Ruta Ayato: Chapter 6

-Hola, Shin.- Saludé, con una leve sonrisa.

-Hola, Hécate.- Respondió, levantando también las comisuras de sus labios.

Tras una breve introducción entre las dos partes, decidimos alojarnos en la mansión de los Fundadores. Mientras unos charlaban y planificaban qué es lo que iban a hacer cuando llegaran a la morada, me acerqué a Ayato.

-¿Crees que Laito estará bien? No sabemos siquiera dónde se encuentra.

-Tranquila, parece un payaso pero siempre se las arregla para salir de cualquier problema.- Contestó, animándome.

-Oh, Ayato-kun... Qué cruel por tu parte llamarme payaso... ¿Es que no te importo?- Dijo una voz detrás nuestra.

Me giré rápidamente y lo vi. Tenía varias partes del cuerpo vendadas y le faltaba su característico sombrero. A pesar de que las heridas que tendría dibujadas en su cuerpo debían ser dolorosas, me dedicó una sonrisa más brillante que la luna misma.

-Laito...- Susurré.- Por un momento pensé que no habías...

Me ahorré las palabras y decidí abalanzarme encima suya en un fuerte abrazo. 

-Cuando Ruki contó lo que te había hecho...

-Hécate.- Llamó, casi en un suspiro. Se acercó hasta mi oído y abrió los labios- No creerías de verdad que Ruki... Espera, olvídalo. Todavía no es el momento.

Me aparté de él y lo miré fijamente a los ojos, sorprendida.

-Todo ocurre por una razón, te lo contaré más tarde. Ahora hay que reunirse con Carla y Shin. Que, por cierto, fueron quienes me vendaron las heridas. Qué curioso, ¿verdad?- Rió, simpático.

-Eres peor que un grano en el culo.- Insultó el fundador del parche a nuestro lado.- ¿Sabes lo mucho que nos ha costado no ahorcarlo? No paraba de quejarse porque no lo estaba curando una enfermera sexy.

-Bueno, Shin-kun... Es que si tienes que toparte con la cara de Carla-san mientras te vendan...- Calló, entre escalofríos- Oh, sólo con recordarlo siento el temor entre mis venas.- Gimió, dramático.

El joven de pelo anaranjado se limitó a mirarlo como si fuera un borracho. 

-Estás loco... Y pensar que estuviste tanto tiempo en mi puta casa y no me di cuenta...

Todavía en la residencia de los Sakamaki, comenzamos a discutir sobre cómo íbamos a ir a la casa de Shin y Carla. Lo más rápido era teletransportarse, pero debido a una nueva barrera mágica que había levantado el mayor del clan, nadie era capaz de llegar dentro si no era andando y con el permiso del rey. Finalmente, decidimos ir a pie hasta las puertas del domicilio. Sin embargo, antes de empezar la marcha, Carla me pidió que hablara con él a solas. A pesar de las quejas de Ayato, accedí y nos apartamos hasta uno de los árboles de fuera.

-Hécate... Me gustaría... Preguntarte algo.- Dijo, pensativo.

-Claro, adelante.

-Shin me ha contado todo. ¿Es verdad que no eres de este mundo?

-Sí. 

Se quedó callado por un momento, sin saber qué decir a continuación. Luego, se quitó la bufanda y pasó una de sus manos envueltas en guantes para acariciarse la nuca.

-Y... ¿Sabes si... Me queda mucho tiempo?- Susurró, mirando a la nada.

-Lo que te queda de vida depende mucho de las circunstancias, Carla. Por lo que sé, la sangre de la chica que debería haber estado en mi lugar paralizaba o, al menos ralentizaba, las consecuencias del Endzeit. 

-Entiendo...

Ninguno de los dos añadió algo más. Estaba claro lo que pretendía comunicar con esa laguna y silencio. 

-Al parecer, soy todo en este momento, pero a la vez no soy nada. Hago el papel de protagonista, de Eva, de la portadora de un corazón fundador... Y, además, soy bruja. Sin embargo... ¿Quiero ser todo eso? ¿Tengo que aceptar a regañadientes ese destino impuesto?

-Puede que no seas lo que dices ser.

