🦇Capítulo 17: Cuidados🦇
Algo frío y calmante se posó en mi frente. Se sentía muy bien... Abrí los ojos y divisé una figura borrosa.
-Sigue durmiendo.- Ordenó, suavemente.
Agotada, obedecí y me fundí en otro letargo.
(...)
Esta vez, lo que antes estaba frío ahora se encontraba contagiado por el calor de mi piel. Supuse a duras pensas que se trataba de un paño con agua que había perdido su frescura y adoptó la temperatura de mi fiebre. Entonces, alguien me lo quitó y escuché cómo lo mojaba otra vez, lo escurría y lo colocaba de nuevo en mi frente. Esta ocasión, al abrir los ojos, pude ver más claramente una melena rubia.
-Kou...- Musité, sin estar segura de que era realmente él.
Moví los dedos de mi mano izquierda, intentando agarrar algo. Sin embargo, algo la envolvió ligeramente. ¿Había tomado mi mano? Todavía débil, volví a sumergirme en otro reparador sueño.
(...)
Finalmente, agradecí la luz de la mañana. El sol brillaba con gran esplendor y la cabeza no me daba vueltas. Me desperté y giré la cabeza. Un chico estaba sentado en una silla, dormido. Me fijé mejor y me di cuenta de que no era otro más que Kou.
-Eh, Kou...- Llamé, suavemente.
Al instante, se incorporó agitado.
-¿¡Qué pasa!? ¿¡Estás peor!?- Exclamó, acercándose estrepitosamente a la cama.
-No, no es eso.- Reí.- Lo contrario, hoy me encuentro mucho mejor.
Le vi suspirar de alivio y volvió a recostarse en el asiento.
-¿Me has estado cuidando?- Pregunté, curiosa.
-Bueno, con la ayuda de mis hermanos... Yo he sido el que se ha quedado todo el tiempo contigo a excepción de cuando tenía que ir a trabajar.
-Gracias...- Dije, con una sonrisa.
Pareció pillarle por sorpresa, ya que apartó su mirada de la mía y se escondió en su propio flequillo.
-No es nada... Al fin y al cabo fue mi culpa... Estuvimos demasiado en la calle y encima se puso a llover.
-Heh... Aunque mereció la pena, ¿no crees?
-¿Huh?
-No se tú, pero yo me lo pasé genial en la cita... A pesar de cómo acabó...
Su rostro esbozó una tímida sonrisa.
-Oye, ¿y qué hora es?
-Pues en un rato iba a traerte el almuerzo.
-Ah, entonces bajaré al comedor.
-¡Imposible!- Negó.- No puedes ir hasta allí, estás mala.
-Necesito andar, llevo todo este tiempo empotrada en la cama. No voy a correr una maratón, solo es bajar las escaleras y sentarme en una silla.
No parecía muy conforme, sin embargo, me dejó hacer lo que deseaba y me acompañó hasta donde los demás ya habían empezado a comer.
-Hola.- Saludé.
-¿¡Y a quién tenemos aquí!? Si es la muerta.- Burló Yuma, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Hécate-san... ¿Ya estás... Mejor?- Preguntó Azusa, preocupado.
-Yuma, por favor.- Pidió Ruki, molesto.
-Oh, vamos. Es verdad. Estaba como un rábano podrido.- Confesó.
Reí con él y me senté a su lado. Kou, por el contrario, se sentó al otro lado de la mesa.
-Toma, esto te vendrá bien.- Sugería el de pelo naranja, poniéndome comida en el plato.
-Un momento, un momento.- Supliqué.
¡Había puesto un montón!
-¿¡Qué!? No te quejes y traga. Cuanto más comas, más fuerte te pondrás.
-No creo que funcione así...
-¡Calla y haz lo que te digo!
-Yuma-kun... Yo tampoco pienso... Que sea bueno...
-¿¡Hah!? ¿¡Tú también, Azusa!?
