GALLETITAS
El amanecer en París era precioso y Ladybug no se cansaba de verlo. Era un espectáculo curioso que ella admiraba desde la más pura contradicción porque no había nada que odiara más que madrugar. Observó, tranquila y paciente, como el cielo cambiaba de color. Aquella oscuridad fría y distante se convirtió en un derroche de preciosos tonos púrpuras, rosas y azules. Las últimas estrellas gobernaban el cielo como despedida y Ladybug estaba segura de que allí a lo lejos podía ver el fulgor distante de Saturno. Estaba totalmente perdida en la ensoñación cuando un estrépito la sobresaltó. Estuvo a punto de caerse tejado abajo si no fuera por su yoyó. Pudo enrollarlo en la chimenea y recuperar la estabilidad el tiempo justo para observar la nube de polvo que había llenado la calle como una ola.
Ladybug corrió por los tejados, frenética. Las tejas bajo sus pies producían un desagradable sonido gracias al polvo que le hacía sentir que en cualquier momento volvería a perder el equilibrio y se deslizaría directa al asfalto, que no estaba precisamente cerca. Lanzó su yoyó hacia la barrera del edificio más alto de la zona, un bloque de apartamentos de siete pisos, y se agarró con fuerza a lo alto de la valla para observar lo que sucedía abajo.
Parecía un golem, una mole enorme de tierra polvorienta y dura. Debía medir casi tres metros y sus brazos eran anchos como secuoyas. Escuchó el crujido del asfalto al romperse con cada uno de sus lentos pasos. Deformaba las estructuras de metal de los edificios y la piedra y el ladrillo se adherían a su cuerpo con cada uno de sus golpes, haciéndole parecer más y más enorme según avanzaba.
—Parece que tenemos un 10-54 —la voz le llenó los oídos con fuerza, apareciendo de repente—. O lo que viene siendo un golem muy feo en la carretera.
—Hola Chat —lo saludó Ladybug sin inmutarse.
—Hola M'lady —le respondió él con una floritura galante—. No te esperaba por aquí tan temprano.
—Yo a ti tampoco. ¿Los gatos no son animales nocturnos?
—Los gatos somos espíritus libres, Ladybug, sobre todo cuando estamos aburridos.
Ladybug entornó los ojos, tragándose un suspiro. O un bostezo, no estaba del todo segura.
—Muy bien, si tanto tiempo libre tienes, ¿por qué no peleamos con esa cosa antes de que cause más destrozos?
—¿Quieres enviarme solo a la aventura? —preguntó Chat con dramatismo—. Tú no me quieres bien.
Fingiendo un desvanecimiento, Chat se dejó caer desde la valla que limitaba la azotea del edificio. Se dejó ir hasta estar a punto de impactar contra el suelo y solo entonces accionó su bastón y volvió a alzarse de forma segura por el aire.
—Presumido —murmuró Ladybug antes de seguirle.
Marinette se estiró en el asiento, haciendo crujir su columna en una serie de chasquidos. Suspiró, entumecida. Al final había pasado demasiadas horas sentada en el ordenador y eso le estaba pasando factura. Se arrebujó en la bata, mullida y calentita, y cogió varios pañuelos de la caja que tenía en la mesa. Se sonó incómodamente la nariz. Estaba congestionada, le dolía la cabeza y se había sonado la nariz tantas veces que el contacto del papel con la frágil y enrojecida piel era similar al del papel de lija.
No era poco frecuente que se pasara horas en su escritorio. Cuando no era por los deberes de clase o por estar estudiando, dedicaba tiempo a sus proyectos de diseño y costura. Muchos surgían y cobraban vida en esa misma mesa. Pero en ese momento lo único que había era una jarra de infusión ya vacía, su taza favorita y la caja de pañuelos que también estaba al borde del colapso.
Escuchó el golpeteo educado de su madre contra la trampilla antes de pedir permiso para entrar.
—Adelante —le dijo Marinette con voz nasal.
Su madre entró en la habitación con otra jarra llena hasta arriba de infusión caliente y humeante. La habitación enseguida se llenó del aroma a jengibre y a limón. También le traía un plato con galletitas de avena y fresas.