-¿Y qué podría ser entonces?

Soltó una leve risa suave y gutural, como si se sorprendiera de que le preguntara aquello.

-Una reina, por ejemplo. O... Tal vez, si te gusta más... Una diosa.

Lo miré atónita. ¿Una diosa?

-Ese tipo de dioses no existen.

-¿Ah, no? Dime, querida Hécate, ¿Quién ha dicho que seas esa tal "Eva"? ¿Quién ha dicho que seas fundadora? Cuando ese Mukami te secuestró, ¿quiso tomar tu sangre para ser Adán? No. Cuando nosotros te trajimos hasta nuestro hogar, ¿bebimos tu sangre porque tenías el corazón de Cordelia? Tampoco. Has hecho tus suposiciones sin pruebas. ¿Y si la chica a la que crees que estás sustituyendo existe, pero no es su momento? Tú misma has sido quien ha dictado un destino falso. Y sólo tú puedes acabar con él. 

-Pero...

-¿Quieres saber por qué Karl quiere deshacerse de ti? ¿Sabes por qué quiere mantenerte a raya? Porque sabía que no eras una bruja normal. Y, efectivamente, no lo eres. Yo también investigué sobre vuestra especie. No tienes la marca de nacimiento que las identifica. Aun así, usas todos sus poderes. ¿Y si no la posees porque no vienes de ninguna?

-Entonces... ¿De dónde vengo?

-Piensa un poco más, no eres tan tonta. Si no la llevas, es porque has sido la primera bruja. La fuente de poder de la que nacen las demás. Si seguimos un poco más, resulta que esa Gran Bruja era la Reina, la Diosa, la Madre. Hécate, eres la reencarnación del ser más poderoso que habitó en su día este planeta. Literalmente, eres la Zeus y la Hera de todo un mundo y un Olimpo. Te quería bajo su poder porque así, en consecuencia, podría hacer realidad todas y cada una de sus ambiciones. Te estaba engatusando para que te quedaras en el Makai con la excusa del baile.

-Yo... No sé qué pensar. Estaba totalmente convencida de que era...- Musité, incrédula.

-Oye, Hécate... ¿Por qué estás tan pálida?- Preguntó alguien detrás mía.

Me giré lentamente y vi a mi pareja acercarse a mí con un semblante preocupado.

-Tengo que... Contarte algo... Bueno, en realidad, son muchos "algo". Pero primero hay que llegar a la residencia de los fundadores.

Me miró dudoso. Quería conocer mi inquietud, no obstante, tampoco pretendía sonsacarme el problema. Asintió, me dedicó un suave beso en la mejilla y cogió mi mano derecha. Luego, marchamos junto con Carla hasta donde se encontraban los demás. No tardamos mucho en reanudar el camino y dirigirnos hasta nuestro destino.

(...)

No sé cuánto llevamos andando ni cuánto queda por recorrer, pero sólo sé que tengo ganas de vomitar. Suspiré, cansada. Entre la muchedumbre, divisé a Kanato. La verdad, hacía mucho que no conversaba con él, y siento que no he conseguido congeniar lo suficiente. Sinceramente, aun sabiendo que es difícil ser amiga suya, creo que me sentiré más culpable si no lo intento. Además, ¿dónde estaba Teddy? No lo veía por ninguna parte. Temerosa, me dirigí a él. 

-Eh, hola.- Saludé, con delicadeza.- ¿Estás bien?

Al principio, me miró desorientado. A los segundos, un poco más acostumbrado a mi presencia, empezó a relajar la compostura.

-Ah, eres tú. Sí, estoy bien. ¿Por qué no lo iba a estar? Los vampiros no somos tan débiles y frágiles como los humanos. Por favor, no me compares con los de tu especie. 

-Lo siento, no pretendía hacerte pensar eso. Sólo quería asegurarme de que estabas totalmente de una pieza.

-Pues, como puedes apreciar, estoy bien.- Respondió, nervioso.

-Kanato, sé que no hemos tenido la oportunidad de congeniar mucho, pero tampoco me gustaría que pusieses una barrera de valentía conmigo. Las horas anteriores han sido muy estresantes... Para todos. Si necesitas algo, dímelo.

