🦇Capítulo 9: Consuelo🦇
Cuando pude reaccionar, me di cuenta de que la brisa acariciaba mi melena. Miré a mi alrededor y entonces supe que me encontraba en la azotea del instituto. Subaru permanecía junto a mí, sin embargo, una vez aseguró nuestra posición, se alejó de mí y se sentó en un banco de piedra, al lado de las plantas. Justo donde Kou lo hizo en la segunda temporada cuando se llevó a Yui hasta aquí. Curioso, ¿verdad?
-¿Por qué hemos venido a este lugar?
-Porque es tranquilo, silencioso y no están esos dos pesados de turno.- Respondió, chasqueando los dientes, con asco.
-Oh...
En ese momento, algo pareció captar su atención. Alzó la vista y, de nuevo, se acercó a mí. Esta vez, de manera más estrepitosa. Poso sus manos en mis hombros, inmovilizándome.
-¿Qué haces?- Cuestioné, nerviosa.
-Calla.
Sentí cómo empezaba a olerme en la zona del cuello. Luego, su semblante se oscureció.
-¿Has hablado mucho tiempo con alguien en concreto?
Mierda. ¿Habría notado la esencia de Kou? Esto va de mal en peor.
-Bueno, he conocido a un chico nuevo. ¿Por qué lo preguntas?- Disimulé.
-Hay algo raro en ti. Tu olor... Está contaminado por el de... ¿Un vampiro convertido?- Dedujo, confuso.- Qué diantres...- Murmuró.
Supongo que no me hará nada bueno esconder la verdad. Abrí la boca para contestar, pero alguien nos interrumpió.
-Vaya, M-Neko-chan... Así que estás con ellos, al parecer.- Anunció mi compañero de clase.- Una pena, pensaba tenerte para mí cuanto antes. Resulta que ahora tengo que quitar de en medio a algunos para cumplir mi deseo.
El albino se posicionó ante mí, malhumorado. Chasqueó los dientes otra vez y le dedicó la peor mirada que pudo.
-Piérdete si no quieres morir.- Amenazó.
-Oh, vamos, no hace falta ponerse así en el instituto. No queremos montar un escándalo, ¿verdad? ¿Por qué la proteges? ¿Acaso te gusta?- Burló, deleitándose con la furia del contrario.
-Tonterías.- Respondió, al borde de la ira.
-Deberías ser más sincero contigo mismo, ¿sabes?- Dijo, mientras uno de sus iris brillaban intensamente.
Dios santo, ese es... El ojo que le dio Karl Heinz. Su poder le permitía discernir la verdad de la mentira, además de poder ver el interior de la gente con suma facilidad.
-Oye, Hécate-chan, ¿por qué no le dices la verdad a tu amigo? Ya sabes, eso de que mañana quedaríamos en la biblioteca para ayudarme con lengua y literatura. La verdad, me sorprendió que no quisieras venir a mi mansión. Pero me conformo con estar contigo en ese sitio. Aunque, de todas formas, lo dije por un mismo motivo.- Confesó, mirando fijamente mi cuello.
-Así que todo... Todo lo que acordamos, todo lo que escribiste en esa nota...- Balbuceé, atónita.
-A ver, no era mentira completamente pero...- Comenzó.
-Que te den. Quédate mi puto cuaderno, no lo quiero después de saber que estuvo en tus sucias manos.- Atreví a decir, llena de resentimiento y dolor.
Por un momento pensé... Que Kou podría ser el vampiro más amable con el que me había cruzado hasta ahora. El único que me vio desde un principio como Hécate, y no como un bote de sangre. Al parecer, como siempre, no aprendí la lección. Me dejé llevar ante su encanto y su dulce voz. Estaba tan ansiosa por ver una muestra de afecto y respeto, que no me di cuenta de sus verdaderas intenciones. Seré estúpida... Al fin y al cabo, era un... Un... Vampiro... Como todos...
-Exageras, M-Neko-chan.- Disculpó, nervioso.- No malinterpretes tanto las cosas...- Excusó.- Le eché un vistazo a tus apuntes, de verdad. Son geniales y me han ayudado mucho.
-Vayámonos a casa, Subaru.- Pedí, evitando el contacto visual con el rubio.
El albino no pronunció nada, solo abrió paso para que accediera tranquila hasta la salida de la azotea. Pero, por el camino, la fría mano de Kou agarró mi brazo.
-Hécate.- Llamó.- Ellos no te tratan como mereces.
-¿Y tú sí? ¿Tendiéndome una trampa para ser tu próximo plato de Vongole Bianco?- Acusé.
Mi comentario le pilló totalmente por sorpresa. Creí notar el movimiento de su nuez al tragar saliva.
-¿Cómo sabes que el Vongole Bianco...?
-Apártate de ella, desgraciado.- Interrumpió Subaru, empujándole violentamente.- Si vuelvo a verte a menos de tres metros de Hécate, te romperé en mil añicos, ¿entendido?
Dejamos atrás al idol, totalmente desorientado y confundido. Ni siquiera miraba a algo concreto. Su vista se posaba en el inmenso infinito.
Bajamos las escaleras y recorrimos diferentes pasillos hasta la recepción de la escuela. Luego, caminamos al exterior y visualicé la limusina de los Sakamaki. No supe si sentí alivio o tristeza al encontrarme con el resto de hermanos. Estaba prácticamente en shock. No es que hubiese tenido un accidente pero... Todo esto... Todo lo que ha pasado desde que llegué aquí, está comenzando a pasarme factura. Humillaciones, dolor, mordidas, traiciones, mentiras, peleas...
