🦇Capítulo 11: Bizcocho🦇
Pasé por la puerta de la mansión y corrí hasta los demás.
-¡Eh! ¡Hola!- Saludé, alegre.
-¿Qué pasa, Chichinashi? Estás de muy buen humor. No me digas que ese lunático te ha drogado.- Dijo Ayato, perturbado.
-¿Perdona?
-Puede ser. ¿Y si la han cambiado mientras no estábamos y es una falsa Bitch-chan?- Añadió Laito, tan dramático como siempre.- Tendremos que averiguar quién eres a la fuerza.
Crucé los brazos, mosqueada.
-Tsk, menuda molestia. Callaros de una vez.- Quejó el albino.
-Oh, Subaru.
-Qué.
-¿Tú eres entonces mi siguiente vigilante?
-Sí. ¿Algún problema?
-No, en absoluto.
Resopló y caminó hacia el interior de la mansión, malhumorado.
-Oye, Hécate-san.- Llamó Kanato.
-Dime.
-¿Podrías hacerme un favor?
Tragué saliva. Depende de qué favor, por supuesto. Sin embargo, con tal de no enfadarlo demasiado, accedí.
-Claro. ¿Qué necesitas?
-Quiero que hagas un flan.
-¿Flan?
Asintió, decidido.
-Maldito enano, no para de comer y comer. ¿Por qué no explotas de una vez y te quitas de en medio?- Gruñó el pelirrojo, a mi lado.- Además, Chichinashi, me debes una ronda de takoyaki.
-¿¡Qué!?
-Cuántas deudas, mi querida brujita. Oye, ya que estás, ¿por qué no haces también macarons?- Sugirió el chico del sombrero, con una sonrisa capaz de cegar a cualquiera.
-Em... Bueno... La verdad es que no soy muy buena cocinando.
Los trillizos se miraron entre ellos, cómplices en algo que no tenía en mi conocimiento.
-¿Sabes? Nosotros podríamos hacer nuestra propia comida pero...- Comenzó el mayor.
-Reiji nos prohibió entrar a la cocina.- Terminó el menor.
-¿La quemásteis o qué?
-Casi. No vas muy desencaminada.- Añadió el de pelo morado.
-Así que, Hécate, ¡te encargamos la tarea de preparar nuestros postres favoritos!- Exclamó Ayato.
-¡He dicho que no sé cocinar! ¿Qué parte no entendéis?
-Vamos, algo sabrás, ¿no?- Suplicó el hermano mediano, a punto de sollozar.
-Creo que sé hacer bizcochos a la taza.- Ideé, no muy convencida.
-¿El qué? ¿Y qué demonios pinta la taza en un bizcocho? Los humanos sois estúpidos.- Acusó el más orgulloso de los tres.
-La taza no está en el bizcocho, sino al revés; el bizcocho en la taza. El vaso es el molde. ¿Me explico?
Respondió con un "ah, ya, claro. Me lo imaginaba, es solo que no hablas bien". Sin embargo, yo era la que tenía hambre. Al fin y al cabo, ayer no probé bocado por la llamada de Reiji. Así que, al llegar a la cocina, mis tripas rugieron tan fuerte que creí que se podían escuchar hasta en casa de mis padres.
-¿Qué ha sido eso?- Preguntó Kanato.
-¿Quién se ha tirado un cuesco? ¿Has sido tú, Laito?
-¿Qué? ¿Por quién me tomas, Ayato-kun? Es la barriga de Bitch-chan. Tiene hambre.
Al mismo tiempo, me miraron todos. Noté cómo mis mejillas ardían. A ver, es normal, ¿no? Mi estómago estaba completamente vacío.
-No he comido desde ayer...- Confesé.
-Tsk... ¿Acaso eres tonta?
-¡Ya sé! ¿Y si le hacemos cada uno un bizcocho de esos a Hécate-chan?- Preguntó el mayor de los trillizos.
-Ya sabes lo que dijo Reiji sobre usar la cocina.
-Pero si no vamos a utilizar nada de fuego, ¿verdad, Bitch-chan?
-No. Lo único tecnológico va a ser el microondas.
-¿Ves? No pasa nada.
A pesar de que el chico del peluche no parecía conforme con la idea, acabo uniéndose al plan.
Me sentaron en una silla y les escribí la receta. Al instante, se pusieron manos a la obra. Era muy gracioso verlos "cocinar" si es que a eso se le podía llamar cocinar. Echaba de menos el hecho de reír y pasarlo bien a ratos. Necesitaba mis dosis de sonrisas también, ¿no?
Cuando tuvieron listas las masas, comenzaron a pelearse por quién sería el primero en meter su bizcocho en el microondas. Los calmé y establecimos un orden: de hermano mayor a menor. Ayato, al ser el más pequeño, se quejó considerablemente. Aun así, aguantó argumentando que su postre iba a ser el mejor.
(...)
-¡Listo!- Dijo Laito, orgulloso de su experimento.
-Puedes empezar la cata, Hécate-san.