No parecía muy conforme con mi oferta, sin embargo, sacó algo de su bolsillo derecho. Lo alzó con la mano y me lo dio.

-¿Qué es esto?

-Antes de que ocurriera lo de la pelea, nos pusimos mis hermanos y yo de acuerdo para comprarte un detalle. 

-¿Por qué? No hacía...

-¿Falta? No es algo que debas rechazar, sería molesto e inapropiado. Simplemente queríamos que formaras parte de este mundo, como el resto. 

Contemplé el regalo más detenidamente. Era un anillo de acero inoxidable. Tenía unas letras talladas en él, pero no las veía con claridad. ¿Era... Griego?

-Reiji quería que fuese de plata, pero si luego decidíamos ponerle un grabado... Saldría demasiado caro. Espero que seas consciente de que nuestros ahorros se han ido en esto. Azusa también acabó colaborando. Está hecho por el mejor herrero y joyero del Makai.

No tenía palabras. En serio, no quiero llorar, pero es que me lo ponen muy difícil si me dan estas cosas.

-Y... ¿Qué es lo que pone?

-Me imagino que sabes distinguir el idioma, ¿verdad? Elegimos el griego por tu nombre. Tiene dos epítetos homéricos, procedentes de la Ilíada: uno de ellos es "la de dedos rosados", por Eos, la diosa del amanecer; el otro dice "divina entre las diosas", referente a Diona, la deidad igual de venerada que Zeus antes de que éste gobernara los cielos. Era algo así como la "Reina Divina". Nos esforzamos mucho en encontrar los adecuados. 

-Kanato... Yo...- Susurré, conmocionada.

-Oh, Bitch-chan, ¿no me digas que vas a llorar?- Burló Laito, abalanzándose encima mía desde detrás, de manera jovial.- No te pegan nada las lágrimas, ¿lo sabías? Aunque, en realidad, la idea fue de Ayato. Fue el primero en decirnos que te compráramos algo con el fin de demostrar que formabas ya parte de la familia.

-¡Oye, que Azusa ha puesto dinero! ¡Eso hace que ella sea también parte de la nuestra!- Quejó Yuma, molesto.

-¡Cállate, bastardo! Es de NUESTRA familia. Porque, además, se casará con el gran Ore-sama algún día, ¿verdad que sí, Chichinashi?

-Oh, pues...- Comencé, aturdida por tantos comentarios.

-¡No, por los gatitos, no! M-Neko-chan, ¿no irás de verdad a casarte con este inestable?

-¿¡Qué has dicho, rubio de pacotilla!?- Bramó el pelirrojo, todavía más enfadado.

Mientras los dos vampiros iban a enzarzarse en una pelea ridículamente verbal, distinguí la figura de Shin hablando con Reiji.

-Entonces, ¿cuántas monedas tengo que poner exactamente?- Preguntaba, aturdido. Sostenía en una mano su cartera y en la otra cinco monedas.

-Ya te lo he dicho, está pagado, no vas a contribuir nada.

-¡Pero..! ¡Dicen que ahora forma parte de sus familias y..!- Antes de acabar, nuestras miradas chocaron y comenzó a guardárselo todo en el bolsillo del pantalón.- ¿Sabes qué? Mejor olvídalo, no es como si quisiese que se sintiera integrada a nuestra familia o algo, hmph... Menuda pérdida de tiempo.- Finalizó, adelantando al resto y colocándose al lado de su hermano.

Solté una leve risa, casi inaudible. Mientras el resto discutía eufórica y alegremente, me puse el anillo en el dedo medio de la mano izquierda. Silenciosa, me acerqué a Ayato de nuevo y coloqué mi brazo alrededor de su cintura. Ante el gesto, profirió una mueca de sorpresa y sus orejas se tiñeron de rosa pálido.

-¿Qué crees que haces así de repente, Hécate? Tsk... Se supone que ese movimiento es mío...

-Sí, sí.- Contesté, con una gran sonrisa.

