🦇Capítulo 28: Escape🦇
¡Oh, no! ¡No me digas que los han encontrado! Mierda, mierda... Joder...
Inquieta y preocupada, me puse veloz un albornoz y unas bragas y salí del baño con el corazón a mil por hora.
Los dos vampiros se encontraban de rodillas en el suelo mientras el dolor se reflejaba en sus rostros. Carla había usado el mismo hechizo que aquella vez para echarles abajo.
-¡Carla, no, para!- Supliqué, alarmada.
-¡Cierra la boca, bruja! Has actuado a nuestras espaldas y has defendido al enemigo. Eres igual de culpable que ellos.
Salté delante de mis amigos, con la intención de protegerlos. Acto seguido, dos focos de fuego aparecieron en mis manos.
-¿Piensas de verdad que con unas llamas podrás derrotar al rey de los fundadores?
Chasqueé los dientes. Rápidamente, me acordé de un hechizo que leí en la biblioteca. Giré la mirada hacia Ruki y Laito.
-¡"Invalidum"!- Exclamé, alzando la mano hacia ellos.
Automáticamente, sus cuerpos dejaron de estar bajo los efectos del poder de Carla. El albino, al presenciar aquel movimiento, frunció el ceño.
-¡Ahora, marcharos!- Ordené.
Los dos chicos se levantaron, desorientados por la fuerza del fundador, y consiguieron huir a través de la ventana.
-¿Cómo has aprendido ese encantamiento?- Cuestionó, amenazante.
-Tú mismo dijiste que fue un error subestimarme. Ya lo has cometido dos veces.
Escuché entonces los aullidos de los lobos. Supuse que Shin les habría encargado la tarea de que los atraparan. Espero que puedan ir al Makai sanos y salvos.
Sin embargo, Carla avanzó hacia mí y me agarró del cuello. Luego me estampó contra la pared y mis pies dejaron de tocar el suelo.
-Bruja, ¿eres consciente de lo que has hecho?
-¿Acaso tú no harías lo mismo por tu hermano? ¿Salvarle y sacrificarte por él..?
Calló.
-Esos vampiros me aceptaron en su hogar. No voy a abandonarlos o dejarlos a su suerte...
Apretó aun más su agarre.
-Incluso... Si tú... Estuvieras en esa... Situación... Hubiera hecho... Lo mismo...- Pausé, casi sin aire.- Te habría... Salvado...
Esta vez pareció reaccionar y me soltó. Instantáneamente caí al frío suelo y comencé a toser.
-Nii-san, los hemos atrapado.- Anunció Shin, entrando a la habitación.
Mierda...
-Buen trabajo.- Felicitó.- Ahora encárgate de ella, métela en una celda y a los vampiros en otra.
-Como quieras, Nii-san.
El muchacho se acercó a mí y me cogió violentamente del brazo sin ningún tipo de remordimiento. Me arrastró consigo a las mazmorras y me metió en una celda, al lado de la de Ayato y Kou. Momentos después, llegaron Ruki y Laito, hechos pedazos, mareados y heridos. Los encerró en otra contigua a la mía.
-Esto no hubiera pasado si no hubieses actuado por tu cuenta, Hécate.- Murmuró Shin, con desagrado y... ¿Pena?
-Solo he hecho lo que cualquiera... Proteger a la gente importante para mí. Si fuera al revés, estoy segura de que tú también estarías en esta asquerosa jaula, orgulloso de haber intentado salvar a tu hermano.
Calló y se fue, sin despedirse.
Me miré brevemente. Me habían tirado aquí prácticamente desnuda y solo con un albornoz y unas bragas de piñas. Hacía mucho frío y el suelo estaba muy duro. Me acerqué a los barrotes de mis amigos.
-Eh, Laito.- Llamé, suave y apenada.
-¿Bitch-chan..?- Preguntó, confuso.- ¿Qué haces tú aquí?
-Me han encerrado también por colaborar con vosotros.
-Ya veo...
-¿Y Ruki?
