamos?
No obtuvo respuesta porque el hombre subió la ventanilla que está en medio de los asientos delanteros y traseros. Eso preocupó demasiado a Laura. Hizo el ademán de abrir la puerta, pero él había puesto el seguro.
—¡Oye! ¡Ábreme la puerta!
Nada. De pronto, Laura empezó a sentirse mareada y cayó conscientemente. Eso fue porque un humo apareció para dejarla somnolienta. Ya con ese cometido, el vehículo arrancó para ir dirección a un lugar donde la chica estará marcada y atrapada porque, inconscientemente, había pactado con el diablo.
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