Es rara la manera en que ha cambiado todo desde que vine a este mundo. Ahora tenía poderes, una pareja, amigos, familia... La verdad, estaba increíblemente feliz en ese momento. Sin embargo... ¿Será así siempre? No sé si habrá alguna vía para volver a mi vida real... Si acabo encontrándola... ¿Volvería? ¿Me quedaría aquí?

Los pensamientos negativos comenzaron a surcar mi mente, aunque los aparté tan rápido como aparecieron. Quería disfrutar de este momento lo máximo posible. Y, sin darme cuenta, llegamos en un abrir y cerrar de ojos a la casa de los Tsukinami. Carla alzó los brazos para crear un hueco en la barrera mágica y pasamos todos. Una vez en los jardines, vi a Shin saludar a sus lobos, quienes saltaban vigorosos ante el regreso de su amo. Y pensar que aquella vez en el bosque parecían tan peligrosos. Contemplarlos así es igual de tierno que observar a unos cuantos chihuahuas pedir mimos. Eso sí, es mejor no hacerlos enfadar.

En la recepción, el hermano mayor nos distribuyó entre distintas habitaciones para poder descansar. Obviamente, aunque a Ayato y a mí nos había tocado en dormitorios distintos, uno iría al lado del otro sin que nadie se diese cuenta. Y es que, efectivamente, al meternos todos en los respectivos cuartos, comenzaron a escucharse pasos por los pasillos. Vaya, no era la única que no quería pasar la noche sola. 

Me sobresalté por el sonido de alguien llamar a mi puerta. Emocionada por un rato a solas con mi novio, abrí rápidamente. 

-¡Hola, hola!- Saludó Laito, energético.- ¿Preparada para una charla encantadora antes de dormir?

-Pues...

-Ah... Estabas esperando a mi hermano, ¿verdad? Bitch-chan, tienes una mente más sucia de lo que pensaba. Nunca es tarde para arrepentirse, puedes venir conmigo cuando quieras.- Ofreció, acercándose a mi rostro y guiñándome el ojo.

Iba a responderle con un gran quejido, pero otro muchacho se adelantó, agarrándolo por la camiseta y apartándolo fuertemente.

-Apártate, estúpido. Y no te atrevas a ponerle ni un solo dedo encima.- Insultó Ayato, enseñando los dientes cual animal salvaje.

Su trillizo, entre más gemidos dramáticos y sollozos falsos, salió de la escena. Acto seguido, mi compañero entró en el dormitorio y se dejó caer en mi cama.

-Tsk, malditos fundadores, a ti te han dado la cama más cómoda de esta puta residencia. En la mía no hay quien conserve la columna vertebral. Y, encima, cuando me he quejado, me han dicho que "a caballo regalado no hay que mirarle el diente" y que me sintiera orgulloso de recibir la hospitalidad de los Tsukinami. Par de capullos. Hasta en la de ese pervertido había un grillo y Reiji ha tenido que ir en su ayuda. Seguramente ha venido aquí mientras el cuatro ojos asesinaba al bicho.

Solté una carcajada ante la honestidad del joven. Puede ser un payaso a veces, pero las risas siempre están aseguradas a su lado.

-¿En serio? Qué panorama. Con razón se escuchaba tanto ruido.

El muchacho se recostó mejor, posando sus manos tras la nuca, alzando los codos. Cerró los ojos y resopló. Bueno, es ahora o nunca. 

-Oye...

-¿Sí?- Contestó, sin levantar los párpados.

Caminé lentamente hacia él. Cada paso más seguro que el anterior. El plan es el siguiente: me acerco, me arrodillo, le bajo los pantalones y cobro mi venganza por lo del probador. Sencillo, ¿no? Comencé y, una vez estaba delante de la cama, me agaché. Clavé mis rodillas en el suelo cubierto por la roja alfombra y me recogí el pelo. El vampiro, al notar que no hablaba, se incorporó para ver qué hacía. Cuando me observó, sus ojos adoptaron un brillo lleno de lujuria y pasión.

-Oh, sí. Oh, sí.- Dijo, con una sonrisa.- Por fin, joder.- Terminó, adoptando de nuevo la pose de antes.- Muéstrame lo que sabes hacer con esa boca tuya, Hécate.