-Espero que le pongas un diez al bizcocho de Ore-sama.
-Ya veremos...- Murmuré, echando un vistazo a lo que habían preparado.
Una vez los vi, me eché a temblar. ¿Qué demonios eran esas cosas? Desprendían un olor repugnante y las pintas eran desastrosas. Palidecí. Sinceramente, me imaginé un montón de formas por las que morir aquí, aunque la de intoxicación por bizcocho no entraba en mis planes. Temerosa, cogí un tenedor y lo clavé en el de Laito. No sabía si rezar, llorar...
-A ver...- Susurré, saboreando el trozo de postre.
Para mi sorpresa, estaba mucho mejor de lo que creía. El aspecto era mortífero, pero el sabor muy bueno.
-Vaya, está muy rico.
-¿Sí? Vaya, así que al parecer no soy tan inútil como pensabas, ¿verdad, Ayato-kun?
El aludido solo se limitó a chasquear los dientes y acercarme su taza, demandando que la probara también. Tomé otro trozo.
-Me has sorprendido, Ayato.- Confesé.
-¡Toma ya! ¡Chúpate esa, desgraciado!- Celebraba, restregándole la supuesta victoria a su hermano.
-Es el peor bizcocho que he probado en mi vida.- Finalicé.
Automáticamente, el chico del sombrero estalló en una inmensa risa. Hasta Kanato, quien normalmente permanecía serio, comenzó a soltar pequeñas carcajadas más suaves.
-¿Qué mierda estás diciendo, Chichinashi? ¿Estás mal de la cabeza o qué?
-Digo lo que digo. Sabe mal y la textura no es ni comestible. Toma.- Dije, poniendo otro trozo en el tenedor y dándoselo al chico.
No me di cuenta de lo que acababa de hacer hasta que puse el cubierto delante del rostro de Ayato. Dios mío, le acabo de ofrecer comida... Qué... Vergüenza.
El pelirrojo también pareció avergonzarse, por lo que evitó el contacto visual, no obstante, aceptó la oferta y comió de mi tenedor, a pesar de que sus mejillas eran puros tomates.
-Eh, no es justo...- Quejó Laito.- Yo también quiero que Bitch-chan me alimente.
-¿Qué? Bueno pues...
Volví a rellenar el tenedor con bizcocho y me dispuse a dárselo. El chico del sombrero abrió la boca, satisfecho, sin embargo, alguien se le adelantó y se lo comió todo.
-¡Oh, vamos, Ayato-kun! ¡Deja que me dé de eso!
-Ni hablar. Hécate solo podrá darme de comer a mí, y yo a ella.- Reprochó.
Le miré, anonadada.
-¿A sí? ¿Por qué no nos haces una demostración?- Provocó el muchacho de ojos verdes.
-Tsk, dame eso, Chichinashi.- Ordenó, quitándome el cubierto y poniendo bizcocho en él.- Come.
-¿¡Qué!? ¡No!
-¡No te escaquees, venga! ¡El mismísimo Ore-sama está haciendo el esfuerzo de darte de comer! Abre la maldita boca y trágalo.
Mientras mi cara entera ardía, hice caso y comí. Que alguien me mate, esto es muy vergonzoso... Ugh... No obstante, el bizcocho ya no sabía tan mal. ¿Sería porque fue él quien me lo dio? No lo sé. Pero en algún rincón de mi corazón me sentí bien por primera vez en mucho tiempo.
Vi de soslayo la cara fantasiosa y extraña de Laito y me di cuenta de que parecería una babosa comiendo del tenedor de Ayato. Mi cara debía ser un cuadro, seguro.
-En fin.- Seguí.- Voy a continuar con el tuyo, Kanato.
El muchacho asintió y probé su postre.
-Está muy bueno, pero tiene demasiado azúcar.
-Nunca algo tiene demasiado azúcar. Es más, creo que le falta.- Debatió.
Cierto, a este chico le encanta lo dulce. Debí haberme dado cuenta antes. Suspiré.
-Entonces, la clasificación es...- Comentó Laito.
-En mi opinión, el primer puesto te lo llevarías tú, Laito.
-¡Bien!- Celebró.- Así me gusta, Bitch-chan.
-El segundo para Kanato.
-No está mal, supongo.- Replicó, estrechando aun más a Teddy.
-Y... El tercer puesto...- Comencé a decir, mirando a Ayato.
-Tsk... Iros al infierno. Todos.
En mis adentros reí infinitamente. Desde que llegué a este mundo todo fueron lágrimas y dolor. Pero... Ahora que he empezado a adaptarme, creo que... Irá bien... ¿A que sí?
-Hmph... Bueno... Vámonos, Hécate.- Ordenó el pelirrojo, cogiéndome de la mano.
Miré su sujeción. Era la primera vez que enlazábamos nuestras manos. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo.
Me llevó hasta su habitación y cerró la puerta tras de sí. Luego, alzó la mirada.
-Chichinashi.
-¿Qué?
-¿Hace cuánto que no bebo tu sangre?- Preguntó, con una pícara sonrisa.
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