🦇Capítulo 22: Bruja🦇
-¿Me estás diciendo que esta chica es una bruja?- Cuestionó Shin, desconfiado.
-No puede haber otra explicación para lo que está pasando. Lo sabes bien, hermano. Echar abajo a una bruja con magia es como intentar que un dragón sea vulnerable al fuego. Imposible.
-Pero no usa ningún poder.- Debatió, indeciso.
-Porque no sabe cómo.- Contestó el albino.- Ha pasado toda su vida creyendo que era una simple humana. No tiene ni idea de enfocar su verdadero poder. De momento, parece que lo único que puede hacer es lo básico: bloquear la magia de un enemigo.
-Un momento.- Supliqué, anonadada.- ¡No puede ser!
Carla dejó de ejercer el hechizo sobre Ayato y Kou. Acto seguido, lanzó hacia mí algo espantoso. No sabía lo que era, pero tendría magia. Instintivamente, alcé el brazo para tapar mi cara. El impacto nunca llegó.
-¿Lo crees ahora, Hécate?- Insistió el rey de los fundadores.- No hay mejor prueba que esa.
Miré mis propias manos. ¿De verdad soy una bruja? ¿Habré adquirido algún poder al caer en este mundo?
-M-Neko-chan... Aprovecha y huye...- Pronunció el rubio, a mis pies.
-No voy a dejaros.- Declaré.
-Qué conmovedor, Hécate. No me digas que les has cogido cariño a esos vampiros.- Burló el menor de los hermanos.
No moví ni un ápice de mi cuerpo.
-Una pena que su destino sea la muerte.
Los dos muchachos dejaron escapar una mueca de sorpresa.
-Hagamos un trato.- Sugerí, nerviosa.- Su libertad a cambio de mi entrega.
-¿Nos tomas por tontos?- Bramó Carla.- Te capturaríamos en un abrir y cerrar de ojos, no hace falta que te entregues.
-Pues al menos prometo ser obediente y no causar ningún problema. Haré lo que sea, pero no les hagáis daño, por favor.
El hermano mayor calló, pensativo.
-De acuerdo. Shin, átalos.- Ordenó, finalmente.- Nos los llevamos.- Serán de utilidad en un futuro.
-Lo que digas, Nii-san.- Contestó el otro fundador, pasando unas cadenas alrededor de cada uno de los chicos.
Luego, el albino tocó el metal y apareció un leve brillo particular. ¿Habría puesto un hechizo en ellas?
-Muévete, vampiro.- Demandó, mirando a Kou.
A duras penas, intentó quitarse las cadenas, pero un dolor descomunal le pasó factura.
-Está bien hecho.- Concluyó el muchacho de la bufanda.
-¿Las has hechizado?- Pregunté.
-Sí, pero no te hagas ilusiones. No podrás deshacer la magia. Todavía no sabes.
Agaché la mirada. Me sentí demasiado inútil. Quería ayudarles. Quería salvarles. No obstante, me era imposible. Apreté los puños, con ira.
-Finalizada la caza, nos vamos.- Anunció el mayor de los Tsukinami.
-Espera.- Detuve.- Si voy a vivir allí, déjame al menos coger mi ropa. No tardaré.
-No es necesario.- Respondió, molesto.
-Por favor. No puedo ir con la misma ropa siempre.- Imploré.- Cuestión de higiene.
Pareció darle vueltas al asunto, considerando el pedido. Finalmente, accedió.
-Si eso hace que cierres el pico de una vez...- Murmuró, frío.- Entonces hazlo.
-Muchas gracias, de verdad.- Agradecí, juntando mis dos manos como señal de respeto.
-Shin, encárgate de todo. Iré a la mansión.
-Como desees, Nii-san.
Carla se dio la vuelta y desapareció. Después, alcé la mirada hasta el muchacho del parche.
-Bueno, pues... Voy a ir a mi habitación.- Dije, caminando hacia las escaleras.
-Eh, espera, espera. No voy a dejarte ir sola.- Interrumpió, obligando a los dos vampiros a levantarse.- Vamos.
Pude distinguir el dolor en sus rostros. Esas cadenas eran insufribles. Me sentí culpable por Ayato. Si hubiera ido con él desde un principio al mundo de los demonios, no habría pasado todo esto. Sin embargo, en el otro lado de la situación, hubiese implicado la muerte de Kou. No sabía ni qué decir al respecto.
Me acompañaron hasta la habitación. Allí, Shin empujó a los dos al suelo.
-Quedaros ahí, y no se os ocurra moveros.
Al caer, el pelirrojo se arañó con la esquina de una mesa. Una herida se abrió en su mejilla. Ojalá tuviera el poder de curarlo. A él y a Kou. No obstante, mi poder era reducido. Temerosa, me acerqué al menor de los trillizos, quien tenía la mirada perdida.
