🦇Capítulo 23: Bosque🦇

Desperté en una habitación extraña. Me incorporé lentamente debido al dolor de cabeza que inundaba mi mente. Dios, es horrible. Un momento... ¡Ayato y Kou! Seguramente estén en las mazmorras.

Me levanté de la cama, todavía con cierto mareo. Hacía frío, por lo que caminé hasta el armario y al abrirlo vi toda la ropa que cogí de la mansión Sakamaki. Me puse un jersey y cerré el mueble. Acto seguido, anduve hacia la puerta de la habitación, pero alguien la abrió justo cuando yo iba a hacerlo.

-¿Hécate?- Preguntó sorprendido Shin.- ¿Ya has despertado?

-Sí. ¿Necesitas algo de mí?

-¿Por qué lo dices?

-Porque ibas a entrar en mi habitación. Lo harías por algo, ¿no?

-Hmph... ¿Sabes? En condiciones normales, si fueras solo una simple humana te habría tirado al suelo y hubiera clavado de nuevo mis colmillos en tu cuello con el pretexto de tu inmensa insolencia. Sin embargo, has ascendido de categoría, me temo. Eres una bruja. Aunque no te hagas ilusiones.

-¿A qué te refieres con "ascender de categoría"?

-Los fundadores pueden usar magia, ¿verdad? Bueno... Pues las brujas son igual de antiguas que los primera sangre. Hubo un tiempo en que las dos especies convivieron juntas e intercambiaron conocimientos. Luego... Se echó a perder ese vínculo. Ahora sois enemigas de los vampiros, sobre todo.

-Entiendo...

-Pero no te confundas, Hécate. No sabes nada de magia, por lo que eres un mero peón. Igual de inútil e inservible que un humano. De tal forma que no me contendré la próxima vez si no cuidas tu lengua. ¿Me he explicado bien? Llámalo cortesía. Hoy no pasará nada, pero no prometo nada en un futuro.

Asentí.

-Vale. Ahora, respondiendo a tu pregunta: vine a comprobar tu estado. Nada más. Mi hermano me ha encargado la tarea de vigilarte y eso implica estar cerca tuya.

-Oh, de acuerdo.

-¿Y tú? ¿Ibas a algún lado?- Cuestionó, amenazante.

-Quería encontrar a Ayato y a Kou.- Confesé. No quería mentir. Al fin y al cabo no serviría de nada.

-Al menos eres sincera. Me ahorrarás problemas. No tienes por qué preocuparte, bruja. Están en una celda los dos juntos.

-¿Puedo ir junto a ellos?

-No.

Decidí no insistir. ¿Para qué? Cuando Shin dice que no, es no y punto. De repente, rugió mi estómago. Agh, qué hambre...

-¿Qué ha sido eso?

-Mi barriga...- Expliqué, con cierto rubor.

-Entiendo, ven. No puedo dejar que mueras de hambre.- Ordenó, haciendo una señal para que le siguiera.

Caminé junto a él por los pasillos. Dios, este sitio es enorme. Me costará mucho más adaptarme aquí...

-¿Pasa algo?- Preguntó, confuso.

-Solo estaba pensando en que esta casa es gigante y seguramente me pierda más de una vez.

-Heh, es posible, sí. Aunque te acostumbrarás.

Al rato, paró delante de una puerta. La abrió y asomé la cabeza, curiosa. Divisé con admiración el comedor de los Tsukinami. Solo lo había visto en los juegos. Es lujoso y precioso.

-Cierra la boca o te entrarán moscas.- Burló el joven del parche.

Obedecí, nerviosa. Avancé hasta la mesa y cogí una magdalena. Le di un bocado y ascendí al paraíso. Madre mía... Continué engullendo hasta saciar mi estómago.

-Pareces un cerdo comiendo. Qué asco, ¿nunca te han enseñado modales?- Quejó apoyado en el marco de la puerta.

Le dediqué una mirada mosqueada. Suspiré y terminé de comer.

-Oh, Nii-san, qué sorpresa.- Dijo, de repente.

Me di la vuelta y vi al albino al lado de su hermano, con la misma expresión fría de siempre.

-Hécate, ven conmigo. Tenemos que discutir algo.

Atónita, le seguí fuera de la sala. Durante el recorrido no pronunció ni una sola palabra. ¿Qué querría? Anduvimos y anduvimos hasta que visualicé unas escaleras hacia abajo. ¿No será este el camino hacia las mazmorras? Para mi sorpresa, sí lo era. Continuamos el desplazamiento en silencio y cuando me hizo una señal para que le adelantara, obedecí.

-¿Por qué me has traído aquí?

-Mira bien.

Curiosa, busqué a los pobres rehenes.

-¡Dios mío!- Exclamé, aferrándome a los barrotes de una celda.

