Tania

Cris puso algunas pertenencias dentro del macuto. Viajarían mañana al amanecer a pagar los tributos al nitaíno Agueybana. Según Turey se tomarían de dos a tres días lo máximo, pero con ella tal vez cuatro o cinco.

Debian de tener cuidado, traspasarían los límites del cacicazgo de Higüey para cruzar a los de Caonabo el cacique de Maguana. Su territorio comprendía el centro de la isla, dividido por 21 nitaínos o jefes. Cris sentía una emoción oculta por conocerlo, a su regreso tendría que ir a rendir tributos a Cayacoa.

Entrada la noche Coaxigüey los visitó, les dio instrucciones de como debían de comportarse. Fue muy enfático de que no realizar ningún acuerdo o pacto sin antes contar con su aprobación. Les informó que fue citado por Cayacoa, al parecer una princesa ciguaya del territorio de Magúa llamada Samaní vio un halo alrededor de la luna, lo que significaba algo catastrófico. Además, de observar una nube avanzar en línea recta que auguraba una visita.

Y a raíz de su premonición, los dos cacicazgos convocaron la reunión.

Coaxigüey les informó que fraccionaria su ejército, unos se quedarían a cuidar sus terrenos y a los aldeanos, otros irían con él y el resto los escoltarían. El behique lo acompañaría porque necesitaba estar en contacto directo con los dioses. Y para sorpresa de la viajera, el nitaíno le preguntó a su hijo enfrente de ella si estaba feliz, a lo que sin dudar contestó que sí.

Los colores se le subieron a Cris, le causó ternura la expresión de felicidad por parte de Turey, pero sintió escalofríos cuando cruzó la mirada de la del nitaíno, quien le brindó una sonrisa lobuna.

A la mañana siguiente fueron despedidos en medios de danzas y canto, casi todos los niños la abrazaron al despedirla y una niña llamada Bomá le regaló una flor. Le dio un abrazo fuerte al behique, y a algunas mujeres a las que había empezado a entablar una amistad. Tanamá se quedaría en la aldea junto a su madre y hermano, mientras que Ararey sería el guerrero asignado en protegerlos.

En el camino Cris sintió que sus pulmones se quemaban mientras se movía a través del bosque, todo era subir y bajar, doblar o agacharse. Dudaba que pudiera sobrevivir a tal tortura. Un suave lloriqueo se le escapó al comprender que la hora para tomar un descanso no estaba en la agenda de sus compañeros de viaje.

Por primera vez rechazó hacer el amor con Turey, estaba muy cansada con los pies hinchados como globos. Él había terminado de sujetar la hamaca a dos árboles y, en medio de estas, construyó una barbacoa para guarecerse si llovía.

Yacía a medias sobre el pecho de Turey que respiraba pausado. La viajera podía oír su corazón debajo de su oreja. Cuando la sintió despierta, la estrechó. Cris notó como el amiguito crecía al lado de su muslo, cerró los párpados de golpe y fingió un ronquido. Lo escuchó soltar una carcajada con algo de ironía.

En su segundo día de viaje caminaron a orillas de un río caudaloso entre tropezones. En más de una ocasión Cris pensó que moriría de un ataque al corazón, le fue difícil mantener el equilibrio por las resbaladizas rocas que bordeaban al río. Los taínos amaban bañarse, así que no dudaron en pasar casi toda la mañana, metidos en el agua.

Todavía mojados, Turey le ordenó al grupo que avanzarán un poco más. Cuando se alejaron lo suficiente, el taíno abrazó a la viajera por detrás y le depositó una lluvia de besos en el cuello a la vez que empezó a restregar su erección contra su trasero.

—¡Turey, basta! ¡Aquí no! —protestó al tiempo que trataba de alejarlo.

Rió y su carcajada profunda reverberó en todo el sitio.

—¿No estar cansada ni enferma? —preguntó, preocupado.

—¡No! —respondió, manoteándolo al sentir que le subía la inagua—. No tendré sexo contigo con gente merodeando cerca.