-Está inconsciente.
-Lo siento tanto... Si hubiese sido más fuerte...- Comencé, con los ojos llorosos.
A través de las barras, pasó su mano y la posó en mi mejilla derecha.
-Hécate-chan, no llores. Estás más guapa cuando sonríes, ¿lo sabías?
Reí suavemente ante su comentario. Ojalá pudiera curarle... Lo deseo tanto... Incluso su mano tenía un rasguño. Pequeño pero... Lo había. Cogí la extremidad y pensé en algo bonito. Un espacio lleno de paz y tranquilidad, lleno de luz y armonía.
-¿¡Bitch-chan, qué es esto!?- Bramó el chico, sorprendido.
Al segundo, fijé la vista en su mano y me di cuenta de que se estaba cerrando la herida. Dios mío... Un aura blanca se cernía sobre ella y procedía de mí. ¿Había conseguido aprender a curar totalmente sola?
-Intentaré probarlo con Ruki, tráelo, corre.
Laito obedeció y tomó al vampiro. Lo aproximó y lo apoyó en la pared. Toqué su pecho y, de nuevo, dejé que aquella aura blanca hiciera su trabajo. Al momento, comenzó a sanar rápidamente. ¡Madre mía!
Abrió lentamente los ojos, confuso.
-¿Hécate?- Llamó.
-Sí, estoy aquí, estoy aquí.- Contesté, alegre.
Con la otra mano, alcancé el torso del Sakamaki y empecé a curarlo también.
-¿Has aprendido sola..?- Preguntó el de pelo azulado, todavía extrañado.
-Eso parece. No os preocupéis, todo saldrá bien.
Una vez finalicé con los dos, dirigí la mirada al pelirrojo y al rubio. Caminé y me acerqué a ellos. Sin embargo, alguien bajó las escaleras de la mazmorra.
-Creí haberlos visto destrozados.- Comentó Carla.- ¿Lo has hecho? ¿Has aprendido a curar?
Sus ojos brillaban con ansia y ambición.
-Sí.
Sacó de su bolsillo tres llaves, pero solo tomó una y la acercó a la puerta de mi celda.
-Hora de que hagas lo acordado.- Recordó, abriendo mi jaula.
-¿Vas a dejar que sane a mis amigos después de lo que te he..?
-Hécate.- Interrumpió.- Ante todo soy alguien de palabra. A pesar de tu traición, el trato sigue en pie.
Salí de mi celda y me posicioné delante de la de Ayato y Kou. Después, el albino la abrió y me adentré en ella. Corrí al auxilio del rubio, quien tenía heridas mucho más graves. A pesar de que eran vampiros y podían regenerarse más rápido, seguían sufriendo aquellos golpes como si fuera el primer día. Eran horribles.
Posé las dos manos en su pecho y, de nuevo, el aura blanca no tardó en mostrar su poder. El chico alzó la cabeza, confuso.
-¿M-Neko-chan..?
-Kou... Estoy contigo, no me he olvidado de ti. ¿Ves? He venido a curarte y a cuidarte como tú hiciste conmigo cuando tenía fiebre. Te pondrás bien, ya ha pasado lo malo.- Lloré, conmocionada.
-Es verdad... Estás aquí... Conmigo...- Balbuceó, débil.
-Sí... Sí...- Sollocé.
-No me has abandonado...
-Nunca...
Curvó sus labios en una pequeña sonrisa y se me partió el corazón. Oh, Kou...
Ya sin un rasguño, miré las cadenas que lo inmovilizaban. Furiosa, alcé la mano y las toqué.
-"Aperit".- Ordené.
Tras mi mandato, los grilletes se abrieron y dejaron suelto al idol.
-Me sigues sorprendiendo gratamente, bruja.- Comentaba el fundador, a mis espaldas.
No me molesté en verle, preferí continuar mi tarea con el pelirrojo. Usé el mismo encantamiento para quitarle las cadenas y dejé que mi magia sanara sus heridas.
