🦇Capítulo 15: Libros🦇
-¿Qué haces todavía dormida, M-Neko-chan? ¡Venga, a desayunar!- Gritó Kou, despertándome.
Salté del sustó y por poco me caigo de la cama. Odio cuando me levantan así. Y más si el día anterior fue una mierda, que realmente lo fue. Seguramente tendría unas ojeras enormes, pero ¿y qué hago? Suspiré y me metí en el baño para cambiarme de ropa y asearme. Cuando salí, Kou estaba apoyado en la puerta.
-¿Por qué me has esperado?- Pregunté, curiosa.
-Porque planeo hacer algo emocionante el día de hoy contigo y no voy a apartarme de ti.
Le miré con desconfianza y bajamos al comedor. No había nadie.
-¿Y los demás?
-No sé, a lo mejor no quieren comer. En fin, da igual.- Dijo, zampándose una tostada.
Seguí su ejemplo y desayuné, tranquilamente.
-Oye, ¿y qué vamos a hacer? Pareces muy entusiasmado.
-Te llevaré al instituto y luego a la ciudad.
-¿¡Al instituto!?
-Sí. Aunque no te hagas ideas extrañas, no te encontrarás con ellos. Es por la mañana y los Sakamaki van por la tarde. ¿Recuerdas?
-Cierto... Pero, dime. ¿Qué haremos allí?
-Ayudarme a estudiar, por supuesto.
-¿¡Qué!?
-Lo dijiste, ¿no? Aquel día, en el pasillo.
-Sí, lo sé... Solo que no me imaginaba que quisieras completar ese objetivo tan concienzudamente.
-¿Algún problema?
-No, no. En absoluto. De hecho... Me alegra...- Confesé, gentilmente.
Terminamos de comer y nos dirigimos hacia la escuela en la limusina. He de decir que nunca me la había imaginado así. A ver, es parecida a la otra, aunque con su toque distintivo. El camino se me hizo enterno. Seguramente porque no sabía dónde estaba la mansión y no me sentía acostumbrada a este viaje.
Al aparcar delante del edificio, nos bajamos y entramos. Necesito encontrar la manera de hacerle saber a los demás que estoy a salvo. Y... Si pudiera comunicarme con ellos... ¡Claro, es verdad! ¡Los libros!
Ansiosa, me senté con Kou en una de las grandes mesas y saqué los apuntes.
-Y dime, ¿cuáles eran tus dudas?
-No entiendo el análisis sintáctico de esta oración. Sé que es una compleja sustantiva, porque lo dijo el profesor, sin embargo, no comprendo la razón.
-De acuerdo, te lo explicaré brevemente.
Comencé la inesperada lección y, una vez terminada, halagó mi forma de enseñar. Luego, le di unas oraciones más para que las analizase. Mientras tanto, le dije que para no aburrirme leería un poco. Me levanté y pasé por la estantería de literatura alemana. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¡Oh, aquí!
Saqué una obra. "Fausto". Saqué un trozo de papel de mi bolsillo y escribí en él:
"Me han llevado a su mansión, pero estoy bien. No creo que vuelva a poder venir más al instituto. Esto es lo único que he conseguido hacer sin que me descubran."
Atte.: Hécate.
Metí el mensaje en el libro y volví a dejarlo donde estaba. Espero que funcione. Para disimular, cogí otra historia, pero inglesa. "Hamlet", de William Shakespeare.
Regresé a la mesa donde me esperaba el rubio y comencé a leer. Al rato, resopló, abatido.
-¿Puedes corregirlo? No sé si está bien.
-Claro.
Lo escudriñé y vi que estaba perfecto excepto algo que no tenía muy claro. Aproveché para seguir con el plan.
-Aquí no sé si esto es un complemento de régimen.
-Ya, yo tampoco lo tenía muy claro.
-¿Y si se lo preguntamos al profesor de lengua?
-¿Estará ahora?
-Creo que por las mañanas está en el departamento mirando exámenes. Con suerte lo pillaremos.
-De acuerdo. Pues ve tú, yo te espero aquí.
-¿No vas a venir conmigo?
-No.
Extrañada, ladeé la cabeza.
-Has sido tú quien ha hecho esto. Si resulta estar correctamente, mereces llevarte el halago del profesor, ¿no crees?- Insistí.
Pareció pensarlo y, al momento, se levantó.
-De acuerdo, de acuerdo. Aunque suena a que quieres estar conmigo. ¿Cierto?- Provocó, acercando su rostro al mío.