Turey la llevó a un lugar lleno de árboles que le daban un poco de privacidad. Le colocó las manos sobre un árbol de corteza lisa, si su madre se enterara de lo que estaba a punto de hacer se morirían de la vergüenza.

Turey la sorprendió al agacharse y pasar su lengua entre sus pliegues. Introdujo dos dedos que movió con extrema lentitud mientras chupaba su clítoris. Cris se retorció y se mordió los labios para acallar cualquier sonido. En cuestión de minutos su cuerpo entero se contrajo provocando un gran orgasmo. Turey la miró lleno de deseo, aún no había acabado con ella. Sintió placer con el primer movimiento.

Sus cuerpos se convirtieron en incandescentes llamas que amenazaban con incendiar el monte con su calor. Ansiaban con todas sus fuerzas quemarse en el más glorioso de los placeres. Se besaron mientras Turey no desistía de ensartarla sin piedad y luego de varias y profundas estocadas dejó que el clímax inundara su cuerpo a la vez que depositaba su simiente dentro de Cris.

Con la sangre aun palpitando en sus oídos, Cris se echó a correr al río a limpiarse. Era la segunda vez que permitía que Turey acabara dentro de ella, le aterraba a muerte un embarazo no deseado. Se lavó al borde de un ataque de pánico, al terminar se topó con un estoico Turey que la miraba distinto, no dijo nada. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

—Dios, no permitas que salga embarazada. —Le tembló la voz—. Por lo que más quieras.

Respiró hondo y empezó a seguirlo.

Al cuarto día llegaron a la aldea de Agueybana, fueron recibidos entre bailes y cantos, además de brindarles comida y bebidas como el guavaberry. Las cosas entre ambos se habían tornado distante, Turey le suplía todo lo necesario para que estuviera cómoda, sin embargo, no la tocaba de forma cariñosa, tampoco insistía en hacer el amor.

Turey les mostró los regalos enviados por su padre que incluía diversos alimentos, grandes cantidades de algodón, aves, oro y vasijas de barro. El nitaíno los recibió complacido. Celebraron toda la tarde con areitos. Luego los llevaron a un bohío alejado del resto cumpliendo así las órdenes de Coaxigüey.

Cris quiso hablar con Turey de lo ocurrido en el río, pero el taíno estaba reacio a abordar el tema. Negó con un gesto cansado, se subió a la hamaca y la invitó a acompañarlo. La viajera lo abrazó buscando como siempre su calor y sintió que tocaba a una piedra, y por primera vez desde que dormían juntos, se sintió sola.

Al siguiente día, Agueybana los condujo al batey o plaza ceremonial, en cada aldea había una y tenían la misma forma rectangular con piso compacto de tierra apisonada y sus linderos estaban demarcados por hileras de grandes piedras.

El nitaíno demandó que se celebrara el batú o juego de pelota. Era un importante evento social, podía ser entre tribus, y en ocasiones se jugaba para decidir el futuro de un enemigo capturado o un castigo. Competían dos bandos de doce jugadores que podía ser entre hombres o mixto usando el yuke o cinturón ceremonial.

Del equipo de Turey faltaba un jugador, Cris no contaba por su inexperiencia. De pronto, entre la multitud salió una mujer con un rostro lo más parecido a Salma Hayek, con piernas largas y esbeltas, pechos grandes y llenos, abdomen tonificado y unos rizos espectaculares hasta los hombros. No era joven, tampoco vieja.

Todos los jugadores sonrieron al verla, eso a la viajera no le importó. No tenía problemas en admirar la belleza femenina, pero lo que sí le molestó fue la sonrisa que Turey le dedicó. La mujer le devolvió el gesto al darle una palmada en su hombro, había algo en ella que la hizo dudar y no fue debido al pellizco de celos que sintió.

Los espectadores se sentaron en los duhos o asientos ceremoniales alrededor de la cancha; la viajera al lado de Agueybana y de su Behique, que parecía que lo hubieran sacado del cementerio. Además de sus ayudantes, las mujeres y los niños.