El de pelo azul aclaró la garganta en un gran "ejem" como modo de apoyo y Kou comenzó a quitar lo que rebosaba de mi plato.
-¿Ves? Así mejor.- Le mostré, con una cantidad normal de alimentos.
-Tsk... Si vosotros lo decís.- Gruñó.
No pude evitar dejar salir unas carcajadas. Dios, hacía tanto que no me reía así... Me lo estaba pasando bien, me sentía cómoda y adaptada... Supongo que solo era cuestión de tiempo, ¿no? Igual que con los Sakamaki.
Noté la mirada de todos puesta en mí.
-Veo que ya has recuperado la sonrisa.- Comentó Ruki.- Eso es bueno.
-Gracias a mis cuidados, por supuesto.- Intervino el rubio, haciendo énfasis en el "mis".
-¡No te lleves todo el mérito!- Quejaba el muchacho más alto.
-No os... Peleéis... No será bueno para... Hécate-san...
Inmediatamente los dos se calmaron y comencé a comer.
-Está riquísimo. Cocinas muy bien, Ruki.
-Gracias.- Respondió.
-Oh, venga ya, Ruki-kun. Estás muy serio y frío con M-Neko-chan. Y pensar que cuando Yuma nos llamó te preocupaste tanto.
El mayor de la familia lo fulminó con los ojos y el rubio volvió a centrar su mirada en la comida.
-No le hagas caso, a veces dice tonterías.- Añadió, intentando excusarse.
Ya claro, seguro... Le ha quitado peso al asunto pero... Me sentía feliz de que se preocuparan por mí. No creía que lo llegarían a hacer. Sobre todo porque a penas me conocen.
-Oye, Hécate.- Llamó Ruki.
-Dime.
-¿Te apetecería ir al supermercado a comprar cosas? Podrías aprovechar para que te diera el aire ahora que estás mejor. Te acompañará uno de nosotros.
Maravillada por la idea, acepté sin rechistar. Cuando terminó el almuerzo, me vestí y esperé en la puerta de la mansión. Al rato, apareció Yuma.
-¿Vas a venir conmigo?- Dudé.
-¿Algún problema?- Reprochó, alzando el puño.
-No, no.
-De acuerdo, pues vamos.
Salimos y nos metimos en la limusina. Realmente era una actividad bastante normal, pero hacía mucho que no iba a un supermercado. Después de mirar un rato a través de la ventanilla, decidí entablar conversación con mi acompañante.
-¿Y traes una lista de todo lo que hay que coger?
-Por supuesto, ¿por quién me tomas?
-Ah, yo que sé, no sabía si lo habías memorizado.
-Son demasiadas cosas, por eso he preferido apuntarlas.- Pausó.- Eh, prepárare, ya hemos llegado.
Visualicé un centro comercial enorme. Ostras... Era el que salía en los videojuegos... ¡Qué emoción!
Nada más aparcar, salí del vehículo junto con Yuma y nos adentramos en el recinto. Es gigante...
Nos dirigimos automáticamente al supermercado y entramos. Cogimos un carro y empezamos a pasear por los pasillos.
-Eh, en el corredor de la izquierda está la carne, compra esto de aquí.- Ordenó, señalándome dos cosas de la lista.- Mientras, yo iré a la parte de pescadería, ¿de acuerdo? Nos encontraremos aquí.
Asentí y caminé hacia donde me indicó. Al llegar, eché un vistazo. A ver, filetes de ternera... ¿Dónde están? Curiosa, comencé a investigar todas las estanterías refrigeradas. Incluso me topé con un mueble sobre el que estaban puestas las patas de jamón ibérico. Heh, como el que le gusta a Carla. Entonces, alguien posó su mano en mi hombro.
-Perdona, ¿sabes cuál de estos jamones es el de mejor calidad?- Preguntó un muchacho con un parche.
¿¡Qué cojones!? ¿¡Shin Tsukinami!?
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