Estaban ahí, encadenados. Las heridas seguían en sus cuerpos.

-¡Ayato, Kou!- Llamé, angustiada.

Parecieron escuchar mi voz, ya que levantaron las cabezas, exhaustos.

-¿Te gustaría aprender poderes curativos y así hacer desaparecer sus rasguños?

Ah... Ya veo por dónde quiere ir. Ahora entiendo para qué los quería aquí. Desea usarlos en su beneficio. Supuse que aunque la magia de un fundador es poderosa, no puede igualarse a la de una bruja, ya que es su seña de identidad. Carla está enfermo, por lo que utilizaría como argumento las heridas de los vampiros para que aprendiera poderes curativos y con ellos obligarme a sanarlo o, en caso de que no pueda, al menos ralentizar o detener los efectos de ese padecimiento. Muy inteligente, sin duda. Me encantaría negarme debido al chantaje indirecto que se cierne sobre la oferta, no obstante, hacerlo dictaría el sufrimiento continuo de Ayato y Kou. Mierda, piense lo que piense, es imposible que me niegue.

-Te estás tomando tu tiempo para reflexionar sobre ello. ¿Acaso no te importaban tanto?- Insistió, impaciente.

Joder... Es muy listo...

-De acuerdo, acepto. Quiero aprender poderes curativos.

-Muy bien. Empezarás...

-Con una condición.- Corté, furiosa.

-Habla.

-La salud no será el único campo del que aprenda magia. Anhelo conocer hechizos sobre todos los ámbitos. Desde los más básicos hasta los más complejos. Esa es mi única petición.

Pareció impactado ante mi requisito. Lo que acababa de decir era bastante arriesgado, puesto que bien sabe que podría usar los hechizos bélicos en su contra y escapar. Sin embargo, ¿asumirá las posibles consecuencias con tal de vivir? Él está jugando con dos vidas, yo jugaré con la suya.

-Hmph... ¿Por qué deseas conocer más allá de lo curativo?

-¿Y por qué no? No era consciente anteriormente de mi identidad como bruja, pero ahora que sí lo soy, me gustaría aprovechar todas las oportunidades. Quiero ser fuerte, independiente y protectora con los que me importan. Es mi derecho.

-Entiendo... Son buenas razones, sin duda...

-¿Aceptarás mi petición?

Calló y pensó detenidamente.

-Hecho.- Declaró, finalmente.

¡Bien! ¡Así se hace, Hécate!

-Empezarás hoy mismo.

-¿Y cómo aprenderé?

-Seré tu mentor. Te proporcionaré los libros necesarios y te explicaré lo requerido. Cuando la lección termine, practicarás tú sola. Para verificar tu progreso, te examinaré de manera inesperada. ¿Entendido?

Asentí, conforme.

-Sígueme, comenzaremos la primera clase de manera automática.

-Un momento.- Supliqué.- ¿Puedo al menos entrar a la celda?

Me miró con la vista más fría y violenta que supo.

-No. Ya has hecho bastante con verlos. Ahora, camina.

Divisé una última vez a los vampiros, quienes permanecían entre la consciencia y el sueño, abatidos y doloridos. Lo juro, os sacaré de ahí cueste lo que cueste.

(...)

Salimos al jardín. No sabía por qué. Creí que iríamos a alguna especie de biblioteca antigua o algo...

De repente, paró en seco. Se dio la vuelta y me miró.

-La primera lección no necesita libros. Solo mediré tu poder. ¿De acuerdo?

-Vale.

-Para empezar, debo advertirte que las brujas tenéis algo que las demás especies no: un vínculo con la naturaleza. Yo, por ejemplo, puedo ejercer hechizos como los que has visto, pero nunca podría hacer que un elemento estuviera totalmente a mi favor. Si me encuentro en una casa en llamas, me quemaré. Sin embargo, si tú eres quien está ahí dentro, es posible que el elemento no tome represalias contra ti e incluso se incline a tu favor y se deje manipular. Es cierto que hay vampiros con poderes. Algunos pueden manipular el fuego o crearlo, pero nunca serán inmunes a él. Y mucho menos serán protegidos por el propio, tú sí. No obstante, para eso, debes conectar con los elementos básicos y que te reconozcan como la bruja que eres. Si no, todo estará perdido. ¿Me he explicado bien?

Asentí.

-Puede tomarte un tiempo, así que sé paciente. El primer elemento será la tierra, esa es la razón por la que estamos en el jardín, con todo el bosque a nuestro alrededor.

-¿Y qué tengo que hacer?

-Ocultarte.

-¿De qué?

Al instante, apareció Shin, seguido de un montón de lobos. Eran por lo menos doce. ¿¡Qué cojones!?