Le concedieron el honor a Cris de lanzar la pelota a la cancha, pero antes quiso analizarla. La bola era una pasta de raíces y hierbas hervidas que le daba la apariencia de una goma, de unos diez centímetros de diámetro y de buen rebote. La viajera se la lanzó a Turey; sin embargo, fue interceptada por la mujer. La audiencia le aplaudió por su agilidad en saltarla con el yuke hecho de madera.

El juego consistía en lanzar la pelota al aire, sin dejarla caer al piso por ninguno de los equipos, podían tocarla con cualquier parte del cuerpo menos con las manos, pudiendo ser rebotada contra las piedras que marcaban el límite del campo.

El juego era como un híbrido entre el fútbol y el voleibol, las personas disfrutaban del espectáculo, más los niños que no dejaban de gritar asombrados. Sin embargo, para Cris las miradas de complicidad que compartían no eran producto de ser compañeros en el batú.

Cris le preguntó al nitaíno el nombre de la mujer, al final tuvo que gritarle para que le prestara atención. Aun concentrado por el partido, le dijo que era Tania. Una expresión de sorpresa apareció en su cara. No podía creerlo, así que esa mujer era una viajera como ella, la antigua novia de Alejandro.

El primer set lo ganó el equipo de Cris, los guerreros comenzaron a celebrar con gritos y vítores rebosantes de testosterona. El dúo dinámico como los apodó la viajera compartió un fugaz y afectivo abrazo, luego Tania le susurró en el oído y Turey meneó la cabeza sin dejar de sonreír.

La viajera nerviosa pidió que le dieran algo de beber, cuando le llevaron agua, la rechazó, necesitaba otra cosa más fuerte para aclarar unos pensamientos que empezaron a atormentarla. Antes de comenzar el segundo set, pilló a Turey observándola, Cris se llevó los dedos a los labios y le sopló un beso, debía de marcar territorio. En respuesta, le mostró el dedo corazón.

A la viajera se le congeló la sonrisa, pero de inmediato comprendió que al parecer Turey creía que eso era un saludo. Tania soltó una sonora carcajada y lo instó a que se concentraran en jugar.

Perdieron la partida siguiente, sin embargo, la tercera la ganaron gracias a Tania. Al finalizar, la aludida se aferró de brinco a la espalda de Turey mientras lo envolvía con sus piernas. La sangre se le calentó a la viajera, unos celos ardientes brotaron de su cuerpo que hasta pensó que le salían humo por las orejas. Le comenzó a doler la cabeza por las dos protuberancias que le nacieron en la frente.

Cris no se quedó a celebrar y se retiró al bohío. Cuando se ocultó el sol escuchó unos murmullos. Pudo reconocer a la pareja que compartían anécdotas y risas, pero por más que intentó agudizar el oído, no escuchó lo que hablaban.

Cansada de tantas tertulias se puso en el marco de la puerta con los brazos cruzados, durante unos minutos presenció las miradas que se compartían, soportando en todo momento los cumplidos que salían de los labios de Tania.

Turey giró la cabeza hacia Cris un segundo ante de despedirse con una cálida sonrisa. Cuando estuvieron solos, la viajera volcó todo su enojo.

—¿Contento por haber ganado junto con Tania? —le dijo con una mezcla de burla y cinismo.

El desdén con que pronunció el nombre de su amiga no le pasó desapercibido al taíno.

—Ganar todo el equipo.

—¿De dónde diablos se conocen? —soltó con furia resoplando por la nariz...

—¿Qué ser diablo?

—Luego te lo explico. —Se mordió la lengua—. Respóndeme.

—Ella ser buena amiga.

Cris se rió a desgana.

—Amiga mis cojones, y ni se te ocurra preguntarme que significa la palabra cojones. Aquí soy yo quien haces las preguntas, tú solo me respondes.