-Heh... Has tardado bastante... Chichinashi...- Murmuró, con una sonrisa orgullosa mientras alzaba la tez.
-Lo sé, lo sé...- Pausé, con un par de lágrimas de alegría en mis ojos.- Pero te lo dije, ¿no? Que iba a rescatarte.
-Supongo que... Hice bien depositando... Mi confianza en ti...
Reí y posé mi frente junto a la suya. Al rato, cuando no había ningún rasguño sobre su piel, me aparté de él. Sin embargo, agarró mi brazo.
-¿Vas a alguna parte?- Cuestionó, pícaro.
Le hice una seña para que mirara detrás mía y divisó al fundador. Chasqueó los dientes, asqueado.
-Hijo de puta...- Insultó.
Carla no dudó en alzar la mano para utilizar su poder. Joder... Me puse frente a él y adopté la misma pose.
-¡"Praesidium"!- Vociferé.
Un escudo de magia apareció entre el albino y yo, sirviendo de protección para los vampiros. Estos, al ver el conjuro, quedaron totalmente atónitos.
-No volveré a dejar que les hagas daño.- Decidí.
-Maldita bruja...- Masculló.
-Pasemos a lo verdaderamente importante. Estás impaciente por ello, ¿verdad?
Calló, estupefacto.
-¿A qué te refieres?
-Ellos solo fueron una excusa. Querías que aprendiera a sanar para tu oscuro secreto.
Escuché una mueca de sorpresa.
-¿Cómo lo..?
-Hagamos otro trato: la libertad de mis amigos a cambio de mi poder. Ya conozco muchos encantamientos. Podría huir cuando me diera la gana y no serías capaz de encontrarme. Al fin y al cabo lo único imprescindible aquí soy yo.
-¿¡Qué mierda estás diciendo, Chichinashi!?- Exclamó Ayato, fuera de sí.
-Es ahora o nunca.- Murmuré.- Este es el momento idóneo para que consigáis salir de aquí.
-Aunque odie reconocerlo, tiene razón.- Asumió Ruki, molesto.
-Pero M-Neko-chan, ¿qué pasará entonces contigo? Siempre has estado luchando por nosotros, no podemos dejarte así como así.
-Silencio.- Calló el fundador.- Muy bien, que así sea.- Anunció, abriendo la puerta de la celda que quedaba cerrada.- Os acompañaremos al exterior Shin y yo.
Nos hizo una seña para que le siguiéramos. Subimos las escaleras detrás suya y nos encontramos con su hermano menor, quien llevaba en las manos una muda de ropa. Un momento... Esas prendas... Son mías. ¿Planeaba dármerlas?
Cuando nos vio, le preguntó al albino la razón por la cual los vampiros estaban libres. Una vez informado, suspiró, baldado. Me entregó la ropa.
-Esperaremos a que Bitch-chan se cambie para poder despedirnos como es debido. No será una molestia, ¿verdad?- Añadió Laito, con una sonrisa típica.
Los muchachos se miraron entre sí y no vieron inconveniente alguno. Me metí corriendo en un cuarto cercano y me vestí. Luego, volví a la entrada y me posicioné junto a los fundadores.
-Supongo que este es el adiós, Blake.- Murmuró Ruki.
-M-Neko-chan... Gracias por todo...
-En fin, Bitch-chan, mentiría si dijera que no ha sido un placer conocerte.
Me despedí de todos tras sus palabras. Sin embargo, el único que no decía nada era el menor de los trillizos. Me acerqué a él y posé mi mano en su brazo derecho, en señal de apoyo.
-Espero que volvamos a vernos...- Musité, pesimista.
-No creo que eso sea un problema...- Respondió, curvando repentinamente sus labios en una sonrisa pícara y maliciosa.
-Un momento, ¿¡qué haces!?- Exclamé, cuando me tomó en brazos.
-¡Ahí os quedáis, perdedores! ¡Ore-sama nunca renuncia a lo que es suyo por derecho!- Vociferó, usando su poder de teletransportación y sacándome de la mansión Tsukinami.
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