🦇Ruta Ayato: Chapter 1🦇

-¿Que qué eres para mí?- Preguntó, extrañado.

Se separó de mi piel y me miró fijamente a los ojos.

-Sí.

-Eres mi presa... Nada más ni nada menos.- Contestó, indeciso.

Me dolió. Mucho más de lo que creía. El corazón se me partió en dos rápidamente.

-Y ahora, calla y deja que Ore-sama continúe bebiendo tu sangre.

Furiosa, lo empujé y lo aparté de mí.

-¿Qué mierda haces, Chichinashi?

-¿De verdad?- Cuestioné, ignorando lo que acababa de decir.- ¿Eso es todo? ¿Una presa?

-No me jodas, Hécate.

-No te jodo, Ayato. ¿A una simple presa le das un beso en la frente? ¿A una simple presa la rescatas de una mansión dos veces? ¿A una simple presa le prestas su chaqueta? ¿A una presa la acorralas para mantener relaciones con ella? ¿Piensas que me crea esa excusa barata?

Quedó sorprendido ante mis palabras.

-¿Excusa? No es una puta excusa, es la verdad.

-No me lo creo.

-Me da igual que no te lo creas, no es mi puñetero problema, Hécate.

Alzó la mano para agarrarme, sin embargo, la quité de un golpe.

-No quiero que me toques.

Justo en ese momento, la atracción paró y el hombre abrió la cabina. 

-Espero que os lo hayáis pasado bien...- Empezó, con una sonrisa.

Lo interrumpí con mi estrepitosa salida. Corrí fuera y noté varias lágrimas recorrer mis mejillas. Puede que lo haya estado escondiendo todo este tiempo. ¿Me dolía tanto el corazón porque yo lo amaba? Decepcionada, pasé junto a los demás, quienes se impactaron por mi repentina huida. Escuché de lejos las voces de los vampiros llamar mi  nombre, alarmados. No obstante, me importó más bien poco.

Anduve lo suficiente como para no saber ni dónde me encontraba. Miré a mi alrededor y me abracé a mí misma debido al frío. Lo único que tenía ahora era la chaqueta de ese desgraciado. Joder, joder, joder. 

-Eh, tú.- Pronunció un muchacho.- ¿Eres de aquí?

Callé. Es un vampiro, seguramente haya seguido el olor de mi sangre. Limpié mis lágrimas con la manga de la prenda del pelirrojo y le dediqué una mirada fulminante.

-No.- Contesté.

-¿Quieres que te enseñe la zona? No voy a hacerte nada.

Maldito estúpido sin escrúpulos. ¿De verdad piensa que me voy a tragar eso? ¿Enseñarme la zona? Agh...

-Lo siento, tengo a gente esperándome.- Excusé, levantando la pierna derecha para dar un paso en dirección contraria.

-No creo que tengas a gente esperándote cuando has sido tú la que ha huido en primer lugar, humana.- Acusó, acercándose a mí con malas pulgas.

Hizo un intento para alcanzarme, mas alguien se lo impidió. Una sombra apareció veloz como el trueno entre el muchacho y yo.

-¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño, eh, bastardo?- Masculló el menor de los trillizos.

Lo miré, atónita.

-¿Ayato?

-Chichinashi, no hemos terminado de hablar. ¿Estás loca? No debes salir corriendo por el Makai sin uno de nosotros, maldita sea.

-No sé quién eres pero apártate, la he visto primero.- Debatió el joven de antes.

-¿Verla primero? Ore-sama descargará su furia en ti, siéntete orgulloso de semejante privilegio.

Entonces, le metió un gran puñetazo en la cara. El chico cayó al suelo, abatido. Se levantó y cargó contra el Sakamaki. En condiciones normales reconozco que me quedaría pasmada siendo una simple espectadora, como lo habría hecho Yui, puesto que ella no tenía poderes. Sin embargo... Ahora es diferente. Soy una bruja y, ante todo, fuerte. ¿Para qué me sirve saber hechizos si no los uso cuando es necesario? 