-Ayato...- Susurré.
Levantó la vista.
-Perdóname.
Besé la mejilla afectada. Al hacerlo, pareció sorprendido y nuestros ojos se encontraron.
-Chichinashi... Tú...
-Bueno, bueno... ¿Vas a recoger tu ropa o qué?- Cortó Shin, de mala gana.- No pienso tirarme aquí dos horas.
-Voy, lo siento.- Contesté, aligerando mi tarea.
Comencé a meter todo lo que necesitaba en una bolsa. Agh, son tantas cosas... Cuando llegué a la ropa interior, me sonrojé levemente.
-¿Qué pasa?
-Oh, nada, nada.
Sin embargo, se acercó a mí y le echó un vistazo al cajón donde se encontraban mis sujetadores y bragas. Cogió un sostén de ositos y lo levantó.
-¿Qué es esto? ¿De verdad tienes uno de osos?- Cuestionó con una sonrisa.
-Devuélvemelo.- Demandé.
-¿Y si no quiero? Dime, ¿no tendrás uno por causalidad de jamones?
-¡Para, de verdad, no tiene gracia!- Exclamé, saltando con el fin de sostenerlo en mis manos.
-Heh, ¿estás enfadada?
-Maldito desgraciado...- Masculló el Sakamaki.
Shin lo miró con desprecio, y luego desvió su vista hacia mí, con otra sonrisa malévola.
-Oh, ya veo... ¿Ella era tu presa?
Ayato exhaló una mueca de sorpresa.
-Hehe... De acuerdo, de acuerdo... Entonces...- Amenazó, pasando un brazo por mi cintura y lanzando el sujetador a los rehenes.
-¿Por qué no les damos una buena panorámica?
-¿Qué?
Tras sus palabras, me acorraló violentamente contra la pared. Desgarró parte de mi camiseta y lamió mi cuello.
-¡Apártate de ella!- Atacó el rubio, moviéndose.
Sin embargo, al hacerlo, un doloroso calambre recorrió todo su cuerpo.
-¡Agh!- Quejó, con los dientes apretados.
-¿Debería provocarlos más? Qué me dices, Hécate.
-Para, por favor.- Supliqué, casi al borde del llanto.
Rió suavemente y deslizó su mano por mi espalda, hasta llegar a mi pelo. Luego, tiró de él para obligarme a echar hacia atrás la cabeza. Mi garganta estaba al completo desnudo. La contempló con deleite.
-Tienes marcas de colmillos. Pero no pasa nada. Haré que te olvides de todas y cada una de ellas.
Y con ello, clavó sus dientes en mí. Desgarró todo lo que pudo, con fuerza. Gemí y lloré. Incluso me aferré a su ropa, con la intención de no caer al suelo. Lo notó y me apoyó en la pared, para que permaneciera de pie. Además, posó su pierna derecha entre las mías, haciendo de soporte. Al rato, separó sus labios de mi piel.
-Está asquerosa, aunque no me extraña. Al fin y al cabo fue succionada por vampiros. No te preocupes, cuanto más te muerda, se limpiará progresivamente y su sabor cambiará a mejor.
-Ugh...- Sollocé, en un sufrimiento inmenso.
De nuevo, penetró ferozmente sus colmillos. Débil, sentí cómo mi cuerpo pesaba más y más. Oía las voces de Ayato y Kou gritar mi nombre, con angustia, mientras el efecto del hechizo de aquellas cadenas provocaba en ellos una grave tortura. Incluso el pelirrojo llegó a dar unos pequeños pasos hacia mí, retorciéndose de dolor. Pero no llegó muy lejos. Se desplomó cerca nuestra, rendido y agonizando. Aun así, no apartó sus ojos de los míos hasta caer inconsciente. Luego, avancé la vista hasta el rubio, el cual había sucumbido al igual que el otro vampiro, pero lo hizo mucho antes debido a las heridas que ya tenía dibujadas en su cuerpo.
-Olvídate de ellos, Hécate.- Pronunció Shin, con una gota de sangre recorriendo un camino desde sus labios hasta la barbilla.- Es la hora de conozcas el placer que puede proporcionarte un primera sangre como yo.
No pude responder. Los párpados comenzaron a traicionar mi voluntad, al igual que el resto de mi cuerpo. El letargo se apoderó completamente de mí y fui derrotada por el sueño.
"Este es el momento, Hécate. El momento en que descubrirás lo que un fundador puede entregarte. No te dejaré a nadie, y mucho menos a unos vampiros. Serás nuestra, te guste o no. Ya no hay escapatoria posible. Tu corazón, tu alma, tu cuerpo... Míos por siempre. Serás mi acompañante en la eternidad. Y, antes de que te des cuenta, habrás caído a mis pies, fascinada. Solo es cuestión de tiempo, bruja."
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top