🦇Capítulo 4: Cena del mes🦇
Abrí los ojos y noté un profundo y molesto dolor de cabeza. Ah, sí. Laito bebió mi sangre en el probador... Un momento... ¡Dios mío! ¿Dónde estoy?
Sobresaltada, me incorporé rápidamente en la cama.
-Veo que ya estás despierta, Bitch-chan.- Dijo alguien, en un sillón cercano a donde me encontraba.
-¿Laito?
Se levantó y tomó asiento a mi lado. Me miré inconscientemente para comprobar qué es lo que llevaba puesto y, para mi sorpresa, uno de los pijamas que escogí ayer era mi actual vestimenta. ¿Quién me lo ha puesto? Recuerdo que estaba casi desnuda.
-Seguramente te estarás preguntando cómo es que estas vestida así y por qué has amanecido en esta cama, ¿verdad?- Preguntó.- Pobre Bitch-chan. ¿No te acuerdas de nada?
Fruncí el ceño y suspiré.
-No, no me acuerdo de nada.- Respondí, confundida y harta.- Estaba inconsciente.
-Cuando te desmayaste en la tienda, pagué lo que elegiste. Está todo ahí.- Comentó, señalando el armario del dormitorio.- Luego, te terminé de vestir y te llevé hasta casa. Y, por si lo pensabas, sí, me cayó una buena.
-¿A qué te refieres?
-Pues... En el momento en que entré a la mansión contigo en brazos, Ayato-kun se puso hecho una furia. No diré que fue inesperado, ya que en parte bebí tu sangre por esa misma razón. Sin embargo, reconozco que morderte ha resultado ser un placer exquisito que no me esperaba en absoluto. Estoy impaciente por la próxima vez, nfufu.
-Entiendo... Aunque, ¿por qué estoy en esta habitación? El otro día dormí con tu hermano.
-En serio, Bitch-chan, ¿estás mal de la vista? Es el mismo cuarto, solo que ahora tiene una cama.- Respondió, bufón.- Supongo que con muebles nuevos parece otra, ¿verdad? Ah, y... Hay una sorpresa más en la alacena. Estoy seguro de que te gustará.
-¿Una sorpresa?
-Llámalo... Compensación...- Murmuró, pensativo.
Extrañada, ladeé la cabeza. Entonces, vi cómo abrió la boca para decir algo, mas pareció arrepentirse y salió del cuarto sin decir nada. Después de quedarme sola, caminé hacia el sitio donde dejó la "sorpresa". Abrí el mueble y contemplé un montón de ropa. No solo estaba lo de ayer, sino también prendas de calle preciosas. ¿A esto lo llama compensación? Más bien creo que se llama "intentaré acercarme a ti para saber por qué dijiste lo que dijiste en el probador". Supongo que mis palabras le afectaron lo suficiente y tiene intención de conocer información sobre mí.
Cansada pero tranquila, me cambié y salí del dormitorio. Era de noche. Bajé las escaleras y avancé hasta el comedor. La imagen que vi se me quedó pegada en la mente.
-Vaya, Hécate, justo a tiempo para la cena del mes.- Anunció Reiji, poniendo comida en la gran mesa.- Iba a pedirle a Ayato que te llamara, pero, al parecer, no es necesario.
-¿Cena del mes?- Disimulé. Sabía de sobra lo que se iba a acontecer, sin embargo, me hice la tonta. Veamos si cierto vampiro con peluche apuñala con su tenedor algún alimento.
-Sí. Es una... Costumbre. Siéntate, por favor.
Tomé asiento, a la par que el chico de las gafas. El reloj dio las diez en punto y nadie apareció a excepción de Kanato.
-Hécate, ¿por qué no vas a avisar a los demás para que vengan? Estoy seguro de que se les ha olvidado.
-No se les ha olvidado. Simplemente no quieren verse y tampoco desean cenar.- Debatió el muchacho de pelo morado.
Tragué saliva y, a pesar de la cara de asco que le puso Reiji a su hermano, obedecí. Ahora tengo que buscar a cuatro chicos desperdigados por la mansión. Genial.
Me asomé por una ventana y eché un vistazo al jardín de rosas en busca de Subaru. Sorprendentemente, no estaba allí. Decidí ir a buscarlo a su habitación. Toqué la puerta.
-Subaru, soy Hécate. Me envía Reiji. Quiere que vayas a la cena del mes.
-Piérdete.- Gruñó, al otro lado.
Esto iba a ser más complicado de lo que pensaba en un principio. Decidí no perder el tiempo y seguir con otro. Ya volveré más tarde.
Caminando por un pasillo, me encontré a Laito. Oh, por Dios. Dime que me hará caso.
-Eh, Laito.- Saludé.
-¿Bitch-chan? Anda, si llevas puesta la ropa que elegí para ti. Estaba en lo cierto, te favorece mucho. Aunque, si te soy sincero, cuando te vi en ropa interior resultabas aún más mona.- Comentó, con una traviesa sonrisa.
Ay, no. No vayas por ahí, por favor.