Turey enderezó los hombros a la defensiva. No era correcto que una esposa se dirigiera de ese modo a su hombre. Se lo había explicado en varias ocasiones. Los demás guerreros le perderían el poco respeto que le tenía y que se ganó con mucho esfuerzo, pero al parecer a su mujer no le importaba.

—Yo decir Tania ser mi amiga—repitió colocándose un mechón de cabello detrás de la oreja.

De un brinco, Cris se le plantó frente a él, firme y belicosa. Turey no se alteró en absoluto.

—Pues no te creo, así que dime la verdad. —Masculló sintiéndose ruin y mezquina por lo que iba a decir, pero a su favor, necesitaba respuestas—. Sabes muy bien que la diosa Atabeyra odia a los mentirosos.

Turey soltó todo el aire de golpe, por un instante esquivó la mirada de Cris.

—Prometer no enojar.

—Eso ya veremos.

Turey se sentó en el piso con las piernas cruzadas, mientras que Cris se quedó en la misma posición a punto de sufrir una taquicardia.

—Hace un tiempo, venir a aldea por órdenes de mi padre a aprender nuevas técnicas de combate, aquí conocer a Tania. Ella...—Turey hizo una pausa buscando una palabra que pudiera describirla—. Sabe cosas, yo aprender mucho con ella.

Cris se tensó al escucharle hablar así de otra mujer. Esperaba que no se abundara en su belleza o inteligencia. Existían ciertos límites que él no debía de cruzar.

—¡Claro, Tania es hija de Wikipedia y de la Encarta! —exclamó con sarcasmo—¡Ah, que no se me vaya a olvidar que es la nieta de la Enciclopedia!

—Yo no entenderte a veces—murmuró muy despacio.

—¿Podrías decirme que te enseñó? —preguntó entrecerrando los ojos hasta que solo fueron dos líneas brillantes.

Turey tragó saliva fuerte.

—Ella ser la que me inició.

La tensión se acentuó entre ambos, condensó el aire y lo tornó opresivo.

—¿Acaso perteneces a una secta o a una facultad universitaria? ¡Claro que no, la creta Turey!, ¿en qué te inició ella?

—Ella enseñarme el arte del amor, todo lo que yo hacer contigo es ser gracias a ella. —Turey no pudo ocultar una pequeña sonrisa de satisfacción—. Yo aprender bien, porque siempre complacerte a ti.

Cris corrió hasta la mesa buscando una vasija y platos, cuando los encontró se lo lanzó.

—¡Maldito!, ¿Cómo te atreves a decirme algo así? —gritó mientras le tiraba los platos—. Te la pasaste de lo lindo con tu institutriz y no conforme con eso te pierdes con ella hasta el anochecer.

—Yo no hacer nada malo—dijo mientras esquivaba los platos—. Solo hablar de los viejos tiempos, nada más.

El corazón le dio una patada en las costillas de tan enojada que estaba.

—Maldito, infiel, cómo pretendes que te crea. Vete, no voy a dormir contigo nunca más.

—¿Qué decir? —dijo, afectado.

—Lo que escuchaste, no te quiero aquí. Esta noche duermo sola, vete a dormir al monte o si prefieres con tu maestra para que repasen viejas lecciones.

—Yo no engañar a ti.

—¡Me vale mierda, te largas!

Turey soltó un bufido. Y sin más cumplió los deseos de la viajera. Cris apretó con fuerza sus párpados. Sentía unas ganas horribles de llorar, pero se negó a hacerlo. Estaba demasiado enfadada.

Los días siguientes empezó a cumplir con el trato hecho por Coaxigüey. Tenía unas ojeras horribles, pero para su sorpresa la taína Takiri, la que en principio quiso vaciarle los ojos, se comportó con ella de lo mejor. Tal vez, su recién compromiso con otro guerrero la había cambiado.