El enemigo, ya a centímetros de Ayato, se dispuso a golpearle en la nuca, con la intención de bloquear su consciencia.

-¡"Opprimere"!- Exclamé, a tiempo, alzando la mano.

Se detuvo, petrificado. Mi compañero se giró hacia mí, desconcertado. Bajé la palma de mi extremidad intencionadamente y el vampiro cayó de rodillas al suelo.

-Suficiente.- Murmuré, en cólera. Avancé hasta el desconocido y lo vi desde arriba.- Lo siento pero... No soy una humana, sino una bruja. La próxima vez que quieras chuparle la sangre a alguien, recuerda que nunca debes subestimar a tu oponente.

-¿¡Una qué!?

-"Somnium".- Añadí, obligándolo a sucumbir ante un forzoso sueño.

Ya inconsciente, evité el contacto visual con el quinto de los Sakamaki. 

-¿Por qué me has seguido? Como acabas de comprobar, soy una presa que puede cuidarse sola.

Permaneció en silencio. Al rato, decidí volver sola al castillo. No obstante, me agarró del brazo y me estampó contra un árbol cercano.

-Tú...- Susurró, temblando de la ira.

Tragué saliva.

-¿Quién te crees que eres para hablarle de esa manera a Ore-sama? Realmente tienes agallas, Hécate... Y encima me dejaste ahí plantado en la noria. Incluso me detuviste para que no bebiera tu sangre. ¿Piensas que posees algún derecho a desobedecerme? ¿O a rechazarme?

-¡Basta!- Grité.- ¡No soporto más esto! 

-¿¡Ah, no!? ¡Pues tírame al suelo como a ese canalla! ¡Vamos!

-¡No puedo! 

-¿¡Y por qué cojones no puedes!? ¡Eres una bruja! ¡Tu existencia se basa en la masacre de vampiros como yo!

-¿¡Quién le haría daño a la persona que ama!?- Vociferé, sin escrúpulos.

Se detuvo en seco, atónito.

-Eso es imposible...- Murmuró, alejándose de mí.- ¿Enamorada de mí? ¿Quieres hacerme reír? ¿Deseas quitarle peso al asunto para que te perdone antes?

Mis labios temblaron, y con ellos, las lágrimas se desbordaron de nuevo. ¿No me creía? Lloré con más fuerza debido a la impotencia. Abrí la boca para seguir discutiendo, mas algo punzante creció en mi corazón. Ugh...

-¿Hécate?

El dolor era tan intenso que me costaba respirar. ¿Qué está pasando?

-Oye, oye... ¿¡Qué te pasa!?

Quería hablar... Juro que quería... Pero en vez de eso, comencé a toser de manera asfixiante. El vampiro me tomó de la cintura en el momento adecuado, ya que mis rodillas flaquearon y casi provocaron que me derrumbara sobre el suelo.

-Maldita sea, ¿qué es lo que está ocurriendo? Hécate, joder, ¿¡qué hago!? Dime, ¿¡qué hago!?- Suplicaba, alarmado y en una suma agonía.

Contemplé su rostro, descompuesto y preocupado. Nunca lo había visto así. Expresaba un sufrimiento real. Tan real que incluso yo lo padecí también.

-No... Quiero...- Pausé, debido a la tos.- Morir...

Resultaría bastante dramático de no ser por el hecho de que ya ni si quiera podía respirar. No entraba nada de aire en mis pulmones. Nada.

-No vas a morir, Hécate. No en mis brazos, ¿¡me escuchaste!?- Calló, agonizando.- Si lo haces no te perdonaré nunca, ¿¡entendido!?

Cerré los ojos y me dejé llevar por la inconsciencia.

(...)

Levanté los párpados, cansada. Cuando por fin recuperé la consciencia y el conocimiento, noté algo alrededor de mi mano derecha. Giré la cabeza hacia ese lado y vi a un Ayato dormido sosteniendo mi extremidad. Permanecía en un sillón contiguo a mi cama.