-Tendrás que conseguir una sola cosa: que el bosque esté de tu lado y te oculte de ellos. Al principio, serán los lobos los que intenten atraparte. En caso de que no puedan, seremos Shin y yo quienes vayamos en tu busca. Te dejaremos un rato para que puedas ejercer tu poder oculto, pero no será demasiado. Ahora, corre.- Ordenó.

Asustada, obedecí y me dirigí hacia la floresta. ¿Cómo coño voy a hacer eso? Pasé por un gran número de árboles, todos iguales. No paré hasta que me faltó el aire. No puedo hacerlo, no puedo. Es imposible. ¿Cuál es la forma de conseguir que el bosque escuche mis peticiones? En un intento desesperado, me aferré a un roble.

-Por favor, ayúdame. Te lo imploro...- Supliqué, apoyando mi frente en su corteza.

Sin embargo, no ocurría nada interesante o fuera de lo normal. Joder, podría haberme dado unas cuantas instrucciones más, por lo menos. Pensé detenidamente, pero oí algo que me dejó todavía peor: aullidos de lobos. ¡Me cago en todo! ¿Ya han empezado?

Sin saber qué hacer, volví a correr veloz. No conocía hacia dónde me dirigía, mas mi intuición me decía que siguiera. Después de un buen rato, me tropecé, desgraciadamente. Caí con torpeza y desgracia sobre la hierba. Cada vez se escuchaban a los lobos más cerca. Recordé entonces a Ayato y a Kou. Sé que no es el mejor momento para llorar, pero las lágrimas salían solas. Me sentía tan inútil y tan frustrada...

Alcé la vista y vi delante mía unas flores. Eran muy bonitas pero pequeñas. Las plantas del alrededor las amenazaban por su gran altura. Su poca visibilidad hacía que resultasen casi invisibles. Las alcancé con la mano derecha y las acaricié cuidadosamente. Percibí su olor y su particular tacto.

-Supongo que nos parecemos en algo, ¿no? Las dos somos pequeñas en un mundo demasiado grande... Tampoco destacamos y permanecemos en la inferioridad de los más poderosos...- Sollocé.

Cerré los ojos y la imagen de que aquellos hermosos brotes quedó fijado en mi mente.

-Por favor...- Susurré, justo cuando una gota cayó de mi mejilla hasta sus blancos pétalos.

Noté cómo la fragancia de las flores se hacía más fuerte. Levanté los párpados y contemplé algo fascinante.

Lo que antes eran dos o tres capullos, ahora eran decenas y decenas de ellos. Formaron un círculo particular y desapercibido, y yo me encontraba en el centro. ¿Es esta la conexión de la que hablaba el rey de los fundadores?

Unos segundos después, cierto lobo apareció entre los árboles, olfateándolo todo. Se aproximó al sitio donde estaba recostada, sin embargo, pasó de largo, como si nada. Dios mío, ¿ha funcionado? Confuso, se fue. Supongo que ahora vendrían los peces gordos: Shin y Carla.

No tuve que aguardar demasiado, ya que, tras poco tiempo, se asomó el albino. Escudriñó con la mirada todos los rincones, mas nunca se detuvo a mi lado. Parecía ser completamente invisible a sus ojos. Luego, lo acompañó su hermano.

-Nii-san, ¿has encontrado algo?- Preguntó, con la respiración agitada.

-Nada.

-¿Crees que habrá ido más lejos?

-No. Lo máximo es esto. Estoy seguro. La poca esencia suya que queda termina aquí. Lo cual quiere decir que...

-¿Lo ha logrado?

-Posiblemente.

-¿Es eso algo bueno?

-Te seré sincero, Shin. Creía que los lobos la traerían de vuelta en pocos minutos. Al parecer, ha superado todas mis expectativas. Ella posee mucho manejo y poder. Su triunfo significa que no debemos subestimarla a partir de ahora. Yo lo he hecho, y reconozco mi error.- Confesó, con el ceño fruncido.- Regresemos al jardín.

Su hermano asintió y desaparecieron juntos entre las sombras. Suspiré, aliviada. Dirigí mi mirada hacia las flores del principio y posé un tierno beso sobre ellas a modo de agradecimiento. Me levanté y empecé a caminar. No obstante, recalco que no sé cómo volver.

Toqué la corteza de un árbol.

-Enséñame el camino.- Ordené.

Ante mis palabras, se comenzó a abrir un sendero. Acaricié la madera y continué la senda que me había mostrado.

(...)

Vi a los dos fundadores esperando donde dijeron, con rostros ligeramente sorprendidos. Una vez salí del bosque, los árboles volvieron a su estado original. Alcé la mirada.

-¿He pasado la prueba?

El hermano mayor resopló y se dio la vuelta.

-Continuaremos mañana. Todavía te queda mucho por aprender, Hécate.

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