Su trabajo consistía en peinarla, cocerle ropa, sin embargo, al percatarse de las habilidades de Cris, desistió de inmediato. La enseñaron a obtener colores de algunas plantas para maquillar a Takiri. Por ejemplo, el azul lo consiguió del añil silvestre; el negro, de la jagua; el amarillo, del achiote. Los colores más usados eran el rojo, blanco, negro, azul y amarillo.

Además de que tuvo que acompañarla muy a su pesar a presenciar un parto. Las taínas parían, asistidas de otras mujeres, dentro del agua, en espacios habilitados en los ríos o en piletas en los yucayeques donde no había río cerca. En su cultura era un deshonor no tener hijos. Se colocaban en cuclillas y consideraban que el dolor durante el parto era una señal divina.

Todo ese proceso le causó escalofríos.

Hubo cosas que Cris realizó sin mucho trabajo, otras no fueron tan fáciles. Al final hizo lo mejor que pudo.

Desde que había sacado a Turey del bohío estaba durmiendo sola. De vez en cuando se topaba con él y fingía ignorarlo. Además, le molestaba que Tania estuviera merodeándolo como una mosca. Una noche, cansada de estar sin él, pero aun cabreada por la camarería que compartía con su iniciadora, decidió buscarlo. Tomó pedazos de casabe que había cosido, estaban quemados por los bordes, aun así, eso era una mejora.

Lo encontró sentado junto al fuego rodeado de niños y adolescentes que lo escuchaban con atención. Sintió un pellizco en el corazón al verlo relatar historias tan entusiasmado. Se sentó a su lado, de inmediato percibió su tensión.

Cuando terminó de hablar, se levantó y se fue. Quiso seguirlo, pero los niños le pidieron con vehemencia que les contaran otra leyenda de guerreros valientes. No le apetecía, no obstante, no quería ser grosera. Así que se sentó y les relató una breve historia sobre ​una raza de guerreros llamados Saiyajins, y en menos de diez minutos les habló de Goku.

Al finalizar salió en busca de Turey. Lo encontró tirado en una hamaca cerca del río. Cris tenía orgullo, no deseaba suplicarle, pero a la vez quería hacer las paces. Se acercó, y Turey al verla quiso marcharse. Cris se quitó la inagua con lentitud sin apartar los ojos de él. Lo tocó y sintió su piel fría, se había dado un chapuzón. Sin alejar la mirada, le levantó su Nagua. Su corazón saltó de emoción al encontrar a su amigo listo para la acción. Era claro que él no estaba molesto con ella.

Turey la miró airado un momento. Luego se apartó con brusquedad.

—No, vete.

Cris respiró hondo varias veces antes de hablar.

—Te pido perdón por mi reacción. —Se mordió el labio y tragó para estabilizar su voz—. Comprende, no me agrada imaginar que estuviste con otra mujer, debí de suponerlo, aun así, no me hace bien. ¿Te gusta pensar en mí con otro hombre?

Turey apretó la mandíbula y negó con la cabeza.

—Ves. —Se acercó, y tuvo que ponerse de puntillas para besar su cuello—. Puedo compartir cualquier cosa, menos a ti.

Turey se quedó inmóvil, solo un segundo. Suspiró y apenas pudo contener un gruñido. Le ordenó que se tirara al piso, Cris coqueta se abrió de piernas con la intención de provocarlo. Turey terminó de desvestirlos a ambos, la acercó a él tomándola por la nuca e introdujo su lengua fundiéndole los huesos. Ese beso despertó en ella un sentimiento de permanencia, una esperanza latente y un miedo fugaz.

Se entregó a él como nunca antes lo había hecho. Turey le separó las piernas con su rodilla y la penetró con una única arremetida. Hicieron el amor mirándose a los ojos, un escalofrío los recorrió hasta casi dejarlos sin respiración. Bailaron juntos bajo la tormenta. Cris gritó y suplicó por la liberación. Turey se la negaba y le exigía más.

Se consumieron por la pasión desenfrenada de sus cuerpos, entrelazando sus corazones. Una viajera atrapada en el tiempo y el último de los taínos, al menos para ella, se convirtieron en uno solo.

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