Acaricié delicadamente sus muslos, de manera lenta y atroz. Luego, posé mis manos en su abdomen, saboreando su impaciencia. En el momento en que iba a empezar a desvestirlo, alguien llamó a la puerta.

-¡Oh, vamos! ¿¡En serio!?- Quejó el Sakamaki, alzando el puño.- Fuera de ahí, ¡que te jodan!

-Abre, maldito estúpido.- Protestó Subaru al otro lado.

-¡He dicho que te jodan!

-¡Mira pedazo de mierda, estoy en la habitación de al lado y no puedo dormir! 

-¡A mí qué me cuentas! ¡Ponte unos tapones para los oídos o algo! Maldito mocoso.

-¡Que abras, cojones!- Insistió el albino.

En un resoplido, me levanté y caminé indignada hasta la puerta. Cuando abrí, me topé con un Subaru medio dormido llevando su almohada en el brazo derecho.

-O callas al tonto de mi hermano...- Amenazó.

-¿O qué?- Acabó el menor de los trillizos desde la cama.

-¡A la mierda, ven aquí que te parta la cara!- Exclamó, apartándome y entrando en la sala.

Indignada y sin ya ganas de hacer nada sexual con mi novio, alcé el dedo índice izquierdo.

-Si no os comportáis como los adultos que sois, os mandaré a volar a los dos. Con este único dedo.

Ante la advertencia, los vampiros chasquearon la lengua al mismo tiempo. El albino, por su parte, salió igual de enfadado que al entrar; el pelirrojo, mientras tanto, destapó la sábana de la cama y se metió dentro entre susurros y maldiciones. Tras deshacerme el improvisado moño, me adentré en el lecho. Sin embargo, le di la espalda.

-Pero no hagas eso, hombre...

-Calla y duerme.

-¿Quién te crees para darme órdenes?

-Háztelo mirar.

-Dios, qué mierda con eso. Ven aquí, anda.- Susurró, envolviéndome entre sus brazos a modo de cuchara. Tras un breve silencio, volvió a abrir la boca.- Por cierto, ¿qué es lo que me querías contar?

-Oh, sobre eso... Bueno... ¿Te acuerdas cuando te dije todo lo del plan de Adán y Eva y lo referente al corazón fundador de tu madre?

-Sí.- Contestó, serio.

-Bueno... Resulta que tal vez esa chica... Sí exista y no tenga que cumplir con su papel en este universo. 

-¿Eso es bueno o malo?

-Bueno, supongo. Podría ser otras cosas más fuertes con este poder.

-¿Por ejemplo?

-Según Carla, la Diosa de las Brujas. 

-Pues al final sí que le ibas a hacer honor a tu nombre.- Rió, despreocupado.- Mira, Hécate. Da igual lo que seas, voy a estar igualmente orgulloso de ti.

-Yo también lo estoy de ti, Ayato.- Contesté, sonriendo.

-¿De... Verdad? ¿Después de..?

-¿Todo? Bueno, es cierto que al principio no nos llevábamos muy bien y me trataste como el mismísimo culo, pero...

Noté su cuerpo tensarse.

-Pero nunca es tarde para cambiar, y lo estás haciendo. Lo estás intentando. Estás superándote cada día. Soy consciente de ello y quiero que lo sepas.

-Yo... Gracias.- Susurró, posando un suave beso en mi nuca.- Aunque, volviendo al tema... ¿Qué quieres ser?

-Sinceramente, sólo quiero ser feliz. Sin embargo, para llegar a ese estado, tenemos que parar a tu padre. Que, por cierto, si lo derrocamos... ¿Quién ocupará el trono de los vampiros?

-Kino parece estar muy interesado en ello.

-Sí, cierto. Aun así, no sabría qué pensar... Además, dudo que siendo tan pocos podamos conseguir derrotarlo.

-¿Venceríamos si fuésemos más?- Preguntó, mirándome con esas preciosas esmeraldas oculares.

-Probablemente...

Un momento... ¡Eso es! Podemos ser más, podemos reunir un ejército. 

-¡Ayato, tenemos que hablar con Shin y Carla! También con los demás. Tú encárgate de tus hermanos y los Mukami, yo iré a por los Tsukinami. Nos vemos en la sala de reuniones.