-¡Oye, Subaru! Maldito gruñón incompetente, ¿dónde te habías metido con Hécate?- Exclamó Ayato, tan arrogante como siempre.- Y tú, Chichinashi, ¿por qué dejaste que te secuestrara de esa forma en las narices del gran Ore-sama?
Sin embargo, no respondí. Tampoco lo miré a la cara. Sentía que si alzaba el rostro, me derrumbaría en un monumental llanto. Pasé por su lado y entré en la limusina, completamente perdida en mis pensamientos. Tomé asiento donde normalmente lo hacía y giré la cabeza hacia la ventana, recostándome en el respaldo.
-¿Ha pasado algo?- Preguntó Reiji.
-Os lo contaré cuando lleguemos a la mansión. Hay indicios de vampiros nuevos en la zona. Uno de ellos le ha echado el ojo a Hécate. Quería tenderle una trampa para atacarla cuando menos se lo esperase.- Explicó Subaru, brevemente.
-¿Qué? ¿De verdad? Vaya... Bitch-chan llama mucho la atención, al parecer.- Comentó Laito.
Tras un corto periodo de tiempo, subieron al automóvil y nos dirigimos a casa. Ninguno habló o intentó mofarse de mí, como de costumbre. Ni si quiera Ayato, el cual se dedicó prácticamente a mirarme de soslayo de vez en cuando.
Al aparcar, bajé inmediatamente y avancé hasta el dormitorio del pelirrojo. Ahora sería el momento perfecto para tener mi propia habitación, pero resulta que ni eso soy capaz de poseer aquí. Cerré la puerta y eché el pestillo. Quería estar sola, necesitaba estarlo. Debía establecer un orden en mi cabeza. He estado aguantando demasiado. Yo... Anhelo estar con mi familia... ¿Cómo lo han pasado mis padres tras mi desaparición? ¿Y mis amigos? ¿Y mi perro? Eran tantas cosas las que había dejado atrás de la noche a la mañana que no pude evitar ni un segundo más llorar sin consuelo. Cuánto deseaba encontrarme entre los brazos de mi madre. Notar sus manos acariciar mi pelo, escuchar su voz diciéndome que todo irá bien...
-No puedo más...- Susurré.- Quiero irme a casa...
Cansada, escuché a alguien fuera.
-Eh, Chichinashi, voy a pasar.- Informó cierto pelirrojo al otro lado.
Vaya, qué considerado. Resulta que tengo que estar llorando y abatida para que se digne a avisar primero.
-No puedes, está cerrado con el pestillo.- Respondí, con la voz todavía temblorosa.
-Pues quítalo, maldita sea. ¿Acaso eres estúpida?
Indignada, me sequé a duras penas las lágrimas y abrí la puerta.
-¿Contento?- Bramé, pesimista.
-Dios, estás horrible.
-Si has venido para juzgar mi aspecto, te hago saber que puedes meterte esa "opinión" por donde te quepa.- Gruñí, volviendo a cerrar el puñetero panel de madera.
Sin embargo, algo entorpeció mi acción. O, más bien, chocó con la puerta. Miré hacia abajo y vi el pie de Ayato interrumpiendo su cierre. Luego, con su mano, comenzó a abrirla de nuevo. Ninguno de los dos dijimos nada, pero las gotas comenzaron a salir sin previo aviso. ¿Por qué ahora? Y justo delante del mayor terco y pesado de todos. Genial, ¿preparada para una lista enorme de burlas, Hécate?
-¿Cuánto has estado llorando?- Interrogó, serio.
-Y a ti qué te importa.
-Hécate.- Insistió, con el ceño fruncido.
-Desde que me metí aquí.
-Ya veo...- Murmuró.
Posó sus manos suavemente en cada uno de mis brazos y me movió hacia atrás, haciendo sitio para pasar. Luego, cerró por fin la puerta. Echó el pestillo y se sentó en mi cama.
-Es cómoda.- Añadió.
-Sí, lo es...- Susurré, acordándome de mi lecho en la casa de mis padres... Aquella manta con la que me resguardaba del frío, hecha por mi abuela... Todo parecía tan lejano...- Lo es...
Sollocé.
-Ven.- Ordenó.
Obedecí y tomé asiento junto a él.
-¿Tienes sueño?- Preguntó.
-No lo sé.
-Creo que estarías mejor si te tumbaras.
-¿Estás intentando consolarme?
-¿Qué? Bueno... Supongo que es lo que parece. Solo me estoy asegurando de que tu sangre no adopte un sabor horrible. ¿Sabías que los sentimientos pueden afectar su gusto? No te hagas ideas extrañas.
-No, no lo sabía.- Respondí, recostándome.- Aunque... Me hubiera gustado que me dijeras que sí.
-¿Que sí qué?
-Que sí estabas intentando consolarme...- Murmuré, cerrando los entumecidos ojos, abatidos de tanto llorar.
Escuché cómo corrió las cortinas y percibí la sensación de una manta cubrir mi cuerpo.
-Hasta mañana, Hécate.- Despidió, antes de caer profundamente dormida.
"¿Por qué me siento así? ¿Por qué mi corazón ríe cuando tú lo haces? ¿Por qué noto algo extraño al verte llorar? ¿Qué es lo que me estás haciendo, Hécate? ¿Es esto un hechizo tuyo? Tsk... Qué tonterías estoy hablando... Mierda..."
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top