-Ayato...- Llamé, en un susurro.

Pareció reaccionar y se incorporó de golpe.

-¡Hécate!- Exclamó, intranquilo.- ¿Estás... Estás bien? ¿Cómo te encuentras? ¿Qué es lo que sientes ahora mismo?

-Estoy bien, estoy bien.- Calmé, con una sonrisa.

Se dejó caer de nuevo en el asiento, alividado.

-Oye... ¿Qué es lo que me ha pasado?

-No lo sabemos, pero casi mueres, ¿lo sabías? Me has dado un susto de mil demonios. Espero que estés lista para un castigo adecuado. Ore-sama no se detendrá ni aunque seas tú, Chichinashi.

-¿¡Un castigo!? ¿¡Tengo yo culpa de que me haya dado un chungo!?

-¡Cállate! ¡No le contestes a Ore-sama!- Quejó, molesto.

Sin embargo, al segundo, su rostro cambió repentinamente y curvó sus labios en una sonrisa.

-Me alegra que estés bien, Hécate.- Murmuró, gentil.

Suspiré.

-Por cierto, ahora que eres mi amante tengo que restregárselo a todos los desgraciados de este castillo.- Sugirió, pensativo.

¿Qué coño? ¿Cómo que "amante"? ¿Desde cuándo?

-Perdón, pero... No entiendo a qué te refieres.

-¿Acaso estás tonta?

-Esa palabra... "Amante". ¿No era yo tu presa?- Cuestioné, mosqueada y desconcertada.

-¿No lo eres? Yo creía que sí, Chichinashi. Aclárate.

Atónita, casi se me cayó la mandíbula al suelo.

-Tú me amas, ¿no?- Preguntó, acercándose a mí.- O, por lo menos, eso has dicho antes.

Me ruboricé instantáneamente.

-A ver... Sí, sí dije eso... Pero... Tú...

-¿Ves? Entonces somos amantes.

-Pero solo lo seremos si mis sentimientos son correspondidos.

-¿Y quién ha declarado que yo no te desee?

Callé.

-Ayato... Desear mi sangre no es desearme a mí.

-No me trates como un crío chico, idiota. Hasta yo puedo diferenciar eso.- Se inclinó hacia mí en la cama.- Dime, ¿un amante no haría esto?- Musitó, destapándome lentamente.- ¿Y luego esto?- Prosiguió, deslizando su mano por mi pierna, hasta llegar al final de mi muslo.

No podía separar mis ojos de los suyos. Eran verdes y salvajes. Mostraban un tentador y extraño brillo feroz.

-¿Qué...?

Me interrumpió con un beso. Mientras nuestros labios consumían al otro apasionadamente, se posicionó encima mía. Cuando la respiración me obligó a separar nuestra unión, acarició mi mentón y lo levantó para contemplar con deleite mi cuello.

-Lo quiero todo, Hécate. Quiero tu sangre, tu cuerpo... Pero sobre todas las cosas, quiero tu pensamiento y tu alma. Los necesito. Los deseo.

Pasó su lengua por mi piel. Luego, posó suaves besos lentos en la zona. La mano que recostó en mi muslo, ahora estaba en mi cadera, rozando mis bragas.

-"Siempre me he preguntado... ¿Por qué te seguí cuando querías rescatar a Kou de esos lobos? ¿Por qué mi corazón ardía al verte junto a alguien que no era yo? ¿Por qué tus lágrimas no me provocaban placer? La respuesta me la diste al caer casi inerte en mis brazos. Te quería, Hécate. Pero la idea de tener a alguien especial me aterraba. Y si sabes mi pasado, deberás conocer también la razón. Sin embargo, el hecho de que seas tú ese "alguien especial"... Ya no me incomoda. Me hace sentir vivo. Quiero todo de ti. Hasta tu último aliento. ¿Estarías dispuesta a acompañarme y abandonar tu anterior vida? Responde".

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