—¿Cómo te encuentras, Marinette?—le preguntó, dejando la bandeja sobre la mesa—. Deberías estar en la cama.
—Estoy hasta las coletas de estar ahí echada —se quejó Marinette, enfadada con su voz taponada por la gripe—. Me aburro.
—Al menos tápate bien —le regañó Sabine, ajustándole los bordes del cuello de la bata para no dejar que ni un resquicio de calor escapara de su cuerpo—. No quiero que te suba la fiebre otra vez.
—Estoy bien, mamá. Solo estoy jugando un rato —le dijo Marinette, sirviéndose una taza de infusión—. ¿Ves? Me estoy portando bien.
—Cómete también las galletas —le ordenó peinándole el pelo en una caricia rápida—. No es bueno que pases tanto tiempo sin comer nada.
—Sí, mamá.
Sabine se marchó y Marinette regresó la atención a la pantalla del ordenador. Después de completar la misión sorpresa, el servidor la había llevado de vuelta al santuario, un puesto de control personal para cada usuario del juego.
Aprovechó los beneficios de su recompensa para restaurar su arma y su traje, así como llevar a sus comandos los nuevos hechizos que había obtenido. El traje rojo de lunares negros recuperó su brillo habitual y su yoyó volvió a girar entre sus manos tirante y rápido, totalmente confiable. La ventana del chat se iluminó de repente, rompiendo la quietud pacífica del santuario.
ChatNoir: ¡Hola de nuevo, M'lady!
ChatNoir: ¿Has conseguido lo que te hacía falta antes de visitar al maestro herrero?
Marinette rodó los ojos. No hacía ni cinco minutos que habían terminado de pelear contra aquel enorme golem y ya estaba otra vez él buscando fiesta. A Marinette le dio en la nariz que ChatNoir estaba tan aburrido como ella.
Ladybug: Ey
Ladybug: Justo eso estaba mirando, pero creo que me hace falta enfrentarme a un akuma de fuego y conseguir unas ascuas de la creación para conseguir la mejora que quiero
ChatNoir está escribiendo...
Marinette esperó, tranquila, aunque el letrero apareció varias veces. Se tomó su tiempo para disfrutar de su bebida, que parecía limpiarle los bronquios con cada inspiración, y en mordisquear con tranquilidad las galletas.
ChatNoir: Acabo de mirar. Hay una misión activa en la zona del Louvre con un akuma de fuego, pero es para el nivel 80
Marinette miró su marcador. Acababa de estrenar el nivel 71, al igual que ChatNoir.
Ladybug: ¿Nos da tiempo de levear por ahí antes?
ChatNoir: Nop. La misión solo está activa hoy, ¿pero quién dijo miedo?
Ladybug: Vamos a palmarla
ChatNoir: Tienes muy poca fe
Ladybug: Lo que tengo es poca reserva de pociones de resurrección. Se acabas en tu santuario con el culo quemado, no me culpes
ChatNoir: ¿Cómo iba yo a culparte? con lo que me gusta a mí ponerme moreno
Marinette soltó una risita, aunque no pensaba reconocérselo al gato presumido.
Ladybug: Pues venga, vamos a dejar a esos bichos a la altura del carbón
ChatNoir: ¡Así se habla! Allí te veo, m'lady
Ladybug: Hasta ahora, Chat
Martes, 1 de marzo de 2022
¡Hola a todos, lindas flores!
Pues con esto da comienzo mi participación en el reto #MarinetteMarch2022. La verdad es que, aunque estoy aterrada porque hace tiempo que no entro en un proyecto tan grande en modo gymkhana, me hace mucha ilusión. Espero que todos disfruten de este proyecto tanto como yo, porque va a ser un viaje intenso por el mes de Marinette. Y si hay alguien que quiera participar, puede buscar la lista en mi perfil de Twitter MeimiCaro o usando los hashtags #MarinetteMarch2022 o #MarinetteLove2022. Que leñe, se las pongo aquí debajo.
Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!
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