-¿Qué? Bueno, vale, vale. ¿Pero dónde diantres está eso?

Le di las indicaciones para llegar hasta la estancia y salimos de mi habitación. Apresurada, corrí por los pasillos hasta el cuarto de Shin, el más cercano. Llamé a la puerta y escuché cómo crujían los muelles del colchón. Tras unos segundos, abrió la puerta un cansado y somnoliento fundador.

-¿Hécate..? ¿Qué..?

-¡No hay tiempo, ven!- Contesté, cogiéndolo del brazo.- Tenemos que avisar también a tu hermano.

Confundido y sin entender nada, me siguió. Una vez cara a cara con Carla, me miró de arriba a abajo, como si viera a una oveja descarriada.

-¿Eres consciente de las horas que son?- Cuestionó, fulminándome con la mirada.

-Ya, ya lo sé. Puedes matarme después, pero he tenido una idea que creo que asegurará nuestra victoria contra Karl.

Automáticamente, su semblante cambió y asintió. Con los dos detrás de mí, bajé las escaleras hasta el punto de encuentro. Para mi sorpresa, ya estaban todos allí. No obstante, uno de ellos parecía no habitar la realidad.

-Maldita marmota...- Susurró Reiji, mirando a Shu. Cogió una de las bandejas de plata que había en un estante y la golpeó contra la mesa, haciendo un gran sonido.

Al momento, el rubio abrió los ojos. Miró a su alrededor, intentando asegurarse de que no estaban bombardeando la mansión. Una vez vio a su hermano con el utensilio, se puso la mano en el pecho y se dejó caer de nuevo en el sofá.

-Casi haces que me muera de un infarto.- Protestó.

-Pues para la próxima no te duermas en medio de las situaciones importantes. Hasta los koalas descansan menos que tú.

-Ejem...- Tosió Shin, intentando volver al tema inicial.- Creo que Hécate tiene algo que decirnos.

La atención se posó en mí. Me hice un hueco frente a la gran mesa y comencé. Con el fin de ponerlos a todos en contexto, le pedí a Carla que les contara todo lo relativo a mi origen de bruja y la posibilidad de que yo fuese la Reina, Diosa y Madre de esa especie. Conforme la información avanzaba, los rostros de los allí presentes se torcían en muecas de desconcierto. Cuando terminó, volví a tomar las riendas.

-Y bien, tras saber eso, se me ocurrió una idea. Sé que podría ser perfectamente un suicidio ir a por Karl en nuestro estado actual. Es decir, a pesar de que somos bastantes y también fuertes, es probable que él haga alianzas con otros clanes para ganar poder.

-¿No es el rey de los vampiros? ¿Qué alianzas va a hacer si lo gobierna todo?- Preguntó Yuma.

-Que sea el rey no significa que todos los vampiros estén de acuerdo con su mandato. Hay muchos clanes que se mantuvieron neutrales con el fin de no comenzar una batalla, pero tampoco les interesaba mostrar sumisión. Ahora, al saber que ella tiene un poder sumamente vital, lo más probable es que decida engatusar a esos clanes para que luchen junto a él.- Contestó Carla.

-¿De cuántos clanes estamos hablando?- Insistió Reiji.

-Cinco, tal vez incluso nueve.

Kou chasqueó la lengua.

-Eso quiere decir que... No llegaríamos muy lejos sin ayuda.- Concluyó.

-Exacto.- Proseguí.- Pero, ¿y si consiguiéramos esa ayuda? ¿Y si formáramos un ejército?

-¿Y de dónde lo sacaríamos?- Bromeó Laito.- Es imposible.

-No, no es imposible. Estoy segura de que podemos hacerlo. Porque a quienes me estoy refiriendo son...

-Las brujas.- Terminó Shu.- ¿Quieres que las brujas se sometan a tus órdenes? Heh, estás más loca de lo que creía.

-Bitch-chan, no sé si te lo han dicho, pero las brujas odian a los vampiros, no van a unirse a nosotros. Sólo obedecerían a su reina.

-Exacto. Me obedecerán a mí. Yo seré su suma monarca.

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