-En fin, a lo que iba. Reiji dice que la cena del mes está lista.
Una mueca de decepción se mostró en su rostro.
-Oh, bueno... En ese caso será mejor que me adelante. Tienes que ir buscando a más gente, ¿verdad?
Asentí.
-De acuerdo, nos vemos allí, pequeña bruja.
¿"Pequeña bruja"? ¿De verdad? Ahg... Resiste Hécate, resiste. Frustrada, fui hasta el dormitorio de Shu. Llamé su nombre pero nadie contesto. Maldita mansión. ¿No podría ser un poco más pequeña? Hecha una furia, recorrí media casa hasta la sala de juegos. Para mi suerte, Ayato y el rubio estaban allí. Ay, gracias a todos los dioses de Asgard. Aunque menudo par hay junto, ¿no? Me recordó a la escena de los dardos. Al menos no estarían apostando por mí.
-Hola.
-¡Eh, Chichinashi!- Exclamó el pelirrojo, entusiasmado.- He ganado la apuesta contra este perezoso, oficialmente no puede ponerte una mano encima. ¿Acaso no soy genial?
Vale, pues al final sí que habían apostado sobre mí. Asqueada, dejé salir un largo suspiro.
-Maravilloso. Ahora, a lo importante: Reiji quiere que vayáis a cenar.
-Paso.- Respondió automáticamente el mayor de la familia.
Estaba enfurecida con todos. Nadie me tomaba en serio, aunque tampoco podía extrañarme, al fin y al cabo solo soy un recipiente de sangre para ellos. Mi opinión no les importa en absoluto. Aun así, me molestaba.
-No era una opción, sino una afirmación.- Reproché.- Solo tienes que sentarte en una silla y comer. Me he pasado casi veinte minutos buscando a un montón de gente solo porque no os dé la gana levantaros y veros las caras. Me da igual que os llevéis mal, de verdad. Pero no estoy dispuesta a tener que aguantar la basura de otra gente. Haz el favor de ponerte a cenar de una vez. ¿Vale?
Ayato me miró con los ojos como platos y la mandíbula se le descolocó de la sorpresa.
-¿Has visto, Shu? No puedes decir que no he sido afortunado en encontrarla primero.- Rió.- Chichinashi, es divertido ver la forma en la que te sulfuras, sin embargo, me temo que ese comportamiento no hará que dures más tiempo aquí, ¿sabes?
El mayor de la familia se incorporó y se levantó. Luego, avanzó hacia mí.
-Hécate.- Llamó.
-Qué.
-No eres parte de la familia, así que no hables como si estuvieras integrada. Me da exactamente igual lo que opines de mí, al final, serás tú la que muera y seré yo quien lleve tus cenizas a cualquier cementerio. Cierra la boca, usa tus piernas para andar hasta el salón y dile a Reiji que puede meterse la comida por las orejas. ¿Entendido?- Atacó, saliendo de la habitación.
No sé por qué, pero me dolió demasiado. Tal vez debería habérmelo esperado. Al final, no soy nadie aquí, solo el polvo que esconden debajo de una alfombra. Me limité a quedar parada delante del vampiro pelirrojo, quien ya había desviado la mirada cuando su hermano me dedicó esas palabras. Puede que mis conocimientos hubiesen creado en mí una falsa confianza. Tendré que tener mucho más cuidado.
Temerosa, alcé la vista y miré a Ayato.
-¿Irás a la cena?- Pregunté.
-¿Irás tú?
-Todavía tengo que convencer a Subaru. Adelántate si quieres.
-De acuerdo. Ore-sama te estará esperando. Y más te vale sentarte a mi lado, ¿me oyes? No tardes, Hécate.
Asentí y abandonamos la estancia. Caminamos en direcciones opuestas y volví al cuarto del albino. Para mi sorpresa, se encontraba cerrando la puerta desde fuera.
-Oh, Subaru.- Dije, aliviada.
-¿Qué quieres? No voy a asistir a esa maldita costumbre de mierda.
-Por favor.- Supliqué, entre pucheros.
Una duda surcó sus hermosos y afilados ojos. Todavía hay esperanza. Vamos, dime que vendrás. Confío en ti. Sé que eres un buen hermano al fin y al cabo. No me decepciones...
-Creo que tengo hambre.- Respondió, por fin.
-¡Ah, gracias! ¡Muchas gracias, de verdad!
-No lo hago por ti, y deja de agradecerme el hecho de sentarme a comer un trozo de pan, ¿quieres?- Replicó, con cierto sonrojo.
-Vale, vale.- Finalicé, sonriendo amablemente.
Ambos bajamos hasta el comedor y, sin poder creérmelo, Shu estaba allí. ¿Por qué habrá decidido venir? Todavía con el mosqueo de antes, me senté en el único sitio que quedaba libre, entre él y Subaru. Automáticamente, Ayato me miró de mala manera. Oh, es verdad, quería que estuviera a su lado. Pero Kanato y Reiji ocupaban los asientos contiguos. No iba a echarlos.
-Bien, ya podemos comenzar.- Anunció el muchacho de las gafas.
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