Resoplé, nerviosa y tímida, y salimos de la biblioteca. Buscamos el despacho de lengua y llamamos a la puerta. El profesor nos dejó pasar, encantado por nuestra presencia. Confesó que no muchos alumnos se acercaban a preguntar dudas y se puso muy feliz. Le enseñé la libreta con el trabajo de Kou y quedó sorprendido debido a lo bien que estaba. Nos aclaró la duda y le felicitó.
-Por cierto, profesor.- Dije.
-Dime.
-Creo que debería mostrar más la literatura alemana a los demás. Sobre todo "Fausto" de Goethe. ¿Por qué no le comenta a sus alumnos del grupo C que vayan a cogerlo a la biblioteca? He oído que de allí nunca nadie va a coger libros. Y no se olvide de nombrarme, ¿eh? Hago recomendaciones buenísimas.
-Hm... Supongo que es una gran idea. De acuerdo, gracias por el consejo.
-De nada, hasta luego.- Despedí.
Si todo sale como esperaba, el maestro irá esta tarde a la clase C donde se encuentran Shu y Reiji y dirá lo del libro. Notarán algo raro y lo cogerán. Ahg... Necesito que salga todo a pedir de boca, por favor. En caso contrario, pues... Seguirán preocupados, si lo están, claro.
Nos dirigimos a la limusina e iniciamos rumbo al centro. Había mucha gente. Echaba de menos el bullicio del día y el ambiente "normal". Miré a través de la ventana y vi un montón de tiendas.
-¿Y ahora qué vamos a hacer?
-Ya lo verás. Eres nuy impaciente, ¿no?
-No sé si eres precisamente el más indicado para hablar de impaciencia.- Burlé, con una sonrisa sincera.
Se quedó totalmente soprendido nada más escuchar mis palabras. Confusa, callé.
-Oh, no. Vaya, ya has dejado de poner esa cara.
-¿Qué cara?
-Bueno... Es la primera vez que te veo sonreír desde que te llevé conmigo.- Confesó, con cierto rubor en sus mejillas.
-¿Estás sonrojado?- Pregunté, intentando ver su rostro, tapado por el flequillo.
-¡Por supuesto que no!- Evitó, molesto.- M-Neko-chan, no digas cosas raras, ¿vale?
Tenía la sensación de que, a pesar de todo, Kou no era un mal chico. Creció en el abuso y no supo más allá de "dar para recibir". Me fijé en sus ojos, celestes como el más impecable cielo. La verdad, eran preciosos.
De repente, el coche paró.
-Ah, ya hemos llegado, menos mal.- Comentó el chico, asomando la cabeza al abrir la puerta.
-¿Llegado a dónde?
-Hécate-chan. ¿Te gustaba el arte, no?
-Sí, ¿lo recordaste?
Asintió, feliz.
-Y tu pintor favorito es Vincent van Gogh.
-Vaya... No sé que decir, eso me ha sorprendido.
-Estoy seguro de que lo que vas a ver a continuación va a sorprenderte aun más.
Bajé también del vehículo y no pude contener otra gran sonrisa.
-¡Dios mío!- Exclamé.- ¿Va enserio? ¡Dime que sí, dime que sí!
Soltó unas leves carcajadas y asintió.
-¡Kou! ¡Madre mía!- Grité, abrazándolo.
Este gesto pareció pillarlo totalmente desprevenido, por lo que al principio no lo correspondió, pero una vez se dio cuenta de que lo hacía de corazón, me envolvió en sus brazos. A los segundos, me alejé de él.
-Es un museo de arte...- Murmuré, fascinada.
-Supuse que te encantaría ver cosas como estas en vez de comprarte más ropa o flores.
-Estabas en lo cierto.- Afirmé, eufórica.
Tomé su mano y entramos a la instalación. Era gratis y abierto a todo el público. Había una sección específica para los egicios, los griegos, los romanos... Era enorme.
-¿Quieres ver algo en especial?- Preguntó a mi lado el rubio.
-Primero la parte griega.
-No sé por qué, pero tenía la sensación de que dirías eso.
Le dediqué una bondadosa mirada y nos adentramos en el salón que elegí. Aprendí un montón de información nueva y paseamos por las demás salas. Ni siquiera era consciente de que nos habíamos pasado ahí dentro tres horas. Cuando Kou me avisó de ello, avanzamos hasta la salida. Sin embargo, en su transcurso, vi un hombre particular de espaldas y paré en seco.
El muchacho era alto, con ropa negra y una gran bufanda. Su cabello era como la nieve y bastante largo. Giró la cabeza para admirar otra obra y divisé su perfil. Oh, no. Dime que no es Carla Tsukinami.
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